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La historia de Hannah y Natalie: Compartir de manera natural con aquellos a quienes amas

08/30/21 | 5 min de lectura
El Salvador dijo: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado” (Juan 13:34). Nunca se sabe cuánto vas a influir en otras personas. —Natalie

Vengo de una familia pequeña, así que tener a tantas personas que me apoyaban me hizo sentir que pertenecía a algún lugar. Esa fue una de las cosas que realmente estaba buscando cuando comencé a investigar la Iglesia. —Hannah

La historia de Hannah

La nueva niña de la escuela

Era un comienzo normal de un nuevo año escolar, o así pensé. Había asistido a la misma escuela en Hawái desde el jardín de infantes, pero el primer día de sexto grado noté que había una nueva alumna. Había algo diferente en su manera de comportarse, y decidí conocerla mejor. Se llamaba Natalie. Mis amigas y yo comenzamos a almorzar con ella, y rápidamente nos dimos cuenta de que era divertido estar con ella. Fue a través de esas interacciones escolares que aprendí que Natalie era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y que le importaban mucho sus creencias.

No me daba cuenta del impacto que Natalie tendría en mi vida. A lo largo de los años siguientes, aprendí de ella un poco más sobre la Iglesia y el Salvador. Cuando nos hicimos amigas por primera vez, me di cuenta de que no salía con amigos los domingos y que llevaba las Escrituras a la escuela. Empecé a conocer la Iglesia por esas cosas pequeñas, que me ayudaron a aprender un poco más acerca de sus creencias.

El punto decisivo

En 2019 hubo una serie de acontecimientos que cambiaron toda mi vida. Estaba en una fiesta de carnaval con Natalie y dije: “Quiero unirme a tu Iglesia”. No sé bien lo que Natalie pensó en ese momento, porque fue algo que se me salió sin querer, pero a partir de entonces, Natalie comenzó a compartir más de sus creencias conmigo.

Encontrar una nueva familia en la conferencia de la juventud

Más tarde ese mismo año, fui con Natalie a la conferencia de la juventud. En la conferencia nos separamos en “familias”, donde dos adultos sirvieron como nuestros padres durante la semana y fuimos juntos a todas nuestras actividades. Vengo de una familia pequeña, así que tener a tantas personas que me apoyaban me hizo sentir que pertenecía a algún lugar. Esa fue una de las cosas que realmente estaba buscando cuando comencé a investigar la Iglesia.

Una de las últimas actividades de la conferencia de la juventud fue una reunión de testimonios. Nunca había tenido una experiencia como aquella. Crecí yendo a iglesias protestantes y nunca había una ocasión en la que todos los jóvenes se levantaran y hablaran voluntariamente a la congregación. Natalie compartió un testimonio especial que también me motivó a querer aprender más y a seguir regresando. Si pudiera escoger una cosa en todo mi progreso espiritual que cambió su curso, sería ese día. Podía sentir que aquí era donde pertenecía y que ese sentimiento me animaría a permanecer en el camino correcto.

Con la ayuda de Natalie, su familia y mis nuevos amigos del barrio, seguí aprendiendo más acerca del Evangelio. Durante el proceso, oré al Padre Celestial suplicando: “Por favor, dime que esta Iglesia es verdadera, porque necesito que sea verdadera”. Al continuar escudriñando y obteniendo un testimonio, supe que todo era verdadero. Más tarde ese verano, pasé a ser miembro de la Iglesia.

Compartir no tiene que llevar al bautismo

Aunque me bauticé en la Iglesia, me doy cuenta de que el éxito al compartir no significa necesariamente que alguien se bautice. Se trata más de ser un buen amigo. Si tienes buenas intenciones y deseos justos, entonces cualquier cosa que hagas para participar en la obra del Padre Celestial se considerará un éxito. Incluso si alguien dice “no” a una invitación a una actividad, tus amigos todavía saben que estás pensando en ellos, y eso puede fortalecer tus amistades.

El presidente Russell M. Nelson dijo: “Cada vez que hacen algo que ayuda a [alguien] […] a dar un paso hacia hacer convenios con Dios […], están ayudando a recoger a Israel”1. Tener una experiencia personal con esto de invitar a la Iglesia realmente me ha inspirado y motivado a compartir el Evangelio con otras personas, porque sé que mi vida habría sido muy diferente sin ella.

La historia de Natalie

Una invitación con reservas

Estoy agradecida porque Hannah me ayudó durante mi sexto grado, después de que me cambié a una nueva escuela. Almorzó conmigo y me presentó a nuevas amigas, pero nunca me di cuenta de que, al mismo tiempo, yo estaba ayudando a enseñarle los principios del Evangelio.

Durante los años siguientes, Hannah y yo nos hicimos buenas amigas, pero ella todavía me sorprendía de vez en cuando, como la vez que estábamos en una fiesta de carnaval, en 2019. De repente, me dijo que quería unirse a la Iglesia. Decir que me quedé sorprendida se queda corto; estaba en shock e incluso tenía mis dudas. Lo primero que pensé fue: “No estoy segura de que ella sepa el gran compromiso que es este”.

No estaba segura de qué hacer, pero reconozco el mérito de mis padres. Ellos dijeron: “Ella está interesada en el Evangelio. Debes invitarla al campamento del barrio”. Pensé que sería abrumador para Hannah pasar toda la semana con nosotros y conocer a tantas personas nuevas. Sin embargo, seguí el consejo de mis padres y la invité, y ella lo pasó muy bien.

Superar el temor

Luego la invité a la conferencia de la juventud. Durante una reunión de testimonios, sentí que Hannah necesitaba escuchar mi testimonio a pesar de que hablar en público era uno de mis mayores temores. Ella sabía que yo tenía miedo y admiraba el hecho de que estuviera dispuesta a hacerlo, porque creía en el Evangelio.

Le doy muchas vueltas a las cosas, así que cada vez que consideraba invitarla, pensaba: “Ella va a pensar que quiero que se una a mi Iglesia y que la presionaré para que haga cada cosa”. Sabía que eran temores irracionales. A las personas les gusta que las inviten a hacer algo, así que sabía que ella lo disfrutaría. Al principio tenía muchos temores y tenía miedo de invitarla, pero creo que a medida que pasaba el tiempo, me sentía más cómoda al compartir mis sentimientos con ella.

El compartir tiene que ver con el amor

Tenemos el deber de compartir el Evangelio. El Salvador dijo: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado” (Juan 13:34). Nunca se sabe cuánto vas a influir en otras personas. Cuando comparto el Evangelio con mis amigos, sé que no siempre tendrá el mismo resultado que con Hannah. Pero en el futuro, quizás tengan una experiencia en la que recuerden mi invitación y actúen de acuerdo con ella.

Se siente mucho gozo al compartir las cosas que más amamos y atesoramos. La experiencia de Hannah no solo ha cambiado su vida; también ha cambiado mi vida y ha fortalecido mi testimonio. Vi el cambio que el Salvador hizo en su vida y me ayudó a reconocer más al Salvador en mi vida.

Hannah Ota se bautizó en la Iglesia en 2019 y se considera bendecida de innumerables e indescriptibles maneras. Además de servir en la Iglesia y en su comunidad, también le gusta bailar, tocar el violonchelo, escribir de forma creativa, jugar al voleibol, estar en la naturaleza, hornear y pintar. Se ofrece como voluntaria en Hawái y le encanta pasar tiempo con sus amigos y abuelos.

Natalie Umphress vive en la isla de Oahu, en Hawái. Le encanta pasar tiempo con su familia y su perro beagle. Le encanta prestar servicio y edificar a los demás de cualquier manera que pueda. Ha tocado el violín desde tercer grado y le gusta cocinar, hornear, correr, leer y aprender a mejorar.

Nota

1. Véase Russell M. Nelson, “Juventud de Israel”, (devocional mundial de jóvenes, 3 de junio de 2018), LaIglesiadeJesucristo.org.

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