Transmisiones anuales
Ver a cada persona en particular


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Ver a cada persona en particular

Transmisión anual de capacitación de Seminarios e Institutos de Religión — 13 de junio de 2017

Estoy agradecida por la oportunidad de estar aquí hoy y compartir mi amor por el Salvador, por ustedes y los jóvenes y jóvenes adultos a quienes tenemos el privilegio de servir.

Recuerdo el poderoso testimonio del Espíritu que recibí la primera vez que leí la siguiente declaración del presidente Boyd K. Packer: “Pienso que al grado que se desempeñen de acuerdo con el desafío y asignación que tienen, la imagen de Cristo efectivamente se graba sobre sus rostros. A efectos prácticos, en ese salón de clase, en ese momento, en esa situación y con esa inspiración, ustedes son Él y Él es ustedes”1. La idea de que tengo el privilegio de representar al Salvador en mis responsabilidades ha sido un deseo motivador y una verdad rectora a lo largo de mi carrera en SeI.

El élder Gong nos enseñó, en nuestra más reciente Velada con una Autoridad General, que una de las cosas que hizo del Salvador el maestro perfecto fue Su capacidad de enseñar al mismo tiempo a 5 000 personas y a cada uno en particular. Él dijo: “Ese es un milagro que procuramos los maestros: enseñar a toda la clase y a cada persona de la clase. Eso requiere ocuparse de los 5 000 y de cada persona; insta a tratar las preocupaciones generales y las necesidades individuales”2. ¿Alguna vez se han preguntado cómo el Salvador podía hacer eso?

Deseo compartir una experiencia que tuve en mi segundo año como maestra, en la que el Señor me instruyó al ayudarme a ver lo que significaba representarlo a Él en el salón de clases. Tenía a un joven de unos 15 años en una de mis clases. En los primeros días reconocí que no tenía la paciencia para su encantadora personalidad y que iba a ser un largo semestre tratando de ejercitar un don que no tenía. Oré para tener la capacidad de amarlo a él y a todos mis alumnos.

La segunda semana de clases, cuando ese joven se puso de pie para dar el devocional y compartió un poco más sobre su vida, se me concedió el don de verlo como el Señor lo veía y de sentir, de inmediato, mayor amor por él. Contó que sus padres se estaban divorciando y que su madre no solo había dejado la Iglesia sino que luchaba contra ella. Pude ver en su rostro el dolor y la confusión que sentía al contar su historia. Honestamente, no recuerdo el pensamiento espiritual que compartió, pero recuerdo lo que el Espíritu Santo me enseñó. A mi mente vino el pensamiento: “Quítate el calzado porque estoy a punto de concederte la entrada a un corazón. Confío en ti para que seas una influencia femenina fiel en la vida de este joven, y necesito que lo ames como yo lo amo”. Desde ese momento cambié; mi corazón cambió. Lo vi, realmente lo vi, como un hijo de Dios, con potencial divino, con dones espirituales y mucho para ofrecer a nuestra clase. Su comportamiento no cambió mucho ese semestre, pero yo había cambiado; y por ese cambio tuvimos algunas experiencias maravillosas juntos. Estaré eternamente agradecida por ese joven y la oportunidad que el Señor me dio de tener un cambio en el corazón y en mi perspectiva.

Constantemente me maravillo de la capacidad que tiene nuestro Padre Celestial de no solo conocer sino también satisfacer las necesidades de cada persona. Sé que Él me ve, me comprende y me conoce perfectamente; y aún más, me ama perfectamente. También sé que Él me ve como alguien con potencial divino y sabe que con Su ayuda llegaré a ser como Él. Sé que Él cree lo mismo de cada uno de ustedes y de cada jovencito y jovencita que entra por nuestras puertas. Él los ve perfectamente y desea salvar a cada uno de ellos. Ve más allá de su apariencia y comportamiento, y elige centrarse en sus cualidades y fortalezas. Y, como maestros, espera que hagamos lo mismo.

Este año estamos introduciendo una nueva prioridad: “Ver a cada persona en particular”. El objetivo de esta prioridad es que cada uno de nosotros desarrolle la habilidad, que ejemplifica Cristo, de percibir las necesidades, fortalezas y el potencial divino de cada alumno. Esperamos que cada uno desarrolle o profundice la capacidad cristiana de ver más allá de las etiquetas y las apariencias externas, y aprenda a ver a cada alumno como una persona única con potencial divino, y la trate en consecuencia.

Cada alumno entra a la clase con circunstancias, necesidades y desafíos individuales que afectan su experiencia de aprendizaje. Es importante recordar que Seminario o Instituto es solo una parte de la vida de cada alumno; una parte vital, pero solo una parte. Los estilos de aprendizaje, las diferencias culturales, las discapacidades, la adicción, la pérdida y el dolor son solo algunos de los factores que podrían afectar la experiencia de aprendizaje de un alumno. Las circunstancias y las etiquetas no definen a nuestros alumnos, sino que nos dan la oportunidad de verlos y amarlos como lo hace el Salvador. Tenemos el privilegio y la responsabilidad sagrados de hacer más para ayudar a aquellos cuyas cargas son pesadas y que vienen a clase buscando desesperadamente la esperanza que brinda el Salvador de toda la humanidad.

Al reflexionar sobre esta sagrada responsabilidad de ver a cada persona en particular, he aprendido mucho de las enseñanzas del apóstol Pablo en 1 Corintios 12. Me gustaría compartir tres lecciones que he aprendido de ese capítulo.

Lección 1: Pablo comienza sus enseñanzas sobre el cuerpo de Cristo y el valor de cada miembro, hablando primero de los dones espirituales. Al estudiar los versículos 1–11, no pude evitar pensar si una de las claves para ver a las personas como las ve el Salvador no sería primero reconocer que tienen dones y fortalezas que necesitan verse y utilizarse. Al ver a los alumnos así, reconoceremos y usaremos sus fortalezas en lugar de concentrarnos en sus defectos o comportamientos indebidos. A veces, la conducta de un alumno no refleja su valor adecuadamente. Una técnica simple que un maestro puede cultivar es hacer una pausa antes de reaccionar de inmediato al comentario o conducta de un alumno, y luego considerar dos o tres posibles razones de “por qué” un alumno responde o actúa de esa manera. Eso ayudará al maestro a evitar actuar impulsivamente y reconocer mejor los dones espirituales del alumno.

Al tratar de recordar el potencial divino de cada alumno, también debemos reconocer que las circunstancias o las discapacidades pueden obstaculizar su deseo o capacidad de aprender.Ello requiere que adaptemos con más cuidado experiencias de aprendizaje que inviten e inspiren a las personas a ejercer el albedrío para utilizar sus dones espirituales en el proceso de aprendizaje.Eso no es fácil, pero si buscamos la ayuda del Señor, Él nos ayudará a saber cómo llegar a Sus hijos.

Una experiencia en la que aprendí el valor de reconocer los dones espirituales de mis alumnos, fue por medio de una de mis alumnas a la que no le gustaba leer en clase ni fuera de ella. Tenía un gran talento para la música y cuando oré para saber cómo llegar a ella, el Señor respondió con algo que nunca había intentado antes. Le di un calendario de lecciones y le pedí que, para cada lección, buscara una canción que pudiéramos tocar en clase y que ayudara a enseñar una de las verdades de ese bloque de Escrituras. Eso requería que ella leyera fuera de la clase para encontrar las verdades y buscar entonces las canciones. También le brindó la oportunidad de dar testimonio en clase de lo que aprendió de su preparación. En pocas semanas, vi crecer el amor de esa alumna por el Salvador y mejorar su participación en clase. Actualmente sirve como misionera de tiempo completo y no solo lee, sino que enseña las Escrituras y comparte su don de testimonio mediante la música.

Lección 2: Pablo hace hincapié en que cada miembro del cuerpo tiene valor. En los versículos 14–18, él nos enseña:

“Pues tampoco el cuerpo es un solo miembro, sino muchos.

“Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?

“Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?

“Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?

“Pero ahora Dios ha colocado los miembros, cada uno de ellos, en el cuerpo, como él quiso”.

Me encanta la imagen de las partes del cuerpo que cumplen funciones diferentes pero necesarias. La mano no puede reemplazar al pie. El oído no puede reemplazar al ojo. Cada uno cumple una función única e importante y contribuye de manera diferente. Cada uno es esencial para que el cuerpo funcione por completo.

El élder Holland utilizó una analogía diferente para enseñar esa misma verdad: “… es por designio divino que no todas las voces del coro de Dios son iguales. Para enriquecer la música, se requiere variedad: sopranos y contraltos, barítonos y bajos… Cuando menospreciamos nuestra singularidad o intentamos coincidir con los estereotipos ficticios… perdemos la riqueza de tono y timbre que Dios deseaba al crear un mundo de diversidad”3.

Para ayudar eficazmente a cada alumno a “se convierta… cuando estén con nosotros”4, debemos creer que cada alumno tiene valor y actuar de acuerdo con ello. A la luz de estas verdades, invito a cada uno de ustedes a que se haga estas dos preguntas: Primero: “¿Creo honestamente que cada uno de mis alumnos tiene valor y puede llegar a ser un miembro que contribuya a la clase?”; y segundo: “¿Reflejan mis acciones esta creencia?”.

Ruego que el Señor nos ayude a regirnos más por esta creencia.

Lección 3: Pablo enseña que debemos mostrar el mismo cuidado por cada miembro. Él dice: “… para que no haya división en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen por igual los unos por los otros”5.

Ese fue un poderoso versículo para la introspección: ¿Me preocupo “por igual” por cada alumno? ¿Me centro más en los que parecen contribuir de maneras evidentes? ¿Es más fácil para mí amar a los que levantan la mano y siempre tienen sus ejemplares de las Escrituras listos para compartir el testimonio y hacer comentarios significativos? ¿Es más fácil para mí dar amor y atención a los que me aman, les encanta la clase, llegan a tiempo y solo faltan si están gravemente enfermos? ¿Se dan cuenta los demás alumnos cuando no me preocupo “por igual” por cada uno de ellos? ¿Cómo afecta eso el ambiente de amor, respeto y propósito de mi clase? Es más probable que los alumnos se vean y se traten como lo hace el Salvador, si cada uno de nosotros es un ejemplo de ello.

Al procurar representar al Salvador en nuestra enseñanza y cultivar la habilidad de ver como Él ve, debemos recordar: (1) todos tienen dones espirituales que contribuir, (2) cada miembro es valioso, y (3) debemos preocuparnos “por igual” por cada miembro.

Me gustaría mencionar una lección adicional que aprendí al meditar sobre la necesidad de esta prioridad. En nuestros días, el adversario, “cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”6. Ese gran ladrón de identidades, trata continuamente de robar a las personas su identidad divina y su conexión con el cielo. Debemos cultivar la habilidad de ver como el Salvador ve para ayudar a los demás a comprender su potencial divino y ser fieles al Señor en un mundo confuso que “a lo malo [llama] bueno, y a lo bueno, malo; que [hace] de la luz tinieblas y de las tinieblas luz”7.

Una de mis grandes heroínas de las Escrituras, que demuestra esa habilidad de una forma tan bella, es Abigail. En el Antiguo Testamento se la describe como “mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia”8. Está casada con Nabal, un hombre “de malos hechos”9. Después de que Nabal insulta y se niega a ayudar a David, este junta a sus hombres con la intención de matar a Nabal y a los de su casa. Cuando los siervos de Nabal le dicen a Abigail del peligro inminente, ella de inmediato recoge provisiones y sale a encontrarse con David.

Al hallarlo, Abigail se inclina ante David y, como un símbolo de Cristo, asume la responsabilidad por un agravio que ella no cometió y suplica su perdón10. ¿Qué ve Abigail en Nabal que la motiva a ser su intercesora?

¿Qué ve ella en David, que le hace decir: “Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa, pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días”?11.

¿Por qué escogió, en un momento tan crítico, recordarle a David quién era él y las promesas que el Señor ha hecho? ¿Qué impacto tuvo su acto de fe?

Me encanta la respuesta que le dio David cuando declaró:

“Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases;

“y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has impedido hoy el ir a derramar sangre y a vengarme por mi propia mano”12.

Creo que en ese momento, recordando la promesa del presidente Packer, Abigail tuvo “la imagen de Cristo… [grabada] sobre [su rostro]. A efectos prácticos, en ese salón de clase, en ese momento, en esa situación y con esa inspiración, [ella fue son Él y Él fue ella]”13.

Testifico que tenemos una oportunidad similar de ver a los demás como Él los ve y de ayudarlos a ver la divinidad dentro de ellos mismos.

Las palabras no pueden expresar el amor y la gratitud que siento por los que han sido ejemplo de ese atributo de Cristo en mi vida. En primer lugar, mi angelical madre siempre me ha visto como alguien con potencial divino y dones espirituales; como alguien que contribuye, aun cuando no actué como tal; y ha trabajado incansablemente para ayudarme a desarrollar ese potencial. He tenido líderes del sacerdocio que dieron esperanza a mi vida al transmitirme el amor del Padre Celestial y recordarme mi valor. Mis maestros de Seminario e Instituto, muchos de los cuales están viendo esto hoy, vieron algo en mí que yo no podía ver en mí misma. Mi carrera ha sido enriquecida por hombres y mujeres que me han elevado y llevado hacia Él mediante el ejemplo de ver a cada persona en particular.

Estoy eternamente agradecida por las maneras en las que el Señor continúa mostrándome que Él me ve como una persona valiosa. Él me ha bendecido con dones y proporciona oportunidades para que utilice esos dones para ayudar a otras personas a llegar a ser como Él; y sé que Él también hace lo mismo por cada uno de ustedes y por cada alumno.

En los últimos meses, he tenido la hermosa experiencia de estudiar las Escrituras centrándome en cómo el Salvador ve a cada persona y enseña de acuerdo con esa perspectiva. El aprender directamente de Él me ha cambiado. Los invito a hacer lo mismo. Él es el modelo perfecto. Hay innumerables ejemplos de cómo adaptó experiencias de aprendizaje y lecciones para satisfacer las necesidades individuales y ayudar mejor a quienes enseñó a comprender su potencial divino.

Queridos amigos, ruego que nuestro Padre Celestial continúe aumentando nuestra capacidad individual de ver como Él ve, amar como Él ama y actuar como Él actuaría. Ruego que busquemos ese don y que encontremos maneras de obtenerlo o mejorarlo. Ruego que sigamos esforzándonos por tener la imagen del Salvador en nuestro rostro al estar frente a nuestros alumnos cada día. Sé que podemos desarrollar ese don si buscamos Su ayuda. Lo testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.