La dignidad no significa estar libre de mancha
Cuando sientan que han fallado demasiadas veces como para seguir esforzándose, recuerden que la expiación de Cristo es real, como también lo es la gracia que esta hace posible.
Una vez envié por teléfono a mi hija y a mi yerno un mensaje dictado. Yo les dije: “Hola a los dos, ¡los quiero tanto!”. Pero ellos recibieron esto: “Hola a los dos, ¡no los aguanto!”. ¿No es asombrosa la facilidad con que un mensaje positivo y bien intencionado puede malinterpretarse? Esto es lo que sucede a veces con los mensajes de Dios sobre el arrepentimiento y la dignidad.
Algunos, erróneamente, reciben el mensaje de que el arrepentimiento y el cambio son innecesarios. El mensaje de Dios es que ambos son esenciales1. ¿Pero no nos ama Dios a pesar de nuestras carencias? ¡Claro que sí! Él nos ama de una manera perfecta. Yo amo a mis nietos, con sus imperfecciones, pero eso no significa que no desee que mejoren y lleguen a ser todo lo que puedan ser. Dios nos ama tal y como somos, pero también nos ama demasiado como para dejarnos así2. El propósito de la vida terrenal es crecer en el Señor3. La expiación de Cristo tiene que ver precisamente con el cambio. Cristo no solo nos puede resucitar, purificar, consolar y sanar, sino que, a lo largo del proceso, Él puede transformarnos para que lleguemos a ser más semejantes a Él4.
Algunos, erróneamente, reciben el mensaje de que el arrepentimiento es un suceso puntual. El mensaje de Dios, tal como el presidente Nelson enseñó, es que “[e]l arrepentimiento […] es un proceso”5. El arrepentimiento puede tomar bastante tiempo y ser un esfuerzo repetido6, de modo que abandonar el pecado7 y “no tene[r] más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente”8 son empeños que duran toda la vida9.
La vida es como un largo viaje en auto. No podemos llegar a nuestro destino con un solo tanque de gasolina; debemos llenarlo una y otra vez. Participar de la Santa Cena es como detenerse en una estación de servicio. Al arrepentirnos y renovar nuestros convenios, manifestamos que estamos dispuestos a guardar los mandamientos, y Dios y Cristo nos bendicen con el Santo Espíritu10. En resumen, prometemos seguir avanzando en nuestro camino, y Dios y Cristo prometen llenar el tanque.
Algunos, erróneamente, reciben el mensaje de que no son dignos de participar plenamente en el Evangelio porque no están completamente libres de malos hábitos. El mensaje de Dios es que la dignidad no significa estar libre de mancha11; la dignidad consiste en ser sinceros y esforzarse. Debemos ser sinceros con Dios, con los líderes del sacerdocio y con otras personas que nos aman12, y debemos esforzarnos por guardar los mandamientos de Dios y nunca darnos por vencidos solo porque cometamos errores13. El élder Bruce C. Hafen dijo que desarrollar un carácter como el de Cristo “requiere más paciencia y persistencia que estar libre de mancha”14. El Señor ha dicho que los dones del Espíritu “se dan para el beneficio de los que me aman y guardan todos mis mandamientos, y de los que procuran hacerlo”15.
Un joven al que llamaré Damon escribió: “Al crecer tenía una adicción a la pornografía. Siempre me sentía muy avergonzado porque no conseguía hacer las cosas bien”. Cada vez que Damon cometía un error, el remordimiento era tan intenso que, con dureza, se consideraba indigno de cualquier tipo de gracia y perdón, o de que Dios le diera más oportunidades. Él dijo: “Llegué a la conclusión de que lo único que merecía era sentirme muy mal todo el tiempo. Suponía que probablemente Dios me odiaba porque no estaba dispuesto a esforzarme más y superar todo eso de una vez por todas. Pasaba una semana, en ocasiones incluso un mes, pero volvía a caer y pensaba: ‘Nunca seré lo suficientemente bueno, ¿qué sentido tiene siquiera intentarlo?’”.
En uno de esos momentos desalentadores, Damon le dijo a su líder del sacerdocio: “Puede que simplemente tenga que dejar de venir a la Iglesia. Estoy harto de ser hipócrita”.
Su líder le respondió: “No eres un hipócrita por tener un mal hábito que estás tratando de superar. Eres un hipócrita si lo escondes, si mientes al respecto o si tratas de convencerte de que el problema es de la Iglesia por tener normas demasiado elevadas. Ser sincero en cuanto a tus hechos y dar pasos para seguir adelante no es ser un hipócrita; es ser un discípulo”16. Ese líder citó al élder Richard G. Scott, quien enseñó que “el Señor ve las debilidades en forma diferente a como ve la rebelión […]; cuando habla de debilidades, siempre lo hace con misericordia”17.
Esa perspectiva le dio esperanza a Damon, que se dio cuenta de que Dios no estaba ahí arriba diciendo: “Damon volvió a meter la pata”; más bien, Dios estaría diciendo: “Miren lo mucho que ha progresado Damon”. Ese joven finalmente dejó de mirar avergonzado hacia abajo y a los lados, buscando excusas y justificaciones. Miró hacia arriba en busca de ayuda divina y la halló18.
Damon dijo: “En el pasado solamente había acudido a Dios para pedir perdón, pero ahora también le pedía gracia, Su ‘poder habilitador’ (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Gracia”). Nunca lo había hecho antes. Ahora paso mucho menos tiempo odiándome por lo que he hecho, y mucho más tiempo amando a Jesús por lo que Él ha hecho”.
Teniendo en cuenta el tiempo que Damon había estado luchando, no era útil ni realista que sus padres y líderes lo ayudaran a decir “nunca más” con demasiada rapidez, o que le pusieran arbitrariamente una norma de abstinencia para ser considerado “digno”. Por el contrario, comenzaron con metas pequeñas y alcanzables. Dejaron de tener expectativas de tipo “todo o nada” y se centraron en el progreso gradual, lo cual le permitió a Damon edificar sobre una sucesión de éxitos, y no de fracasos19. Al igual que el pueblo esclavizado de Limhi, Damon aprendió que podía “prosperar gradualmente”20.
El élder D. Todd Christofferson ha aconsejado: “Para resolver algo grande, tal vez tengamos que encararlo en pequeñas porciones diarias […]. El incorporar hábitos nuevos y sanos en nuestro carácter, o el sobreponernos a malos hábitos o adicciones, con frecuencia significa un esfuerzo hoy, seguido de otro mañana y luego otro, tal vez durante muchos días, incluso meses y años […]; pero es posible hacerlo porque podemos acudir a Dios […] por la ayuda que necesitamos a diario”21.
Ahora bien, hermanos y hermanas, la pandemia del Covid-19 no ha sido fácil para nadie, pero el aislamiento que conllevan las restricciones de la cuarentena ha hecho la vida especialmente difícil para quienes tienen problemas relacionados con los malos hábitos. Recuerden que el cambio es posible, que el arrepentimiento es un proceso y que la dignidad no significa estar libre de mancha. Y, lo más importante, recuerden que Dios y Cristo están dispuestos a ayudarnos aquí y ahora22.
Algunos, erróneamente, reciben el mensaje de que, para ayudarnos, Dios espera hasta después de que nos hayamos arrepentido. El mensaje de Dios es que Él nos ayudará a medida que nos arrepintamos. Su gracia está a nuestro alcance “sin importar en dónde estemos en el camino de la obediencia”23. El élder Dieter F. Uchtdorf ha dicho: “Dios no necesita personas sin defectos; Él busca a aquellos que ofrecen ‘el corazón y una mente bien dispuesta’ (Doctrina y Convenios 64:34), y los hará ‘perfectos en Cristo’ (Moroni 10:32–33)”24.
Muchas personas han sufrido mucho debido a rupturas y tensiones en relaciones, que les resulta difícil creer en la compasión y la longanimidad de Dios. Les cuesta ver a Dios tal como es: un Padre amoroso que satisface nuestras necesidades25 y sabe “da[r] buenas cosas a los que le piden”26. Su gracia no es simplemente un premio para los dignos; la “ayuda divina” que Él nos da es lo que nos ayuda a llegar a ser dignos. No es simplemente una recompensa para los justos; la “investidura de fortaleza” que Él da es lo que nos ayuda a llegar a ser justos27. No estamos simplemente caminando hacia Dios y Cristo; estamos caminando con Ellos28.
Por toda la Iglesia, los jóvenes recitan los lemas de las Mujeres Jóvenes y de los cuórums del Sacerdocio Aarónico. Desde Nueva Zelanda hasta España, y desde Etiopía hasta Japón, las jóvenes dicen: “[V]aloro el don del arrepentimiento”. Desde Chile hasta Guatemala y Moroni, Utah, los hombres jóvenes declaran: “En la medida en que me esfuerce por servir, ejercer la fe, arrepentirme y mejorar cada día, calificaré para recibir las bendiciones del templo y el gozo duradero del Evangelio”.
Prometo que esas bendiciones y ese gozo son reales y están al alcance de aquellos que guardan todos los mandamientos y “de los que procuran hacerlo”29. Cuando sientan que han fallado demasiadas veces como para seguir esforzándose, recuerden que la expiación de Cristo es real, como también lo es la gracia que esta hace posible30. El “brazo de [Su] misericordia se extiende hacia [ustedes]”31. Se los ama hoy, dentro de veinte años y para siempre. En el nombre de Jesucristo. Amén.