El relato de la Navidad es un relato familiar
Parece ser inevitable que la época navideña evoque los sentimientos más dulces y amorosos hacia el Salvador y Su familia terrenal. El relato de la Navidad es un relato familiar. De hecho, los relatos del nacimiento de Cristo que tenemos en el Nuevo Testamento, especialmente en Mateo y Lucas, bien pueden ser el relato mejor documentado que jamás se haya registrado de la historia de una familia. No se trata solamente de un registro genealógico extenso y detallado, sino que tal vez en ningún otro lugar de la literatura, ya sea religiosa o secular, exista un relato más dulce y conmovedor de unidad, sacrificio, amor y servicio familiar.
El relato de la Navidad es un relato familiar que une el cielo con la tierra. Cada miembro de la familia terrenal de Jesús: María, José y Jesús, se levanta como un ejemplo divino de la dádiva de Navidad de Dios para toda la humanidad. El relato de la Navidad debería motivarnos espiritualmente para emular los atributos de esta sagrada familia. Esta familia estaba unida en procurar la gloria de Dios; unida en servir el uno al otro, unida para cumplir la voluntad de Dios y unida en sacrificio, obediencia y amor. Esta sagrada familia nos brinda un modelo de atributos que, al ser emulados por nuestras familias, nos permitirán disfrutar de las mismas bendiciones de unidad y amor que ellos disfrutaron.
Examinemos primeramente los atributos de María. María fue elegida por Dios para ser la madre de Jesucristo. De todas las mujeres en el mundo, el Padre Celestial eligió a una mujer sencilla que vivía en el pequeño pueblo de Nazaret. Ella no era una mujer de gran riqueza ni estatura, pero poseía atributos de santidad, obediencia, humildad y gran fe.
María nos enseña la importancia de confiar en el Señor. Su fe en Dios se vio probada cuando un ángel del Señor le informó que daría a luz milagrosamente al Salvador.
“Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
“Pero ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras y pensaba qué salutación sería ésta.
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
“Y he aquí, concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
“Éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre.
“Y reinará en la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.
“Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Porque no conozco varón.
“Y respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios…
“Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”1.
El himno de Navidad: “Una vez en la ciudad real de David” relata la realidad en torno a esta selecta hija de Dios.
“Una vez en la ciudad real de David,
había un establo humilde,
donde una madre acostó a su niño,
en un pesebre que era su cuna.
Fue María esa madre humilde,
y Jesucristo su pequeño niño”2.
María llegó a entender su verdadera naturaleza divina y voluntariamente aceptó su extraordinaria función de madre. Halló gozo al ser obediente, ya que declaró, “Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” 3. La magnífica fe de María se demuestra en su respetuosa confianza en el Padre Celestial.
Examinemos ahora los atributos de José. José era un hombre de humildad y completa integridad. “Y el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando María, su madre, desposada con José, antes que se unieran, se halló que había concebido del Espíritu Santo” 4. Pero, ¿Cómo respondería el hombre natural a estas circunstancias extraordinarias? José respondió con gran madurez espiritual e integridad.
El élder James E. Talmage, en su libro Jesús El Cristo comparte su percepción de esta circunstancia extraordinaria. “La ley judía disponía la cancelación de los esponsales en una de dos maneras: por medio de un juicio y decreto públicos, o mediante un arreglo privado, para constancia del cual se redactaba un documento y se firmaba en presencia de testigos. José era un hombre justo, cumplidor estricto de la ley, pero no extremista severo; además, amaba a María y le evitaría toda humillación innecesaria, pese a su propia tristeza y sufrimiento. La publicidad lo llenaba de horror al pensar en María, de manera que se resolvió a anular los esponsales con toda la discreción que la ley permitiera” 5.
El deseo de José era liberar a María secretamente de su obligación de contraer matrimonio. José era considerado con el bienestar y autoestima de ella, y buscaba protegerla lo mejor posible. Mientras José deliberaba sobre cómo proceder ante esta delicada situación, esto tuvo lugar:
“Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu desposada, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
“Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que había hablado el Señor, por medio del profeta, diciendo:
“He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel, que interpretado es: Dios con nosotros.
Y cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y la recibió como esposa.
Pero no la conoció hasta que ella dio a luz a su hijo primogénito, y llamó su nombre JESÚS” 6.
Piensen en lo mucho que el Padre Celestial confiaba en José. Él confió en que José educaría a Su Hijo Amado con amoroso cuidado. Confiaba en que José protegería tanto a Jesús como a María. José ganó esa confianza por su humildad, paciencia, obediencia y disposición para acatar la voluntad del Señor. Él mostró todos estos atributos porque, ante todo, era un hombre de completa integridad.
Ahora, el ejemplo de Jesucristo. Jesús cumplió con perfecta obediencia Su papel como el Cristo. Él nos ofrece el ejemplo de obediencia, amor puro, sacrificio y lealtad al plan de Su Padre Celestial.
Su ejemplo de obediencia se ilustra al someter Su voluntad a la voluntad del Padre. Él declaró a los Nefitas: “He aquí, os he dado mi evangelio, y éste es el evangelio que os he dado: que vine al mundo a cumplir la voluntad de mi Padre, porque mi Padre me envió” 7. Él nos mostró el camino al hacer la voluntad del Padre; y la voluntad del Padre era que Su Hijo Unigénito pasara por todas las pruebas de la vida que nosotros deberíamos enfrentar y por mucho más. El profeta Alma testifica, “Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases… Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo” 8.
Jesucristo también nos ayuda a entender el verdadero significado e importancia del amor al ser el ejemplo perfecto de este atributo sagrado, y entonces nos manda que sigamos Su ejemplo. En Juan 15 versículos 10–13 leemos:
“Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
“Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo.
“Éste es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.
“Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos”.
“El amor puro que Jesucristo siente por nosotros, Sus hermanos y hermanas, se demuestra por medio de Su sacrificio.
Aún en medio de todas estas pruebas, Jesús mostró el ejemplo perfecto de lealtad y sumisión a la voluntad de Su Padre: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” 9. Jesucristo fue literalmente el Hijo perfecto. Él mostró exitosamente a lo largo de toda Su vida todos los atributos celestiales que al final tendremos que emular para lograr nuestra propia exaltación.
Hermanos y hermanas, esta sagrada familia, Jesucristo, María y José, nos brinda un modelo amoroso de los atributos celestiales que, al ser emulados por nosotros, seguramente nos llevarán de regreso a la presencia de Dios en el reino celestial. Al vivir diariamente los atributos mostrados por esta sagrada familia, estaremos, de hecho, celebrando la Navidad cada día del año, y llegaremos a entender el relato de la Navidad como verdaderamente es, un relato familiar que nos enseña cómo hallar gozo en esta vida y en la vida venidera. De esto les testifico solemnemente, en el nombre de Jesucristo. Amén.