Publicación semanal para jóvenes adultos
Encontrar “razones para alegrarnos”
Septiembre de 2024


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Encontrar “razones para alegrarnos”

Cuando sentía el corazón apesadumbrado, las palabras de un profeta me recordaron que podía regocijarme.

Una mujer de pie en un campo, mirando hacia el sol.

Cuando comenzó la pandemia del COVID-19, prestaba servicio como misionera en la República Dominicana. Mis tres primeros traslados como misionera no habían sido fáciles, pero me sentía agradecida por todo lo que había aprendido y estaba entusiasmada por seguir creciendo como discípula de Jesucristo.

Así que, cuando me enviaron a casa por tres meses, estaba confundida y descorazonada; mi vida parecía incierta y estancada. Con el tiempo, me reasignaron a Iowa City, Iowa, EE. UU. Aunque inmediatamente me encantó Iowa y la gente de allí, sentía como si estuviera empezando de nuevo; la adaptación era difícil y luchaba con sentimientos de ineptitud, ansiedad y soledad.

Oraba todos los días y pedía algún tipo de alivio. Me sentía apesadumbrada y me costaba sobrellevar aquellos sentimientos sola.

Durante mi estudio personal, leí una cita del presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) que ayudó a aligerar mi pesado corazón. Él dijo:

“El Señor […] dijo […]: ‘Por consiguiente, eleva tu corazón y regocíjate, y adhiérete a los convenios que has hecho’. (Doctrina y Convenios 25:13).

“Creo que nos está diciendo a todos nosotros: ‘Sean felices’. El Evangelio es motivo de gozo; nos proporciona razones para alegrarnos”.

Comencé a ver la palabra regocijarse en las Escrituras desde una nueva perspectiva. Era una invitación del Señor a ser feliz. El Padre Celestial y Jesucristo conocen mejor que nadie los desafíos, los dolores y las dificultades que afrontamos, y aun así nos invitan a ser felices.

Tomé la decisión de aceptar esa invitación. Aunque mis circunstancias no cambiaron y mis sentimientos de tristeza no desaparecieron por arte de magia, recibí en mi interior un mayor sentimiento de gratitud y gozo por las bendiciones y promesas del Evangelio de Jesucristo.

Algunos ejemplos de las Escrituras nos muestran cómo los santos de antaño han hallado gozo aun en las circunstancias más difíciles. En Helamán, vemos cómo algunos miembros de la Iglesia se tornaron al Evangelio para encontrar gozo aun cuando eran perseguidos por otras personas:

“No obstante, ayunaron y oraron frecuentemente, y se volvieron más y más fuertes en su humildad, y más y más firmes en la fe de Cristo, hasta henchir sus almas de gozo y de consolación; sí, hasta la purificación y santificación de sus corazones, santificación que viene de entregar el corazón a Dios” (Helamán 3:35).

Cuando miramos hacia el Salvador durante nuestras pruebas, nuestra alma puede llenarse de gozo y consuelo; al hacerlo, aprendemos a alinear mejor nuestro corazón con el Señor.

A medida que he seguido poniendo en práctica el regocijarme, he encontrado un mayor sentido de fortaleza ante las dificultades; hace poco afronté una desilusión que me dejó con un triste nudo en el estómago, pero al reflexionar sobre cómo me sentía, pude ver cuánto había crecido desde mi época de misionera.

Mi tristeza no fue abrumadora porque me he dado cuenta de que la verdadera felicidad es vivir el Evangelio de Jesucristo. No significa que nunca pasaremos por dificultades ni que enfrentaremos cada desafío con perfecta gracia.

El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“Buscamos la felicidad, anhelamos la paz, deseamos que haya amor, y el Señor derrama sobre nosotros una asombrosa abundancia de bendiciones. Pero, entremezclada con el gozo y la felicidad, una cosa es segura: habrá momentos, horas, días, a veces años, en los que su alma estará herida.

“Las Escrituras enseñan que probaremos lo amargo y lo dulce, y que habrá ‘oposición en todas las cosas’ [2 Nefi 2:11]”.

La tristeza y el gozo pueden coexistir; pesar y gratitud; dolor y optimismo. De hecho, mis experiencias con lo negativo de la vida amplían mi capacidad de sentir y me permiten desarrollar una mayor capacidad para disfrutar de lo bueno. Las hermosas verdades del Evangelio amortiguan mis penas; siguen siendo dolorosas, pero están rodeadas de un profundo amor por el Salvador, el agradecimiento por los hermosos milagros que colman mi vida, la confianza en que todo obrará juntamente para mi bien, y un profundo sentimiento de gozo.

Notas

  1. Gordon B. Hinckley, “Si eres fiel”, Liahona, marzo de 1992, pág. 7.

  2. Neil L. Andersen, “Heridos”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 84.