Al concentrarse mi mente en este pensamiento de Jesucristo
Al seguir con atención, concentrándose en pensar en Jesucristo, les prometo no solo guía celestial, sino poder celestial.
En esta bella época de Pascua de Resurrección, me hago eco de la oración de este poderoso himno, “Jehová, sé nuestro guía”1.
En una sorprendente historia del Libro de Mormón se cuenta de un joven, de una familia destacada, llamado Alma, a quien las Escrituras describen como un incrédulo idólatra2. Él era elocuente y convincente, y utilizaba la adulación para persuadir a los demás a seguirlo. De manera asombrosa, un ángel se le apareció a Alma y a sus amigos. Alma cayó a tierra y estuvo tan débil que tuvo que ser llevado inerte a la casa de su padre y permaneció en un estado de aparente coma durante tres días3. Más adelante, explicó que mientras él parecía estar inconsciente para quienes lo rodeaban, su mente estaba muy activa al tiempo que su alma se afligía al considerar su vida de desacato a los mandamientos de Dios. Él dijo que su mente estaba “atribula[da por] el recuerdo de [sus] muchos pecados”4 y que le “martirizaba un tormento eterno”5.
En su desesperación, recordó que se le había enseñado en su juventud acerca de “la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo”6. Después hizo esta contundente afirmación: “Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí […]!”7. Al recurrir al poder divino del Salvador, ocurrió algo milagroso: “… cuando pensé esto”, dijo él, “ya no me pude acordar más de mis dolores”8. De pronto él sintió paz y luz. “[N]o puede haber cosa tan intensa y dulce como lo fue mi gozo”9, afirmó él.
Alma se “concentr[ó]” en la verdad de Jesucristo. Si usáramos la palabra “concentrarse” en un sentido físico, podríamos decir que “se concentró en la barandilla mientras caía”, en el sentido de que de repente extendió la mano y agarró con fuerza algo sujeto firmemente a un cimiento seguro.
En el caso de Alma, fue su mente la que buscó y se aferró con fuerza a esta poderosa verdad del sacrificio expiatorio de Jesucristo. Al actuar con fe conforme a esa verdad, y por el poder y la gracia de Dios, fue rescatado de la desesperación y fue lleno de esperanza.
Aunque es posible que nuestras experiencias no sean tan dramáticas como la de Alma, es cierto que son de importancia eterna. Nosotros también hemos “concentrado [nuestra] mente en” pensar en Jesucristo y en Su sacrificio misericordioso, y nuestras almas se han llenado de la luz y el gozo que conlleva.
Sujetar el pensamiento en Jesucristo
Mi ruego en esta época de Pascua de Resurrección es que de forma consciente demos forma, fortalezcamos y sujetemos este pensamiento centrado en Jesucristo en los rincones de nuestra alma10, permitiendo que ingrese a la mente con anhelo, que nos guíe en lo que pensemos y hagamos; y que nos traiga el dulce gozo del amor del Salvador11.
Ocupar la mente con el poder de Jesucristo no significa que Él sea el único pensamiento que tengamos, sino que significa que todos nuestros pensamientos estén circunscritos a Su amor, Su vida, Sus enseñanzas, Su sacrificio expiatorio y Su gloriosa resurrección. Jesús nunca está en un rincón olvidado, porque Él siempre está presente en nuestros pensamientos y “¡todo [nuestro] ser lo ador[a]!”12. Oramos y repasamos en la mente las experiencias que nos han acercado más a Él. Son bien recibidos en la mente imágenes divinas, pasajes sagrados de las Escrituras e himnos inspirados que suavizan con ternura el sinfín de pensamientos diarios que se precipitan en nuestra vida ajetreada. Nuestro amor por Él no nos protege de la tristeza ni del pesar de esta vida terrenal, pero nos permite andar a través de los desafíos con una fortaleza que trasciende la nuestra.
Recuerden, ustedes son hijos procreados como espíritus del Padre Celestial. Como explicó el apóstol Pablo, somos “linaje de Dios”14. Ustedes han vivido con su propia identidad desde mucho antes de venir a la tierra. Nuestro Padre creó un plan perfecto para que viniéramos a la tierra, aprendiéramos y volviéramos a Él. Él envió a Su Hijo Amado para que, por medio de Su expiación infinita y Su resurrección, vivamos más allá de la muerte; y conforme estemos dispuestos a ejercitar fe en Él y a arrepentirnos de nuestros pecados15, seamos perdonados y recibamos la esperanza de la vida eterna16.
Dar a nuestra mente y espíritu excepcional atención
En esta vida terrenal, nuestra mente y espíritu requieren de excepcional atención17. Nuestra mente nos permite vivir, elegir y discernir el bien y el mal18. Nuestro espíritu recibe el testimonio confirmador de que Dios es nuestro Padre, que Jesucristo es el Hijo de Dios y que Sus enseñanzas son nuestra guía para la felicidad aquí y en la vida eterna más allá de la tumba.
La mente de Alma se concentró en pensar en Jesucristo y eso cambió su vida. La conferencia general es una época para entender lo que el Señor desea que hagamos y lleguemos a ser. También es una época para reflexionar sobre nuestro progreso. Conforme mis asignaciones me han llevado por todo el mundo, he observado un aumento en la fortaleza espiritual de los miembros de la Iglesia justos y devotos.
Hace cinco años, se nos pidió colocar al Salvador de forma más prominente en todo lo que hacemos mediante el uso del verdadero nombre de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días19. Estamos diciendo Su nombre con más fervor.
Hace cuatro años, al reducir la duración de la reunión sacramental, centramos nuestra atención en la participación de la Santa Cena del Señor. Estamos pensando más en Jesucristo y estamos tomando más en serio nuestra promesa de recordarle siempre20.
Con el aislamiento provocado por la pandemia mundial y la ayuda de Ven, sígueme, las enseñanzas del Salvador se están haciendo más prominentes en nuestros hogares, ayudándonos a adorar al Salvador durante la semana.
Al seguir el consejo del presidente Russell M. Nelson de “escucharlo”21, estamos refinando nuestra capacidad de reconocer los susurros del Espíritu Santo y de ver la mano del Señor en nuestra vida.
Con el anuncio y la construcción de decenas de templos, estamos acudiendo a la Casa del Señor y recibiendo Sus bendiciones prometidas con más frecuencia. Estamos sintiendo con más intensidad la belleza trascendental de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo.
El presidente Nelson declaró: “El llegar a ser discípulos tan poderosos no es fácil ni automático. Nuestro enfoque debe estar anclado en el Salvador y Su evangelio. Es mentalmente riguroso esforzarnos por mirar hacia Él en todo pensamiento”22.
Al centrar nuestra atención en Jesucristo, todo lo demás que nos rodea —aunque aún esté presente— se ve a través de nuestro amor por Él. Las distracciones menos importantes se atenúan y eliminamos las cosas que no son compatibles con Su luz y carácter. Al seguir, con atención, concentrándose en pensar en Jesucristo, confiando en Él y guardando Sus mandamientos, les prometo no solo guía celestial, sino poder celestial: un poder que trae fortaleza a sus convenios, paz a sus dificultades y gozo a sus bendiciones.
Recordar a Jesucristo
Hace unas semanas, Kathy y yo visitamos el hogar de Matt y Sarah Johnson. En la pared había una imagen de su preciosa familia, una bella imagen del Salvador y una ilustración del templo.
Sus cuatro hijas, Maddy, Ruby, Claire y June hablaron con alegría de cuánto amaban a su madre.
Durante más de un año, Sarah a menudo programó citas los sábados para que toda la familia asistiera al templo, a fin de que las cuatro hijas pudieran participar en bautismos por familiares que vivieron antes.
En noviembre del año pasado, Sarah programó una cita en el templo para la última semana de diciembre un día jueves en lugar de un sábado. “Espero que te parezca bien”, le dijo a Matt.
A Sarah se le había diagnosticado cáncer, pero los médicos previeron que viviría dos o tres años más. Durante una reunión sacramental, Sarah expresó su poderoso testimonio, diciendo que cualquiera que fuera el desenlace, ella amaba al Salvador con todo su corazón y que Él ya “había obtenido la victoria”. En el transcurso del mes de diciembre, la salud de Sarah empeoró de manera rápida e imprevista y fue hospitalizada. En la madrugada del jueves 29 de diciembre, ella concluyó su vida terrenal. Matt estuvo junto a Sarah durante toda la noche.
Con el corazón destrozado y totalmente exhausto física y emocionalmente, llegó a casa a llorar con sus hijas. Matt vio en su teléfono el recordatorio de la inusual cita para el templo del jueves que Sarah había programado para más tarde ese día. Matt dijo: “Al principio cuando la vi, pensé: ‘Esto no va a funcionar’”.
Pero entonces, Matt se concentró en este pensamiento: “El Salvador vive. No hay lugar en el que preferiríamos estar como familia que en Su santa casa”.
Matt, Maddy, Ruby, Claire y June acudieron a la cita del templo que Sarah había programado para ellos. Con lágrimas en las mejillas, Matt efectuó los bautismos con sus hijas. Ellos sintieron profundamente su amor mutuo y el vínculo eterno con Sarah, y sintieron también el inmenso amor y la paz consoladora del Salvador. Matt expresó con ternura: “Aunque siento una pena y un dolor profundos, grito de gozo al conocer el maravilloso Plan de Salvación de mi Padre”.
En esta época de Pascua de Resurrección, doy testimonio de la verdad completa y absoluta del incomparable sacrificio expiatorio del Salvador y de Su gloriosa resurrección. A medida que su mente permanezca firme y tenga siempre en el pensamiento a Jesucristo, y a medida que sigan enfocando su vida con más plenitud en el Salvador, les prometo que sentirán Su esperanza, Su paz y Su amor. En el nombre de Jesucristo. Amén.