Profetas del Antiguo Testamento
Noé
“[Noé] sigue a Adán en la autoridad del sacerdocio; fue llamado de Dios a este oficio y fue el padre de todo ser viviente de sus días”1. —El profeta José Smith
Mi padre me puso el nombre de Noé, que significa “descanso”, pues pensaba que yo traería consuelo a mi familia. Viví durante una época de tinieblas plagada de violencia, odio y otros pecados2.
Dios, advirtiéndome de que un diluvio destruiría a los inicuos, me instruyó que construyera un barco y que juntara alimentos y animales. Con la ayuda de mis tres hijos, y mediante la inspiración de Dios, trabajé en el barco durante los siguientes ciento veinte años. No había siquiera evidencia de que fuera a llover3.
También prediqué el arrepentimiento con la esperanza de que algunos hicieran caso y escaparan del Diluvio. Desde que Enoc fue trasladado hasta la época del Diluvio, muchas personas fieles fueron llevadas al cielo sin probar la muerte, pero otras se negaron a arrepentirse4.
Cuando mi familia finalmente entró en el arca, sellamos la puerta y no la volvimos a abrir hasta que las lluvias cesaron y la tierra se secó, aproximadamente un año más tarde5. Cuando desembarcamos, Dios hizo convenio de que nunca volvería a inundar la tierra y apareció en el cielo un arco iris como símbolo de Su promesa. Él nos mandó que acrecentáramos nuestras familias y siguiéramos viviendo el Evangelio, y yo llegué a ser el segundo padre del género humano6.
Siglos después, como el ángel llamado Gabriel7, anuncié al sacerdote Zacarías que él sería el padre de Juan el Bautista, y me aparecí a María y le dije que ella daría a luz al Salvador8.
Mi vida demuestra que, incluso durante tiempos difíciles, nunca estarán solos si siguen a Dios. Con el tiempo, los diluvios de la vida se asentarán y verán la belleza del Evangelio en su vida, al igual que el arco iris que se despliega en los cielos.