Como llegar a ser una verdadera generación del milenio
Una velada con el presidente Russell M. Nelson
Devocional mundial para los Jóvenes Adultos • 10 de enero de 2016 • Universidad Brigham Young – Hawái
Mis queridos hermanos y hermanas, este año nuevo de seguro será memorable. En sus primeros días, Wendy y yo ya hemos dicho adiós a mi querida hermana Marjory, quien ha partido de esta vida mortal; le hemos dado la bienvenida a nuestra familia a dos nuevos bebés: Wade Richard Walker e Isaac Russell McDonough; y ahora tenemos el privilegio de hablar con ustedes, los grandes jóvenes adultos de todo el mundo. Estamos muy agradecidos por ustedes.
Agradezco mucho el importante mensaje y el ejemplo inspirador de Wendy. Yo también agradezco la presencia del élder Kim B. Clark de los Setenta y comisionado de Educación; de su esposa, Sue; de Chad H. Webb, administrador de Seminarios e Institutos, y de su esposa, Kristi.
Les traigo los saludos y el afecto de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles. Agradecemos la dedicación de ustedes al Señor y Su evangelio restaurado. Agradecemos cada vez que defienden y hacen oír la verdad, en especial, cuando no es bien visto hacerlo.
Muchas personas se refieren a ustedes como milénicos [o generación “millennial”]. Debo admitir que cuando los investigadores los llaman así y describen lo que los estudios revelan sobre ustedes: sus preferencias y desagrados, sus sentimientos e inclinaciones, sus fortalezas y debilidades, me siento incómodo. Existe algo en el modo en que ellos usan el término milénico que me molesta; y francamente estoy mucho menos interesado en lo que los expertos digan sobre ustedes que en lo que el Señor me ha dicho al respecto.
Al orar sobre ustedes y preguntar al Señor cómo se siente Él hacia ustedes, percibo algo muy diferente de lo que dicen los investigadores. Los susurros espirituales que he recibido sobre ustedes me conducen a creer que, en realidad, el término milénico podría ser perfecto para denominarlos, pero por una razón muy diferente a la que los expertos jamás pudieran entender.
El término milénico es perfecto para ustedes si les recuerda quiénes son en verdad y cuál es su verdadero propósito en la vida. Un verdadero milénico es alguien a quien se le ha enseñado y que enseñó el evangelio de Jesucristo en la vida preterrenal, que ha hecho convenios con nuestro Padre Celestial allí sobre cosas valientes —incluso cosas moralmente valientes— que ustedes harían aquí en la tierra.
Un verdadero milénico es un hombre o una mujer en quien Dios confiaba tanto como para enviar a la tierra durante la dispensación más exigente de la historia del mundo. Un verdadero milénico es un hombre o una mujer que vive ahora para contribuir a preparar al pueblo de este mundo para la segunda venida de Jesucristo y Su reinado milenario. No lo duden; ustedes nacieron para ser verdaderos milénicos.
La pregunta es: “¿Cómo dar la talla y vivir como verdaderos milénicos?” Yo tengo cuatro recomendaciones.
Aprendan quiénes son en verdad
Mi primera recomendación: Aprendan quiénes son en verdad.
Dediquen tiempo a pensar con espíritu de oración sobre estos hechos:
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Eres un hijo o hija elegido de Dios.
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Eres creado a Su imagen.
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Se les enseñó en el mundo de los espíritus a prepararse para cualquier cosa y para todas las cosas que afrontarían en esta postrera parte de estos últimos días1. ¡Esas enseñanzas perviven en su interior!
Vivimos en la “hora undécima”. El Señor ha declarado que esta es la última vez que llamará obreros a Su viña para congregar a los escogidos de los cuatro extremos de la tierra2. Y ustedes fueron enviados para participar de ese recogimiento. Vez tras vez he presenciado directamente la potente influencia de los verdaderos milénicos al conducir a otras personas al conocimiento de la verdad. ¡Ello es parte de su identidad y propósito como linaje de Abraham!3.
Hace varios meses, Wendy y yo tuvimos una notable experiencia en la remota Siberia. Entre quienes viajaban con nosotros en nuestro “día de preparación” en Irkutsk, se hallaban el presidente de misión, Gregory S. Brinton; su esposa, Sally; y su hijo exmisionero, Sam, que había servido su misión en Rusia. Visitamos el bello lago Baikal y un mercado a sus orillas.
Al regresar a nuestra furgoneta, notamos que Sam no estaba. Volvió momentos después, en compañía de una mujer de mediana edad, de nombre Valentina. En su ruso natal, Valentina exclamó con entusiasmo: “Quiero conocer a la madre de este joven; ¡es tan cortés, inteligente y amable! ¡Quiero conocer a su madre!” A Valentina la había cautivado el brillo del semblante de Sam, colmado de luz.
Sam le presentó a su madre y padre a Valentina, le entregó un folleto sobre el Salvador, e hizo arreglos para que la visitaran los misioneros. Luego, cuando los misioneros la visitaron con un ejemplar del Libro de Mormón, ella prometió leerlo. Varias mujeres que trabajan en el mismo sitio también estaban entusiasmadas por el nuevo libro que Valentina había recibido. Aún ignoramos el final de la historia, pero debido a la notoria luz que Sam irradiaba, se le ha enseñado el Evangelio a Valentina y algunos de sus amigos.
Los verdaderos milénicos, como Sam, saben quiénes son en realidad. Son devotos discípulos de Jesucristo que, instintivamente, aprovechan toda oportunidad de ayudarse a sí mismos y a otras personas a prepararse para el reinado milenario de nuestro Salvador.
Por lo tanto, mi primera recomendación es que averigüen por ustedes mismos quiénes son en verdad. Pregunten a su Padre Celestial, en el nombre de Jesucristo, cómo se siente Él hacia ustedes y su misión aquí en la tierra. Si piden con verdadera intención, con el tiempo, el Espíritu les susurrará verdades que cambian la vida. Escriban esas impresiones y repásenlas a menudo; y cíñanse a ellas al pie de la letra.
Les prometo que al comenzar a atisbar siquiera el modo en que su Padre Celestial los ve y lo que confía que ustedes hagan por Él, ¡sus vidas jamás serán las mismas!
Esperen lograr lo imposible y prepárense para ello
Mi segunda recomendación: Esperen lograr lo imposible y prepárense para ello.
Dios siempre ha pedido a Sus hijos del convenio que efectúen cosas difíciles. Puesto que ustedes son hijos e hijas de Dios que cumplen convenios y que viven en la postrera parte de los últimos días, el Señor les pedirá a ustedes que hagan cosas difíciles. Pueden estar seguros; las pruebas abrahámicas no terminaron con Abraham4.
Sé lo inquietante que puede ser que se te pida hacer algo que parece exceder por mucho tu capacidad. Yo había sido miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles solo durante diecinueve meses cuando falleció el presidente Spencer W. Kimball. En la primera reunión de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles tras la ordenación del presidente Ezra Taft Benson, este dio asignaciones específicas a los Doce. Las instrucciones que él me dio a mí incluyeron: “Élder Nelson: Usted debe abrir los países de Europa Oriental para la predicación del Evangelio”.
Eso fue en 1985. Durante aquellos años políticamente tensos que llamamos la Guerra Fría, no solo había un muro literal que dividía la ciudad de Berlín, sino que toda Europa Oriental se hallaba bajo el opresivo yugo del comunismo. Las iglesias estaban cerradas, y la adoración religiosa estaba estrictamente limitada.
Yo había pasado gran parte de mi vida profesional abriendo corazones para efectuar cirugías vitales, pero no tenía experiencia alguna que me hiciera creer que podría abrir países para la predicación del Evangelio. No obstante, un profeta me había dado una asignación, así que me dispuse a hacer aquello que parecía ser totalmente imposible.
Desde el principio, aparecieron obstáculos en el camino. Llegué a la mayoría de los países sin saber adónde dirigirme. Aun cuando podía averiguar el nombre del funcionario gubernamental correspondiente, no era extraño que la reunión se cancelara a último momento o se pospusiera. En un país, cuando la cita se demoró dos días, me colocaron intencionalmente varias tentaciones en el camino para ponerme a prueba —incluso trampas para que cambiara divisas en el mercado negro y otras actividades ilícitas. En otra ocasión, la reunión comenzó con la exigencia de que yo me marchara ¡de inmediato!
Mas el Señor puede ejecutar Su propia obra5, y tuve el privilegio de ver cómo se sucedía un milagro tras otro—siempre, y solamente después que yo había dedicado a la labor mis mejores ideas, mi esfuerzo más osado y mis más fervientes oraciones.
Algunos de aquellos países concedieron el reconocimiento a la Iglesia antes que de cayera el Muro de Berlín; otros lo hicieron después. En el año 1992, ¡pude informar al presidente Benson que la Iglesia ya estaba establecida en todos los países de Europa Oriental!
Como verdaderos milénicos con quienes el Señor puede contar, ¡ustedes también harán historia! Se les pedirá que acepten asignaciones difíciles y que lleguen a ser un instrumento en las manos del Señor; y Él los facultará a ustedes para lograr lo imposible.
¿Cómo lograrán lo imposible? haciendo todo lo que fuere necesario para fortalecer la fe en Jesucristo y aumentar su comprensión de la doctrina que se enseña en Su Iglesia restaurada y buscando la verdad sin descanso. Como verdaderos milénicos, cimentados en la doctrina pura, cuando se les pida lo imposible, podrán avanzar con fe y tenaz persistencia, y hacer con buen ánimo cuanta cosa esté a su alcance para lograr los propósitos del Señor6.
Tendrán días en los que estarán totalmente desalentados; de modo que ¡oren y pidan el valor para no darse por vencidos! Necesitarán esa fortaleza, puesto que ser santo de los últimos días será cada vez peor visto. Tristemente, algunos a quienes consideraban sus amigos los traicionarán; y algunas cosas parecerán simplemente injustas.
No obstante, les prometo que conforme sigan a Jesucristo, hallarán paz constante y gozo verdadero. Conforme guarden sus convenios con una fidelidad cada vez mayor, y conforme defiendan la Iglesia y reino de Dios sobre la tierra hoy en día, el Señor los bendecirá con fortaleza y sabiduría para lograr lo imposible.
Aprendan la manera de acceder al poder del cielo
Mi tercera recomendación: Aprendan la manera de acceder al poder del cielo.
Cada uno de nosotros tiene preguntas. Procurar aprender, entender y reconocer la verdad es una parte crucial de nuestra experiencia terrenal. Yo he pasado buena parte de mi vida investigando. Ustedes también aprenderán mejor al hacer preguntas inspiradas.
En este preciso momento, algunos de ustedes tienen dificultad para saber lo que deberían hacer con su vida. Otros quizás se preguntan si se les han perdonado sus pecados. La mayoría se pregunta quién es y dónde está su compañero o compañera para la eternidad; y quiénes no se lo preguntan, deberían hacerlo.
Tal vez algunos se pregunten por qué la Iglesia hace algunas de las cosas que hace. Quizás muchos de ustedes no estén seguros de cómo obtener respuesta a sus oraciones.
Nuestro Padre Celestial y Su Hijo están prestos a contestar sus preguntas mediante la ministración del Espíritu Santo. Sin embargo, depende de ustedes aprender cómo merecer y recibir esas respuestas.
¿Cómo pueden comenzar? Empiecen pasando más tiempo en lugares santos. El templo es un lugar santo; también lo es la capilla, donde hacen nuevos convenios sacramentales cada domingo. Los invito además a hacer de su apartamento, su dormitorio de la universidad, su casa o su habitación un lugar santo donde puedan ponerse a salvo de las oscuras distracciones del mundo.
La oración es clave. Oren para saber lo que deben dejar de hacer y lo que deben comenzar a hacer. Oren para saber qué añadir y qué eliminar de su entorno, para que el Espíritu pueda estar con ustedes en abundancia.
Imploren al Señor el don del discernimiento. Luego vivan y esfuércense para ser dignos de recibir dicho don, a fin de que cuando surjan acontecimientos confusos en el mundo, ustedes sepan exactamente qué es verdad y qué no lo es7.
Sirvan con amor. El servicio amoroso a quienes han perdido el rumbo o a quienes están heridos en el alma les abrirá el corazón a la revelación personal.
Pasen más tiempo —mucho más— en lugares donde el Espíritu esté presente. Ello significa más tiempo con amigos que procuran tener el Espíritu consigo. Pasen más tiempo arrodillados en oración, más tiempo con las Escrituras, más tiempo en la obra de historia familiar, más tiempo en el templo. Les prometo que, conforme ustedes den al Señor de modo constante una porción generosa de su tiempo, Él multiplicará el restante.
Sostenemos a quince hombres que son ordenados como profetas, videntes y reveladores. Al surgir algún problema complicado —y estos parecen tornarse cada día más complicados— esos quince hombres bregan con el asunto, tratando de ver todas las ramificaciones de los diversos cursos de acción, y procuran diligentemente escuchar la voz del Señor. Tras ayunar, orar, estudiar, meditar y deliberar en consejo con mis hermanos apóstoles sobre cuestiones de peso, no es infrecuente que despierte durante la noche con más impresiones sobre las cuestiones que nos ocupan; y a mis hermanos apóstoles les ocurre lo mismo.
La Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles deliberan en consejo, y comparten todo lo que el Señor nos ha mandado que comprendamos y sintamos, individual y colectivamente. Y luego vemos cómo el Señor inspira al Presidente de la Iglesia a proclamar la voluntad del Señor.
Tal proceso profético se observó en 2012 con el cambio en la edad mínima de los misioneros; y nuevamente con las recientes añadiduras al Manual de Instrucciones de la Iglesia como resultado de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en algunos países. Llenos de compasión hacia todos, y en especial hacia los niños, bregamos con gran esfuerzo por comprender la voluntad del Señor tocante a ese asunto. Siempre conscientes del plan de salvación de Dios y Su esperanza de vida eterna para todos Sus hijos, consideramos innumerables cambios y combinaciones en las posibles situaciones que podrían surgir. Nos reunimos reiteradamente en el templo mientras ayunábamos y orábamos, y procuramos más guía e inspiración; y luego, cuando el Señor inspiró a Su profeta, el presidente Thomas S. Monson, a declarar la intención y la voluntad del Señor, en ese sagrado momento, cada uno de nosotros sintió una confirmación espiritual. Tuvimos el privilegio como apóstoles de sostener lo que se había revelado al presidente Monson. La revelación del Señor a Sus siervos es un proceso sagrado; y también es el privilegio que ustedes tienen de recibir revelación personal.
Mis queridos hermanos y hermanas, ustedes tienen tanto acceso a la intención y la voluntad del Señor para su propia vida, así como nosotros como apóstoles para Su Iglesia. Tal como el Señor requiere que nosotros busquemos y meditemos, ayunemos y oremos, estudiemos y breguemos con cuestiones difíciles, Él requiere que ustedes hagan lo mismo al buscar respuesta para sus propias preguntas.
Pueden aprender a escuchar la voz del Señor por medio de los susurros del Espíritu Santo8. Por muy útiles que parezcan Google, Twitter y Facebook, ¡sencillamente no brindan las respuestas más importantes!
Mis queridos jóvenes amigos, ustedes pueden conocer la intención y la voluntad del Señor para sus propias vidas. No tienen que preguntarse si están donde el Señor necesita que estén, ni si hacen lo que Él necesita que hagan. ¡Pueden saberlo! El Espíritu Santo les dirá “todas las cosas que debéis hacer”9.
Sigan a los profetas
Mi cuarta recomendación: Sigan a los profetas.
En 1979, mientras servía como Presidente General de la Escuela Dominical, se me invitó a un seminario para Representantes Regionales en que el presidente Spencer W. Kimball ofreció un inspirador discurso sobre el tema de abrir las puertas de las naciones que por entonces se hallaban cerradas para la Iglesia, como China, por ejemplo. Exhortó a todos los presentes a estudiar el idioma mandarín para que pudiéramos ofrecer nuestras aptitudes profesionales a fin de ayudar al pueblo de China.
El reto que lanzó el presidente Kimball me pareció semejante a un mandato profético. Así que, aquella misma noche, pregunté a mi esposa, Dantzel, si estaba dispuesta a estudiar mandarín conmigo. Ella aceptó y buscamos un profesor que nos ayudara. Por supuesto que no aprendimos a hablar el mandarín muy bien, pero aprendimos lo suficiente para que, cuando se me invitó el mismo año siguiente (debido a una serie de sucesos muy inesperados) a ir a China como catedrático visitante para enseñar cirugía a corazón abierto, me hallara en una mejor posición para aceptar la invitación.
Adelantémonos seis años hasta 1985, un año después de que se me llamara al Cuórum de los Doce. Un día, recibí la solicitud urgente de ir a China a realizar una cirugía a corazón abierto a su famosa estrella de ópera, a quien se consideraba un héroe nacional en todo el país. Expliqué que mis responsabilidades eclesiásticas de tiempo completo no me permitían ir, pero los médicos de China me suplicaron que fuera de inmediato a efectuar la vital cirugía.
Traté el asunto con mi Presidente de Cúorum y con la Primera Presidencia. Ellos sintieron la inspiración de que, como favor al pueblo de China, debía viajar y efectuar la operación.
Lo hice. Afortunadamente, ¡la operación fue un éxito! Dicho sea de paso, aquella fue la última cirugía a corazón abierto que realicé. Fue en Jinan, China, el 4 de marzo de 1985.
Ahora adelantémonos de nuevo, esta vez hasta octubre de 2015, hace solo tres meses. A Wendy y a mí se nos invitó a volver a la Facultad de Medicina de la Universidad de Shandong, en Jinan. Nos sorprendimos cuando se me recibió calurosamente como “un viejo amigo” de China, y me reuní con los cirujanos a los que había enseñado 35 años antes. Un momento culminante de nuestra visita fue reunirnos con el hijo y el nieto de aquella famosa estrella de ópera. Todas aquellas experiencias extraordinarias fueron posibles gracias a una razón: ¡Escuché el consejo de un profeta de estudiar mandarín!
Los profetas ven con anticipación. Ven los dolorosos peligros que el adversario ha colocado o colocará en nuestro camino. Los profetas, además, prevén las magníficas posibilidades y privilegios que aguardan a quienes escuchan con la intención de obedecer. ¡Yo sé que es verdad! Lo he experimentado yo mismo vez tras vez.
El Señor nos ha prometido que jamás permitirá que el profeta nos descarríe. El presidente Harold B. Lee declaró: “Es posible que no les guste lo que dicen las Autoridades de la Iglesia. Puede que contradiga sus opiniones políticas o sociales. Puede que interfiera con su vida social. Pero si escuchan esas cosas como si viniesen de la propia boca del Señor, con paciencia y fe, la promesa es que ‘las puertas del infierno no prevalecerán contra vosotros; sí, y Dios el Señor dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros, y hará sacudir los cielos para vuestro bien y para la gloria de su nombre’(D. y C. 21:6)”10.
Quizás no siempre comprendan todas las declaraciones del profeta viviente. Pero al saber que el profeta es un profeta, pueden acudir al Señor con humildad y fe, y pedir su propio testimonio sobre cualquier cosa que el profeta haya proclamado.
Alrededor del año cuarenta y uno antes de Cristo, muchos nefitas se unieron a la Iglesia, la cual prosperó; pero las combinaciones secretas también empezaron a aumentar y muchos de sus astutos líderes se ocultaron entre el pueblo y fue difícil detectarlos. Conforme el pueblo se tornó más y más orgulloso, muchos de los nefitas se “[burlaron] de lo que era sagrado, negando el espíritu de profecía y de revelación”11.
Las mismas amenazas existen entre nosotros hoy en día. La sombría realidad es que hay “siervos de Satanás”12 arraigados a lo largo de toda la sociedad. Así que tengan mucho cuidado con el consejo de quien siguen13.
Mis amados hermanos y hermanas, ¡ustedes nacieron para ser verdaderos milénicos! Son linaje escogido14, predeterminados por Dios para realizar una obra extraordinaria, a fin de ayudar a preparar el pueblo de este mundo para la segunda venida del Señor.
Ahora, como apóstol del Señor Jesucristo, bendigo a cada uno de ustedes —tal como si tuviera mis manos sobre sus cabezas— con la capacidad de llegar a ser los verdaderos milénicos que han nacido para ser. Los bendigo con el deseo y la capacidad de conocer su identidad y propósito verdaderos; para que esperen hacer lo “imposible” y se preparen para ello; para que sean valientes en sus esfuerzos por aprender cómo acceder a los poderes del cielo a fin de contribuir a resolver sus problemas y responder sus preguntas. Y los bendigo para que sigan a los profetas al pie de la letra, para que sientan paz en el corazón al hacerlo. Los bendigo para que sepan y sientan cuánto los ama el Señor y cuánta confianza tiene en ustedes.
Amo y sostengo al presidente Thomas S. Monson en esta sagrada obra del Dios Todopoderoso. Jesucristo es nuestro Salvador; esta es Su Iglesia. ¡Nosotros somos Su pueblo! De ello testifico en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.
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