Los “años oscuros” de la Iglesia en Japón
En 1924, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la ley de inmigración de 1924 que prohibía la inmigración procedente de Asia a los Estados Unidos. El gobierno japonés interpretó esta ley como una evidencia de la proliferación de actitudes antijaponesas en los Estados Unidos. El sentimiento antiestadounidense se convirtió en algo común y corriente en las calles y en las iglesias de Japón. La asistencia a las reuniones de la Iglesia SUD descendió hasta que solo los miembros más fieles asistían con regularidad.
Sintiendo que el clima social, político y religioso era desfavorable, Heber J. Grant, ahora Presidente de la Iglesia, tomó la dolorosa decisión de cerrar la Misión Japón, una de las cuales él había inaugurado personalmente. El 13 de junio de 1924, el presidente Grant envió un telegrama a Hilton A. Robertson, presidente de la misión, instruyéndolo para que descontinuara todas las operaciones de la misión e hiciera arreglos para que los misioneros regresaran a casa. La Asociación de Mejoramiento Mutuo (AMM), una organización para adolescentes y jóvenes adultos, fue elegida como la única institución de la Iglesia que continuaría cuando los misioneros se fueran.
Antes de que los misioneros se fueran, Fujiya Nara fue llamado y ordenado como élder presidente de la Iglesia en Japón. En la primera reunión de los santos luego de que se retiraran los misioneros, Nara propuso la publicación de un periódico titulado Shuro (La Palma), para mantener a los miembros informados de los asuntos de cada una de las ramas. En la primera edición de Shuro, Nara expresó el profundo sentimiento de pérdida que los santos sentían por el cierre de la misión. Esos fueron “años de absoluta oscuridad” dijo Nara, pero la AMM fue la “senda hacia la luz en medio de estas tinieblas”. Nara continuó dirigiendo a los santos lo mejor que pudo hasta 1934, cuando por su trabajo en el ferrocarril público fue trasladado a Manchuria.
Tras el traslado de Nara, quedó un vacío de liderazgo en Japón. Takeo Fujiwara, un joven converso de Sapporo que asistía a BYU con una beca del rector de la universidad, Franklin S. Harris, fue llamado por Heber J. Grant y apartado como élder presidente y misionero especial para Japón. Fujiwara estaba lleno de energía y entregado a su llamamiento.
Al llegar a Japón, rápidamente visitó y organizó ramas en Tokio, Osaka, Kofu y Sapporo. Él utilizó su experiencia con la Iglesia en Utah como guía sobre cómo esta debía funcionar y envió diversos informes extensos de sus actividades a Alma O. Taylor en Salt Lake City. Lamentablemente, Fujiwara contrajo tuberculosis a finales de 1935. Aunque su salud empeoró rápidamente, él siguió comprometido con su llamamiento. El 27 de enero de 1936, Takeo Fujiwara falleció. Con su último aliento le pidió a su padre que escribiera a Taylor y le expresara su pesar por no haber podido trabajar más.
Tras la muerte de Fujiwara, el contacto con los santos en Japón fue limitado. En 1937, Hilton A. Robertson fue llamado a abrir la Misión Japonesa con sede en Honolulú, Hawái, para predicar el Evangelio entre la gran población de japoneses que vivía en las islas de Hawái. Hilton trató de mantenerse en contacto con los santos en Japón con la mayor frecuencia posible, y en abril de 1939 pasó un mes en Japón visitando las ramas. Sin embargo, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, los miembros de la Iglesia en Japón y Hawái se hallaban en lados opuestos del conflicto. El contacto entre la Misión Japonesa en Hawái y el pequeño grupo de santos en Japón se perdió.