Cómo ganar la guerra contra el mal
Se les confió venir a la tierra en estos últimos días para volver a hacer lo que hicieron antes: una vez más escoger el bien sobre el mal.
Esta noche me dirijo a mis hermanos del Sacerdocio Aarónico. Deseo ayudarles a apreciar más profundamente quiénes son, cuál es su propósito en la vida y cómo pueden lograr ese propósito.
Han llegado al mundo en una época muy importante. Estamos entrando en las etapas culminantes de una gran guerra que comenzó antes de la fundación del mundo y que se ha librado con terribles consecuencias en el transcurso de la historia del mundo. Hablo de la guerra entre los seguidores de Cristo y todos los que lo niegan como su Dios1.
Concerniente a esta guerra, Juan el Revelador escribió:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
“pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
“Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”2.
Fue Satanás quien instigó esa guerra preterrenal al rebelarse contra el plan de salvación del Padre para Sus hijos y al rechazar al Cristo, quien fue designado para efectuar el plan. Trágicamente, una tercera parte de los hijos del Padre siguieron a Satanás3, pero dos terceras partes no lo hicieron. Ustedes, mis jóvenes amigos, estaban entre estos últimos y han venido con ellos a la tierra a seguir el plan de felicidad del Padre.
Lamentablemente, la guerra de Satanás no terminó con su expulsión del cielo. Como dijo Juan, Satanás y sus seguidores fueron “[arrojados] a la tierra”4 y han venido con “gran ira”5. La evidencia de su ira se ve en la sangre y el terror que han afligido al hombre desde el comienzo de los tiempos.
Tan profundas y extensas han sido las heridas infligidas a los hombres que Dios mismo se conmovió hasta las lágrimas al ver la condición del hombre6.
Ahora nos hallamos en los últimos días de la historia temporal de la tierra. En un día futuro, el Hijo del Padre regresará a la tierra que lo rechazó y la volverá a reclamar como suya7. Ese día, someterá a Satanás y a sus legiones y marcará el comienzo de mil años de paz y rectitud8. Anticipando ese día, Dios ha restaurado Su reino sobre la tierra una última vez; ese reino es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días9.
Aunque el reino de Dios se estableció sobre la tierra en el pasado, las personas a quienes se les había encomendado no fueron capaces de conservarlo; sin embargo, esta vez es diferente: la promesa profética es que esta vez el reino de Dios no se perderá sino que vencerá al mundo10.
A fin de asegurar su éxito, la restauración final del reino de Dios se ha iniciado con poder espiritual sin precedentes11, y la sostiene ese mismo poder espiritual y algo más. Algunos de los hijos e hijas más valientes y nobles del Padre han sido reservados para nacer en estos últimos días y trabajar para nuestro Padre y Su Hijo. Su valentía y nobleza quedaron demostradas en la contienda preterrenal con Satanás. Allí, “habiéndoles concedido… escoger el bien o el mal”, “[escogieron] el bien” y demostraron “una fe sumamente grande” y “buenas obras”12. Ésas son las características necesarias ahora para sostener la obra de Dios en la tierra y salvar las almas de los hombres de la ira intensificada del adversario.
Ahora, mis jóvenes amigos del Sacerdocio Aarónico, ¡ustedes son esos hijos valientes y nobles del Padre! ¡Son “la fuerza de [la] casa [del Señor], [sus] guerreros”!13. ¡Ustedes son los que escogieron el bien sobre el mal y demostraron “una fe sumamente grande” y “buenas obras!”. Y por causa de su historia personal, se les confió venir a la tierra en estos últimos días para volver a hacer lo que hicieron antes: una vez más escoger el bien sobre el mal, ejercer una fe sumamente grande y realizar buenas obras, ¡y hacerlo en beneficio del reino de Dios sobre la tierra y de sus semejantes!
Con el reino de Dios restaurado sobre la tierra y la llegada de ustedes al mundo, Satanás sabe que “tiene poco tiempo”14. Por tanto, Satanás está reuniendo todo recurso a su disposición para inducirlos a transgredir. Sabe que si logra hacerlos caer en transgresión, tal vez impida que sirvan en una misión de tiempo completo, que se casen en el templo y que sus hijos futuros permanezcan en la fe, lo cual no sólo los debilita a ustedes, sino a la Iglesia. Sabe que nada derrocará el reino de Dios “sino la transgresión de [su] pueblo”15. No les quepa la menor duda que el objetivo de su guerra ahora son ustedes, los que desean “[guardar] los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo”16.
Mis jóvenes amigos, deben considerar que estos días y los que están por delante son “peligrosos”17. Al respecto, el presidente Boyd K. Packer ha mencionado:
“No conozco nada de la historia de la Iglesia o de la historia del mundo que se compare con nuestra circunstancia presente. No pasó nada en Sodoma y Gomorra que haya superado en iniquidad la depravación que nos rodea actualmente”18.
Al hablar de los peligros actuales, mi intención no es inspirar temor sino seriedad y sensatez. Ser sensato significa ser sincero y serio al evaluar sus circunstancias, y cuidadoso y circunspecto al medir las consecuencias de sus acciones; por lo tanto, la sensatez produce el buen juicio y la conducta mesurada. No es de extrañar que los profetas aconsejen a los hombres jóvenes a ser juiciosos19. Recuerden el comentario de Mormón acerca de que los dos mil jóvenes guerreros de Helamán eran eficaces en la batalla no sólo por su valor, fortaleza y confiabilidad, sino también por ser “serios”20. Mormón valoraba esa virtud porque él mismo tenía la bendición de poseerla. A Mormón se le encomendaron los registros sagrados de la nación nefita cuando tenía sólo diez años de edad porque era un “niño serio” y “presto para observar”21. Y fue Mormón a quien a la edad de quince años, lo “visitó el Señor” y “[conoció] la bondad de Jesús” porque era “de carácter algo serio”22.
Así que, al iniciar las etapas culminantes y determinantes de la guerra contra Satanás, sean serios mis queridos amigos. Comprendan que no pueden ingerir drogas, alcohol ni tabaco; no pueden participar en la pornografía y otras actividades inmorales; no pueden mentir, engañar ni robar; no pueden usar lenguaje falso, degradante o sucio; no pueden desfigurar su cuerpo con tatuajes y perforaciones; no pueden hacer esas cosas y salir victoriosos en la batalla por su propia alma, mucho menos ser un guerrero valiente en la gran lucha por las almas del resto de los hijos de nuestro Padre23.
Comprendan, mis queridos amigos, que hay sólo una manera de ganar la guerra contra Satanás y es derrotarlo de la misma manera que se hizo en los comienzos. Cuando finalmente se logró la victoria en la guerra en los cielos, se escuchó una voz declarar:
“Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo…
“porque ellos [refiriéndose a Miguel y sus ángeles] le han vencido [refiriéndose al diablo] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos; porque menospreciaron sus propias vidas, y conservaron el testimonio aún hasta la muerte” 24. No pasen por alto la importancia de esta declaración. En el principio se venció a Satanás con (1) la fe en el Señor Jesucristo y en Su sacrificio expiatorio, (2) el testimonio de Él que se mantuvo firmemente hasta el final y (3) la consagración de uno mismo al Señor y a Su obra. Si ése fue el medio de vencerlo en un principio, tengan la seguridad de que ésa es la única forma segura de vencerlo ahora25.
Quizás se pregunten cómo se adquiere la fe, el testimonio y la consagración de espíritu necesaria para vencer al adversario. Les aseguro que ustedes ya poseen esas cualidades en su interior, sólo tienen que recuperarlas. Para ese fin, permítanme hacerles tres sugerencias:
Primero, hagan lo que hizo el joven José Smith; busquen un lugar tranquilo y oren a su Padre en los Cielos26. Háganlo en forma regular y con sinceridad. La oración es una condición previa a la revelación; cuanto más frecuente y sincera sea la oración, más frecuente será la revelación. Cuando se recibe, la revelación nos da la evidencia o seguridad de las cosas que no se ven, que es el fundamento de la fe27.
Segundo, aprendan a oír la voz del Señor; es una voz apacible, delicada y suave como un susurro28. Es una voz que se siente más que se oye; viene como un pensamiento, sentimiento o sensación. Para escuchar esa voz deben tener quietud en su alma, desechando la risa excesiva y los pensamientos ociosos29. Aunque no parezca fácil disciplinar su vida, escuchar la voz preciada y amorosa del Señor los sostendrá en toda circunstancia y por lo tanto, vale la pena todo esfuerzo.
Tercero, obedezcan la palabra del Señor como se les dé. Sus palabras no sólo nos harán sentir amor y consuelo sino que invariablemente nos instruirán y nos corregirán. Hagan lo que Él les pida que hagan, no importa lo difícil que parezca, y háganlo ahora. Es al hacer la voluntad del Señor que el conocimiento sobre Él y el amor hacia Él se arraiga en el alma, lo cual conduce a estar más dispuestos a dejar de lado su propia vida y seguirle a Él30.
Mis queridos hermanos del Sacerdocio Aarónico, ¡éstos son sus días! ¡No los derrochen! ¡Sean serios! Tomen “el escudo de la fe, con que… apagar todos los dardos de fuego del maligno” 31; y luego “[peleen] la buena batalla de la fe” 32; entonces, cuando hayan hecho todo, “[estén] de pie” 33 con calma y “[vean] la salvación que Jehová hará” 34. Les aseguro que Su salvación vendrá, librándolos a ustedes y a los suyos de toda maldad. De ello testifico en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.