Sólo una moneda
“Aunque pequeña cantidad me pueda parecer, lo doy con suma gratitud y el Señor lo ve” (“Mi diezmo al Señor daré”, Liahona, octubre de 2006, pág. A13).
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Daniel miró con atención la moneda que estaba encima de la cómoda. La había estado mirando desde hacía unos minutos y no le parecía mucho.
Daniel, ¿estás listo para ir a la Iglesia?
Sí, papá, ya voy.
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Daniel se metió la moneda en el bolsillo y corrió para alcanzar a su familia.
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Cuando Daniel y su familia llegaron a la iglesia, él tomó un formulario y un sobre para diezmos de afuera de la oficina del obispo.
Papá, ¿me ayudas a llenar esto?
Por supuesto.
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¿Cuánto vas a pagar hoy de diezmos?
No mucho, sólo esto.
Daniel, ¿es esto el 10 por ciento del dinero que has ganado?
Sí.
Entonces está perfectamente bien.
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Daniel cerró el sobre y se lo dio al obispo, quien le estrechó la mano. Se preguntaba si el obispo le habría estrechado la mano si supiera que sólo había una moneda en el sobre.
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Estoy orgulloso de ti, Daniel; pagar el diezmo es una buena decisión.
Lo sé, papá, pero era sólo una moneda.
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Nunca sabes lo que se pueda pagar con una moneda; tal vez pague la impresión de una página del Libro de Mormón, o tal vez sirva para pagar una de las piedras que se usan para construir los templos.
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Daniel nunca había pensado en el diezmo de esa manera. Comenzó a pensar en todas las maneras en que su diezmo podría ayudar a los demás.
Supongo que tienes razón, papá. Me alegro de poder pagar el diezmo, aunque sólo sea una moneda.