Cantando en Singapur
Los jóvenes de la Estaca Singapur aprendieron las bendiciones del sacrificio y del trabajo arduo al preparar una producción musical.
Cuando sonó el despertador a las cinco de la mañana, Yee Mun Lim, de 17 años, salió de la cama y se preparó para ese día. Salió de su casa a las 5:20 para ir a seminario; a las 6:30, se apresuró hacia la escuela, donde se quedó hasta las 19:00 hrs. para sus clases y otras actividades; después corrió para llegar al centro de estaca en transporte público con el fin de practicar para la producción musical de estaca.
Ésa fue la rutina normal de la mayoría de los jóvenes de la Estaca Singapur cada viernes durante cinco meses. A veces se sentía el agotamiento y el cansancio, pero a lo largo de toda la preparación para la producción musical Cuando un profeta habla, nadie se quejó ni se lamentó, ya que los jóvenes consideraban que los sacrificios que hacían valían la pena. “Éste es el acontecimiento más asombroso, genial, espiritualmente edificante, lleno de diversión y reconfortante en el que jamás haya participado”, dijo Yee Mun, del Barrio Singapur Segundo.
Cómo comenzó todo
“Nuestro objetivo inicial era unir a los jóvenes”, dijo Kate Loreto, la presidenta de las Mujeres Jóvenes de estaca. “Tenemos jóvenes en ocho barrios diferentes y provienen de entornos culturales diversos. Les resulta difícil relacionarse unos con otros. Fue por eso que pensamos: ¿Por qué no presentamos una obra musical para que se unan?”.
Los líderes escogieron música inspirada en los nueve puntos que enseñó el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008)1. La música se eligió “con el propósito de que los jóvenes interiorizaran la letra de las canciones, sintieran el Espíritu y vivieran las normas”, dijo Connie Woo, la directora general de la producción. “Queríamos que participara el mayor número posible de jóvenes”, agregó la hermana Woo. En total, participaron setenta y ocho jóvenes.
Quizá no todos ellos iban con la misma motivación al principio, pero la mayoría siguió yendo a los ensayos porque disfrutaba de la amistad, del canto y, sobre todo, del Espíritu.
Participación
Una vez que se eligió el tema y que se organizaron los ensayos, se asignó a los jóvenes a diferentes partes de la producción y a diferentes comités que iban de acuerdo con sus talentos.
Ally Chan, de 18 años, del Barrio Singapur Segundo, se ofreció como voluntaria para ayudar en el comité de vestuario. “Había que elegir algo que fuera modesto, lo cual era muy importante. Además tenía que ser económico, juvenil y, al mismo tiempo, debía verse bien en el escenario”, dijo. No sólo aprendió a tomar decisiones basadas en las normas del Evangelio y a trabajar con otras personas, sino que también estaba contenta por cómo se veían los jóvenes.
Canden Petersen, de 15 años, del Barrio Singapur Primero, fue nombrado presidente del coro a fin de ayudar a asegurarse de que cada ensayo se llevara a cabo sin problemas. Entre sus responsabilidades se encontraban el asignar oraciones, congregar y movilizar a los jóvenes para los ensayos y los juegos, y anunciar los lugares donde debían sentarse en el escenario. “También me pidieron que asignara a otros hombres jóvenes para que ayudaran a armar y desarmar el decorado de las escenas y que supervisaran a los jóvenes en el cumplimiento de sus asignaciones”, dijo. “Pensé que esa responsabilidad era buena para los jóvenes. Espero que los haya ayudado a comprender que el Señor llama a líderes ahora, y no sólo de entre los adultos. Ellos pueden y deben sostener a sus líderes sea cual sean su edad y su nivel de experiencia”.
Kandance Lim, de 18 años, del Barrio Woodlands, ayudó al desempeñar varias funciones, incluso como miembro del comité de vestuario, del comité de coreografía, del comité de fotografía y también cantó un solo. En cuanto a sus muchas responsabilidades, dijo: “Fue mi mamá quien me inspiró a aceptar todas esas asignaciones. Ella me enseñó que, si hay una oportunidad de servir, debo tomarla. Si uno acepta la tarea y hace su mejor esfuerzo, el Señor de seguro lo ayudará a superar cualquier dificultad que le toque enfrentar”.
Además de esas responsabilidades administrativas, también se necesitaban ejecutantes. John Lee, de 17 años, del Barrio Clementi, fue uno de los valientes que se ofreció para cantar un solo. Su razón era sencilla: “¡Simplemente me gusta cantar! Y me hace sentir especial”.
Ezra Tadina, de 17 años, del Barrio Woodlands, pensaba que no podía cantar, así que buscó otra manera de contribuir. “Decidí participar”, dijo, “y de hecho, soy el que narró la parte que trata sobre la participación. El mensaje me llega porque sé que es verdadero”.
Un gran sacrificio
Los ensayos tuvieron lugar desde noviembre de 2009 hasta marzo de 2010. Durante ese tiempo, los jóvenes se reunían en el centro de estaca para ensayar todos los viernes por la noche, excepto durante los días festivos. El tiempo y el compromiso que se requería de los jóvenes no fue un sacrificio insignificante, si se tiene en cuenta el horario agotador de un típico joven de Singapur.
Olivia Hoe, del Barrio Bedok, y alumna del primer año de la universidad, decidió participar porque, “sin importar con qué dificultades me encuentre en la vida, al fin del día, es el Evangelio lo que me mantendrá en pie y me ayudará a salir de las dificultades. El saber que hay Alguien que me cuida y que me ama completamente me da gran consuelo y considero que eso es más que suficiente para darme fuerzas”.
Muchos de los jóvenes tenían otros compromisos, pero ellos sabían que el Señor les había marcado el camino. Tal fue el caso de Amanda Ho, de 16 años, del Barrio Singapur Segundo. “Tenía mis prácticas de baile que interferían con algunos de los ensayos para esta obra; sin embargo, milagrosamente, la escuela cambió el horario de las prácticas y eso me permitió ir a los ensayos musicales”, explicó.
¡Música, maestro!
Después de meses de práctica, la obra finalmente estuvo lista para presentarse. Gracias a que los jóvenes la promocionaron con entusiasmo, más de setecientas personas fueron a ver las tres presentaciones. Al compartir los jóvenes su mensaje por medio de canciones, baile, música instrumental y sus propios testimonios, muchas personas del público se emocionaron.
También se pidió a los del grupo que invitaran amigos que no fueran miembros a ver su presentación y hacer que la experiencia fuese una oportunidad misional. Michael Lee, de 18 años, aceptó el desafío con seriedad: “Invité a seis amigos a ir, y fueron tres de mis compañeros de clase y un profesor”, dijo. Las presentaciones causaron impresión especialmente a su profesor. “Él dijo que fue una gran experiencia. Incluso nos pidió un ejemplar del folleto Para la Fortaleza de la Juventud. Dijo que sintió la energía por medio del corazón lleno de esperanza de tantos jóvenes”.
El objetivo inicial de los líderes de unir a los jóvenes ciertamente se cumplió. “Mientras me encontraba sentada mirándolos a cada uno de ellos durante la presentación, mi corazón se llenó de gozo”, dijo la hermana Woo. “No era por lo bien que se veían, por lo bien que cantaban y tocaban, ni por lo bien que presentaron las narraciones. No era por la escuela ni el país del cual venían, sino porque eran uno”.
El mensaje de la música
La obra musical sirvió para que muchos obtuvieran un testimonio más fuerte. Algunos dicen que tararean las melodías y cantan las canciones dondequiera que estén, y que el mensaje de las canciones los ayuda a vencer los obstáculos diarios. Muchos de ellos no sólo se convirtieron en buenos amigos, sino en un apoyo espiritual, animándose mutuamente cuando el camino se pone difícil. Pueden ayudarse unos a los otros a permanecer en el camino estrecho y a crecer espiritualmente.