Ídolo
“…el Espíritu habla la verdad, y no miente.
Por tanto, habla de las cosas como realmente son” (Jacob 4:13).
Basada en una experiencia personal
“Ven a mi casa después de la escuela”, dijo Caroline. “Tengo el nuevo CD de Alisha”. (El nombre de la cantante se ha cambiado.)
Casi me quedé sin aliento y dije: “¡Está bien!”. Aunque la abuela me iba a llevar de compras el sábado por ser mi cumpleaños, casi no podía esperar; me moría por escuchar el nuevo CD lo antes posible.
Alisha era mi ídolo. Caroline y yo hacíamos de cuenta que éramos ella; sosteníamos los cepillos para el cabello como si fueran micrófonos y cantábamos a la par con su música. A veces mamá nos pedía que no cantáramos tan fuerte, pero no le importaba mucho el ruido que hacíamos porque la letra de las canciones de Alisha eran muy buenas. Alisha era una persona religiosa, según lo que yo había leído en una revista.
Al salir de la escuela, me apresuré a ir a mi cuarto y terminé la tarea. Alisha me sonreía desde el póster que estaba en la pared arriba de mi escritorio.
Cuando por fin crucé la calle para ir a casa de Caroline, ella me dio la cubierta del CD y dijo llena de entusiasmo: “¿Verdad que es muy bonita?”.
Yo asentí, pero sentía algo raro en el estómago. Esta vez Alisha no sonreía; más bien tenía una expresión de malicia. Y además nunca había visto una foto de ella vestida de ese modo.
“¿No crees que se ve un poco inmodesta?”, pregunté.
Caroline frunció el entrecejo. “Sí, pero tal vez en su iglesia eso no les importe; tal vez ella no se dé cuenta de que sea malo. Ahora escucha… ésta es mi canción favorita”. Ella apretó el botón del aparato mientras yo leía rápidamente la letra impresa en la funda del CD. Me sentí más tranquila al ver que no había malas palabras.
“¿Ves? Es un buen CD”, me dije a mí misma; pero esa noche me seguí sintiendo un poco incómoda al llegar a casa.
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El sábado por la mañana miré caricaturas mientras esperaba que la abuela me recogiera para salir de compras. Durante uno de los anuncios comerciales, el locutor dijo que al final del programa mostrarían el nuevo video de Alisha.
Mamá entró en la habitación justo en el momento en que empezaba la música. “¿Qué programa estás viendo?”, preguntó sonriente, y se sentó.
“Es el nuevo video de Alisha”. Traté de sonar algo despreocupada.
La sonrisa de mamá despareció al ver a Alisha bailar en la pantalla; ella me miró con una mirada de asombro.
Yo no sabía dónde meterme. “Andar vestida así no quiere decir que la canción sea mala”.
“¿Estás segura?”
Deseaba que el video se acabara lo más pronto posible, pero seguía y seguía. Por fin apagué la televisión. Mamá permanecía en silencio, sin quitarme la mirada.
“Leí la letra”, musité. “No había ninguna mala palabra”.
Ella señaló hacia la televisión apagada. “Pero aún así, Alisha está enviando un mensaje. No se tienen que usar malas palabras para alejar al Espíritu”.
Algo en mi interior me confirmó que mamá tenía razón. Tal vez yo no comprendía lo que Alisha estaba dando a entender, pero el Espíritu Santo lo sabía, y Su influencia se había alejado.
Caminé lentamente hasta mi dormitorio y me quedé viendo el póster en el que Alisha estaba sonriendo; yo no le sonreí; ¿por qué había cambiado mi ídolo?
Oí la bocina de un auto, de modo que hice a un lado las ganas que tenía de llorar y corrí afuera.
“¿Cómo está mi cumpleañera?”, me dijo la abuela mientras me subía al auto. “¿A dónde vamos?”
Durante toda la semana lo tuve decidido, pero ahora no estaba segura. “Déjame pensar un momento”.
Me vino a la mente lo que Caroline había dicho de Alisha. “Tal vez ella no se dé cuenta de que sea malo”. Sonaba como una buena excusa, pero ahora me daba cuenta de por qué no lo era… ¡porque yo sí me daba cuenta!
El sentimiento negativo desapareció al darme cuenta de algo importante: Yo era una hija de Dios y no tenía necesidad de admirar a ninguna otra persona más que a Él. ¿Por qué debía sentir admiración por alguien que ni siquiera sabía quién era en realidad? “Yo debía ser el ídolo de Alisha”, me dije, entre risitas. La abuela me miraba como si no entendiera lo que estaba pasando.
“¿Podemos ir a una tienda de ropa?”, pregunté. “Mi vestido azul favorito para ir a la iglesia ya casi no me queda bien”.
“Buena idea; te ves muy bonita en azul”.
Yo sonreí; también lucía bonita cuando el Espíritu resplandecía en mi interior, más bonita de lo que jamás podría serlo una cantante famosa.
“Las decisiones que tomen hoy determinarán mucho de lo que habrá de venir durante su vida y la eternidad”.
La Primera Presidencia, Para la fortaleza de la juventud, 2001, pág. 2.