Allegarnos más al Salvador
Al procurar conocer y amar al Salvador, nos separamos del mundo mediante convenios con Dios, siendo diferentes, atípicos y especiales, sin aislarnos de otras personas que tengan otras creencias.
Mis queridos hermanos y hermanas, esta noche me dirijo a los humildes y devotos seguidores de Jesucristo. Al ver la bondad de sus vidas y su fe en nuestro Salvador aquí, en este país, y en las naciones de todo el mundo, los amo aún más.
Hacia el final de Su ministerio, los discípulos de Jesús le pidieron que les hablara acerca de la “señal […] de [Su segunda] venida y del fin del mundo”1.
Jesús les habló de las condiciones que precederían a Su regreso y concluyó declarando: “… cuando veáis todas estas cosas, sab[réis] que [el tiempo] está cerca”2.
En la última conferencia general escuché muy atentamente estas palabras del presidente Henry B. Eyring: “Cada uno de nosotros, allí donde nos encontremos, sabe que vivimos en tiempos cada vez más peligrosos […]. Todo el que tenga ojos para ver las señales de los tiempos y oídos para oír las palabras de los profetas sabe que eso es verdad”3.
El Salvador elogió a Sus valientes discípulos: “… bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen”4. Ruego que obtengamos esta bendición conforme escuchamos atentamente las palabras del Señor por medio de Sus profetas y demás personas en esta conferencia.
El trigo y la cizaña
El Señor explicó que, en ese período final antes de Su regreso, el “trigo”, como Él describe a “los hijos del reino”5, crecería al lado de la “cizaña”, aquellos que no aman a Dios y no guardan Sus mandamientos. Ambos “crecer[ían] juntamente”6, lado a lado.
Este será nuestro mundo hasta que el Salvador regrese, con mucho que es bueno y mucho que es malo a cada lado7.
Quizás a veces no se sientan como una espiga de trigo fuerte y madura. Sean pacientes con ustedes mismos. El Señor dijo que el trigo incluirá tiernas hierbas que brotan8. Todos somos Sus Santos de los Últimos Días y, aunque todavía no somos todo lo que queremos ser, somos serios en nuestro deseo de ser Sus verdaderos discípulos.
Fortalecer nuestra fe en Jesucristo
Nos damos cuenta de que a medida que aumenta la maldad en el mundo, nuestra supervivencia espiritual, y la supervivencia espiritual de nuestros seres queridos, requerirá que nutramos, reforcemos y fortalezcamos más plenamente las raíces de nuestra fe en Jesucristo. El apóstol Pablo nos aconsejó que estuviéramos arraigados9, fundamentados y firmes10 en nuestro amor por el Salvador y nuestra determinación de seguirlo. Hoy y los días venideros requieren un esfuerzo más específico y concentrado, y que nos protejamos de las distracciones y el descuido11.
Sin embargo, incluso ante las crecientes influencias mundanas que nos rodean, no tenemos por qué temer; el Señor nunca abandonará a Su pueblo del convenio. Existe un poder compensatorio de dones espirituales y guía divina para los justos12. Sin embargo, esta bendición adicional de poder espiritual no recae sobre nosotros simplemente porque formemos parte de esta generación; llega cuando fortalecemos nuestra fe en el Señor Jesucristo y guardamos Sus mandamientos, cuando llegamos a conocerlo y a amarlo. “[E]sta es la vida eterna”, oró Jesús, “que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”13.
Como bien sabemos, tener fe en Jesucristo y ser un verdadero discípulo es más que una decisión que se toma una vez, más que un acontecimiento único. Es un proceso sagrado y constante que crece y se expande a lo largo de las estaciones de nuestra vida, que continuará hasta que nos arrodillemos a Sus pies.
Con el trigo creciendo entre la cizaña del mundo, ¿cómo podemos profundizar y fortalecer nuestro compromiso con el Salvador en los días venideros?
A continuación, les doy tres ideas:
Sumérjanse en la vida de Jesús
Primero, podemos sumergirnos más completamente en la vida de Jesús, en Sus enseñanzas, Su majestuosidad, Su poder y Su sacrificio expiatorio. El Salvador dijo: “Mirad hacia mí en todo pensamiento”14. El apóstol Juan nos recuerda: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”15. A medida que experimentamos mejor Su amor, lo amamos todavía más y, de manera muy natural, seguimos mejor Su ejemplo de amar y cuidar a quienes tenemos a nuestro alrededor. Con cada movimiento en rectitud que hacemos hacia Él, lo vemos con más claridad16. Lo adoramos y tratamos de imitarlo de maneras sencillas17.
Hagan convenios con el Señor
Luego, al conocer y amar mejor al Salvador, aumenta todavía más nuestro deseo de prometerle nuestra lealtad y confianza. Hacemos convenios con Él; comenzamos con nuestras promesas en el bautismo y confirmamos esas promesas y otras a medida que nos arrepentimos diariamente, pedimos perdón y esperamos con anhelo recibir la Santa Cena cada semana. Nos comprometemos “a recordarle siempre, y a guardar sus mandamientos”18.
Cuando estamos preparados, aceptamos las ordenanzas y los convenios del templo. Al sentir la influencia de la eternidad en nuestros momentos sagrados y tranquilos en la Casa del Señor, hacemos con alegría convenios con Dios y fortalecemos nuestra determinación por cumplirlos.
Hacer convenios y guardarlos permite que el amor del Salvador penetre más profundamente en nuestro corazón. En la revista Liahona de este mes, el presidente Russell M. Nelson dijo: [Nuestros] convenio[s] nos acercará[n] más y más a Él […]. Dios no abandonará Su relación con aquellos que han forjado tal vínculo con Él”19. Y tal como el presidente Nelson dijo esta mañana de una manera tan hermosa: “Con la dedicación de cada nuevo templo, el mundo recibe poder divino adicional para fortalecernos y contrarrestar los esfuerzos del adversario, que se intensifican cada vez más”20.
¿Podemos ver por qué el Señor indicaría a Su profeta que acercara más los santos templos a nosotros y nos permitiera estar en Su casa más a menudo?
Al entrar en el templo, nos liberamos por un tiempo de las influencias mundanas que se ciernen sobre nosotros mientras aprendemos acerca de nuestro propósito en la vida y los dones eternos que se nos ofrecen por medio de nuestro Salvador, Jesucristo.
Salvaguarden el don del Espíritu Santo
Finalmente, mi tercera idea: en este cometido sagrado, atesoramos, protegemos, defendemos y salvaguardamos el don del Espíritu Santo. Tanto el presidente M. Russell Ballard, hoy más temprano, como el élder Kevin W. Pearson, hace unos momentos, hablaron de la advertencia profética del presidente Nelson que yo volveré a repetir: “[N]o será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo”21. Este es un don que no tiene precio. Hacemos nuestro mejor esfuerzo por proteger nuestras experiencias diarias, a fin de que la influencia del Espíritu Santo permanezca con nosotros. Somos una luz al mundo y, cuando es necesario, elegimos voluntariamente ser diferentes de los demás. El presidente Dallin H. Oaks preguntó recientemente a los jóvenes adultos: “¿Se atreven [ustedes] a ser diferentes? […]. Las decisiones que toman en su vida personal son [especialmente] importantes […]. ¿Siguen adelante contra la oposición del mundo?”22.
Decidan ser diferentes del mundo
En una reciente publicación en las redes sociales, pedí a mis condiscípulos que compartieran las decisiones que habían tomado y que les exigían ser diferentes del mundo. Recibí cientos de respuestas23. Estas son algunas de ellas:
Amanda: Soy enfermera y trabajo en la cárcel local. Intento cuidar de los reclusos como lo haría Cristo.
Rachel: Soy cantante de ópera y a menudo se da por sentado que me pondré cualquier vestido que me den, sin tener en cuenta la modestia. [Como he recibido la investidura], les dije [a los productores] que mi vestimenta debía ser [modesta]. No estaban contentos […], pero hicieron las modificaciones, aunque de mala gana. No cambiaría la paz que proviene de ser testigo de Cristo en todo momento.
Chriss: Soy alcohólica (en proceso de recuperación), digna de entrar al templo y miembro de la Iglesia. No guardo silencio sobre mis experiencias con la adicción y la obtención de un testimonio de la expiación [de Jesucristo].
Lauren: Estaba escribiendo una breve obra con mis compañeros de la escuela secundaria. Querían que mi personaje, tranquilo y reservado, tuviera un repentino arrebato de lenguaje vulgar. Me presionaron mucho, pero me negué y me mantuve firme.
Adam: Muchas personas no me creen cuando digo que guardo la ley de castidad y me abstengo de consumir pornografía. No entienden la ventaja que suponen el gozo y la tranquilidad que siento por ello.
Ella: Mi padre es miembro de la comunidad LGBTQ. Siempre trato de tener en cuenta los sentimientos de los demás cuando doy testimonio de Cristo y soy fiel a lo que creo.
Andrade: Decidí seguir yendo a la Iglesia cuando mi familia decidió dejar de asistir.
Y finalmente, de Sherry: Asistimos a un evento en la mansión del gobernador y empezaron a servir champán para “brindar”. Insistí en que me dieran agua, aunque el personal dijo que sería ofensivo. Brindamos por el gobernador ¡y yo sostuve mi vaso de agua en alto! El gobernador no se ofendió.
El presidente Nelson ha dicho: “Sí, ustedes están viviendo en el mundo, pero tienen normas muy diferentes del mundo para ayudarlos a evitar la mancha del mundo”24.
Anastasia, una joven madre de Ucrania, estaba en el hospital luego de haber dado a luz a un niño cuando comenzaron los bombardeos en Kiev el pasado mes de febrero. Una enfermera abrió la puerta de la habitación del hospital y dijo con voz urgente: “¡Tome a su bebé, envuélvalo en una cobija y salga al pasillo ahora!”.
Más tarde, Anastasia comentó:
“Nunca imaginé que mis primeros días de maternidad serían tan difíciles, pero […] me estoy centrando […] en las bendiciones y los milagros que he visto […].
“Ahora mismo […] puede parecer imposible llegar a perdonar a quienes han causado tanta destrucción y daño […] pero, como discípula de Cristo, tengo fe en que podré [perdonar] […].
“No sé todo lo que ocurrirá en el futuro […] pero sé que guardar nuestros convenios permitirá que el Espíritu esté con nosotros continuamente […] y eso nos permitirá sentir gozo y esperanza, incluso en los momentos difíciles”25.
La promesa de vida eterna y gloria celestial
Mis hermanos y hermanas, he sido bendecido al recibir abundantemente del amor de nuestro amado Salvador, Jesucristo. Sé que Él vive y guía Su santa obra. No tengo las palabras para expresar plenamente mi amor por Él.
Todos nosotros somos “hijos del convenio”, nos extendemos por toda la tierra, en naciones y culturas en cada continente, y nos contamos por millones mientras esperamos el glorioso regreso de nuestro Señor y Salvador. Al ser una luz brillante para quienes están a nuestro alrededor, damos forma conscientemente a nuestros deseos, pensamientos, elecciones y acciones. Al procurar con todo el corazón conocer y amar al Salvador, nos separamos del mundo mediante convenios con Dios, siendo diferentes, atípicos y especiales al honrarlo a Él y a Sus enseñanzas, sin aislarnos de otras personas que tengan otras creencias.
Ser el trigo entre la cizaña es un viaje asombroso, a veces cargado de pesar, pero siempre mitigado por la madurez y la certeza del asentamiento de nuestra fe. Si permiten que su amor por el Salvador y el amor de Él por ustedes se asiente profundamente en su corazón, les prometo un aumento de confianza, paz y gozo para afrontar los desafíos de la vida; y el Salvador nos promete: “… juntar[é] a los de mi pueblo, de acuerdo con la parábola del trigo y la cizaña, a fin de que se guarde el trigo en los graneros para poseer la vida eterna, y ellos sean coronados de gloria celestial”26. En el nombre de Jesucristo. Amén.