Nuestro hogar, nuestra familia
Cómo prepararnos para ser una familia eterna
El autor vive en Valparaíso, Chile.
No existe una receta mágica para lograr el éxito en el matrimonio, pero los ingredientes son siempre los mismos.
Mi esposa y yo observamos con tristeza y asombro cómo algunos de nuestros amigos pasaban por el proceso del divorcio. Lo primero que sentimos fue temor de que eso nos sucediera a nosotros en el caso de que tuviéramos que afrontar serias dificultades en nuestro matrimonio. Cuando nos vimos ante una grave crisis matrimonial, decidimos darnos una última oportunidad, pero decidimos hacerlo de la manera correcta. Ya habíamos tratado por algún tiempo de resolver nuestros problemas tomando en cuenta los pensamientos y sentimientos mutuos; nuestra relación mejoraba momentáneamente, pero después de un tiempo, volvían los problemas.
No empezó a cambiar hasta que nos dimos cuenta de que el Señor tenía que tener un lugar prominente en nuestro matrimonio; comprendimos que nunca podríamos lidiar solos con nuestros conflictos, ni mucho menos resolverlos. Despojándonos de nuestro orgullo, hicimos algo que nunca habíamos hecho; nos olvidamos de nuestras propias opiniones y le preguntamos al Señor qué era lo que Él deseaba de nosotros. Sólo cuando lo incluimos a Él nuestro matrimonio empezó a mejorar de manera gradual, a Su propia manera y en Su propio tiempo.
Ya han pasado varios años desde que nos arrodillamos en el altar del Templo de Santiago, Chile, y desde entonces nos hemos enfrentado a muchas dificultades y mucha adversidad. Al mirar hacia atrás, podemos afirmar que todo por lo que hemos pasado ha sido para nuestro bien; la adversidad nos ha enseñado a ser humildes y nos ha hecho más fuertes. Todavía estamos aprendiendo a poner nuestras vidas en orden, ambos trabajando juntos como iguales con amor y comprensión; y el esfuerzo ha valido la pena.
No existe una receta mágica para lograr el éxito en el matrimonio y, como siempre lo ha sido, los ingredientes se encuentran en el evangelio de Jesucristo. De modo que, como familia, hemos redactado una declaración, la cual utilizamos junto con la proclamación sobre la familia que emitieron la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles1. Nuestra declaración, intitulada “Cómo prepararnos para ser una familia eterna”, comienza con estas palabras: “Nosotros, la familia Castro Martínez, testificamos que el matrimonio es ordenado por Dios y que las relaciones familiares pueden ser eternas mediante la expiación de Jesucristo, si somos obedientes a las leyes y ordenanzas del Evangelio”.
Después se enumeran diecisiete principios que, a nuestro modo de pensar, abarcan los valores básicos del Evangelio que nos brindarán la mayor probabilidad de tener éxito en nuestro matrimonio y en nuestra familia. Nuestra lista no se considera de ninguna manera como algo innovador; incluye cosas como la oración personal y familiar, el estudio de las Escrituras, las noches de hogar semanales, la asistencia a las reuniones dominicales, la asistencia regular al templo, el tratarse mutuamente con amor y respeto, y el prestar servicio. Comprendemos también que los principios, por sí solos, no tienen ningún efecto; es necesario llevarlos a la práctica.
El despojarnos de nuestro orgullo e incluir al Señor y Su voluntad en nuestro matrimonio nos han colocado en el sendero que nos llevará a ser una familia eterna.
El autor vive en Valparaíso, Chile.