Las bendiciones del templo
Tomado del discurso “Temple Blessings”, pronunciado en un devocional de la Universidad Brigham Young el 15 de noviembre de 2005. Para el texto completo en inglés, vaya a speeches.byu.edu.
Las ordenanzas salvadoras del templo son esenciales para el eterno plan de felicidad, e incluso son su foco principal.
Las bendiciones de la investidura del templo son tan esenciales para cada uno de nosotros como lo fue nuestro bautismo. Por esa razón, debemos prepararnos a fin de encontrarnos limpios para entrar en el templo de Dios. La obra del templo es la oportunidad de efectuar nuestras investiduras y convenios personales y llevar a cabo esas mismas ordenanzas para la redención de los muertos. Es por ello que en las Escrituras se nos manda edificar templos y prepararnos para ser dignos de tomar parte en las sagradas ordenanzas y convenios del templo.
Por medio de las Escrituras se nos ha enseñado que la dignidad personal que el Señor requiere de nosotros para entrar en el templo y tomar sobre nosotros los convenios sagrados es una de las bendiciones más grandes que tenemos a nuestro alcance en la mortalidad. Entonces, después de tomar sobre nosotros los convenios del templo, nuestra obediencia al vivir los convenios a diario es una demostración de nuestra fe, amor, devoción y compromiso espiritual para honrar a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo, y nos prepara para vivir con Ellos en las eternidades. Las ordenanzas salvadoras del templo son esenciales para el eterno plan de felicidad, e incluso son su foco principal.
El santo templo
Debemos obtener un testimonio del templo y un sentimiento reverente hacia él por ser la casa del Señor. El templo es en verdad un lugar donde uno está “en el mundo y no es del mundo”. Cuando estamos preocupados y tenemos decisiones importantes que tomar que agobian la mente y el alma, podemos llevar esas preocupaciones al templo y recibir guía espiritual.
A fin de preservar la santidad del templo, de mantenerlo puro y de invitar al Espíritu para que bendiga a aquellos que entren en él a efectuar las ordenanzas y los convenios, se nos enseña que ninguna cosa inmunda debe entrar en el templo. La reverencia en el templo es un elemento vital a fin de invitar al Espíritu para que more en él durante cada hora de cada día.
Cuando era niño, mi padre me trajo de Long Island, Nueva York, EE. UU., para caminar por los terrenos del Templo de Salt Lake, en Salt Lake City, para tocar el templo y hablar sobre la importancia que éste tenía en mi vida. Fue en esa ocasión que tomé la determinación de que algún día volvería para entrar en el templo y recibir las ordenanzas.
El templo es un edificio sagrado, un lugar santo donde se llevan a cabo ceremonias y ordenanzas salvadoras esenciales para prepararnos para la exaltación. Es importante que obtengamos un conocimiento seguro de que nuestra preparación para entrar en la Santa Casa y nuestra participación en estas ceremonias y convenios son algunos de los acontecimientos más significativos que sucederán en nuestra vida.
Las bendiciones del templo a lo largo de la historia
A través de la historia, en cada dispensación, el Señor mandó a los profetas que se construyeran templos para que Su pueblo pudiese recibir las ordenanzas del templo.
El Templo de Kirtland fue el primero en estos últimos días, y desempeñó un papel importante en la restauración de las llaves del sacerdocio. El Salvador apareció en gloria y aceptó el Templo de Kirtland como Su casa. En esa ocasión, Moisés, Elías y Elías el profeta se aparecieron para entregarle a José Smith las llaves que poseyeron en sus dispensaciones. Tal como lo profetizó Malaquías, Elías el profeta restauró las llaves de su dispensación a fin de que disfrutáramos las bendiciones del templo en nuestra vida (véase D. y C. 110).
El Templo de Nauvoo fue el primer templo de los últimos días en el que se efectuaron investiduras y sellamientos, lo cual llegó a ser una gran fortaleza para los pioneros mientras soportaban las tribulaciones de cruzar las llanuras rumbo a Sión, en el valle del Lago Salado.
Cuando llevaron a José Smith a la cárcel de Carthage, quedó clara la razón por la que el que se terminara la edificación del templo había significado tanto para él. Él sabía lo que se esperaba de los santos y que a fin de tener la fuerza para soportar lo que yacía por delante tenían que estar investidos con poder: el poder del sacerdocio.
Nuestros antepasados pioneros fueron sellados como familias en Nauvoo; los convenios que hicieron con el Señor en el Templo de Nauvoo fueron una protección para ellos durante el trayecto hacia el oeste, tal como lo es para cada uno de nosotros hoy día y a lo largo de nuestra vida. Las ordenanzas y los convenios del templo son la protección que necesitamos para las pruebas y tribulaciones actuales y para lo que enfrentaremos en el futuro; es nuestro patrimonio; es lo que somos.
Para esos primeros santos, el participar en las ordenanzas del templo fue esencial para su testimonio al enfrentar las tribulaciones, las chusmas enfurecidas, el ser expulsados de sus cómodos hogares en Nauvoo, y el largo y difícil trayecto que tenían por delante. Habían sido investidos con poder en el santo templo; los esposos fueron sellados el uno al otro; los hijos fueron sellados a sus padres. Muchos perdieron familiares a lo largo del camino, pero sabían que para ellos eso no era el fin; habían sido sellados en el templo por toda la eternidad.
Las ordenanzas del templo: investiduras y sellamientos
Los templos son la universidad más grandiosa de aprendizaje que el hombre conozca, y nos brindan conocimiento y sabiduría en cuanto a la creación del mundo. Los lavamientos y las unciones nos indican quiénes somos; las instrucciones de la investidura proporcionan guía sobre cómo debemos comportarnos aquí en la mortalidad (véase D. y C. 97:13–14).
El propósito principal del templo es proporcionar las ordenanzas indispensables para nuestra exaltación en el reino celestial. Las ordenanzas del templo nos guían hacia nuestro Salvador y nos proporcionan las bendiciones otorgadas por medio de la expiación de Jesucristo. El significado de la palabra investidura es “don”. La ordenanza consiste en una serie de instrucciones sobre la forma en que debemos vivir, y en convenios que hacemos para vivir rectamente al seguir a nuestro Salvador.
Otra ordenanza importante es el ser sellados por la eternidad en un matrimonio celestial. Este convenio permite que los hijos sean sellados a sus padres y que los hijos que nazcan en el convenio formen parte de una familia eterna.
En Doctrina y Convenios se enseña: “…lo que sellares en la tierra será sellado en los cielos; y lo que atares en la tierra, en mi nombre y por mi palabra, dice el Señor, será eternamente atado en los cielos; y los pecados de cualquier persona que remitas en la tierra, serán eternamente remitidos en los cielos; y los pecados de cualquier persona que retengas en la tierra, serán retenidos en los cielos” (D. y C. 132:46).
Cuando una pareja se arrodilla ante el altar, yo, como sellador, soy consciente de mi función como representante del Señor, y sé que lo que se selle en la tierra queda literalmente sellado en el cielo para no romperse jamás, si los que se han sellado permanecen fieles y perseveran hasta el fin.
Los espejos que se encuentran en paredes opuestas en la sala de sellamientos del templo están ubicados de manera que creen la impresión visual de infinidad de imágenes. Mirar en esos espejos de un lado de la sala representa las eternidades que hemos viajado para venir a la tierra; al volvernos al lado opuesto de la sala, vemos las imágenes casi infinitas que simbolizan las eternidades después de que hayamos salido de esta frágil existencia en la tierra. La sala de sellamientos en sí representa nuestra probación mortal aquí en la tierra. La lección que se aprende de esta experiencia en el templo es que hemos tomado la decisión correcta de venir a la tierra y pasar por la mortalidad, y que la forma en que vivamos en este breve período determinará cómo viviremos en las eternidades venideras.
Ustedes se están preparando para hacer frente a las pruebas de la vida mortal. Vinimos voluntariamente de la presencia de Dios el Padre a esta probación mortal con el albedrío, sabiendo que tendríamos “oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11). Nuestro objetivo (véase 1 Nefi 15:14) es tomar sobre nosotros toda la armadura de Dios y soportar “los dardos encendidos del adversario” (D. y C. 3:8) con nuestra espada del Espíritu y el escudo de la fe (véase D. y C. 27:15–18), para perseverar hasta el fin y para ser dignos de presentarnos ante Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo y de vivir en la presencia de Ellos por toda la eternidad; es decir, ganar lo que se llama la vida eterna.
Les doy mi testimonio de que Dios vive; de que Jesús es el Cristo; y de que José Smith, el Profeta de nuestra dispensación, restauró las bendiciones del sacerdocio que nos permiten recibir las bendiciones del templo.