Devocionales de 2022
Conservarnos firmes con amor al proclamar la verdad


Estar firmes al proclamar la verdad con amor

Presidente Dallin H. Oaks: Mis queridos hermanos y hermanas, el élder Gilbert y yo nos sentimos complacidos de hablarles hoy. Sin embargo, solo dos días después del histórico discurso del presidente Nelson a muchos de ustedes que son jóvenes adultos, deseamos comenzar reforzando su mensaje.

Al escuchar el inspirado consejo del presidente Nelson el domingo por la noche, incluso la verdad de quiénes somos y el destino que Dios ha trazado para nosotros, pensamos que debíamos reafirmar lo que él dijo. Nos enseñó los fundamentos de todo lo que los jóvenes adultos y los demás deberíamos hacer. Nuestro mensaje se basa en el del presidente Nelson, al cual apoyamos con reverencia.

Vivimos en tiempos peligrosos en los que a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno, malo. Debemos estar firmes contra los valores y las prácticas que nos alejan de las enseñanzas del Señor y de nuestros convenios, privilegios y obligaciones, y podemos lograr eso con amor.

Élder Gilbert, ¿cómo hacemos para estar firmes con amor?

Élder Clark G. Gilbert: Gracias, presidente Oaks. Lo primero que les pedimos a todos es que tengan la serena fortaleza de los discípulos de Jesucristo. Pueden fijarse en el ejemplo de Jesucristo como modelo de conservarse firme con amor. Consideren el caso de la mujer samaritana junto al pozo o el llamamiento del publicano como discípulo de Cristo. Él conocía sus deficiencias y debilidades. También ellos conocían sus propias deficiencias y debilidades. No obstante, Él los trató con amor mientras les enseñaba la verdad.

En lugar de condenar a los demás, simplemente debemos proclamar lo que sabemos y lo que creemos, e invitarlos a seguir al Salvador. Es su oportunidad de escoger, no nuestra oportunidad de obligarlos.

Presidente Oaks, usted dijo que estamos en tiempos peligrosos. El apóstol Pablo usó esa frase y en Doctrina y Convenios aprendemos que el mundo entero estaría en conmoción mientras nos preparáramos para el regreso del Salvador. ¿Por qué utilizarían los profetas del pasado y los actuales ese lenguaje para describir nuestros días?

Presidente Oaks: Conmoción. Cuando pienso en conmoción, pienso en guerras y rumores de guerras, pandemias globales, calentamiento global, la creciente marea de maldad en el mundo que nos rodea y la ansiedad que aumenta entre nosotros.

Los tiempos peligrosos sin duda incluyen las circunstancias actuales, que reflejan la preocupación de las Escrituras de que se llame a lo malo bueno, y a lo bueno, malo.

Élder Gilbert: Presidente Oaks, ya que habla de que a lo bueno se le llama malo, y a lo malo, bueno, ¿cuál es la razón por la que esos argumentos son tan persuasivos para tanta gente hoy en día?

Presidente Oaks: A lo malo se le llama bueno, y a lo bueno, malo, por todas partes en la actualidad. Todos podemos pensar en muchos ejemplos; los invito a hacerlo.

¿Por qué persuade a tantos esta visión invertida? Hay muchas razones, pero yo destacaría tres.

Algunos son persuadidos a llamar bueno a lo malo debido a la falsa doctrina de que no responderemos ante Dios por nuestro comportamiento. Esto persuade a algunos a creer que no habrá consecuencias eternas por sus acciones. Pero sabemos por las Escrituras que esta es una doctrina falsa, vana y necia.

En segundo lugar está el sentido de supremacía intelectual que predomina en la sociedad y especialmente en las universidades. El presidente Spencer W. Kimball respondió a esto cuando declaró que debemos convertirnos en un bastión de la rectitud, resistiendo a las “ideologías invasoras que buscan el control del plan de estudios y del salón de clases. No nos resistimos a tales ideas porque las temamos”, dijo él, “sino porque son falsas”.

La tercera tendencia de los que llaman a lo bueno malo es intimidar, hacer callar o poner etiquetas negativas a los que discrepan. Pretenden intimidarlos avergonzando o silenciando a quienes se oponen a sus falsedades.

Élder Gilbert, permítame dirigirle la pregunta a usted. ¿Por qué los esfuerzos del mundo por llamar a lo bueno malo persuaden a algunos hijos de Dios a creer cosas que simplemente no son ciertas?

Élder Gilbert: Presidente Oaks, cuando usted mencionó esas tres razones, pensé en Korihor, del Libro de Mormón. Es interesante que Korihor intentó intimidar a otros por sus creencias y hacernos sentir como tontos por las cosas que más apreciamos.

Leeré en Alma 30: “He aquí, estas cosas que llamáis profecías”, este es Korihor. “He aquí, estas cosas que llamáis profecías, que decís que las transmiten los santos profetas, he aquí, no son más que insensatas tradiciones de vuestros padres.

“¿Cómo sabéis que son ciertas? He aquí, no podéis saber de las cosas que no veis; por lo tanto, no podéis saber si habrá un Cristo”.

Los argumentos de Korihor avergüenzan o menosprecian las creencias. Él trata de argumentar que estamos sujetos a los profetas y a la tradición, y que carecemos de pruebas de las cosas en las que creemos. Solo un tonto creería lo que creemos, en palabras de Korihor.

Irónicamente, él no se da cuenta de que, al estar sujetos a los profetas, estamos ligados a alguien que es dirigido por Dios para enseñarnos la verdad. Estar sujetos por tradición nos encamina al compromiso y al sacrificio que ellos hacen por nuestra vida. Y, cuando afirma que no tenemos evidencias, pasa por alto las experiencias muy reales y la evidencia espiritual que cada uno de nosotros ha tenido en su vida.

No digo que la argumentación racional sea la fuente de la conversión personal, pero estoy de acuerdo con el profesor Digory Kirke, de C. S. Lewis, cuando observó que los niños Pevensie no creían a su hermana. Él dijo: “¡Lógica! ¿Qué enseñan en estas escuelas?”.

Lo irónico es que Korihor sufre sus propias falacias lógicas, las cuales acaba confesando al final de Alma 30.

Él dice: “Mas he aquí, me ha engañado el diablo; […] me dijo: No hay Dios […]. Y he enseñado sus palabras; y las enseñé porque deleitaban a la mente carnal; y las enseñé hasta que hube logrado mucho éxito, al grado que realmente llegué a creer que eran ciertas”. Esto es lo que se conoce como el “efecto de la verdad ilusoria”. Korihor ha repetido tantas veces sus propios argumentos, que realmente ha llegado a creerlos.

Esto también es similar a lo que podría llamarse el efecto de la “tendencia popular”, en el que Korihor y otros nos enseñan que “todos los demás entienden esto y ustedes no. Ustedes los creyentes, que son tontos y superficiales, no ven lo que realmente es verdad y tantas otras personas ven”.

Cuando pienso en el efecto de la tendencia popular, recuerdo una experiencia que tuve al ver a personas ceder a la presión de otros. Veamos este breve video de cámara oculta que muestra lo que puede ocurrirnos si nos dejamos llevar por la influencia del mundo.

[Comenzar el video]

El caballero del ascensor es el objeto de nuestra cámara oculta y las personas que entran —el hombre de camisa blanca, la señora de gabardina y, posteriormente, otro miembro de nuestro equipo— se pondrán de espaldas a la puerta. Verán cómo este hombre de gabardina trata de mantener su singularidad, pero poco a poco mira el reloj, aunque en realidad busca una excusa para girarse un poco más hacia la pared.

Vamos a ver otro. Aquí está la víctima. Y ahora llegan los actores, por lo menos tres. Aparentemente, este hombre ha estado en grupos antes.

Este hombre tiene el sombrero puesto en el ascensor. Primero se da completamente la vuelta y Charlie cierra la puerta. Un momento después, abrimos la puerta y todos han cambiado de posición.

Ahora veamos si podemos usar la presión colectiva de forma positiva. A la señal de Charlie, todos se giran para mirar hacia el frente. Fíjense que se quitan el sombrero. Y ahora, ¿creen que podríamos invertir el proceso? Observen.

[Fin del video]

Élder Gilbert: A pesar de lo cómico de este video, van a tener que aprender a girarse y mirar en la dirección correcta en el ascensor, aunque todo el mundo les diga que se den la vuelta y miren hacia atrás. En su corazón, sabrán que lo que están haciendo ellos no puede ser lo correcto, pero hay que tener el valor de estar firmes mirando en la dirección correcta.

Presidente Oaks, en las últimas tres conferencias generales usted ha hablado de temas relacionados con la familia, la religión y la Constitución. ¿Por qué estas instituciones son tan importantes para la Iglesia?

Presidente Oaks: Gracias. La familia es una institución esencial de la sociedad civil. Como leemos en la proclamación sobre la familia, esta es “fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”. Por supuesto, el adversario atacará esta parte tan esencial del plan y tratará de persuadir a los hijos de Dios para que se aparten de ella.

La religión. La religión es un cortafuegos ante los ataques del adversario contra muchas otras instituciones o ideas clave en el mundo. Sabemos por experiencia que las enseñanzas y prácticas de la religión fortalecen la sociedad en general, incluso en necesidades como la asistencia humanitaria, la observancia de la ley, la capacidad de los ciudadanos para actuar en beneficio de la comunidad y la eficacia de otras instituciones democráticas.

En cuanto a la Constitución, la Carta de Derechos constitucional garantiza [la] protección del bien que pueden hacer los creyentes y sus iglesias, sinagogas y mezquitas. Esta protección abarca las preciadas libertades de expresión y conciencia, y el libre ejercicio de la religión. He hablado a menudo de este tema, en este país y en otros. Es vital que todos comprendamos la importancia de proteger estas cosas y nuestra forma democrática de gobierno.

Élder Gilbert: Presidente Oaks, al hablar de estas tres instituciones y de otras verdades que nos esforzamos por defender, ¿de qué maneras le gustaría ver a nuestros jóvenes adultos de la Iglesia estar firmes al proclamar la verdad con amor?

Presidente Oaks: Me gustaría instarles a que hagan una serie de cosas. La primera es evitar los entornos demasiado conflictivos. Los animo a abstenerse de participar en las expresiones contenciosas que son tan habituales hoy en día. Las redes sociales pueden generar conflictos. Pueden ampliar la audiencia y la velocidad de difusión. A menudo fomentan acusaciones descuidadas, falsas representaciones y feas insinuaciones que intensifican la distancia entre las distintas partes y sus afirmaciones.

No estoy criticando que haya diferencias de ideas. Estas deben debatirse públicamente. Lo que pido a nuestros miembros es que se alejen de la actual atmósfera de odio y mezquindad personal en su forma de expresarse. Me encanta la reciente afirmación del élder Neil L. Andersen, que dijo: “Hay ocasiones en que ser pacificadores significa resistir el impulso de responder y, en vez de ello, permanecer callados con dignidad”. Hay gran sabiduría en ese consejo.

Segunda sugerencia: Amen a los demás y encuentren puntos en común, aun cuando no estén de acuerdo.

Después de evitar los entornos conflictivos, tendamos una mano de forma positiva para expresar interés y amor por aquellos con quienes no estamos de acuerdo. Debemos procurar encontrar puntos en común con quienes, de otro modo, podrían considerarnos sus enemigos. Los seguidores de Cristo deben ser ejemplos de civismo. Debemos recordar las enseñanzas del Salvador: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”.

Como enseñó el presidente Thomas S. Monson en uno de sus últimos mensajes de conferencia, debemos “demostra[r] nuestro amor en las interacciones cotidianas […]. El amor es la esencia misma del Evangelio, el atributo más noble del alma humana”.

También debemos aferrarnos a la verdad, incluso al acercarnos a los demás. Amar a los que tienen opiniones diferentes y evitar los conflictos son ejemplos de civismo, y no significan que debamos abstenernos de participar en conversaciones y debates, e incluso adoptar posturas contrarias a lo que consideramos erróneo o desaconsejable.

Por ejemplo, nuestras voces deben hacerse oír sobre la importancia de la religión y la libertad religiosa para todos los ciudadanos, creyentes y no creyentes por igual. Lo hacemos al evitar los ambientes conflictivos y al hablar desde el respeto con aquellos con quienes no estamos de acuerdo.

Otro consejo es que seamos una luz al mundo. Muestren al mundo lo bueno que pueden hacer como discípulos de Jesucristo. “Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas”, nos dijo el Señor en Doctrina y Convenios; “porque el que es compelido en todo es un siervo perezoso y no sabio; por tanto, no recibe galardón alguno. De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia”.

Ahí termina esa cita de Doctrina y Convenios.

Otra: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Una sugerencia más: Manténganse anclados en Cristo.

Una de las formas más importantes de ser una luz al mundo es guardar los mandamientos de Dios. Les ruego a cada uno de ustedes que no busquen la felicidad en las deslumbrantes tentaciones y atracciones del mundo. La maldad nunca conduce a la felicidad duradera ni al gozo eterno.

En estos momentos decisivos de su vida, necesitan anclar su vida en el Salvador. El presidente Nelson ha dicho: “Mis queridos hermanos y hermanas, estos son los últimos días. Si ustedes y yo vamos a resistir los peligros y las presiones venideras, es imprescindible que cada uno de nosotros tenga un firme cimiento espiritual edificado sobre la roca de nuestro Redentor, Jesucristo”.

Esto significa que deben encontrar tiempo para apartarse del mundo. El presidente Nelson ha sugerido que esto se consigue mediante la asistencia regular al templo, la lectura de las Escrituras y permanecer anclados a nuestros convenios, por ejemplo, santificando el día de reposo. Estas prácticas nos ayudarán a centrar nuestros pensamientos en el Salvador y en lo que Él ha hecho por nosotros mediante Su Expiación, que nos da la seguridad de la inmortalidad y la oportunidad de la vida eterna. De esta manera, tendremos la defensa prometida en la revelación moderna, donde se nos dice: “Tomad el escudo de la fe, con el que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno”.

Ahora, élder Gilbert, me gustaría pedirle, en nombre de quienes nos escuchan, que aplique estas ideas a aspectos que a menudo polarizan a nuestros jóvenes adultos y les impide estar firmes al proclamar la verdad.

Élder Gilbert: Gracias, presidente Oaks. Permítanme comenzar diciendo que, para empezar, parte de nuestro desafío al hacer esto es estar firmes cuando las verdades se mezclan con falsedades.

Tomemos el ejemplo o el caso de la dirección profética. Es cierto que no creemos en la doctrina de la infalibilidad profética. Moisés no fue perfecto. José Smith no fue perfecto. Solo Jesucristo fue perfecto. Pero eso no significa que nuestros llamamientos proféticos y nuestros profetas no sean llamados por Dios, o que podamos escoger la guía profética que seguiremos. Dios llama, eleva y califica a aquellos a quienes Él ha elegido.

Consideren el modelo de la Primera Visión. Cuando Dios vino a la tierra con Su Hijo, dijo: “Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”. Cristo más tarde se dirigió al profeta José en Doctrina y Convenios y siguió el mismo modelo. En Doctrina y Convenios 43 leemos: “Porque he aquí […] habéis recibido un mandamiento […] a mi iglesia, por conducto de aquel a quien os he nombrado […]. Y esto sabréis con certeza, que no se os ha nombrado a ningún otro para que reciba mandamientos y revelaciones” para la Iglesia.

En el prefacio de Doctrina y Convenios leemos: “Sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo”. Podemos aplicar estos y otros ejemplos de cuestiones difíciles en nuestros días utilizando los cinco puntos que ha mencionado el presidente Oaks.

Presidente Oaks: Gracias.

Hermanos y hermanas, abordo ahora el tema de la raza. Al tratar este asunto, debemos comenzar reconociendo los desafíos muy reales del racismo, condenando el persistente prejuicio racial y fortaleciendo a quienes siguen afrontando prejuicios injustos.

En este tema, estamos alineados con muchos esfuerzos seculares para reducir el racismo y podemos aprender de ellos. Así lo hemos hecho en nuestros esfuerzos por trabajar con la NAACP y otras organizaciones comunitarias. Recuerden, además, los reiterados ruegos de la Iglesia para que se abandonen las acciones y actitudes de prejuicio. El presidente Nelson ha enseñado:

“Cada uno de nosotros tiene un potencial divino porque cada uno es hijo de Dios; cada uno es igual ante Su vista […]. Dios no ama a una raza más que a otra […].

“Hago un llamado a nuestros miembros de todas partes para que pongan el ejemplo de abandonar las actitudes y acciones de prejuicio”.

Aquí termina la cita de nuestro profeta.

Una forma de socavar lo que tenemos en común con otros es que cualquiera de las partes siembre división y separe a las comunidades. Al condenar el racismo y trabajar en su contra, instamos a nuestros alumnos, maestros y a todos nuestros miembros a evitar tomar posiciones y enseñanzas extremas o discrepantes que menoscaben la Constitución de los Estados Unidos y otras instituciones fundamentales.

Sabemos que la Constitución fue inspirada por Dios a pesar de su defecto congénito en cuanto a la esclavitud. Sus principios inspirados, que incluyen la libertad de expresión y de religión, y sus enmiendas autorizadas han permitido que generaciones posteriores continúen mejorando y fortaleciendo los derechos de todos sus ciudadanos. Eso forma parte de nuestra historia y no debería distorsionarse intentando sustituir la Constitución de los Estados Unidos por otras motivaciones, como algunos están haciendo en nuestros días.

Un enfoque centrado en el Evangelio para combatir el racismo faculta a todas las partes a apoyar, aplicar y enseñar el poder y la luz del Evangelio de Jesucristo. La Iglesia ha adoptado ese enfoque positivo en sus esfuerzos, tanto entre sus miembros como con organizaciones externas.

Señalo como ejemplo nuestro trabajo con la NAACP. El reverendo Thomas Amos Brown es un destacado defensor de los derechos civiles y amigo del presidente Russell M. Nelson. Recientemente, escribió esto: “Podemos quejarnos de cómo fueron las cosas, podemos negarnos a reconocer todo lo bueno que sucede ahora […], pero ese proceder no sanará nuestras divisiones nacionales […]. Como enseñó Jesús, no erradicamos el mal con más mal. Amamos con generosidad y vivimos con misericordia, incluso hacia quienes consideramos nuestros enemigos”.

Aquí termina la cita del reverendo Amos Brown. Nuevamente, escuchen las recientes declaraciones del reverendo Brown en la jornada de puertas abiertas del Templo de Washington D. C.

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“El señor José Smith, el primer profeta, también se postuló para la presidencia de los Estados Unidos en 1844, pero la medida central de su programa era la abolición de la esclavitud para 1850. Así se anticipó al señor Abraham Lincoln, incluso antes de que este exhibiera el valor de firmar la Proclamación de Emancipación.

“Pero avancemos hasta 2021. Gracias a Dios que un tal presidente Nelson aplicó la intención y la voluntad de José Smith al tender la mano a la NAACP y decir: ‘Queremos hablar. Queremos tener conversaciones. Queremos ser iluminados mutuamente por las experiencias de los demás’.

“Y les aseguro que, si todos los llamados grupos religiosos de esta nación siguieran el ejemplo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, salvaríamos el alma de los Estados Unidos”.

[Fin del video]

Élder Gilbert, ¿desea añadir algo a este importante asunto?

Élder Gilbert: Bueno, me encanta el mensaje de reconciliación del reverendo Brown y su mano de amistad hacia la Iglesia. Presidente Oaks, también aprecio su llamado a eliminar las actitudes de racismo sin caer en los programas seculares que buscan dividir e incluso polarizar.

El élder Mark Palmer, que fue Presidente de Área en Sudáfrica, recientemente nos recordó al premio nobel de la paz Nelson Mandela y sus esfuerzos por acabar con el sistema de segregación racial de su país. El élder Palmer explicó en un reciente acto de graduación de BYU que, a pesar de haber estado en prisión durante casi treinta años, Nelson Mandela eligió centrarse en la reconciliación y la verdad, y no en la amargura o la venganza. Es famosa la frase que se le atribuye: “El resentimiento es como beber veneno y esperar que mate a tus enemigos”.

¡Qué gran ejemplo de liderazgo a la manera de Cristo! Más modestamente, pienso en mi propia experiencia con los jóvenes de la Iglesia en el centro de Boston, aquí en Estados Unidos. Los jóvenes con los que serví durante más de una década afrontaron actitudes ignorantes, a veces incluso de miembros de la Iglesia. Pero también sabían que era la Iglesia la que les daba la confianza necesaria para superar muchos de sus retos. Era la Iglesia la que animaba a los líderes de los jóvenes a invertir en sus vidas.

Esos jóvenes de Boston estaban decididos a no dejar que fines discordantes los separaran de la Iglesia que les proporcionaba mentores, oportunidades espirituales y la educación que necesitaban para triunfar. Hoy, esos jóvenes son exmisioneros, están casados en el templo [y] llevan una vida productiva en la Iglesia y en sus profesiones.

Observo que aquí, en Ensign College, más del 50 % de nuestros alumnos son de origen multicultural. Más del 60 % de los alumnos de BYU–Hawái son de Asia y el Pacífico. En BYU–Pathway Worldwide ya hemos servido a más de 10 000 alumnos de África.

En la Iglesia conocemos bien a los alumnos de diversos orígenes sociales y culturales. El Sistema Educativo de la Iglesia ayuda a todos sus alumnos a tener éxito de maneras que tengan en cuenta sus diferentes orígenes, culturas y razas.

Si alguno de ustedes ha afrontado actitudes de prejuicio, sepa que es parte de una Iglesia que se esfuerza por erradicar el racismo, tanto dentro de la Iglesia como en toda la sociedad. Forman parte de una Iglesia que cree en ustedes, que les brindará oportunidades de crecer en el Evangelio de Jesucristo y que está comprometida con su formación académica y su éxito futuro.

Presidente Oaks: Gracias, comisionado Gilbert.

Tratemos ahora la atracción hacia personas del mismo sexo. Aquí también hay falsedades a las que debemos oponernos con amor. Igual que con la raza, la Iglesia ha tendido una mano de buena fe para construir puentes. Mediante su apoyo a la iniciativa Fairness for All, la Iglesia defiende los derechos de las personas LGBTQ en lo relacionado con la vivienda y la atención médica, al tiempo que preservamos nuestros derechos básicos de conciencia y libertad religiosa.

En un discurso que di el año pasado en la Universidad de Virginia, describí una forma de resolver las diferencias sin comprometer los valores fundamentales. Al buscar puntos en común, fomentamos un trato justo y respetuoso hacia los demás y pedimos lo mismo para nosotros. Mostrar respeto no implica alejarnos de nuestras creencias y de la doctrina fundamental sobre la familia y su importancia en el plan de Dios para el destino eterno de Sus hijos, tal como se revela en la proclamación sobre la familia.

Por favor, recuerden la responsabilidad que tenemos los miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce como apóstoles del Señor Jesucristo. Debemos declarar la verdad tal como Dios la ha revelado. No somos libres de andar escogiendo qué verdades predicaremos y defenderemos.

Tal como el Salvador dijo a Sus apóstoles:

“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.

“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo”.

Debemos mostrar amor en la forma en que enseñamos la verdad, pero debemos seguir enseñándola. El presidente Nelson lo ilustró en su discurso del domingo por la noche. Hablando de nuestra primera identidad, él enseñó: “Por supuesto, hay muchas etiquetas que pueden resultar importantes para ustedes. Por favor, no me malinterpreten, no estoy diciendo que otras maneras de designarnos e identificarnos no tengan significado. Lo que estoy diciendo sencillamente es que ningún identificador debería desplazar, reemplazar o tener prioridad por sobre estas tres denominaciones perdurables: ‘hijo de Dios’, ‘hijo del convenio’ y ‘discípulo de Jesucristo’”. Aquí termina la cita del presidente Nelson.

Élder Gilbert: Presidente Oaks, en su reciente conferencia en la Universidad de Virginia nos aconsejó que no nos dejemos influir indebidamente por las voces que polarizan o siembran resentimiento. Hay una diferencia entre sentir atracción por personas del mismo sexo y actuar de formas que quebranten nuestros convenios.

Muchos plantean los temas LGBTQ como una elección sin alternativas del tipo “todo o nada”. O sea, dicen: “Para demostrar amor por nuestros amigos LGBTQ, hay que promover comportamientos que quebranten convenios sagrados”. O: “Para ser leal a la Iglesia, hay que ignorar la realidad de la atracción hacia personas del mismo sexo y condenar a quienes la experimentan”. Las dos posiciones son incorrectas.

Como enseñó el élder Jeffrey R. Holland: “Hasta donde sé, Cristo nunca le negó Su amor a nadie, pero tampoco dijo ni una sola vez: ‘Porque te amo, estás exento de guardar mis mandamientos’. Se nos pide que intentemos encontrar ese mismo equilibrio entre la consideración y la exigencia en nuestra vida”.

Fíjense en el modelo del Salvador cuando defendió compasivamente a la mujer sorprendida en adulterio. Recordó a sus acusadores públicos que no les correspondía juzgar. Después, la alentó privadamente a ir y no pecar más.

Recibimos guía sobre este equilibrio en el manual de instrucciones de la Iglesia: “La Iglesia anima a las familias y a los miembros a que tiendan una mano de sensibilidad, amor y respeto hacia las personas que se sientan atraídas a otras de su mismo sexo. La Iglesia también promueve que en general en la sociedad haya una comprensión que refleje sus enseñanzas sobre la bondad, la inclusión, el amor por los demás y el respeto por todos los seres humanos”.

Permítanme ser claro en que las personas o grupos que no tratan a nuestros miembros LGBTQ con empatía y caridad no están alineados con las enseñanzas de la Iglesia de Jesucristo. Al mismo tiempo, ignorar las leyes de Dios nunca ha sido el modelo del Salvador para mostrar amor. Recuerden, Jesús nos pidió que amáramos a Dios primero.

El élder D. Todd Christofferson enseñó por qué es importante esta secuencia. Él dijo: “Poner el primer mandamiento en primer lugar no disminuye ni limita nuestra capacidad de guardar el segundo mandamiento. Al contrario, la amplía y la fortalece […]. Nuestro amor por Dios eleva nuestra capacidad de amar a los demás de manera más completa y perfecta porque, en esencia, nos asociamos con Dios en el cuidado de Sus hijos”.

He sentido esto; sé que Dios ama a todos Sus hijos. Por favor, sepan que admiramos a muchos alumnos que se esfuerzan por vivir sus convenios y respetar los principios del código de honor. Reconocemos su compromiso y valoramos su ejemplo. Les damos la bienvenida y queremos que tengan un sentido de pertenencia conforme trabajamos juntos para ser fieles a las enseñanzas de la Iglesia de Jesucristo.

Presidente Oaks: Gracias, élder Gilbert. Digo “amén” de corazón a lo que ha dicho.

Ha llegado el momento de concluir este tiempo que hemos pasado juntos. Les recuerdo algunas ideas clave que hemos enseñado. Podemos confiar en las grandes promesas del Señor. Si estamos preparados, no temeremos. El Señor ha preparado una vía para que logremos lo que Él desea que hagamos y nos manda hacer.

Hoy he mencionado cinco maneras de ayudarlos a estar firmes al proclamar la verdad con amor:

  • Evitar los entornos demasiado conflictivos.

  • Amar a los demás aun cuando no estemos de acuerdo.

  • Aferrarnos a la verdad incluso en nuestro esfuerzo por acercarnos a otros.

  • Ser una luz al mundo.

  • Mantenernos anclados en Jesucristo.

Al terminar, también les hemos dado algunos valiosos consejos sobre cómo comunicarse con eficacia y amor acerca de algunos de los temas importantes en la actualidad.

Por último, les aseguramos que, con la ayuda del Señor, pueden hacerlo de forma poderosa y amorosa. Ahora, élder Gilbert, ¿le gustaría ofrecer un testimonio final?

Élder Gilbert: Gracias. Lo haré. Compartiré mis observaciones y luego le cederé el púlpito de nuevo para que termine.

Primero, esperamos que cada uno de ustedes tenga la serena fortaleza de los discípulos de Jesucristo.

El presidente Oaks repasó esos cinco puntos, pero me gustaría volver a enfatizar una vez más el último: permanezcan anclados en Jesucristo.

Hace poco leí la siguiente cita del presidente Nelson: “El Señor ha declarado que, a pesar de los desafíos sin precedentes de hoy, aquellos que edifican sus cimientos en Jesucristo y han aprendido a invocar Su poder no tienen por qué sucumbir a las inquietudes singulares de esta época”.

Yo solía entender eso de una manera muy práctica: que permanecer anclados en Cristo nos ayudará a preservar nuestro testimonio. Creo que eso es cierto, pero también creo que, si permanecemos anclados en Jesucristo, tendremos el carácter, la actitud y la conducta para interactuar con los demás proclamando la verdad con amor.

Sé que Jesucristo es nuestro ejemplo. Miro hacia Él en todo lo que hacemos. Estoy muy agradecido por Su amor y Sus enseñanzas, y ruego que cada uno de nosotros pueda estar firme al proclamar la verdad con amor. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Presidente Oaks: Amén. Gracias, élder Gilbert. Hermanos y hermanas, soy uno de los que han sido llamados a dar testimonio del nombre de Jesucristo en todo el mundo. Eso es más que testificar de Cristo, cosa que todos debemos hacer porque hemos recibido el don del Espíritu Santo, cuya misión es dar testimonio del Padre y del Hijo.

Testificar del nombre de Jesucristo es la responsabilidad añadida de testificar de Su obra, Su Expiación, Su gran misión de ser la Luz y la Vida del mundo, y testificar del Evangelio restaurado, que contiene la enseñanza del destino que Dios, nuestro Padre Eterno, ha establecido para cada uno de nosotros como hijos Suyos, para todos los que lleguen a ser adoptados en el convenio y las promesas del antiguo Israel.

Testifico que nuestro profeta, el presidente Nelson, es inspirado por el Señor al enseñarnos, como lo ha hecho con tanta frecuencia, que somos responsables de recoger al Israel disperso: a los que tienen este convenio en su ADN y a los que desean concertar este convenio. Solo podemos hacerlo si estamos firmes en la verdad de los grandes principios del Evangelio restaurado que fueron revelados por medio del profeta José Smith, y de la santa y sagrada misión del Señor Jesucristo.

Ruego que cada uno de nosotros sea bendecido para recordar estos grandes principios y estas grandes responsabilidades tal como los han enseñado los siervos del Señor de los que he hablado. Testifico de Jesucristo. Doy testimonio de Su nombre, de Su obra, de Su sacerdocio y de Su misión en todo el mundo, de la que todos somos beneficiarios. Y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amén.