Restauración en el Chaco
En 1980, Walter Flores trabajaba con las oficinas generales de la Asociación de Parcialidades Indígenas (API), una organización dedicada a favorecer los intereses de los grupos indígenas de Paraguay. Walter era nivaclé, y su esposa, Rosaria, era toba qom. Después de ver a Walter en la televisión, el extrovertido presidente de la Misión Paraguay lo visitó en su oficina. En junio de 1980, los misioneros visitaron a Walter y Rosaria en su casa. Rosaria hablaba solo un poco de español, así que Walter tradujo las charlas al guaraní. En agosto, después de reunirse varias semanas con los misioneros, Rosaria y Walter asistieron a un bautismo en la Capilla Moroni de Asunción. “Bauticémonos el próximo domingo”, le dijo Rosaria a Walter. “Sí, también planeo que sea pronto”, respondió Walter. Fueron bautizados el 24 de agosto.
Walter comenzó a pensar en los otros nivaclé, “porque el Evangelio no había llegado al Chaco”.
Durante los meses siguientes, Walter y un par de misioneros de tiempo completo hicieron viajes al Chaco, una zona silvestre remota del noroeste de Paraguay, donde vivían los nivaclé. “Fuimos a mi pueblo”, recordó Walter, “y di mi primer testimonio. No querían creerme al principio, pero hablaron con los misioneros. Trabajamos juntos”.
Los nivaclé ya se habían convertido al cristianismo, pero ahora deseaban hacer convenios bautismales dentro del Evangelio restaurado. El 4 de diciembre de 1980, muchos de los nivaclé se reunieron para un servicio bautismal.
Los hombres cavaron una pila bautismal en el suelo y la cubrieron con una gran lámina de plástico verde. Varias niñas pasaron horas llenando la pila con cubos de agua del río. La ropa bautismal blanca se rotaba para usarse y se oscureció progresivamente por el sedimento del agua del río. Después de dos horas, 139 personas habían sido bautizadas. En las semanas y meses siguientes, docenas más les siguieron.
En Asunción, Rosaria continuó el ajetreado trabajo de criar a sus muchos hijos y prestar servicio en el barrio local. Walter regresaba regularmente al Chaco para apoyar a los santos de nivaclé, quienes formaron un asentamiento de Santos de los Últimos Días llamado Mistolar. Construyeron un centro de reuniones que estaba sostenido por troncos de árboles, con un techo de láminas de metal.
Los santos de Mistolar enfrentaron repetidas dificultades debido a la dureza de su entorno natural. Con el tiempo, crearon otro asentamiento, Abundancia (llamado así en honor a Abundancia del Libro de Mormón), que estaba más cerca de los recursos económicos y eclesiásticos que se encontraban en Asunción.
“Nuestra vida es pacífica”, dijo un líder local de Abundancia. “Por supuesto, tenemos desafíos, pero antes de que nuestro pueblo fuera al templo, sufríamos más. Con la ayuda de la investidura del templo, entendemos el propósito de la vida mucho más plenamente”.
Rosaria, Walter y sus hijos continuaron compartiendo la fortaleza de los valores y conocimientos de sus antepasados indígenas en tanto edificaban la Iglesia.