Que te conozcan a Ti
Mi deseo sincero es que conozcan a Jesús por Sus muchos nombres y que lleguen a ser semejantes a Él.
Hace unos años, durante una reunión sacramental en nuestro barrio de Arizona, tuve una experiencia que me cambió la vida. Cuando la oración sacramental indicó nuestra disposición a “tomar sobre [nosotros] el nombre de [Jesucristo]”1, el Espíritu Santo me recordó que Jesús tiene muchos nombres. Entonces, esta pregunta penetró mi corazón: “¿Cuál de los nombres de Jesús debería tomar sobre mí esta semana?”.
Me vinieron a la mente tres nombres y los anoté. Cada uno de ellos incluía atributos semejantes a los de Cristo que yo quería desarrollar más plenamente. Aquella semana me centré en esos tres nombres e intenté adoptar sus correspondientes atributos y características. Desde entonces sigo formulando esa pregunta como parte de mi adoración personal: “¿Cuál de los nombres de Jesús debería tomar sobre mí esta semana?”. Responder esa pregunta y esforzarme por desarrollar los correspondientes atributos semejantes a los de Cristo han bendecido mi vida.
Jesús expresó esta importante verdad en Su gran oración intercesora: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”2. Hoy me gustaría hablarles de las bendiciones y el poder que provienen de conocer a Jesucristo por Sus muchos nombres.
Una manera sencilla de conocer a alguien es aprender su nombre. Se ha dicho que “el nombre de una persona es para ella el sonido más dulce e importante en cualquier idioma”3. ¿Han tenido alguna vez la experiencia de llamar a alguien por el nombre equivocado u olvidar su nombre? A veces, mi esposa, Alexis, y yo hemos llamado “Lola” a uno de nuestros hijos. Lamentablemente, como quizás hayan adivinado, ¡Lola es nuestra perrita! Para bien o para mal, olvidar el nombre de alguien le comunica a esa persona que probablemente no la conozcan muy bien.
Jesús conocía y llamaba a las personas por su nombre. El Señor dijo al antiguo Israel: “… No temas, porque yo te he redimido; te puse nombre; mío eres tú”4. En la mañana de la Pascua de Resurrección, el testimonio de María del Cristo resucitado se afianzó cuando Jesús la llamó por su nombre5. Del mismo modo, Dios llamó a José Smith por su nombre en respuesta a su oración de fe6.
En varios casos, Jesús dio a Sus discípulos nuevos nombres que indicaban su naturaleza, capacidad y potencial. Jehová le dio a Jacob el nuevo nombre de Israel, que significa “el que prevalece con Dios” o “que Dios prevalezca”7. Jesús les puso a Santiago y a Juan el nombre de Boanerges, que significaba los “Hijos del Trueno”8. Al ver el futuro de Simón como líder, Jesús le dio el nombre de Cefas o Pedro, que quiere decir piedra9.
Así como Jesús nos conoce a cada uno de nosotros por nuestro nombre, una manera de llegar a conocer mejor a Jesús es aprender Sus muchos nombres. Al igual que los nombres de Israel y Pedro, muchos de los nombres de Jesús son títulos que nos ayudan a entender Su misión, propósito, carácter y atributos. A medida que lleguemos a conocer Sus muchos nombres, comprenderemos mejor Su misión divina y Su carácter abnegado. Conocer Sus muchos nombres nos inspira asimismo a llegar a ser más semejantes a Él, a desarrollar los atributos semejantes a los de Cristo que brindan gozo y propósito a nuestra vida.
Hace unos años, el presidente Russell M. Nelson estudió todos los pasajes de las Escrituras concernientes a Jesucristo en la Guía para el Estudio de las Escrituras10 y luego invitó a los jóvenes adultos a estudiar esos mismos pasajes. En cuanto a los muchos nombres de Jesús, el presidente Nelson dijo: “Estudien todo lo que Jesucristo es, procurando, de manera devota y vigorosa, entender lo que cada uno de Sus títulos y nombres significan personalmente para ustedes”11.
Después de la invitación del presidente Nelson, comencé a elaborar mi propia lista de los muchos nombres de Jesús, la cual tiene ahora más de trescientos nombres, y estoy seguro de que hay muchos más que aún no he descubierto.
Aunque algunos de los nombres de Jesús están reservados solo para Él12, me gustaría mencionar cinco nombres y títulos que se pueden aplicar a cada uno de nosotros. Los invito a elaborar su propia lista a medida que lleguen a conocer a Jesús por Sus muchos nombres. Al hacerlo, se darán cuenta de que hay otros nombres, junto con sus correspondientes atributos semejantes a los de Cristo, que querrán tomar sobre ustedes como discípulos de Jesús por convenio13.
Primero, Jesús es el Buen Pastor14. Como tal, conoce a Sus ovejas15, “a sus ovejas llama por nombre”16 y, en calidad de Cordero de Dios, dio Su vida por ellas17. Del mismo modo, Jesús desea que seamos buenos pastores, en particular en el seno de nuestra familia y como hermanos y hermanas ministrantes. Una manera de demostrar nuestro amor por Jesús es apacentando Sus ovejas18. En el caso de aquellas que andan errantes, los buenos pastores van al desierto para encontrarlas y permanecen con ellas hasta que regresan a salvo19. Como buenos pastores, y según lo permitan las circunstancias locales, debemos intentar dedicar más tiempo a ministrar a las personas en sus hogares. En la ministración, los mensajes de texto y la tecnología deben utilizarse para mejorar el contacto personal, no para reemplazarlo20.
Segundo, Jesús es el Sumo Sacerdote de las cosas buenas por venir21. Sabiendo que faltaban pocas horas para Su crucifixión, Él dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo”22. Hoy en día, cuando nuestro mundo se polariza y divide con frecuencia, existe una gran necesidad de que prediquemos y practiquemos la positividad, el optimismo y la esperanza. A pesar de cualquier desafío que hayamos enfrentado en el pasado, la fe siempre señala hacia un futuro23 lleno de esperanza, lo cual nos permite cumplir con la invitación de Jesús a tener ánimo24. Vivir el Evangelio con gozo nos ayuda a llegar a ser discípulos de las cosas buenas por venir.
Otro de los títulos de Jesús es que Él es el Mismo, ayer, hoy y por los siglos25. La constancia es un atributo cristiano. Jesús siempre hizo la voluntad de Su Padre26 y Su brazo está extendido de forma constante para salvarnos, ayudarnos y sanarnos27. Si somos más constantes en vivir el Evangelio, llegaremos a ser más semejantes a Jesús28. Aunque el mundo experimentará vaivenes en sus péndulos de popularidad a medida que las personas son fluctuantes y llevadas por doquiera de todo viento de doctrina29, vivir el Evangelio de manera constante nos ayuda a ser firmes e inmutables durante las tormentas de la vida30. También podemos demostrar constancia al aceptar esta invitación del presidente Nelson: “[D]ediquen tiempo al Señor”31. Se recibe una gran fortaleza espiritual por medio de cosas pequeñas y sencillas32, tales como desarrollar “los hábitos santos y las rutinas de rectitud”33 de la oración, el arrepentimiento, el estudio de las Escrituras y el servicio a los demás a diario.
Cuarto, Jesús es el Santo de Israel34. Su vida fue un modelo de santidad. Al seguirlo a Él, podemos llegar a ser santos en Israel35. Aumentamos en santidad al asistir con regularidad al templo, donde las palabras “Santidad al Señor” están grabadas sobre cada entrada. Cada vez que adoramos en el templo salimos investidos con mayor poder para hacer de nuestro hogar un lugar de santidad36. A toda persona que actualmente no tenga una recomendación para entrar en el santo templo, la invito a reunirse con su obispo y prepararse para entrar o regresar a ese lugar santo. El tiempo que pasemos en el templo incrementará la santidad en nuestra vida.
Por último, otro nombre de Jesús es que Él es Fiel y Verdadero37. Así como Jesús fue siempre fiel y verdadero, Su mayor deseo es que mostremos esas cualidades en nuestra vida. Si nuestra fe flaquea, podemos clamar a Él: “¡Señor, sálvame!”, tal como hizo Pedro cuando comenzó a hundirse en el mar tempestuoso de Galilea38. Aquel día, Jesús extendió la mano para rescatar al discípulo que se estaba ahogando. Él ha hecho lo mismo por mí y hará lo mismo por ustedes. Nunca se den por vencidos con Jesús: ¡Él nunca se dará por vencido con ustedes!
Cuando somos fieles y verdaderos, seguimos el llamado de Jesús: “Permaneced en mí”, que también puede significar “quedaos conmigo”39. Cuando nos enfrentamos a preguntas, cuando se burlan de nosotros a causa de nuestra fe, cuando nos señalan los dedos de escarnio de aquellos que están en los edificios grandes y espaciosos del mundo, permanecemos fieles y verdaderos. En esos momentos recordamos la súplica de Jesús: “Mirad hacia mí en todo pensamiento; no dudéis; no temáis”40. Si lo hacemos así, Él nos da la fe, la esperanza y la fortaleza necesarias para permanecer con Él para siempre41.
Estimados hermanos y hermanas, Jesús desea que lo conozcamos porque el Suyo es el único nombre dado debajo del cielo por el cual podemos ser salvos42. Jesús es el camino, la verdad y la vida; nadie puede regresar al Padre sino por Él43. ¡Jesús es el único camino! Por esa razón, Él nos invita: “Venid a mí”44, “seguidme”45, “anda[d] conmigo”46 y “aprended de mí”47.
Doy testimonio de Jesucristo con todo mi corazón: que Él vive, los ama y los conoce por su nombre. Él es el Hijo de Dios48, el Unigénito del Padre49. Él es nuestra Roca, nuestra Fortaleza, nuestro Escudo, nuestro Refugio y nuestro Libertador50. Él es la Luz que brilla en las tinieblas51. Él es nuestro Salvador52 y nuestro Redentor53. Él es la Resurrección y la Vida54. Mi deseo sincero es que conozcan a Jesús por Sus muchos nombres y que lleguen a ser semejantes a Él al grado en que ejemplifiquen Sus atributos divinos en su vida. En el nombre de Jesucristo. Amén.