“Me encanta escuchar que se proclama la verdad”
Cuando la Iglesia creció en Gran Bretaña, muchos de los conversos eran hombres y mujeres jóvenes de la clase trabajadora que ya había estado en la búsqueda de la verdad. Durante el siglo XIX, la Misión Británica llamó a muchos de ellos a predicar junto a los misioneros que se enviaban desde la sede de la Iglesia.
Uno de los primeros conversos que fue llamado a ser misionero fue William Fowler. Fowler, cuyo padre era soldado del ejército británico, nació en Australia, pasó sus primeros años de niñez en la India y en las Indias Orientales y, finalmente, se asentó en Sheffield. Al momento que él cumplió los 18 años, sus padres habían fallecido. Al igual que José Smith, empezó a buscar la verdad y asistió a reuniones de los metodistas, pero no estaba satisfecho. Al poco tiempo, un amigo lo invitó a una reunión Santo de los Últimos Días. “No pude descansar después hasta haber obedecido los requisitos del Evangelio”, escribió Fowler. Se bautizó el 29 de julio de 1849.
Dos años después, en una conferencia de la Iglesia, se lo llamó a servir como misionero; tarea que resultó ser difícil. Recordó que tuvo una “buena reunión” en un hogar, mientras “afuera se reunía una turba esperando atacarnos con huevos de ganso”. A menudo caminaba grandes distancias para reunirse con miembros o predicar en lugares nuevos, y a lo largo del camino, componía himnos, los que escribía en su diario. Algunos de los himnos se referían a la obra misional, uno, en especial, con el estribillo: “Me encanta escuchar que se proclama la verdad / por el sacerdocio del Señor”. Otros se referían a temas como la salida a luz del Libro de Mormón y el congregarse en Sion.
Después de cuatro años, se relevó a Fowler de su misión, pero continuó siendo activo en el liderazgo local de la Iglesia a medida que se preparaba para emigrar a fin de ayudar en la edificación de Sion en el oeste de Estados Unidos. El presidente Joseph F. Smith, que sirvió en Sheffield cuando era un misionero joven a principios de la década de 1860, recordó que Fowler llegó a una conferencia con un nuevo himno que combinaba muchos de los temas de su primera obra y su experiencia en la Iglesia. El himno era “Te damos, Señor, nuestras gracias”.
Fowler emigró a los Estados Unidos en 1863 y se estableció en Manti, Utah. Mucho después de su muerte, los Santos de los Últimos Días de todo el mundo continúan cantando su himno.