Historia de la Iglesia
Construir capillas y edificar a los santos


Construir capillas y edificar a los santos

Centro de reuniones de Concordia, Entre Ríos, en 1976

Andrés Martin (en el extremo derecho) y otros misioneros constructores en el centro de reuniones de Concordia, Entre Ríos, en 1976.

En la década de 1950, la cantidad de miembros de la Iglesia de Argentina casi se triplicó; no obstante, la construcción de centros de reuniones no iba al mismo ritmo. Por ende, en la década de 1960, se dio inicio a un programa de construcción a gran escala a fin de proveer lugares de reunión y adoración a una membresía que crecía rápidamente. Gran parte de la labor la realizaron hombres jóvenes locales a quienes se llamó como misioneros constructores. La mayoría de ellos tenían poca o ninguna experiencia, y solo disponían de herramientas rudimentarias o improvisadas. A pesar de dichas limitaciones, en un plazo de cinco años, diecinueve capillas ya estaban terminadas o en construcción.

Aquella metodología bipartita brindó a esos jóvenes tanto un oficio como progreso espiritual. Debido a su inexperiencia, los supervisores los capacitaron en todos los oficios de la construcción que eran necesarios. Adicionalmente, los misioneros estudiaban el Evangelio todos los días durante media hora y cumplían con reglas semejantes a las de los misioneros de proselitismo de tiempo completo. Aunque trabajaban largas horas sin el receso habitual de dos horas, de vez en cuando dedicaban la tarde a hacer proselitismo.

La labor podía ser muy agotadora; los cimientos de la capilla de Mendoza, por ejemplo, se cavaron con palas de mano. La capilla demandó 40 000 bloques de cemento, que los misioneros fabricaban de a dos por vez. Todos los días transportaban arena desde el río para preparar la argamasa; ya en el lugar, se subía la argamasa a los muros balde por balde.

Seis meses después de conocer la Iglesia, a Andrés Martin se lo llamó como misionero constructor en Mendoza. “Así fue como comenzó mi entusiasmo por la construcción —dijo—. No tenía experiencia alguna en la construcción, pero sentía que todos los días creaba algo… El edificio de esta capilla es donde comenzó a crecer mi testimonio, junto con el cemento, la arena, el acero y el trabajo arduo”.

En tan solo una semana, a Martin se le nombró líder del grupo de obreros misioneros. Poco después, se lo designó supervisor interino del edificio. Tras su relevo, fundó una empresa que se especializaba en mantenimiento de edificios. Con el tiempo, trabajó para la Iglesia como gerente de Área de construcción y propiedades, y después como gerente regional de mantenimiento de templos. En la Iglesia, prestó servicio en muchas ocasiones en cargos de liderazgo, entre ellos, como presidente de estaca, y como consejero en presidencias de misión y de templo.