Conferencia General
Aplomo semejante al de Cristo
Conferencia General de abril de 2023


11:17

Aplomo semejante al de Cristo

“Y levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y cesó el viento y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:39).

La última ocasión en que discursé en la conferencia general, mi yerno, Ryan, me mostró un tuit que decía: “¿En serio? El apellido de este hombre es Bragg (que en inglés significa “alardear”), ¿y no va a hablar de la humildad? ¡Qué lástima!”. Tristemente, la desilusión continúa.

Don Bragg cuando era jugador de básquetbol

Mi maravilloso padre fue uno de los mejores jugadores de básquetbol de la UCLA, bajo la dirección del legendario entrenador John Wooden. Ellos se mantuvieron en estrecho contacto mientras mi padre vivió y, de vez en cuando, el entrenador Wooden y su esposa venían a nuestra casa a cenar. Él siempre estaba encantado de hablar conmigo sobre básquetbol o sobre cualquier otra cosa que yo deseara. En una ocasión le pregunté qué consejos podía darme, pues yo iba a iniciar mi último año de secundaria. Siendo siempre el maestro que era, me dijo: “Tu padre me contó que te has unido a la Iglesia de Jesucristo, así que sé que tienes fe en el Señor. Con esa fe, asegúrate de tener aplomo en cada situación. Sé un buen hombre incluso durante las tribulaciones”.

Todos estos años he recordado esa conversación. Me he identificado con ese consejo de estar calmado, tranquilo y sereno en todas las situaciones, particularmente en tiempos de adversidad y presión. Yo podía ver cómo los equipos del entrenador Wooden jugaban con aplomo y el gran éxito que tuvieron al ganar diez campeonatos nacionales.

Pero en estos días no se habla mucho del aplomo y se practica incluso menos en los momentos turbulentos y de división. Con frecuencia se menciona en el deporte: un jugador con aplomo es imperturbable en un partido muy reñido o un equipo se viene abajo por falta de aplomo. Pero esta maravillosa cualidad va más allá del deporte. El aplomo tiene una aplicación mucho más amplia en la vida y puede bendecir a los padres, líderes, misioneros, maestros, alumnos y a todas las personas que están haciendo frente a las tormentas de la vida.

El aplomo espiritual nos bendice para permanecer calmados y centrados en lo que tiene más importancia, especialmente cuando estamos bajo presión. El presidente Hugh B. Brown enseñó: “La fe en Dios y en el triunfo final del bien contribuye al aplomo mental y espiritual ante las dificultades”1.

El presidente Russell M. Nelson es un ejemplo maravilloso de aplomo espiritual. En una ocasión, cuando el entonces Dr. Nelson estaba efectuando una operación quirúrgica de baipás coronario cuádruple, la presión arterial del paciente descendió de pronto. El doctor Nelson evaluó con calma la situación y se dio cuenta de que, sin querer, un miembro del equipo había quitado una pinza, que se volvió a colocar de inmediato y el doctor Nelson tranquilizó al miembro del equipo diciéndole: “Todavía te aprecio”, y después añadió en broma: “¡Hay ocasiones en que te aprecio más que en otras!”. Él nos mostró cómo se debe manejar una emergencia —con aplomo, centrados en lo que tiene más importancia— al ocuparse de la emergencia. El presidente Nelson dijo: “Se trata de un asunto de autodisciplina extrema. Tu reacción natural es: ‘¡Entrenador, sáqueme del partido! Quiero irme a casa’, pero claro no puedes hacerlo. Una vida depende completamente de todo el equipo quirúrgico. Así que debes mantenerte lo más calmado, relajado y atento que jamás hayas estado”2.

Por supuesto, el Salvador es el ejemplo supremo de aplomo.

En el Jardín de Getsemaní, en una agonía inimaginable cuando “sudaba como grandes gotas de sangre”3, Él ejemplificó el aplomo divino con esta sencilla pero majestuosa declaración: “… no se haga mi voluntad, sino la tuya”4. Bajo la inmensa presión de hacer posible la salvación para todo el género humano, Jesús manifestó tres condiciones importantes que nos ayudan a comprender Su gran aplomo. Primero, Él sabía quién era y fue fiel a Su misión divina. Segundo, Él sabía que había un gran plan de felicidad. Y, por último, Él sabía que, por medio de Su expiación infinita, todos los que compartan fielmente el yugo con Él serán salvos, al hacer y guardar convenios sagrados que se reciben por medio de las ordenanzas del sacerdocio, tal como enseñó hoy el élder Dale G. Renlund de manera muy hermosa.

Para contrastar la diferencia entre perder y conservar el aplomo, piensen en lo que ocurrió cuando Cristo y Sus apóstoles se marchaban del Jardín de Getsemaní. Al ser confrontados por los soldados que querían arrestar a Jesús, la reacción de Pedro fue perder el aplomo y atacar con violencia, cortándole la oreja a Malco, el siervo del sumo sacerdote. Por otra parte, la reacción de Jesucristo fue conservar Su aplomo y aportar calma a aquella tensa situación sanando a Malco5.

Para aquellos de nosotros que tenemos dificultades para mantener el aplomo y quizás nos hemos desalentado, consideremos el resto del relato de Pedro. Poco tiempo después de este incidente y del sufrimiento de negar su relación con Cristo6, Pedro se presentó ante los mismos líderes religiosos que habían condenado al Salvador y, con gran aplomo, aun sometido a un intenso interrogatorio, testificó elocuentemente de la divinidad de Jesucristo7.

Sepan quiénes son y sean fieles a su identidad divina

Pensemos en los elementos que dan forma a un aplomo semejante al de Cristo. Para comenzar, el saber quiénes somos y el ser fieles a nuestra identidad divina nos brindan calma. El aplomo semejante al de Cristo requiere que evitemos compararnos con otras personas o finjamos ser alguien que no somos8. José Smith enseñó: “Si los hombres no comprenden la naturaleza de Dios, no se comprenden a sí mismos”9. Simplemente no es posible tener aplomo divino sin saber que somos hijos e hijas divinos de un Padre Celestial amoroso.

En su discurso “Decisiones para la eternidad”, el presidente Nelson enseñó estas verdades eternas en cuanto a quiénes somos: somos hijos de Dios, somos hijos del convenio y somos discípulos de Cristo. Y luego prometió: “Conforme asuman estas verdades, nuestro Padre Celestial los ayudará a alcanzar la meta final de vivir eternamente en Su santa presencia”10. En verdad somos seres espirituales divinos teniendo una experiencia terrenal. Saber quiénes somos y ser fieles a esa identidad divina son elementos fundamentales para desarrollar aplomo semejante al de Cristo.

Sepan que hay un plan divino

El siguiente elemento, el recordar que existe un gran plan, infunde valor y aplomo durante las situaciones difíciles. Nefi pudo ir y hacer11 conforme a lo que el Señor mandó “sin saber de antemano”12 las cosas que iba a hacer, porque sabía que sería guiado por el Espíritu, para que se cumpliera el plan eterno de un amoroso Padre Celestial. El aplomo llega cuando vemos las cosas con una perspectiva eterna. El Señor ha aconsejado a Sus discípulos: “… Alzad vuestros ojos”13 y “reposen en vuestra mente las solemnidades de la eternidad”14. Al considerar los desafíos desde la perspectiva de un plan eterno, la presión se convierte en el privilegio de amar, servir, enseñar y bendecir. Una visión eterna hace posible el aplomo semejante al de Cristo.

Sepan del poder habilitador de Jesucristo y Su expiación

Y, por último, el poder habilitador de Cristo, hecho posible por medio de Su sacrificio expiatorio, nos da la fortaleza para perseverar y prevalecer. Gracias a Jesucristo podemos hacer convenios con Dios y ser fortalecidos para guardar esos convenios. Podemos estar unidos al Salvador con gozo y calma, pese a nuestras circunstancias temporales15. En el capítulo 7 de Alma se enseña de manera hermosa en cuanto al poder habilitador de Cristo. Además de redimirnos del pecado, el Salvador puede fortalecernos en nuestras debilidades, temores y desafíos en esta vida.

Al centrarnos en Cristo, podemos calmar nuestros temores como el pueblo de Alma lo hizo en Helam16. Ante la amenaza de un ejército hostil, aquellos fieles discípulos de Cristo actuaron con aplomo. El élder David A. Bednar ha enseñado: “Alma aconsejó a los creyentes que recordaran al Señor y la liberación que solo Él podía dar (véase 2 Nefi 2:8); y el conocimiento del cuidado protector del Salvador permitió que la gente calmara sus temores”17. Esto ejemplifica el aplomo.

El Gran Hombre en una tormenta

Noé nos enseñó mucho acerca de la paciencia durante una tormenta; sin embargo, el Salvador fue el mayor de los maestros en cuanto a sobrevivir a una. Él es el Gran Hombre en una tormenta. Después de un largo día de enseñanza con Sus apóstoles, el Salvador necesitaba descansar y sugirió que cruzaran en una barca al otro lado del mar de Galilea. Mientras el Salvador descansaba, se desató una terrible tormenta. Cuando el viento y las olas amenazaban con hundir la barca, los apóstoles comenzaron a temer por sus vidas. Y recuerden: ¡varios de esos apóstoles eran pescadores que estaban muy familiarizados con las tormentas en aquel mar! Con todo, ellos se angustiaron18, despertaron al Señor y le preguntaron: “… [Señor], ¿no tienes cuidado que perecemos?”. Seguidamente, y con un aplomo ejemplar, el Salvador, “levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y cesó el viento y se hizo grande bonanza”19.

Después tuvo lugar una gran lección sobre el aplomo para Sus apóstoles. Él preguntó: “… ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”20. Les estaba recordando que Él era el Salvador del mundo y que había sido enviado por el Padre para llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de los hijos de Dios. Ciertamente, el Hijo de Dios no iba a perecer en una barca. Él ejemplificó el aplomo divino porque sabía de Su divinidad, sabía que había un plan de salvación y exaltación y sabía cuán esencial era Su expiación para el éxito eterno de dicho plan.

Es por medio de Cristo y Su expiación que todas las cosas buenas llegan a nuestra vida. Al recordar quiénes somos, sabiendo que hay un plan divino de misericordia y cobrando valor en la fortaleza del Señor, podemos hacer todas las cosas. Encontraremos la calma, seremos buenos hombres y mujeres en cualquier tormenta.

Ruego que busquemos las bendiciones del aplomo semejante al de Cristo, no solo para ayudarnos a nosotros mismos en los momentos difíciles, sino también para bendecir a los demás y ayudarlos en las tormentas de su vida. En esta víspera del Domingo de Ramos, testifico de Jesucristo con alegría. Él ha resucitado. Doy testimonio de la paz, la calma y el aplomo celestial que solamente Él trae a nuestra vida. Y lo hago en Su santo nombre, Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Hugh B. Brown, en Conference Report, octubre de 1969, pág. 105.

  2. Véase Sheri Dew, Insights from a Prophet’s Life: Russell M. Nelson, 2019, págs. 66–67.

  3. Traducción de José Smith, Lucas 22:44 (en Lucas 22:44, nota b al pie de página).

  4. Lucas 22:42.

  5. Véanse Lucas 22:50–51; Juan 18:10–11.

  6. Véase Mateo 26:34–35, 69–75.

  7. Véase Hechos 4:8–10; véase también Neal A. Maxwell, “Conformes con lo que se nos ha concedido”, Liahona, julio de 2000, pág. 89: “Si estamos en armonía espiritualmente, podremos sentir aplomo, aunque no sepamos ‘el significado de todas las cosas’ [1 Nefi 11:17]”.

  8. Véase John R. Wooden, Wooden on Leadership, 2005, pág. 50: “Defino el aplomo como el ser leal con uno mismo, sin sobresaltarse, derrumbarse ni desequilibrarse, sean cuales sean las circunstancias o situaciones. Esto podría sonar sencillo, pero el aplomo puede ser la cualidad más elusiva en los momentos difíciles. Los líderes que carecen de aplomo sienten pánico bajo presión.

    “Aplomo significa aferrarse profundamente a sus creencias y actuar de conformidad con ellas, independientemente de cuán mala o buena pueda ser la situación. Aplomo significa evitar aparentar o fingir, compararse con los demás y actuar como alguien que no se es. Aplomo significa tener un corazón valiente en toda circunstancia”.

  9. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 42.

  10. Russell M. Nelson, “Decisiones para la eternidad”, devocional mundial para jóvenes adultos, 15 de mayo de 2022, broadcasts.ChurchofJesusChrist.org.

  11. Véase 1 Nefi 3:7.

  12. 1 Nefi 4:6.

  13. Juan 4:35.

  14. Doctrina y Convenios 43:34; véase también James E. Faust, “El valor de una persona”, Liahona, agosto de 1981, págs. 12–13: “La dignidad personal aumenta grandemente cuando elevamos nuestra mirada procurando alcanzar la santidad. Al igual que los árboles gigantes, debemos abrirnos camino hacia arriba en busca de la luz. La fuente más importante de luz que podemos llegar a conocer es el don del Espíritu Santo, el cual es la fuente de la fortaleza y la paz interior”.

  15. Véase Russell M. Nelson, “El gozo y la supervivencia espiritual”, Liahona, noviembre de 2016, pág. 82: “Mis queridos hermanos y hermanas, el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene mucho que ver con el enfoque de nuestra vida”.

  16. Véase Mosíah 23:27–28.

  17. Véase David A. Bednar, “Por tanto, calmaron sus temores”, Liahona, mayo de 2015, pág. 47.

  18. Véase Jeffrey R. Holland, Our Day Star Rising: Exploring the New Testament with Jeffrey R. Holland, 2022, págs. 61–62: “Además, esos hombres que estaban a bordo con Él tenían experiencia. Once de los Doce originales eran galileos (solo Judas Iscariote era de Judea) y seis de esos once eran pescadores. Habían vivido en ese lago, se habían ganado la vida pescando en él, habían estado allí desde su niñez. Sus padres los habían puesto a remendar redes y hacer reparaciones en la barca cuando eran muy pequeños. Conocían ese mar; conocían los vientos y las olas. Eran hombres experimentados, pero estaban aterrados. Y si ellos tuvieron temor, ciertamente se trataba de una tormenta considerable”.

  19. Véase Marcos 4:35–39.

  20. Marcos 4:40.