2004
Paz de conciencia y paz mental
Noviembre de 2004


Paz de conciencia y paz mental

Para muchos, la tranquilidad y la felicidad se obtienen al comprender la relación que existe entre la paz de conciencia y la paz mental.

En estos tiempos de creciente incertidumbre, hay tanto dolor, angustia y sufrimiento en todo el mundo que podría evitarse si se comprendiera y aplicara la verdad. Para muchos, la tranquilidad y la felicidad se obtienen al comprender la relación que existe entre la paz de conciencia y la paz mental, y al vivir los principios sobre los cuales se fundan ambas bendiciones.

Dios desea que cada uno de Sus hijos disfrute de la bendición trascendental de la paz de conciencia1. Una conciencia tranquila invita a estar libre de angustia, de dolor, de culpabilidad, de vergüenza y de la condenación propia; y otorga un cimiento para la felicidad. Es una condición de inmensa valía, pero aún así, pocos sobre la tierra la disfrutan. ¿Por qué? Porque la mayoría de las veces los principios sobre los cuales se basa la paz de conciencia o no se comprenden, o no se siguen en forma apropiada. Mi vida ha sido tan abundantemente dotada de paz de conciencia que desearía brindarte algunas ideas de cómo obtenerla.

La paz de conciencia es el ingrediente vital para que tengas paz mental. Sin paz de conciencia no puedes tener la verdadera paz mental. La paz de conciencia se relaciona con tu ser interior y es controlada por lo que haces. La paz de conciencia sólo se recibe de Dios mediante una vida recta y obediente; de otro modo, no podría existir. Por otro lado, la paz mental muchas veces se ve afectada por fuerzas externas como la preocupación por un hijo rebelde, los problemas económicos, las ofensas, ya sean reales o imaginarias, las condiciones en deterioro del mundo o el tener mucho que hacer pero tiempo insuficiente para hacerlo. La intranquilidad mental es temporal y transitoria. La paz mental se restaura al resolverse los problemas externos que la perturban. No sucede lo mismo con una conciencia atribulada, porque ella es un recordatorio constante y siempre presente de la necesidad de enmendar errores pasados, de aclarar una ofensa o de arrepentirse de una transgresión. Es verdad, se puede acallar una conciencia inquieta en forma temporaria al estimular físicamente la mente y el cuerpo cediendo a la tentación del alcohol, de las drogas, de la pornografía y de cosas peores. Todo ello al precio de una necesidad cada vez mayor y de un esfuerzo inútil de calmar la conciencia afligida, y corriendo el riesgo de caer en adicciones implacables. Existe una forma mejor de restaurar la paz de conciencia.

La facultad de tener una conciencia inquieta es un don de Dios que te ayuda a triunfar en esta vida terrenal. Es principalmente el resultado de la influencia de la Luz de Cristo en tu mente y en tu corazón. La Luz de Cristo es el poder o influencia divinos que proceden de Dios por medio de Jesucristo y es lo que da vida y luz a todas las cosas2. Induce a todos los seres racionales de la tierra a discernir la verdad del error, lo correcto de lo incorrecto. Activa la conciencia3. Su influencia se debilita a causa de la transgresión y la adicción, y se restablece mediante un arrepentimiento adecuado. La Luz de Cristo no es una persona sino un poder y una influencia que provienen de Dios, y, cuando se sigue, guía a la persona y la prepara para recibir la guía y la inspiración del Espíritu Santo4.

Es bueno recordar que aun con paz de conciencia, tú puedes tener períodos temporales en que la paz mental se vea interrumpida por preocupaciones externas. La comprensión que tengas de las razones causantes podría aliviar gran parte de la presión que éstas generan. A medida que tu vida personal se ajuste a las enseñanzas del Señor, te será posible buscar Su ayuda para resolver los problemas. De ese modo, tu fe en el Señor y en Sus enseñanzas te brindará paz mental. Tus esfuerzos serán escalones ascendentes hacia un mayor progreso personal, conforme encuentres las soluciones que el Espíritu te indique. Además, a medida que resuelvas esas pruebas, los demás recibirán muchas veces bendiciones a causa de ellas, si es que sus necesidades fueron la causa de los sentimientos que inquietaron tu mente.

En resumen, puedes recobrar la paz de conciencia al arrepentirte de las transgresiones personales que te hayan ocasionado conmoción interior. Entonces, la paz mental se asegurará resolviendo las presiones externas que te hayan causado la ansiedad, la preocupación y la angustia temporales. Sin embargo, por más que trates, no lograrás la felicidad perdurable sino hasta que, por medio del arrepentimiento, satisfagas personalmente la ley que hayas quebrantado a fin de devolver la paz a una conciencia atribulada.

Ya sea que tú seas alguien que reconozca la necesidad de arrepentirse y te sea difícil hacerlo o que seas alguien que se pregunte si se ha arrepentido lo suficiente para ser totalmente perdonado, podría ayudarte el repasar algunos de los principios fundamentales sobre los cuales se basa la paz de conciencia.

La ley que se quebranta por medio de la transgresión o del pecado ocasiona angustia en la mente y en el corazón por motivo de una conciencia ofendida. Al saber que todos Sus hijos espirituales, salvo Su Unigénito Jesucristo, violarían con o sin intención Sus leyes, nuestro Padre Eterno proporcionó un medio para corregir las consecuencias de tales hechos. Ya sea que la infracción sea grande o pequeña, la solución es la misma: Un arrepentimiento completo mediante la fe en Jesucristo y en Su expiación, y la obediencia a Sus mandamientos.

Cuando sea necesario, el arrepentimiento total requerirá que tú hagas algo. Si tú no te has familiarizado con los pasos establecidos del arrepentimiento, tales como la confesión y el abandono del pecado, la restitución, la obediencia y el buscar perdón, habla con tu obispo o estudia algo al respecto, tal como la obra maestra del presidente Spencer W. Kimball, El Milagro del Perdón. Además de cumplir con esos requisitos, el volver a tener la paz de conciencia se acelerará si pones atención en otro paso que a veces no se tiene en cuenta. El Salvador ha dejado en claro que, para recibir el perdón, debes perdonar a los demás las ofensas que de ellos hayas recibido.

“Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres.

“Y debéis decir en vuestros corazones: Juzgue Dios entre tú y yo, y te premie de acuerdo con tus hechos”5.

“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

“Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”6.

Si siendo una víctima inocente se te ha hecho un gran daño, no guardes sentimientos de odio y de enojo por algo evidentemente injusto. Perdona al infractor aun cuando tú seas inocente. El hacerlo tal vez requiera un gran esfuerzo de tu parte. Algo así es muy difícil, pero es el camino seguro hacia la paz y la sanidad. Si fuera necesario castigar la transgresión grave que alguien haya cometido contra ti, deja que se encarguen de eso la Iglesia y las autoridades civiles. No te abrumes con pensamientos de venganza: el molino de justicia del Señor muele despacio pero extremadamente bien. En el plan del Señor, nadie escapa a las consecuencias de una violación sin resolver de Sus leyes. En Su tiempo y a Su manera, se exigirá el pago total por los hechos malos del impenitente.

Testifico que, de todos los pasos necesarios para el arrepentimiento, el de importancia más fundamental es que tengas la convicción de que el arrepentimiento se obtiene por medio de Jesucristo. Es crucial que sepas que sólo en Sus términos serás perdonado y que se te ayudará a medida que ejerzas fe en Cristo7. Eso significa que debes confiar en Él y en Sus enseñanzas. Satanás quiere hacerte creer que las transgresiones graves no se pueden vencer completamente. El Salvador dio Su vida para que, por medio del arrepentimiento, las consecuencias de todo pecado quedaran sin efecto, salvo el derramamiento de sangre inocente y el negar al Espíritu Santo8.

El fruto del verdadero arrepentimiento es el perdón, que abre la puerta para recibir todos los convenios y las ordenanzas que se brindan en esta tierra y para disfrutar de las bendiciones resultantes. Cuando el arrepentimiento es pleno y la persona ha quedado limpia, se obtiene una nueva visión de la vida y de sus posibilidades gloriosas. Qué maravillosa es la promesa del Señor: “He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más”9. El Señor es y será siempre fiel a Sus palabras.

Si tu conciencia está atribulada por leyes que se han quebrantado, te ruego, vuelve por favor. Vuelve a las tranquilas aguas refrescantes de la pureza personal. Vuelve a la calidez y a la seguridad del amor del Padre Celestial. Vuelve a la serenidad y a la paz de conciencia que se reciben al vivir los mandamientos de Dios.

¿Te puedo sugerir una forma de volver? Puedes comenzar solo y a tu propio ritmo. Te invito a que estudies detenidamente el Libro de Mormón. Hay muchos pasajes de las Escrituras que muestran cómo otros han vencido los impedimentos para el arrepentimiento. Por ejemplo, Alma le dice a Shiblón:

“Y ocurrió que durante tres días y tres noches me vi en el más amargo dolor y angustia de alma; y no fue sino hasta que imploré misericordia al Señor Jesucristo que recibí la remisión de mis pecados. Pero… clamé a él y hallé paz para mi alma.

“Y te he dicho esto, hijo mío, para que aprendas sabiduría, para que aprendas… que no hay otro modo o medio por el cual el hombre pueda ser salvo, sino en Cristo y por medio de él. He aquí, él es la vida y la luz del mundo”10.

Mediante ese pasaje, podrás ver que el sufrimiento no brinda el perdón; el perdón se recibe por medio de la fe en Cristo y la obediencia a Sus enseñanzas, para que Su don de redención efectúe el milagro. Él invita:

“He aquí, he venido… para traer redención al mundo, para salvar al mundo del pecado.

“Por tanto, al que se arrepintiere y viniere a mí como un niño pequeñito, yo lo recibiré… así pues, arrepentíos y venid a mí, vosotros, extremos de la tierra, y sed salvos”11.

Aplica lo que el Libro de Mormón te enseña. Medita en los versículos que hablan del Salvador; busca conocerle por medio de la oración. Pide a tu Padre Celestial que fortalezca tu fe en Su Hijo y te dé la fuerza para obedecer Sus mandamientos. Cuando estés listo, busca la ayuda de tu obispo para que te ayude a terminar el proceso del arrepentimiento. Entonces tendrás paz de conciencia y la seguridad de que el Señor te ha perdonado.

Regresa, por favor. No esperes hasta que todo esté en perfecto orden. Nosotros estaremos junto a ti. Te amamos. Regresa, por favor.

Si, en cambio, tú eres alguien que no se ha podido perdonar a sí mismo las graves transgresiones cometidas, aun cuando un juez en Israel te haya asegurado que tu arrepentimiento es adecuado; si te sientes obligado a condenarte continuamente y a sufrir al recordar con frecuencia los detalles de errores pasados, te ruego con toda mi alma que medites en esta declaración del Salvador:

“He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más.

“Por esto sabréis si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará”12.

El seguir sufriendo después de que haya habido un arrepentimiento apropiado no es obra del Señor sino del maestro del engaño, cuya meta es la de amarrarte y esclavizarte. Satanás te instará a seguir reviviendo una y otra vez los detalles de los errores pasados porque sabe que esos pensamientos hacen que parezca imposible obtener el perdón. De ese modo, Satanás trata de obtener control de tu mente y de tu cuerpo para manipularte como a un títere.

Testifico que, cuando un obispo o un presidente de estaca ha confirmado que tu arrepentimiento es suficiente, debes saber que tu obediencia ha permitido que la expiación de Jesucristo satisficiera las demandas de la justicia por las leyes que hayas quebrantado. Por consiguiente, ahora estás libre. Créelo. Seguir sufriendo los efectos angustiosos del pecado, después de un arrepentimiento adecuado, aunque ésa no sea la intención, es negar la efectividad de la expiación del Salvador en beneficio tuyo.

Cuando el recuerdo de errores pasados comenzó a invadir la mente de Ammón, él dirigió sus pensamientos a Jesucristo y al milagro del perdón. Entonces, el gozo, la gratitud y la acción de gracias por el amor del Salvador, y el perdón, reemplazaron su sufrimiento13. Por favor, ve y haz lo mismo. Hazlo ahora para que puedas disfrutar de la paz de conciencia y de la paz mental, y de las bendiciones que éstas traen consigo. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Mosíah 4:2–3.

  2. Guía para el Estudio de las Escrituras, “Luz, Luz de Cristo”, pág. 126.

  3. Véase Moroni 7:16.

  4. Véase Juan 1:9; D. y C. 84:46–47.

  5. D. y C. 64:10–11.

  6. Marcos 11:25–26.

  7. Véase 2 Nefi 9:22–24; Alma 11:40.

  8. Imperdonable: véase Hebreos 6:4–8; Alma 39:6; D. y C. 76:31–38; 132:27; véase también D. y C. 42:18

  9. D. y C. 58:42.

  10. Alma 38:8–9.

  11. 3 Nefi 9:21–22.

  12. D. y C. 58:42–43.

  13. Véase Alma 26:17–20.