¿Recuerdas que la semana pasada hablamos de José? Ya sabes, aquel cuyos hermanos lo vendieron como esclavo y que finalmente llegó a ser gobernante de Egipto.
Pues bien, avancemos unos años. Una hambruna arrasó esas tierras. Jacob (también conocido como Israel) y once de sus hijos decidieron viajar a un lugar en el que habían oído que había comida. Lo adivinaste, ¡fueron a Egipto!
No reconocieron a José, pero José sí los reconoció a ellos, y logró salvar a toda su familia del hambre. También pudo reconciliarse con sus hermanos que lo habían tratado tan mal.
Así que esta es una pregunta que da mucho en qué pensar: ¿Fue bueno que José pasara por todas esas cosas horribles? Si no hubiera sido por las malas decisiones de sus hermanos, tal vez él no habría estado en posición de salvar a su familia. ¿Significa eso que el trauma que vivió formaba parte del plan de Dios?
No exactamente. Dios no hace que nos sucedan cosas malas. Él respeta el albedrío y permite que las personas tomen decisiones, incluso malas decisiones. Por lo general, permite que las consecuencias naturales sobrevengan. Así que, aunque Él no causa las desgracias, a veces permite que ocurran cuando sabe que puede utilizarlas para llevar a cabo Su obra. ¡Él es muy bueno a la hora de ayudarnos a encontrar bendiciones en nuestras pruebas!
Si las malas decisiones de otras personas te han lastimado, debes saber que Dios te ama y no quiere que sufras. Él te ayudará a encontrar sanación si acudes a Él. Incluso puede que algún día puedas utilizar tus desafíos para ayudar a otras personas pero, por ahora, ¡céntrate en sentir Su amor!