Transmisiones anuales
Deliberación de mesa redonda


Análisis de grupo

Transmisión de la capacitación anual de SeI de 2020

9 de junio de 2020

Hermano Jason Willard: Bienvenidos a esta mesa redonda, dondequiera que estén. Me llamo Jason Willard, y soy administrador adjunto de Seminarios e Institutos de Religión. Nos complace tener con nosotros a los siguientes invitados especiales: la hermana Reyna Aburto, Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro; la hermana Michelle Craig, Primera Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes; la hermana Jill Johnson, esposa de nuestro comisionado, el élder Paul V. Johnson; y los hermanos Chad Wilkinson y Bert Whimpey, quienes también son administradores adjuntos de SeI. Gracias por acompañarnos hoy.

El propósito de esta mesa redonda es analizar algunas preguntas que esperamos sean de utilidad en una amplia variedad de circunstancias, para ustedes que procuran bendecir con más poder a los jóvenes y jóvenes adultos de todo el mundo. Hemos implorado la ayuda del cielo en preparación para el análisis de hoy, y los invitamos a hacer lo mismo.

Dicho esto, comencemos con nuestra primera pregunta. Parece que cada vez hay más y más maestros, alumnos y familias que luchan contra el estrés, la ansiedad, la depresión y otros desafíos emocionales. ¿Qué podemos hacer para ayudarles?

Hermana Reyna I. Aburto: Bueno, creo que en realidad todos necesitamos sanar de algo, pero creo que es importante que ayudemos a nuestros alumnos a comprender que si están lidiando o luchando con sus emociones, no significa que ellos estén dañados, no es que están defectuosos; esas emociones son parte de nuestra naturaleza divina. Sin embargo, si constantemente tenemos tristeza, es probable que necesitemos pedir ayuda. Así que yo sugeriría que sigamos el ejemplo del Salvador. Él hacía preguntas que permitían a las personas expresar sus sentimientos; Él permitía que ellas expresaran su dolor. Por ejemplo, cuando le hizo preguntas a María y a Marta luego de la muerte de Lázaro. También en el camino a Emaús, habló con Sus discípulos y les hizo preguntas para que expresaran sus preocupaciones y su dolor porque habían perdido a su Salvador. Lo mismo ocurrió con María Magdalena, junto al sepulcro y cuando hizo preguntas a diferentes personas para permitirles que expresaran sus sentimientos.

Pienso que si creamos un ambiente donde los alumnos se sientan seguros para expresar sus sentimientos —y no necesariamente en el aula, ni entre ellos—, sino que se sientan seguros para expresar sus sentimientos, tal vez por escrito, tal vez a un miembro de la familia, quizás a un amigo y, especialmente, al Padre Celestial. Podemos hacer preguntas que les permitan expresar sus sentimientos de alguna manera. “¿Qué es lo que te preocupa de tus amigos, de tu familia?”, “¿cómo podemos ayudarnos el uno al otro?”.

Me he dado cuenta de que cuando pedimos a las personas ideas, o revelación o inspiración sobre cómo ayudar a los demás, estas reciben esa inspiración, si oran al respecto, y ellos pueden ir y prestar ayuda. De modo que si creamos un entorno en el que las personas sientan que no se las critica, entonces las estaremos ayudando respecto a eso y a que comprendan que no hay respuestas incorrectas, que pueden hacer preguntas abiertas y sentirse libres y seguros para expresar sus sentimientos. Y en especial, que si están luchando con algo, que no tienen que lidiar solos con la situación; que pueden comunicarse con nuestro Padre Celestial, con nuestro Salvador y unos con otros. Y que pase lo que pase, o lo que esté sucediendo en su vida, cada uno de nosotros es hijo de Dios y podemos recurrir a nuestro Padre Celestial. Todos somos hermanos y hermanas y podemos recurrir unos a otros. Todos somos discípulos de Cristo también y podemos recurrir a Él.

Hermano Bert Whimpey: Me encanta lo que dijo el élder Holland —como recordarán, fue en octubre de 2013 en su discurso de la conferencia—. Habló sobre sus propias luchas que tuvo con la depresión. Y luego dijo esto: “El reconocer [nuestras luchas con la salud mental] no debería avergonzarnos sino que tendría que ser como cuando reconocemos que tenemos que lidiar con presión arterial alta o con la repentina aparición de un tumor maligno”1. Dijo que está bien hablar de ello y expresarlo, de hecho, compartir esas cosas. Y valoro mucho las tres cosas que mencionó: “Nunca pierdan la fe en el Padre Celestial […]. Busquen el consejo de los que poseen las llaves de su bienestar espiritual” y luego, si es necesario “busquen el consejo de personas certificadas y con buena reputación, aptitud profesional y buenos valores”2.

Creo que es importante no solo para nuestros alumnos, sino también para nuestros maestros saber que está bien expresar esas cosas y hablar de ellas para obtener la ayuda que necesitan. También es algo maravilloso en nuestra profesión poder conversar con un representante de Recursos Humanos para ver cuáles son los beneficios y los lugares a los que pueden recurrir en busca de ayuda, y el sitio web de la Iglesia también es un lugar maravilloso para buscar recursos.

Hermano Willard: Hermano Whimpey, gracias por sus palabras. La siguiente pregunta trata sobre nuestros jóvenes y jóvenes adultos y cómo podemos ayudarlos a ver por qué la Iglesia tiene relevancia en su vida, por qué la necesitan y por qué la Iglesia los necesita a ellos.

Hermana Michelle Craig: Esta es una pregunta tan importante y de verdad creo que nuestra juventud y nuestros jóvenes adultos solteros tienen que sentir que ser miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es más que una lista de reglas o tareas por hacer. Es más que un club social. Necesitan entender que la esencia del evangelio de Jesucristo es el amor: el amor por Dios y por los semejantes. Al aprender el Evangelio y al vivirlo, realmente llegarán a conocer y a sentir su identidad y su propósito.

Nuestros jóvenes de hoy responden a principios como el de amar a los demás, tender una mano a los marginados de la sociedad, amar. Ellos quieren una causa y quieren hacer una diferencia en el mundo. Espero que puedan llegar a comprender que, si son fieles, dentro de la estructura de la organización de la Iglesia, ellos tendrán más oportunidades de marcar una diferencia para bien en el mundo, que a través de cualquier otra organización.

Una de las cosas que me encanta del presidente Nelson y la dirección en la que se dirige la Iglesia es el marcado hincapié en la juventud y en los jóvenes adultos solteros, más que en cualquier otro momento que yo recuerde. Como adultos, debemos dar un paso atrás y dar a nuestros jóvenes oportunidades para liderar, planificar, buscar revelación y actuar de acuerdo con esa revelación. Necesitamos respetar su inteligencia y necesitamos aprender las lecciones que tienen para enseñarnos. Los necesitamos, no para aumentar las cifras, sino que el mundo necesita desesperadamente lo que tienen que ofrecer. Y la Iglesia tiene la estructura para proporcionar los medios para satisfacer esas necesidades, una persona a la vez. Espero que todo lo que nuestros jóvenes y nuestros jóvenes adultos solteros estén aprendiendo en sus hogares, en la Iglesia, en Seminarios e Institutos los inspire a valerse de su corazón y sus manos para tender una mano, amar a otras personas y prestar servicio a los seres con quienes tienen contacto. Porque ese es el resultado natural del amor por Jesucristo y el amor por los demás.

En verdad todo se resume a Jesucristo. Todo lo que hacemos y enseñamos como maestros y como personas que amamos e interactuamos con la juventud y con los jóvenes adultos solteros y los niños debe fortalecer el testimonio de la vida, la misión y la expiación de Jesucristo. Eso es el objetivo de todo. Creo que si hacemos eso, esperamos que lleguen a saber que este es el evangelio de Jesucristo, que este es Su evangelio, y que las bendiciones del ser miembro de este Evangelio son tan grandes y que a todos se nos necesita para llevar a cabo la obra. Realmente esta es Su obra.

Hermano Willard: Muy bien dicho. Gracias. Hermano Wilkinson, ¿qué iba a agregar usted a esto?

Hermano Chad Wilkinson: No podría estar más de acuerdo con lo que acaba de decir la hermana Craig. Mientras ella hablaba, pensaba en una clase de Instituto que tuve, donde la mayoría eran exmisioneros. Hablaban sobre una de las dificultades más grandes que tuvieron de adaptarse al regresar a casa, la cual era que durante dieciocho meses o dos años estuvieron centrados en otras personas, y que cuando llegaron a casa, parecía que toda la atención se centraba en ellos. En el Evangelio y en nuestras aulas podemos extender invitaciones que les permitan pensar en esto o explorar formas de hacer esas cosas y pensar en los demás.

Hermano Willard: Hermana Johnson, ¿tendría algo que agregar?

Hermana Jill Johnson: Al considerar esta pregunta, pensé en el poder de los convenios que solo podemos tener en una Iglesia que tiene la autoridad y el poder de Dios. En el mundo de hoy, donde hay tanta presión que aleja a los jóvenes de la Iglesia, el poder de guardar los convenios puede reconectarlos. En este mundo podemos pensar que estamos solos y que somos impotentes para superar lo que nos sucede; nuestras pruebas, nuestras tentaciones; pero los convenios que solo se hallan en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y en lugares sagrados, tienen un poder mucho mayor que cualquiera de esas fuerzas. Creo realmente que eso es algo que la Iglesia puede proporcionar. Podemos darlo a conocer a nuestros alumnos y dar testimonio de ello, y mostrarles a través de nuestras propias vidas que la Iglesia consiste en más que solo hacer el bien. Hay poder en los convenios.

Hermano Whimpey: Hermana Johnson, agradezco ese comentario. He conversado con jóvenes adultos que me han dicho algo así: “Puedo sentirme cerca del Padre Celestial sin ir a la Iglesia”. Les he dicho: “Estoy de acuerdo, pero mi objetivo no es solo estar cerca del Padre Celestial; quiero llegar a ser como el Padre Celestial. Mi objetivo es ser exaltado”, y creo que debemos ayudar a todos nuestros jóvenes y a los jóvenes adultos a recordar que el propósito de la mortalidad es llegar a ser como su Padre Celestial. En la Iglesia es donde encuentran las llaves del sacerdocio y las ordenanzas y los convenios de los que habló la hermana Johnson. Es el reino de Dios aquí en la tierra, y hay algo que ganarán aquí y los ayudará a llegar a ser como el Padre Celestial que no pueden obtener en ningún otro lugar y de ninguna otra manera.

Hermano Willard: Eso es verdad. No se trata solo de ser parte de una causa, sino —como creo que se ha mencionado en nuestra reciente conferencia general— ser parte de “la causa de Cristo”. Y eso es lo que esos convenios nos brindan. Así que, muchas gracias por comentarlo. ¿Cuáles son algunas cosas pequeñas y sencillas que podemos hacer para aumentar nuestro poder para bendecir a nuestros alumnos, enseñar con mayor poder y tener una enseñanza realmente asombrosa?

Hermano Wilkinson: Me encanta esa pregunta. Hemos hablado, enseñado y capacitado mucho en cuanto a habilidades, métodos y sobre muchas otras cosas, y todas son importantes, pero al reconocer, cuando nos nombran para ser maestros —o sea que el Espíritu Santo es el maestro— cuando nombramos al Espíritu Santo como nuestro maestro y lo invitamos a nuestras aulas, entonces tiene lugar ese poder, esa asombrosa enseñanza.

El élder Johnson me enseñó una vez, que tal vez Satanás no logre que muchos empleados o personas de SeI cometan adulterio, o quebranten la Palabra de Sabiduría, o hagan algo muy malo o grave; pero él puede hacer cosas pequeñas que nos restan poder. Nos puede invitar a quejarnos o a sentarnos a hablar mal de alguien o a burlarnos de un alumno o a mofarnos de eso, o pequeñas cosas que, al ceder a ellas, perdemos el Espíritu Santo, o el Espíritu Santo no puede estar con nosotros en el mismo grado que podría estar o debería estarlo.

Estoy pensando en Acán, en el Antiguo Testamento, donde se les mandó que cuando fueran a la batalla contra Jericó no tomaran nada del anatema, ninguno de los bienes, ninguno de los tesoros de Jericó. Acán lo hizo, y nadie más lo sabía. En la siguiente batalla que aparentemente era un hecho que ganarían contra la ciudad de Hai, perdieron, y treinta y seis hombres perdieron la vida.

Allí hay un principio: lo que hacemos es importante. Las cosas pequeñas que podríamos decir, o las quejas o las críticas o lo que sea que pueda evitar que el poder del Espíritu Santo llegue con más fuerza a nuestras vidas, eso es importante y le resta poder a todo el sistema. Es algo que importa. Simplemente los invito a que todos hagamos esas cosas pequeñas. Presten atención a las cosas pequeñas y sencillas que invitarán al Espíritu Santo o que nos ayudarán a tener, en la mayor medida posible, la influencia del Maestro.

Hermano Willard: Hermano Whimpey, ¿tenía un comentario?

Hermano Whimpey: Si en verdad nos centramos en el Salvador, es decir, es lo que pienso cuando me siento y pienso en mis alumnos y en mis lecciones, que estoy realmente centrado en Cristo. Quiero que mis alumnos conozcan Sus características y atributos. Eso es el comienzo, si me concentro en el Salvador.

Luego pienso que lo segundo es que en verdad me enfoque en mis alumnos. Me gustó mucho la vez que el élder Bednar, si lo recuerdan, habló en una Serie de superación en el liderazgo, y contó una experiencia con su hijo, cuando este quería ayuda para saber qué planear para una actividad de presbíteros y laureles. Entonces, el élder Bednar le leyó Jacob 1:5: “Porque, por causa de la fe y el gran afán, verdaderamente se nos había hecho saber concerniente a nuestro pueblo y las cosas que le habían de sobrevenir”. Si recuerdan el relato, tomó un par de veces para que el hijo del élder Bednar se diera cuenta finalmente de que el padre le decía: “¿Qué cosas son las que han de pasar? Antes de planificar una actividad, piensen primero ¿qué experiencia necesitan nuestros alumnos?”. Desde nuestra preparación, pregúntense “¿qué es lo que el alumno necesita experimentar?”.

Creo que la tercera cosa, como mencionó el hermano Wilkinson, es ser conscientes de permitir que el Espíritu Santo desempeñe Su papel y función mientras estamos en el aula. Eso es muy importante. Creo que sería muy bueno revisar la sección 2.1 del manual La enseñanza y el aprendizaje del Evangelio, al pensar en verdad ¿cuál es el papel y la función del Espíritu Santo? El solo hecho de entenderlo y permitir que el Espíritu Santo desempeñe su papel y función en el salón de clases, sería algo sumamente importante.

Hermana Craig: Algo sencillo que he encontrado es que si estoy enseñando y siento que el Espíritu no está presente, si doy testimonio sincero de Jesucristo y del Padre Celestial, el Espíritu Santo llega. Esa es la misión del Espíritu Santo: testificar de la divinidad de Jesucristo y del Padre Celestial. Así que si yo doy testimonio, un testimonio simple, el Espíritu vendrá.

Hermano Willard: Hablamos de enseñar con más poder, de estar más centrados en Cristo. Pero a medida que buscamos estar más centrados en el alumno, ¿qué pueden hacer los maestros para que su preparación sea más relevante y específica para los alumnos?

Hermana Johnson: Bueno, cuando leí esa pregunta por primera vez, me pregunté, ¿qué significa esto de ministrar a los alumnos uno por uno? ¿Significa conocerlos específicamente? ¿No podemos simplemente conocerlos personalmente? ¿Pasar tiempo con ellos de maneras en que los conozcamos mejor? Después pensé que esa pregunta sería diferente para un maestro que reside en Orem y enseña a más de cien alumnos. El intentar participar personalmente en la vida de todos esos alumnos sería una tarea enorme, en comparación con un maestro de Fráncfort, Alemania, que tiene seis alumnos con los que asiste a la Iglesia y mantiene una relación cercana con ellos y algunas de las familias. Por eso creo que sería muy desalentador pensar que, como maestros, tienen la responsabilidad de participar personalmente con cada alumno de esa manera, visitar a sus familias y asistir a sus eventos, que son tan numerosos, que fácilmente se podrían sentir abrumados.

Así que tengo algunas ideas en cuanto a evaluar las necesidades. Pienso que debemos preguntar. Necesitamos preguntar a los alumnos cuáles son sus necesidades. Necesitamos preguntar a otros maestros qué han observado en alumnos de la misma edad y grupo de edad y cultura, porque esta Iglesia es mundial y hay muchas diferencias culturales Pero, sobre todo, preguntar al Padre Celestial y confiar en el Espíritu y las promesas que tenemos, que si hacemos todo lo que esté de nuestra parte, seremos bendecidos con la inspiración que necesitamos para conocer a esos alumnos y saber qué es lo que necesitamos enseñarles. En un mundo complejo con todos los nuevos desafíos que tiene la juventud, es muy importante tener esa guía de nuestro Padre Celestial para enseñarles.

Hermana Aburto: Creo que si les consultamos a ellos y aprendemos acerca de ellos, llegaremos a conocerlos mejor. También es importante observarlos y escuchar esas señales, o ver las señales que nos darán. Los comentarios que hacen, o la falta de ellos, o las preguntas que hacen, nos permitirán conocerlos mejor. Probablemente, incluso podríamos permitirles hacer preguntas de forma anónima. A veces se sienten más libres de decir lo que hay en su corazón si no conocemos su nombre. Además, asegúrense de relacionar los principios y las doctrinas que estamos aprendiendo con lo que está sucediendo en las vidas de ellos en este momento —no necesariamente en el futuro, sino ahora— para que se vean a sí mismos en las Escrituras, se vean recogiendo a Israel, se vean en la obra de salvación y exaltación. Y también para que miren atrás en su propia vida y vean los momentos en los que el Señor ha bendecido su vida, para que recuerden quiénes son y que Él siempre está listo para bendecirlos. Ayúdenlos a encontrar esa relevancia. Y para ello, ustedes necesitan saber lo que sucede en la vida de ellos.

Hermano Wilkinson: Considero que ambos comentarios son absolutamente fabulosos. Yo he llegado incluso a pedirles en el primer día de clase que los alumnos me escriban una carta. No quiero que me digan cuáles son sus pecados ni nada por el estilo, sino que me cuenten acerca de ellos. ¿Qué necesito saber sobre ti que me ayudará a servirte mejor como tu maestro este semestre o este año? Cuéntame sobre tu familia, sobre tu trabajo, sobre las actividades en las que estás participando; sobre lo que esperas de la clase. O incluso decirme: “Estoy luchando con mi fe” o “Estoy luchando con algo”. Entonces tomo una foto de cada alumno y la engrapo a ese papel, y al leer la carta, llego a conocer a ese alumno y tengo presente esas cosas durante mi preparación. Esas quizás son solo algunas formas prácticas de lograr lo que la hermana Johnson y la hermana Aburto nos están enseñando.

Hermano Willard: La siguiente pregunta es para que nuestros maestros ayuden. ¿Cómo equilibramos esta responsabilidad que tenemos de enseñar la doctrina de manera clara y veraz y a la vez alentar a los alumnos que provienen de diversas circunstancias y entornos culturales a compartir sus pensamientos y sentimientos? ¿Qué dirían a un maestro que está tratando de asegurarse de que los alumnos sientan que se pueden expresar en la clase, que pueden hablar, compartir ideas y sentimientos que pudieran diferir de lo que está pasando en la clase y aun así enseñar la doctrina?

Hermano Whimpey: Eso a veces es un equilibrio difícil en el salón de clases. Creo que debemos recordar que nuestra responsabilidad es enseñar la verdad, no nuestra opinión. Nuestros alumnos necesitan saber que cuando vengan a clase, van a escuchar la verdad. Por eso debemos centrarnos en las Escrituras y en las palabras de los profetas, para que cuando vengan los alumnos, allí sea donde estemos, y allí sea donde encontremos nuestras respuestas. Además, recordar el objetivo, y es que nuestro propósito es ayudar a los jóvenes y jóvenes adultos a comprender las enseñanzas y la expiación de Jesucristo y confiar en ellas. Necesito ayudar a mis alumnos a entender.

Sin embargo, también creo que debemos recordar que nuestros alumnos tienen una responsabilidad. Recuerden la sección 50 de Doctrina y Convenios: predicaremos la palabra de verdad, pero también nuestros alumnos deben recibir la palabra de verdad. Necesitan ser creyentes al venir a clase. Entonces, si nuestras clases se convierten en una especie de laboratorio donde los alumnos vienen y sienten ese ambiente donde se les enseñará la verdad, luego se sentirán seguros de compartir sus preguntas o sus experiencias o inquietudes; pero después, como maestros, estamos allí en realidad para ayudarles a aprender el modo de aprender: aprender a sentir el Espíritu, cómo aprender por sí mismos en ese entorno, para compartir lo que están pensando. Eso quizás conduzca a un análisis, nos lleve a las Escrituras y a las palabras de los profetas para ayudarnos a encontrar cuál es la verdad, y no solo cuál es la opinión o lo que se dice en el mundo de hoy.

Pero centrémonos en lo que es la verdad; pensemos en el modelo para adquirir conocimiento espiritual. Si pudiésemos enfocarnos en ese modelo y ayudar a nuestros alumnos a aprender cómo actuar con fe y tener una perspectiva eterna, y después acudir a fuentes divinamente señaladas para obtener sus respuestas, para que cuando vengan a clase, es por eso que están allí, para que puedan aprender la verdad, para que puedan llegar a ser como su Padre Celestial.

Uno de nuestros directores de Área me contó la siguiente experiencia. Él estaba sentado en un salón de clases y un joven adulto compartió una opinión que en realidad no estaba en armonía con las enseñanzas de la Iglesia. Entonces el maestro respondió así y dijo: “¿De qué forma tu propio testimonio y comprensión del plan de salvación te permiten formarte una opinión al respecto? Partiendo desde una posición de fe, desde lo que tú sabes, de lo que sientes, hablemos de ese asunto desde esa perspectiva”. Dijo que vio a ese joven adulto obtener revelación ahí mismo, mientras ellos intentaban actuar con fe y mirar el asunto desde una perspectiva eterna. Hablaron sobre lo que saben, lo que aún no saben, y por qué quieren seguir tratando de encontrar respuestas. Ellos no tenían todas las respuestas, pero en ese entorno consideraron ahora ese asunto, actuando con fe y siendo creyentes, partiendo del conocimiento que ya tenían.

Ahora bien, ¿cómo puedo ayudarlos a aprender la forma de aprender y cómo encontrar respuestas, a medida que avanzan en esa capacidad? Creo que a veces tenemos que tener cuidado, que si no dejamos que los principios y las doctrinas del Evangelio nos cambien, estaremos tratando de cambiar los principios y las doctrinas del Evangelio para que se ajusten a nuestras circunstancias y situación. Si de verdad podemos decir: “Padre Celestial, yo quiero ser como Tú. Ayúdame a aprender cómo hacer para que las doctrinas y los principios del Evangelio me ayuden” y en ese espíritu de “todavía tengo preguntas y preocupaciones, pero realmente quiero saber cuál es la verdad”. Pienso que, como maestros, verdaderamente podemos crear ese tipo de ambiente, por la forma en que reaccionamos. Pero debemos ayudar a nuestros alumnos a acudir a las Escrituras y a los profetas para aprender la verdad y ayudarlos en sus luchas, para saber realmente lo que es verdad. Además, yo agregaría: no subestimen el poder del testimonio y de testificar. “Por boca de dos o tres testigos se establecerá toda palabra”3. En las Escrituras, las palabras de los profetas y en su propio testimonio de lo que es verdad. Entonces, a medida que ese espíritu testifique, nuestros jóvenes resolverán esto y aprenderán a aprender por sí mismos y a conocer la verdad por sí mismos.

Hermano Willard: Me encanta el comentario de Nefi cuando dice: “Sé que ama a sus hijos; sin embargo, no sé el significado de todas las cosas”4. Nefi dio su testimonio de lo que sabía y qué bendición es para todos nosotros.

Hermano Wilkinson: Uno de los pensamientos que me vino a la mente fue la mujer que fue hallada en adulterio y el ejemplo del Salvador. Él no rehuyó de enseñar la verdad; le enseñó la doctrina de que no estaba bien, pero lo hizo de una manera que la protegió, lo convirtió en un lugar seguro para ayudarla a tener una experiencia.

Hermana Johnson: Estaba reflexionando en esos aspectos, que si los alumnos pueden sentir más el amor del Salvador y el poder de la Expiación, eso es una mayor fuerza que cuando enseñamos los mandamientos y las consecuencias de no obedecerlos. Si el sentimiento que al final se llevan de la clase y la lección es que hay alguien que los ama tanto, y que hay una manera de acceder al poder de la Expiación, cuando hayamos cometido errores —y todos lo harán, y todos lo hacen— hay cosas para las que necesitamos la Expiación. El lado positivo de todo esto se convierte en lo que el alumno deja en la clase; sienten que hay esperanza, y eso es algo que ellos realmente necesitan en este mundo.

Hermano Willard: Gracias por esos comentarios. De hecho, esta última pregunta también tiene que ver con eso: ¿Cómo podemos ayudar a los jóvenes a sentir que realmente son visibles, que sus preguntas de verdad importan? Hermana Craig, ¿qué agregaría?

Hermana Craig: Pensé en un pasaje de Marcos con el que todos están familiarizados. Un gobernante joven y rico se acerca al Salvador, preguntando qué puede hacer para recibir la vida eterna. El Salvador enumera algunos mandamientos que él ya está obedeciendo y antes de pedirle a ese joven que hiciera algo muy, muy difícil —y todos tenemos cosas difíciles—, me encanta el versículo 21: “Entonces Jesús, mirándole”, o viéndole, “le amó”5. Creo que lo más importante que podemos hacer en cada interacción con nuestros jóvenes es ayudarlos a sentirse amados. Me doy cuenta de que eso no siempre es fácil y que a veces demandará mucho esfuerzo y oración de nuestra parte para ver como lo vería el Salvador.

Otra cosa que se me ocurre cuando pienso en eso es que necesitamos utilizar el poder de las preguntas. Es algo de lo que ya se ha hablado hoy aquí, pero necesitamos aprender a estar en verdadera sintonía con nuestros alumnos y con aquellos a quienes enseñamos, y hacer buenas preguntas, preguntas que nos permitirán evaluar cómo se sienten y dónde están, y luego alentarlos a que hagan sus verdaderas preguntas, no solo las preguntas que sientan que queremos que pregunten. Estas son preguntas que a veces son incómodas y no tienen respuestas fáciles, y está bien. No se pueden descartar porque creo que incluso el hecho de que tengan esas preguntas difíciles es señal de su interés. Y sin duda no queremos que sean participantes pasivos; queremos que se hagan preguntas. Nuestra tarea es conducirlos a fuentes apropiadas, sobre todo al Señor, para recibir revelación personal y actuar sobre esa revelación personal. Y nosotros debemos hacer lo mismo, al crear entornos de confianza donde se sientan seguros para expresar sus creencias y, a veces, sus dudas. Pienso que, al crear esos entornos de seguridad y al respetarlos en verdad a ellos, su inteligencia, su capacidad, lo que tienen que enseñarnos y lo que tienen para ofrecer; al brindarles oportunidades para responder al llamado de un profeta y de Jesucristo y de participar en la obra de salvación y exaltación. Pienso entonces que el sentir que se les ve, que se les escucha y que se les necesita será un resultado natural.

Hermana Aburto: Creo que también debemos ser sensibles a los alumnos que tienen diferentes circunstancias en sus vidas y en sus familias. Debemos asegurarnos de que se sientan incluidos, que sean parte de esta Iglesia y de este cuerpo de Cristo, que todos lo somos. Creo que también debemos tener cuidado con las palabras que usamos. Por ejemplo, si hay alguien que tal vez no viva con sus padres, le podemos decir “tu familia” o “las personas que amas”, en lugar de decir “padres”. Además, creo que el ser vulnerables les ayuda a ver que todos estamos luchando con algo, que todos tenemos nuestras debilidades. Así que creo que al ayudar a los alumnos a sentirse parte de esta trayectoria en la que vamos todos, y que nadie es perfecto, les ayudará a sentir que importan. Y también, por supuesto, escucharlos, escuchar sus comentarios, escuchar las preguntas que hacen. Si hacen una pregunta, solo tenemos que interrumpir lo que estamos haciendo e intentar ayudarlos a encontrar la respuesta por sí mismos. No necesariamente darles la respuesta, sino que ellos mismos encuentren la respuesta en las Escrituras, mediante la oración, en las palabras de los profetas vivientes.

Hermana Johnson: Solo quiero decir que el analizar estas preguntas me ha hecho pensar en los maestros que he tenido en mi vida, y la gran importancia que han tenido en mi vida: es sencillamente asombrosa. Me he sentido muy agradecida estos días en preparación para esto, al pensar en los maestros que he tenido, su amor y su devoción al Salvador, y el gran impacto que ello ha tenido. Me sentí tan importante y relevante debido a ellos y a su amor por el Salvador y por mí. Estaré eternamente agradecida por todos los buenos maestros que tenemos en esta Iglesia. Simplemente ha sido una experiencia maravillosa volver a pensar en esa bondad que recibí.

Hermano Willard: En definitiva, el ejemplo de un gran maestro dirá mucho. Dirá más que esta mesa redonda o conversaciones por la eternidad sobre la enseñanza. Todo lo que se necesita es pensar en un maestro que bendijo su vida, en una persona que se acercó y les ministró de tal manera que bendijo su vida. Sé que eso sería un sermón que diría mucho más de lo que podríamos decir aquí hoy. Así que gracias por el recordatorio.

Para concluir, permítanme agradecer a cada uno en esta mesa redonda por enseñarnos tanto por medio de sus palabras en esta conversación, pero, sobre todo, por sus ejemplos de un vivir cristiano. Ustedes son discípulos de Jesucristo, y ha sido un privilegio estar con ustedes y aprender de ustedes. Para nuestra audiencia que está escuchando en todo el mundo, en nombre de los integrantes de esta mesa redonda, los amamos. Les agradecemos las muchas formas en que procuran bendecir a los hijos de Dios. Doy testimonio de que Él vive; esta es Su obra. Ruego que Sus más ricas bendiciones se derramen sobre cada uno de ustedes, dondequiera que se encuentren, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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