Transmisiones anuales
Esforzarse por llegar a ser


Esforzarse por llegar a ser

Transmisión de la capacitación anual de SeI de 2020

Martes, 9 de junio de 2020

Élder Ulisses Soares: Mis queridos hermanos y hermanas, dondequiera que estén es un honor para mi esposa y para mí estar con ustedes esta noche. Les traigo los saludos y el amor de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles para todos ustedes. El presidente Nelson les envía personalmente sus mejores deseos. Siempre nos pide que compartamos sus mejores sentimientos y su amor con quienes nos encontremos; él realmente aprecia el servicio que prestan a favor de los hijos de Dios.

Mis amados compañeros, antes de continuar, me gustaría expresar mi profunda gratitud personal por su extraordinario servicio en Seminarios e Institutos. Tienen el privilegio de enseñar y ayudar a la nueva generación a seguir los pasos del Salvador hacia la eternidad. Ustedes enseñan a algunos de los espíritus más nobles de Dios, que han sido reservados para venir a la tierra en esta etapa de la historia. Nuestro querido profeta, el presidente Nelson, se refiere a esos espíritus nobles como el mejor equipo de Dios, Sus excelentes jugadores, los héroes, los que participarán en este último y grandioso recogimiento: el recogimiento de Israel1. Este gran equipo puede lograr lo imposible y ayudar a forjar el destino de toda la familia humana2.

Mi querida esposa, Rosana, está conmigo en esta reunión especial de hoy. Ella ha sido la luz de mi vida durante los últimos 39 años. Por su bondad y maravilloso ejemplo, ella es el catalizador en nuestra familia para ayudarnos a cada uno de nosotros a ser más semejantes a Cristo. Rosana y yo somos los receptores de las bendiciones que han llegado a nuestra vida por haber puesto en práctica las enseñanzas que recibimos en nuestra juventud de parte de maestros de Seminario e Instituto muy dedicados. Su servicio fiel tuvo una enorme influencia en nuestras vidas cuando dábamos los primeros pasos en el evangelio de Jesucristo. Esos dedicados maestros nos ayudaron a moldear nuestras vidas de acuerdo con las verdades del evangelio de Jesucristo y nos guiaron mientras tratábamos de caminar por la senda de regreso a nuestro Padre Celestial. Me gustaría invitar a mi amada esposa a que comparta sus sentimientos sobre cómo Seminario e Instituto la bendijeron cuando era una nueva conversa en la Iglesia y en sus esfuerzos por desarrollar los atributos de Cristo. Cariño, ¿compartirías tus comentarios ahora?

Hermana Rosana Soares: Gracias, mi amor, por invitarme a compartir mi testimonio.

La primera vez que oí sobre la Iglesia tenía unos nueve años. Durante ocho años le pedí permiso a mi padre para bautizarme y él siempre dijo que no. Decía que yo era muy joven para tomar una decisión tan importante y que debía demostrarle que eso era lo que realmente quería.

Aunque yo no era miembro de la Iglesia, completé cuatro años de Seminario diario. La clase de Seminario se enseñaba en la capilla a las seis de la mañana todos los días. Mi padre solo me permitió ir con la condición de que el maestro me viniera a buscar. Por fortuna, tenía un maestro maravilloso que venía todos los días a las cinco y media para llevarme. Mi padre me despertaba cada día a las cinco de la mañana; yo me vestía y esperaba al maestro. Siempre tenía mucho sueño y pensaba: “Por favor, que no venga. Por favor, que no venga”; pero él siempre vino. Felizmente, siempre vino.

Me siento tan bendecida y agradecida por mi diligente maestro de Seminario que fácilmente podría haberme dejado, pero no lo hizo.

Treinta años después, tuve la oportunidad de enseñar Seminario a mi hija durante un tiempo en casa. Ella no pudo asistir a Seminario en la capilla ese año debido a su horario escolar. Era una niña con mucha energía y no le gustaba estar sentada por 45 minutos, en especial si yo era la maestra. Así que decidí preparar clases únicas y tratar a mi hija como si fuera la mejor alumna de Seminario, aun cuando ella era la única alumna. Al final del año ella estaba feliz, ella sentía el amor del Padre Celestial por ella, y yo también lo sentía.

Hermanos y hermanas, como mi hija, sé que la palabra de Dios puede marcar toda la diferencia en nuestra mente, en nuestra actitud y en cómo nos vemos a nosotros y a los demás.

Me gustaría concluir con una hermosa cita del presidente Henry B. Eyring:

“Maravillosos maestros, ustedes hacen un gran esfuerzo y sacrificio en la preparación para enseñar la palabra, en su enseñanza y en cuidar a los alumnos […]. Ahora pueden agregar su fe en que más de nuestros alumnos tomarán las decisiones que llevan a la verdadera conversión”3.

De ello testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Élder Soares: Gracias, querida, por tus hermosas palabras. Ella es maravillosa, ¿no es así?

Espero que no subestimen la capacidad que ustedes tienen de influir y persuadir a nuestros jóvenes a que busquen la rectitud en sus vidas. Como solía decir nuestro querido presidente Packer, ellos están creciendo en territorio enemigo. Por medio del servicio dedicado de ustedes al enseñarles, ellos pueden crecer en fe y obediencia y llegar a ser resilientes espiritualmente; y aprenderán a lidiar con la tentación y a superarla.

Mis queridos hermanos y hermanas, los programas de Seminario e Instituto son dos de los factores que más han contribuido a la estabilidad y a la fortaleza de la Iglesia. Puedo asegurarles que el Señor está cumpliendo “[Su] obra y [Su] gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”4 — a través del preciado servicio que ustedes prestan a Él y a Sus hijos. Por lo tanto, el objetivo principal de ustedes y el mío debe ser siempre la salvación y la exaltación de los hijos de nuestro Padre Celestial.

En este maravilloso manual para maestros y líderes de Seminarios e Institutos de Religión, La enseñanza y el aprendizaje del Evangelio, encontramos esta impresionante declaración: “Nuestro propósito es ayudar a los jóvenes, y a los jóvenes adultos, a entender y confiar en las enseñanzas y en la expiación de Jesucristo, a hacerse merecedores de las bendiciones del templo y a prepararse ellos mismos, a su familia y a los demás para la vida eterna con su Padre Celestial”5.

Ese mandato está de acuerdo con lo que se indica en el Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: “Seminarios e Institutos de Religión (SeI) brinda asistencia a los padres y a los líderes de la Iglesia al ayudar a los jóvenes y a los jóvenes adultos a aumentar su fe en Jesucristo y en Su evangelio restaurado”6.

Uno de los mayores desafíos para aquellos de nosotros que estamos comprometidos en esta maravillosa obra de salvar almas es la búsqueda del llegar a ser, es decir, crecer o convertirnos en el tipo de discípulos que el Señor espera que seamos. Entonces, el Señor nos facultará para influir en la vida de aquellos a quienes enseñamos, durante su andar por la senda hacia la vida eterna. Este concepto de llegar a ser está totalmente relacionado con uno de los tres elementos de cómo lograr Su propósito, como se describe en el manual La enseñanza y el aprendizaje del Evangelio: “Vivimos el evangelio de Jesucristo y nos esforzamos por tener la compañía del Espíritu. Nuestra conducta y nuestras relaciones son ejemplares en el hogar, en el salón de clase y en la comunidad. Procuramos mejorar continuamente nuestro desempeño, nuestro conocimiento, nuestra actitud y nuestro carácter”7.

El apóstol Pablo nos aconsejó en cuanto a la importancia de alcanzar la misma estatura de Cristo. En su epístola a los efesios, él dijo:

“Y él mismo constituyó a unos apóstoles; y a otros, profetas; y a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros;

“a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

“hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”8.

Para nosotros, la pregunta crucial podría ser: ¿cómo podemos alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo mediante nuestro servicio, mientras nos esforzamos por ayudar a los demás a hacer lo mismo? El evangelio de Jesucristo nos brinda ayuda en ese sentido. Consideremos juntos algunos principios en un intento de tratar esa pregunta.

El primer principio fundamental es siempre seguir al Maestro, Jesucristo. El reflejar sinceramente a Jesucristo en nuestras actitudes, palabras y acciones aumenta nuestra capacidad de influir en otras personas y persuadirlas a que se preparen y sean merecedoras de la vida eterna con su Padre Celestial. Al hacerlo, podemos ayudar a nuestros jóvenes a aprender a amar al Señor, porque lo que aman determinará lo que buscarán. Lo que busquen determinará lo que pensarán y harán. Y lo que piensen y hagan determinará quiénes llegarán a ser.

Ustedes y yo representamos a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ante el mundo. Todo lo que hacemos y decimos refleja la imagen de la Iglesia, sus verdades y, en última instancia, al Salvador. A medida que procuramos comprender mejor y poner nuestra vida en armonía con el Evangelio, debemos esforzarnos más por llegar a ser como Jesucristo. El presidente Dallin H. Oaks una vez enseñó:

“El evangelio de Jesucristo es el plan mediante el cual podemos llegar a ser lo que se supone que los hijos de Dios deben llegar a ser. Ese estado perfeccionado y sin mancha será el resultado de la sucesión constante de convenios, ordenanzas y acciones, de una acumulación de decisiones correctas y del arrepentimiento continuo”9.

Hace poco estuve hablando con algunos de mis compañeros de Seminario e Instituto de Brasil, donde crecí. Me impresionó lo que dijeron sobre la influencia que sus maestros tuvieron en ellos —una semejante a la de Cristo— en una época de decisiones cruciales de su vida. Escuchemos lo que algunos de ellos dijeron.

Hermana Barreto: Bien, volviendo a mi juventud, creo que…, bueno, no creo, estoy segura: todas mis decisiones y todo lo que esperaba y con lo que soñaba tenía una base sólida cuando estudiaba el Evangelio. En especial, recuerdo Seminario muy, muy claramente. Yo era muy joven —Seminario estaba comenzando aquí en Brasil— y todavía recuerdo a mis buenos maestros, muy buenos, maestros dedicados; y que comencé a amar al Salvador. Creo que el testimonio que obtuve cuando era alumna de Seminario se ha desarrollado y ha crecido, ha crecido mucho; y soy quien soy ahora gracias a esa época, gracias a esas enseñanzas, a esos maestros y a las decisiones que tomé.

Hermana Silva: Para mí, pienso que en ese tiempo, la persona más importante fue mi maestra; porque en aquel entonces, yo era recién conversa y ella me ayudó muchísimo a entender esos principios y a ponerlos en práctica en mi vida, y a buscar las cualidades que posee Jesucristo, como la paciencia, el crecer en conocimiento, obedecer a los profetas vivientes. Todo eso me ayudó en esa época a desarrollar la capacidad de escuchar al Espíritu Santo, los susurros del Espíritu. Así que eso fue clave para mí, porque yo era una conversa reciente. Fue la maestra. Ella tenía mucho conocimiento y también ayudó a muchos alumnos a desarrollar ese conocimiento. Respondía a nuestras preguntas, etc. Eso me ayudó a obtener un testimonio y a permanecer fuerte en el Evangelio.

Élder Gonçalves: Bueno, apenas me bauticé y entré a la capilla por primera vez, me vi rodeado por los jóvenes y por la maestra de Seminario. Ella me invitó a asistir a las clases. El curso ya había comenzado, así que tuve que apresurarme y completar varios paquetes para poder recibir el certificado ese año. No aprendí nada por llenar esos paquetes, pero aprendí a participar, y esa participación fue crucial. Esa participación fue importante porque pude sentir el deseo de aprender más de las Escrituras, cosa que no había pensado antes y que aún no entendía. Tras esa emoción inicial, el gozo de participar comenzó a formar parte de mi vida; se convirtió en algo normal, y sentí el deseo de saber más de las Escrituras y de practicar esas cosas que parecían tan verdaderas y que bendecían tanto la vida de esos jóvenes, como se notaba en sus acciones. Viendo en retrospectiva, puedo recordar esto: las acciones de esos jóvenes me hicieron ver algo que era verdad.

Élder Soares: La epístola del apóstol Pablo a Timoteo nos recuerda un consejo importante, al cual podríamos prestar atención para realmente influir en los demás para bien: “… sé ejemplo de los creyentes en palabra, en conducta, en amor, en espíritu, en fe y en pureza”10.

El segundo principio que quisiera mencionar es enseñar la verdad con valentía y claridad. Ustedes y yo somos llamados a enseñar el evangelio de Jesucristo. No debemos enseñar nuestras propias ideas o filosofías, aunque estén mezcladas con las Escrituras. El Evangelio es “poder de Dios para salvación”11, y únicamente somos salvos por medio de Jesucristo y Su evangelio. Con la guía y la ayuda del Espíritu Santo, debemos enseñar los principios del Evangelio, como se hallan en los libros canónicos de la Iglesia, y en las palabras de los apóstoles y profetas modernos como se nos enseñan hoy. Debemos ser instrumentos de la verdad y enseñar esos principios con tal claridad, que ellos no sean confundidos con las filosofías del mundo. Es hermoso leer cómo describe Alma el poder de la palabra de Dios en el corazón de las personas y cómo fortalece naturalmente la fe. Leamos juntos Alma 32:42:

“Y a causa de vuestra diligencia, y vuestra fe y vuestra paciencia al nutrir la palabra para que eche raíz en vosotros, he aquí que con el tiempo recogeréis su fruto, el cual es sumamente precioso, y el cual es más dulce que todo lo dulce, y más blanco que todo lo blanco, sí, y más puro que todo lo puro; y comeréis de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que no tendréis hambre ni tendréis sed”.

Hermanos y hermanas, este gran pasaje de las Escrituras ilustra el poder de la verdad que nuestros jóvenes pueden recibir en el corazón y los persuade a hacer el bien en su vida. Recuerden que la enseñanza eficaz es la esencia misma del liderazgo en la Iglesia. La vida eterna se logrará únicamente cuando a los hombres y a las mujeres se les enseñe con tal eficacia que lleguen a cambiar y a disciplinar su vida. No se les puede obligar a ser rectos o a que deseen ir al cielo; se les debe guiar, y eso significa impartir enseñanza eficaz12.

Durante la conferencia general del pasado mes de abril, el presidente Russell M. Nelson enseñó sobre “La Restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo: Una proclamación para el mundo en el bicentenario”. Al final de su mensaje, dio la asignación a toda la Iglesia de estudiarla, reflexionar sobre las verdades y pensar en el impacto que esas verdades tienen en nuestra vida. Creo que nuestra comisión va más allá de esa asignación. Ustedes y yo formamos parte del grupo de personas asignadas a llevar las verdades inspiradas de esa proclamación al corazón de nuestros jóvenes y jóvenes adultos. En cierto sentido, los maestros de Seminario e Instituto son una extensión de los quince profetas, videntes y reveladores en su función de proclamar estas verdades a los jóvenes, como preparación para su trayectoria por un mundo muy confuso. Ustedes y yo tenemos la responsabilidad crucial de hacer realidad las bendiciones de esta proclamación en la vida de ellos. Todos sabemos que estamos viviendo en tiempos difíciles. El mundo está olvidando la importancia y la función del Padre Celestial y de Jesucristo en su vida y está perdiendo la visión de su naturaleza divina. Cada vez hay más filosofías mundanas que están ocupando el lugar de las santas verdades absolutas del evangelio de Jesucristo en el corazón de las personas. Ustedes y yo tenemos la gran oportunidad de ser instrumentos en las manos del Señor para bendecir a nuestros jóvenes y llevar a sus corazones las verdades que fueron declaradas clara y poderosamente en esta proclamación.

Permítanme compartir otros comentarios que mis buenos amigos hicieron sobre cómo la verdad, enseñada con claridad y valentía, realmente los arraigó en el evangelio de Jesucristo.

Élder Silva: Para mí, la primera cosa que me viene a la mente es el ejemplo de los maestros, porque esa es la fuente a la cual miramos, a los maestros, y deseamos ser como ellos. Siempre pensé: “¿Será posible que algún día yo tenga una familia como esa? ¿Será posible que alguna vez yo haga esas cosas realmente?”. Algunos efectos de la doctrina, de lo que se enseña, especialmente por el ejemplo, es como ellos dicen… hacerla nuestra, necesitamos hacer nuestra la doctrina y adaptarla a nuestras situaciones y circunstancias. Me esforcé por hacerlo de la mejor manera posible, según mi capacidad y habilidad; para poder ser mejor cada día y tomar las mejores decisiones, como mi mejor decisión al elegir a mi esposa, que fue una de las cosas que también me ayudó.

Hermana Barreto: Siempre miré a mis maestros como ejemplos. Todavía puedo recordar a una maestra en especial. Era muy joven; todavía no se había casado. Era exmisionera, y cuando la miraba mientras nos enseñaba, yo pensaba: “Quiero ser como ella. Quiero ser más como ella”, porque ella era como el Salvador. Nos quería mucho, y cada vez que enseñaba yo sentía su amor y su devoción por lo que estaba haciendo. Algo que considero importante en mi vida es que yo no era conversa, pero tuve mi época de conversión. Nací en la Iglesia, así que cuando hablamos de nuestras historias, la mía es algo diferente, porque no recuerdo haber tenido dudas o no haber creído en la Iglesia y el Evangelio alguna vez. Todo me resultaba muy natural. Pero estoy segura de que llega un momento en el que debes saberlo por ti misma, y eso es exactamente lo que fue Seminario e Instituto para mí, en especial la época de Seminario. Cuando miro atrás y pienso en ello, fue una época crucial en la que tuve que decidir por qué estaba en la Iglesia, si la Iglesia era realmente verdadera para mí, si tenía un testimonio del Evangelio y de Jesucristo. Así que ahora soy quien soy gracias a esa época.

Hermana Gonçalves: Primero, que cuando tenemos maestros y líderes, no es que ellos sean perfectos, pero nos vemos a nosotros mismos siendo como ellos, teniendo una familia como la de ellos y siguiendo su ejemplo, teniendo el mismo entendimiento y conocimiento. Hubo varios líderes que influyeron en mí y fueron un ejemplo como para que yo dijera: “Yo quiero ser como ellos cuando crezca”. Eso hizo que siempre tratara de tomar buenas decisiones en mi vida; y fui avanzando, paso a paso. Como dijo el élder Bednar acerca de la conversión, no sucede inmediatamente, sino paso a paso, un cambio en el corazón, un cambio en el pensar, un cambio de conducta, y siempre centrados en la voluntad de Dios. Así que la voluntad de Dios primero, y luego esos maestros me ayudaron a entender las Escrituras, a aprender a amar las Escrituras. Así llegaron a formar parte de mi vida. Yo busqué tomar buenas decisiones de acuerdo con la voluntad de Dios.

Élder Soares: Otro principio que quisiera mencionar hoy es nuestro mandato de enseñar a nuestros alumnos por el Espíritu. Ustedes y yo estamos en la obra del Señor. Somos Sus agentes y estamos autorizados y comisionados para representarlo y actuar en Su nombre. Como tales, tenemos derecho a recibir Su ayuda. Ciertamente, se espera que nos preparemos diligentemente para cada lección, dominando diversas técnicas de enseñanza y aprendiendo cómo ayudar a nuestros alumnos a ejercer su albedrío con rectitud. Sin embargo, es evidente que para tener la ayuda del Señor por medio del Espíritu Santo en las lecciones que enseñamos, es necesario llevar una vida que sea merecedora de esa ayuda.

En un mensaje dirigido a los maestros de la Iglesia, la Primera Presidencia declaró: “La parte más importante del servicio que ustedes presten será su preparación espiritual diaria, que incluye la oración, el estudio de las Escrituras y la obediencia a los mandamientos. Los animamos a que se comprometan a vivir el Evangelio con mayor dedicación que nunca”13. Luego pedimos la ayuda del Señor y Él nos bendecirá con Su Espíritu para saber qué hacer. Tengan a bien recordar siempre, que la enseñanza por el Espíritu nos ayuda a enseñar a los integrantes de la clase de tal manera que puedan comprender mejor los principios del Evangelio y luego sentirse motivados para ponerlos en práctica en su vida: “De manera que, el que la predica y el que la recibe se comprenden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente”14. Esto podría ser redundante, pero puedo asegurarles que nuestros alumnos solo pueden recibir la verdad eterna por medio del Espíritu cuando se enseña por ese Espíritu.

Me gusta la forma en la que Nefi explicó este hermoso concepto: “Y ahora bien, yo, Nefi, no puedo escribir todas las cosas que se enseñaron entre mi pueblo; ni soy tan poderoso para escribir como para hablar; porque cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres”15. ¡Qué función tan importante tiene el Espíritu en nuestra enseñanza: llevar la verdad al corazón de los hijos de los hombres!

Mis queridos hermanos y hermanas, podemos ser muy elocuentes y capaces de hablar bien en público, pero sin el Espíritu nuestras capacidades no marcarán ninguna diferencia. El presidente Russell M. Nelson recientemente enseñó: “Nunca ha sido más necesario que en este momento, saber cómo el Espíritu Santo [nos] habla”. Agregó: “En la Trinidad, el Espíritu Santo es el mensajero. Él [nos] comunicará pensamientos a [nuestra] mente que el Padre y el Hijo desean que reciba[mos]. Él es el Consolador. Él transmitirá un sentimiento de paz a [nuestro] corazón. Al leer y escuchar la palabra del Señor, Él testificará de la verdad y [nos] confirmará lo que es verdadero”16.

El cuarto principio que quisiera mencionar es enseñar con el corazón. Hay maestros que pueden crear frases elegantes y pulidas, y son impresionantes y agradables de escuchar; pero los maestros con ideas convincentes, que hablan de corazón a corazón, son quienes realmente pueden inspirarnos a actuar de acuerdo con las cosas que aprendemos. Es posible que algunos de esos maestros no sean tan refinados al hablar en público, pero cuando los alumnos los escuchan, sus ojos se abren para lograr una mejor comprensión. Esos maestros pueden plantar un deseo en el corazón y en la mente de los alumnos que influirá en ellos y los persuadirá en su búsqueda de la bondad y de la exaltación. Los maestros que más impactaron mi vida fueron los que me enseñaron desde su corazón. No eran los más diestros en técnicas de enseñanza, pero podían hablar de corazón a corazón. Su influencia tenía menos que ver con seguir mecánicamente los planes prescritos de la lección o las teorías de la educación, y más que ver con el interés genuino, la sinceridad, la pasión y la convicción. Tal como declaró el autor y educador estadounidense Parker Palmer: “Los buenos maestros poseen capacidad de conexión […]. Las conexiones establecidas por los buenos maestros no se basan en sus métodos, sino en su corazón, entendiendo corazón en el sentido antiguo, como el lugar donde el intelecto, la emoción, el espíritu y la voluntad convergen en el ser humano”17.

Nuestro Señor Jesucristo fue el ejemplo perfecto de ese principio. Él dejó huellas tangibles en la arena a la orilla del mar, pero dejó la marca espiritual de Sus enseñanzas en el corazón y en la vida de todos a los que enseñó. Él instruyó a Sus discípulos de aquellos días y nos dice a nosotros las mismas palabras: “… Sígueme tú”18.

Escuchemos los comentarios finales de mis compañeros y amigos. Supongo que aún no se los he presentado. Estas tres parejas son Glaucia y Reinaldo Barreto, Lucelia y Mauro Gonçalves, y Celia Maria y Ramilfo Silva. Conozco a la mayoría de estas personas maravillosas desde nuestra niñez. Los he observado en el transcurso de sus vidas y he aprendido de sus ejemplos rectos. Han sido miembros fieles, perseverantes y dedicados de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que han criado a sus familias en el Evangelio y han servido de todo corazón en las responsabilidades a las que el Señor los ha llamado.

Élder Barreto: Tuve muy buenos ejemplos en mi vida por parte de los maestros de Seminario e Instituto y también de los coordinadores y directores de Seminario e Instituto. Hemos tenido una amistad muy buena con ellos desde esa época. No puedo estar lo suficientemente agradecido por ellos y su ejemplo en mi vida. Eran muy buenos amigos también; siempre sentí confianza de que podía hablar con ellos sobre cualquier cosa. Ellos me instruyeron, me enseñaron el Evangelio, pero su ejemplo fue maravilloso; influyeron mucho en mí.

Hermana Gonçalves: Estoy tan agradecida de tener el Evangelio y haber podido criar a mi familia en él, y ver hoy en día los frutos de toda esa labor desde que éramos jóvenes. Recuerdo una ocasión en que estaba frente al templo cuando fue dedicado, y tuve el privilegio de cantar allí ante el presidente Kimball. La hermana Lobo era nuestra directora de coro. Pocas personas pudieron entrar en el salón celestial y sentir dentro del templo, que todo lo que yo estaba aprendiendo, que lo había aprendido en mi juventud, valía la pena, que yo verdaderamente deseaba continuar por la eternidad. Todo en la vida tiene un propósito, y mi propósito es poder regresar a la presencia del Padre Celestial junto con mi familia y mis amigos.

Élder Silva: Mis primeros pensamientos son de gratitud hacia esos valientes maestros, esas personas que voluntariamente dedicaron de su tiempo, y continúan haciéndolo, para prepararse para enseñar. No puedo medir la buena influencia que los maestros puedan tener o tengan en sus alumnos. A veces, lo descubrimos recién después de muchos años. Pero ellos en verdad eligen hacer lo justo y permanecer en la senda, y yo agradezco mucho eso. Tengo un testimonio de que José Smith fue un profeta de Dios. He tenido algunas experiencias que no puedo negar en cuanto a que José Smith es un profeta de Dios. El Libro de Mormón es la palabra de Dios. Tenemos en la actualidad un profeta que nos guía y recibe revelación, y yo sé que Jesucristo está activamente dirigiendo la Iglesia. Estos son mis pensamientos, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Élder Soares: Gracias, mis queridos amigos. Ruego que el Señor los bendiga a todos al continuar siendo buenos ejemplos de lo que aprendieron cuando eran jóvenes y al definir el evangelio de Jesucristo en el corazón de los demás.

El último e importantísimo principio que quiero compartir es el testificar lo que sabemos que es verdad. Mis queridos compañeros en el Evangelio, el poder de sus firmes testimonios cambiará la vida de sus alumnos para siempre. Eso es exactamente lo que sucedió con cada uno de nosotros, o nuestros antepasados, al escuchar a los misioneros compartir su testimonio. Un testimonio fuerte, mediante el poder del Espíritu Santo, es el poder que nos sostiene para una vida exitosa y nos otorga paz, consuelo y seguridad. Genera la convicción de que, cuando las enseñanzas del Salvador se obedecen en forma constante, la vida será hermosa, el futuro será seguro y tendremos la capacidad para vencer los desafíos que se crucen en nuestro camino. Sus firmes testimonios sostendrán la fe de sus alumnos y los ayudarán a desarrollar sus propios testimonios del Evangelio. Sus testimonios serán uno de los pilares que los ayudarán a reconocer el poder del divino sacrificio expiatorio de Cristo en sus propias vidas. Al actuar los alumnos en rectitud, de acuerdo con sus testimonios, puedo asegurarles que sus testimonios pueden convertirse en su escudo contra los intentos del adversario de debilitar su fe e infundir incredulidad en sus mentes a lo largo de sus vidas. Este fundamento les dará valor para declarar osadamente las verdades de este Evangelio al mundo.

La canción de la Primaria dice: “Dios vive y sé que es mi Padre Celestial, y el Espíritu me dice que esto es verdad; me dice que es verdad”19.

En este espíritu, me gustaría concluir mis palabras de hoy, compartiendo mi testimonio con ustedes, un testimonio que se edificó línea sobre línea y que continúa creciendo a medida que busco continuamente, con un corazón sincero, comprender más plenamente la palabra de Dios. La semilla de ese testimonio fue plantada por primera vez en mi corazón por unos maravillosos misioneros que enseñaron a mi familia en mi niñez. Luego fue nutrida por mis fieles padres, quienes me enseñaron mediante su ejemplo y devoción al Señor. Finalmente, la semilla de ese testimonio germinó cuando escuché las enseñanzas de mis maravillosos maestros de Seminario y sentí la inspiración de actuar de acuerdo con ellas a una edad temprana.

Sé que Jesús es el Cristo; sé que Él vive; sé que Él sufrió por mis pecados, resucitó y me dio la oportunidad de cambiar mi conducta. Sé que Él se olvidó de Sí mismo por mí; se apartó de Sus propios deseos e hizo exactamente lo que el Padre le pidió que hiciera. Incluso en aquel momento de gran sufrimiento, se negó a Sí mismo e hizo lo que el Padre quería que hiciera.

Sé que nuestro Padre Celestial vive y escucha nuestras oraciones. Les testifico que Él entiende el dolor. Sé que esta es la verdadera Iglesia de Jesucristo en la tierra. El Señor en verdad dio inicio a la Restauración de Su evangelio y Su sacerdocio por medio del profeta José Smith. Amo a mi Salvador y a mi Padre Celestial y me encanta servirles. He estado tratando de mostrar mi amor a mi querido Señor a lo largo de mi vida, a través de mi servicio a los hijos de Dios. Mis queridos hermanos y hermanas, cuán agradecido estoy por los maestros de Seminario e Instituto que influyeron en mí incansablemente, por medio de su servicio dedicado y amoroso al Señor. Todo comenzó en esa época y estoy agradecido por ello.

Los amo, hermanos y hermanas. Me encantó la oportunidad de estar con ustedes hoy. Gracias de nuevo por todo lo que hacen por el Señor y por Su pueblo en la tierra. Digo estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Russell M. Nelson y Wendy W. Nelson, “Juventud de Israel”, devocional mundial para los jóvenes, 3 de junio de 2018, suplemento de la revista Liahona, septiembre de 2018, pág. 8.

  2. Véase Russell M. Nelson, “The Lord Uses the Unlikely to Accomplish the Impossible”, Devocional en la Universidad Brigham Young–Idaho, 27 de enero de 2015, byui.edu.

  3. Henry B. Eyring, “We Must Raise Our Sights,” en Scott C. Esplin y Richard Neitzel Holzapfel, eds., The Voice of My Servants: Apostolic Messages on Teaching, Learning, and Scripture, 2010, pág. 17.

  4. Moisés 1:39.

  5. La enseñanza y el aprendizaje del Evangelio: Manual para maestros y líderes de Seminarios e Institutos de Religión, 2011, pág. X.

  6. Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 2020, capítulo 15.0.

  7. La enseñanza y el aprendizaje del Evangelio, pág. X.

  8. Efesios 4:11–13.

  9. Dallin H. Oaks, “El desafío de lo que debemos llegar a ser”, Liahona, enero de 2001, pág. 42.

  10. 1 Timoteo 4:12.

  11. Romanos 1:16.

  12. Véase “How to Be a Teacher When Your Role as a Leader Requires You to Teach”, Reunión de la mesa directiva del sacerdocio para Autoridades Generales, 5 febrero de 1969.

  13. Enseñar el Evangelio a la manera del Señor una guía para Ven, sígueme: Recursos de aprendizaje para los jóvenes, 2012, pág. 2.

  14. Doctrina y Convenios 50:22.

  15. 2 Nefi 33:1.

  16. Russell M. Nelson, “Escúchalo”, Liahona, mayo de 2020, pág. 90.

  17. Parker J. Palmer, The Courage To Teach: Exploring the Inner Landscape of a Teacher’s Life, 1998, pág. 11.

  18. Juan 21:22.

  19. Dios vive”, Canciones para los niños, pág. 8

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