Clásicos del Evangelio
Tiendan una mano para rescatar
A Gordon B. Hinckley se lo apartó como decimoquinto Presidente de la Iglesia el 12 de marzo de 1995. Él fue quien promovió la construcción de templos pequeños y anunció 79 templos nuevos durante su presidencia. También se recuerda al presidente Hinckley por haber visitado a Santos de los Últimos Días en más de 60 países. El artículo a continuación es un extracto del discurso de conferencia general que pronunció el 6 de octubre de 1996. Para ver el discurso en su totalidad, vaya a conference.lds.org.
Todos necesitamos que se nos recuerde el pasado. Es de la historia que obtenemos el conocimiento que evita que repitamos errores y nos da una base en la que podemos edificar el futuro…
Remontémonos a la conferencia general de octubre de 1856. El sábado de esa conferencia, Franklin D. Richards y un grupo de colegas llegaron al Valle del Lago Salado. Habían viajado desde Winter Quarters con carretas livianas y yuntas fuertes, y habían podido hacer el viaje bastante rápido. El hermano Richards buscó de inmediato al presidente Young y le informó que había cientos de hombres, mujeres y niños dispersados a lo largo de la larga ruta desde Scottsbluff hasta el valle. La mayoría de ellos iban tirando carros de mano y los acompañaban dos caravanas de carromatos que tenían la asignación de ayudarlos. Habían llegado a la región del último cruce del río North Platte y todo el camino por delante hasta la División Continental era en subida; después de eso faltaban muchos kilómetros más…
A la mañana siguiente, [el presidente Young] fue al viejo Tabernáculo que estaba en la [Manzana del Templo] y le dijo a la gente:
“…muchos de nuestros hermanos y hermanas están en las planicies con carros de mano; muchos quizás a más de 1.100 kilómetros de este lugar, y es preciso traerlos aquí; tenemos que enviarles socorro…
“Ésta es mi religión; esto es lo que dicta el Espíritu Santo que está conmigo: que salvemos a la gente…
“En este día, les pido a los obispos, y no voy a esperar hasta mañana ni hasta el día siguiente, que consigan sesenta yuntas de buenas mulas y doce o quince carromatos. No quiero mandar bueyes, sino buenos caballos y mulas; se encuentran en este territorio y es imprescindible conseguirlos. Además, doce toneladas de harina y cuarenta carreteros buenos, aparte de los que llevarán las yuntas de animales.
“Les diré que toda la fe que tengan, su religión y sus declaraciones religiosas, no salvarán ni una sola de sus almas en el reino celestial de nuestro Dios a menos que pongan en práctica estos principios que les estoy enseñando. Vayan y traigan a esa gente que se encuentra en las planicies ”1.
Esa misma tarde, las mujeres reunieron alimentos, mantas y ropa en grandes cantidades.
A la mañana siguiente, se herraron los caballos y se repararon y cargaron los carromatos.
A la mañana subsiguiente, el día martes, dieciséis yuntas de mulas salieron con dirección al este; hacia fines de octubre, doscientas cincuenta yuntas se dirigían a prestar socorro.
Mis hermanos y hermanas, desde este púlpito se han predicado hermosos discursos, pero ninguno tan elocuente como el que pronunció el presidente Young en esas circunstancias…
Deben repetirse una y otra vez los relatos de su rescate, pues manifiestan la esencia misma del evangelio de Jesucristo…
Tenemos algunos de los nuestros que claman de dolor y de sufrimiento, de soledad y de temor. Tenemos la solemne y gran obligación de tenderles la mano y ayudarlos, de elevarlos, de alimentarlos si tienen hambre, de nutrir su espíritu si tienen sed de la verdad y de la rectitud.
Existen muchos jóvenes que andan sin rumbo y que recorren el trágico camino de las drogas, las pandillas, la inmoralidad y todos los demás problemas que éstos traen aparejados. Hay viudas que ansían escuchar una voz amiga y sentir ese interés real que habla del amor. Están aquellos que una vez fueron fervientes en la fe, pero cuya fe ahora se ha enfriado; muchos de ellos desean volver, pero no saben cómo hacerlo; necesitan que se les tienda una mano de amistad. Con un poco de esfuerzo, es posible traer a muchos para que se deleiten otra vez a la mesa del Señor.
Mis hermanos y hermanas, esperaría y rogaría que cada uno de nosotros… tomase la resolución de buscar a aquellos que necesiten ayuda, que estén en circunstancias desesperadas y difíciles, y que los levantemos con un espíritu de amor para que se les acoja en la Iglesia, donde manos fuertes y corazones tiernos los reanimarán, los consolarán, los sostendrán y los encaminarán hacia una vida feliz y productiva.
Dejo con ustedes, mis amados amigos, mis compañeros en esta gran labor, mi testimonio de la veracidad de esta obra, la obra del Todopoderoso, la obra del Redentor de la humanidad.