Hablamos de Cristo
Tomar sobre mí Su nombre
“No hay otro nombre dado por el cual venga la salvación; por tanto, quisiera que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo” (Mosíah 5:8).
A las pocas semanas de comenzar mi misión, empecé a sentirme solo y echaba de menos a mi familia. Me encantaba ser misionero, pero el trabajo era mucho más difícil de lo que había imaginado. Extrañaba a mis amigos, a mi familia y las cosas que me eran familiares y que había dejado en casa. Una mañana, durante mi estudio personal, me senté calladamente, dando vuelta en mis manos una y otra vez mi placa de identificación y pensando en lo mucho que añoraba aquella familiaridad. Deseaba oír que alguien simplemente me llamara por mi nombre de pila.
Al mirar la placa de identificación, me di cuenta de que a pesar de que no tenía mi nombre de pila, en ella vi grabado el apellido de mi familia, el nombre de la Iglesia y el nombre del Salvador. De pronto reconocí algo que cambió tanto mi perspectiva como mi actitud. Me di cuenta de que como misionero, no me encontraba allí para representarme a mí mismo; en vez de ello, prestaba servicio para representar a mi familia que estaba en casa y, lo que es más importante, estaba representando al Salvador y a Su Iglesia. Coloqué la placa en el bolsillo de la camisa, encima del corazón. Al hacerlo, le prometí a mi Salvador que le daría lugar en mi corazón y en mi mente más plenamente.
Después de aquella mañana no volví a extrañar que me llamaran por mi nombre de pila. A partir de aquel momento, trabajé y serví de la mejor manera posible, llevando puesta con orgullo mi placa de identificación. Las veces que empezaba a sentirme desanimado, miraba la placa y ella me recordaba mi responsabilidad de seguir el ejemplo de Jesucristo.
Me esforcé por tomar sobre mí Su nombre más plenamente y ser más como Él. Al hacerlo, sentí más amor por mis compañeros y por las personas a quienes servía; mi testimonio se fortaleció y encontré gozo en la obra misional; empecé a olvidarme de mí mismo y a concentrarme en servir al Señor.
Ya hace varios años que regresé de mi misión, pero aún tengo la oportunidad de tomar sobre mí el nombre del Salvador. De hecho, como miembros de la Iglesia, todos nos comprometemos a tomar sobre nosotros el nombre de Cristo cada día de reposo cuando tomamos la Santa Cena. Al hacerlo, prometemos representar a nuestro Salvador lo mejor posible y esforzarnos por ser más como Él. El rey Benjamín enseñó: “…quisiera que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo… Y sucederá que quien hiciere esto, se hallará a la diestra de Dios, porque sabrá el nombre por el cual es llamado; pues será llamado por el nombre de Cristo” (Mosíah 5:8–9). Al tomar sobre nosotros Su nombre, podemos encontrar más propósito y satisfacción en nuestras misiones terrenales.