“Capitán del ejército de Dios”
Luis A. Ramírez estaba prestando servicio como un joven comandante del Ejército Paraguayo en 1963, cuando sintió la necesidad de acercarse a Dios. Comenzó a asistir a su iglesia todos los domingos con la esperanza de encontrar respuestas, pero no estaba satisfecho con su propia religión. Un día, llegó a casa y encontró un ejemplar del Libro de Mormón sobre la mesa. Comenzó a hojear las páginas y leyó la frase “la palabra de Dios”. Él dijo: “Esa frase, ‘la palabra de Dios’, penetró mi mente profundamente. Así que comencé a leer y un gran interés se despertó en mí”.
Le preguntó a su familia de dónde venía el libro y un pariente de quince años le dijo que dos misioneros se lo habían dado en la casa de un amigo. Luis le dijo: “Cuando veas a los misioneros de nuevo, invítalos a venir aquí”.
Luis continuó estudiando el Libro de Mormón y casi lo había terminado cuando los misioneros lo visitaron unos días después. Los misioneros enseñaron a Luis y a su esposa, Hortensia, durante tres semanas antes de que fueran bautizados. Pronto fue llamado como presidente de la Rama Moroni en Asunción y Hortensia prestó servicio como presidenta de la Sociedad de Socorro.
Seis años después de su bautismo, Luis fue ascendido al rango de coronel y comenzó a enseñar en la academia militar. Siempre estuvo dispuesto a hablar de su fe con los demás. Muchos de sus estudiantes se interesaron en la Iglesia y fueron bautizados. En una ocasión, un compañero oficial le preguntó por qué “se uniría a una iglesia ‘gringa’ extranjera”. Él respondió diciendo: “Porque Dios comenzó Su Iglesia verdadera en Norteamérica”. Su amigo le preguntó por qué Dios no pudo haber organizado Su Iglesia en Paraguay.
“¡Dios no es estúpido!”, respondió Luis. En los Estados Unidos, dijo él, “han garantizado la libertad de religión” y “Estados Unidos es un país más rico, donde tendrían el dinero para financiar la difusión del Evangelio por todo el mundo. ¿De dónde obtendrían el dinero los pobres de aquí para eso?”.
Más adelante, a Luis le ofrecieron un ascenso a general del ejército con la condición de que renunciara a la Iglesia y se volviera a unir a la Iglesia católica. Al negarse, corría el riesgo de perder su carrera militar. Un compañero oficial le preguntó: “¿Por qué no aceptas la oferta de ser el general de todo el ejército?”. Luis respondió: “¿Por qué querría ser el general del Ejército de Paraguay, cuando puedo ser capitán del ejército de Dios?”.
Después de retirarse del ejército en 1975, Luis y Hortensia se mudaron con sus hijos adolescentes a Provo, Utah, para que Luis pudiera obtener un título universitario. Después de regresar a Paraguay, fueron llamados a presidir la Misión Paraguay en julio de 1981.
Luis continuó siendo un enlace entre la Iglesia y el Gobierno paraguayo, abrió muchas puertas que nadie más podría haber abierto, porque era muy respetado por los principales funcionarios del país.