2017
Élder Robert D. Hales: Una vida honorable
En memoria del élder Robert D. Hales


Élder Robert D. Hales: Una vida honorable

“¡Oh, si tuviera la voz y la trompeta de un ángel para poder declarar a toda la humanidad que [Jesucristo] ha resucitado y vive; que Él es el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre, el Mesías prometido, nuestro Redentor y Salvador; que vino a este mundo para enseñar el Evangelio mediante el ejemplo. Su misión divina va dirigida a ustedes y a mí para que vengamos a Él, y Él nos conducirá a la vida eterna”1.

Robert D. Hales and his wife, Mary

En la cubierta: fotografía por Stuart Johnson, Deseret News

Cuando el élder Robert D. Hales prestó servicio como piloto de aviones caza de reacción en la Fuerza Aérea de EE. UU. durante la década de 1950, los miembros de su escuadrilla adoptaron un lema que los inspiraría en su deber.

“El lema de nuestra unidad, que se podía ver en el lateral del avión, era: ‘Vuelve con honor’”, relató el élder Hales a los poseedores del sacerdocio en 1990, cuando servía como Obispo Presidente. “Ese lema fue para nosotros un recordatorio constante de nuestra determinación de regresar a nuestra base con honor después de hacer todo lo posible por cumplir con éxito todos los aspectos de nuestra misión”2.

Robert D. Hales as pilot with plane; as businessman

El élder Hales, quien con frecuencia hablaba sobre volver con honor, creía que todos los hijos del Padre Celestial podrían beneficiarse en su progreso eterno al aplicar ese lema en sus vidas. Ya que cada día de la vida es una misión, enseñó: “Tenemos que recordar quiénes somos y nuestra meta eterna de ‘Volver con honor’, con nuestra familia, a la presencia de nuestro Padre Celestial”3.

En sus obligaciones como esposo y padre, ejecutivo de negocios y Autoridad General de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días durante más de cuarenta años, el élder Hales recordó quién era y actuó en consecuencia; y mediante su fidelidad, obediencia, diligencia y servicio, ejemplificó el lema de su escuadrilla a lo largo de su vida terrenal.

Una familia muy unida

Robert D. Hales with his parents and siblings; as a child

Robert Dean Hales nació en la ciudad de Nueva York, EE. UU., el 24 de agosto de 1932. Fue el menor de los tres hijos que tuvieron J. Rulon Hales y Vera Marie Holbrook Hales. Robert creció cerca de Long Island, en un hogar centrado en el Evangelio. Sus padres sirvieron en diversos llamamientos de la Iglesia, entre otros, como misioneros de estaca, y cada domingo la familia recorría 32 kilómetros para asistir al Barrio Queens.

“Éramos una familia muy unida”, recordaba el élder Hales. Se refería al hogar de su infancia como “un hermoso lugar para crecer” y a su familia como “una fuente de fortaleza”4.

Los buenos ejemplos de sus padres luego fueron recuerdos que guiaron su vida5. “Vivían el Evangelio, estudiaban las Escrituras y testificaban de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo”, decía el élder Hales. “También daban testimonio del profeta José Smith”6.

Siendo aún muy joven, aprendió que “la clave para fortalecer nuestras familias es hacer que el Espíritu del Señor more en nuestro hogar”7.

Su madre, quien sirvió más de treinta años en la Sociedad de Socorro, enseñó a Robert a amar y servir cuando lo llevaba con ella a prestar servicio a los pobres y necesitados8. Su padre, que era un artista profesional en la Ciudad de Nueva York, enseñó a Robert lecciones perdurables sobre el sacerdocio y la Restauración. En una ocasión, llevó a Robert al río Susquehanna, donde José Smith y Oliver Cowdery habían recibido el Sacerdocio Aarónico de manos de Juan el Bautista. En otra oportunidad, llevó a Robert a la Arboleda Sagrada.

“Allí oramos juntos y expresamos nuestro deseo de ser leales y fieles al sacerdocio que poseíamos”, recordó. “Más tarde, papá pintó un cuadro del lugar donde habíamos orado y me lo dio como recordatorio de las promesas que habíamos hecho juntos aquel día. Actualmente está colgado en una de las paredes de mi oficina y me sirve para recordar todos los días la sagrada experiencia y las promesas que hice con mi padre terrenal, así como con mi Padre Celestial”9.

Robert D. Hales as young baseball player; in Dodgers uniform

Cuando era joven, Robert fue jugador de béisbol. Más adelante, integró el equipo de la escuela secundaria y el de la universidad y, en el año 2007, hizo el primer lanzamiento ceremonial en un partido profesional.

Fotografía por Sonja Eddings Brown

De jovencito, a Robert le encantaba jugar al béisbol; con el tiempo, llegó a jugar para la Universidad de Utah. Mientras estaba en noveno grado y al regresar en un autobús tras su primer partido fuera de la ciudad con el equipo de la escuela secundaria, se quedó horrorizado con ciertas conductas y lenguaje de sus compañeros. Para fortalecer a Robert, su padre le dibujó un caballero.

“Mientras él dibujaba y leía de las Escrituras, aprendí a ser un fiel poseedor del sacerdocio para proteger y defender el reino de Dios. Las palabras del apóstol Pablo fueron mi guía” (véase Efesios 6:13–17).

Años después, al reflexionar sobre esa lección, el élder Hales enseñó: “Si somos fieles en el sacerdocio, recibiremos esa armadura como don de Dios. ¡Necesitamos esa armadura!”10.

El élder Hales aprendió otro importante atributo del ejemplo de su padre.

“Del tierno cuidado que mi padre prodigaba a mi madre y a mi hermana, y a las hermanas de él, aprendí a respetar a la mujer”, declaró. Cuando la madre del élder Hales sufrió una apoplejía, el “cuidado amoroso que [su padre] brindó a su querida compañera” durante los dos últimos años de la vida de ella fueron un ejemplo que jamás olvidó. “Me dijo que era un precio insignificante comparado con los cincuenta años de amorosa dedicación que ella le había dado”11.

Su posesión más preciada

En 1952, durante una visita a casa cuando estudiaba en la universidad, Robert conoció a una joven llamada Mary Crandall, cuya familia se había mudado hacía poco tiempo a Nueva York desde California. Se sintieron atraídos el uno por el otro de inmediato.

“Después de conocerla, jamás volví a salir con otra joven”, recordaba el élder Hales12.

Cuando acabó el verano, ambos se marcharon a Utah para volver a clases. Robert asistía a la Universidad de Utah y Mary, a la Universidad Brigham Young, pero no dejaron que la distancia los separara. Poco después de que terminara el año escolar, se casaron en el Templo de Salt Lake, el 10 de junio de 1953. Durante los siguientes cinco años fueron bendecidos con dos hijos, Stephen y David.

Robert and Mary Hales on wedding day; Robert and Mary with their sons

Tras obtener en 1954 un título en ciencias de la comunicación y en administración de empresas, Robert se enlistó en el servicio activo de la Fuerza Aérea de [EE. UU.], para prestar servicio como piloto de aviones caza de reacción. Al finalizar su servicio unos cuatro años más tarde, se mudó con su familia de Florida a Massachusetts para cursar una maestría en administración de empresas. En ese tiempo en que se hallaba exigido al máximo de su capacidad en la Harvard Business School [Escuela de Negocios Harvard], fue llamado a servir como presidente de un cuórum de élderes. Fue la única vez de su vida en que dudó si debía aceptar un llamamiento de la Iglesia.

“Es posible que no apruebe mis estudios si acepto ser presidente del cuórum de élderes”, le dijo a Mary.

Mary respondió con palabras que le ayudarían el resto de su vida: “Bob, prefiero tener un poseedor del sacerdocio activo que un hombre que posee una maestría de Harvard”. Luego lo abrazó y añadió: “Haremos las dos cosas”13.

Y así lo hicieron.

Al día siguiente, Mary acondicionó una sección del sótano de su apartamento, que estaba sin terminar, para que Robert tuviera un lugar donde estudiar sin que lo molestaran.

“Me puse en las manos del Señor cuando tomé esa decisión” de aceptar el llamamiento, dijo el élder Hales treinta años después. “Esa decisión fue mucho más difícil de tomar entonces que algunos años más adelante, cuando acepté el llamamiento de prestar servicio como Ayudante de los Doce y abandoné mi carrera en el mundo empresarial”14.

Años más tarde, cuando su familia ya tenía estabilidad económica, el élder Hales quiso comprarle a Mary un abrigo muy costoso. Cuando preguntó a Mary qué pensaba sobre la compra que quería hacer, ella le preguntó: “¿Lo vas a comprar para mí o para ti?”.

El élder Hales denominó la pregunta “una lección inolvidable”. Dijo: “En otras palabras, ella me preguntaba: ‘El propósito de este regalo, ¿es demostrarme tu amor o demostrarme que eres un buen proveedor, o probarle algo al mundo?’. Medité su pregunta y me di cuenta de que estaba pensando menos en ella y en nuestra familia, y más en mí”15.

El élder Hales reconoció que su esposa era su posesión más preciada16. “Sin ella no sería lo que soy”, afirmó. “La amo entrañablemente. Ella tiene dones del Espíritu. Estudiamos las Escrituras juntos y muchos de los conceptos que enseño provienen del estudio y la oración que hago con mi compañera. Por ese motivo soy quien soy”17.

El élder Hales atribuyó gran parte de lo que él y Mary lograron en su vida a su relación de equipo. “Siempre hemos sido un equipo y siempre lo seremos. Creo que escuchar a mi esposa, después de escuchar al Espíritu Santo, ha sido la influencia más importante en mi vida”18.

Robert D. Hales with Mary in front of temple; with Mary and President and Sister Kimball

“Tendrá muchas misiones”

Después de obtener su maestría en administración de empresas en 1960, enseguida se presentaron oportunidades profesionales para Robert. Durante los siguientes quince años, trabajó como ejecutivo en varias empresas muy importantes de los Estados Unidos. Su distinguida carrera empresarial lo llevó a él y a su familia a vivir en varias ciudades de Estados Unidos, así como en Inglaterra, Alemania y España. Esas mudanzas dieron lugar a llamamientos de liderazgo en la Iglesia, que Robert aceptó de buena gana.

Sirvió en presidencias de rama en España, Alemania y, en Estados Unidos, en Georgia y Massachusetts. Prestó servicio como obispo en Fráncfort, Alemania, y en Massachusetts e Illinois, EE. UU. También prestó servicio como miembro de sumo consejo en Londres, Inglaterra, y Boston, Massachusetts, donde además sirvió en la presidencia de estaca. En Minnesota y Luisiana, EE. UU., sirvió como Representante Regional.

En 1975, durante una reunión de una mesa directiva empresarial, Robert recibió una nota que decía que el presidente Marion G. Romney (1897–1988), Segundo Consejero de la Primera Presidencia en ese momento, estaba al teléfono. Cuando Robert contestó el teléfono, el presidente Romney lo llamó a servir como presidente de misión. Robert aceptó el llamamiento, pero antes que pudiera asumir sus deberes como presidente de la Misión Inglaterra Londres más adelante aquel año, recibió otra llamada de Salt Lake City, pero en esa ocasión del presidente Spencer W. Kimball (1895–1985).

“¿Tiene algún inconveniente en que le pidamos que preste servicio durante más de tres años?”, preguntó el presidente Kimball. Después que Robert respondió que no tenía inconveniente, el presidente Kimball lo llamó a servir como Ayudante del Cuórum de los Doce Apóstoles.

“El presidente Kimball me dijo que sabía que me sentía decepcionado porque quería servir como presidente de misión”, dijo el élder Hales. Pero el presidente Kimball lo tranquilizó: “No se preocupe, tendrá muchas misiones”19.

Un año después, el élder Hales fue llamado a servir en el Primer Cuórum de los Setenta. En ese llamamiento, tres años después, fue llamado de nuevo a servir como presidente de la Misión Inglaterra Londres y luego como supervisor de Área en Europa, donde trabajó con el élder Thomas S. Monson a fin de establecer el Evangelio en naciones donde no se había permitido el ingreso de la Iglesia antes, así como en la construcción de un templo en Alemania Oriental20.

“Viví una de mis mayores alegrías en el servicio a la Iglesia durante mis tres primeros años como Autoridad General, cuando ayudé a planificar veintisiete conferencias de Área”, dijo el élder Hales. “Me encantaba viajar con los miembros de la Primera Presidencia, los Apóstoles, las Autoridades Generales y otros líderes, y llegar a conocerlos a ellos y a sus esposas. Ver a los profetas, videntes y reveladores testificar de la veracidad del Evangelio a los santos en un país tras otro fue maravilloso”21.

En 1985, el élder Hales fue llamado como Obispo Presidente de la Iglesia. Su experiencia profesional, su administración respetuosa y su estilo de negociación, así como su amor por las personas, lo hacían alguien bien preparado para el llamamiento.

Robert D. Hales with Mary and others at Freiberg temple dedication

El Obispo Presidente Hales ayudó a hacer los preparativos para edificar un templo en Alemania Oriental. Él y Mary Hales (en el centro) se reúnen con (de izquierda a derecha) el arquitecto Emil Fetzer, Elisa Wirthlin, el élder Joseph B. Wirthlin, Frances Monson, y el élder Thomas S. Monson en la dedicación del templo, en 1985.

El presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, prestó servicio en el Obispado Presidente con el élder Hales. Este dijo que el élder Hales era un hombre de negocios sabio, modesto y leal que era compasivo con las personas, y que sabía cómo lograr las cosas. “Aportó esas mismas cualidades al liderazgo del Obispado Presidente”, dijo el presidente Eyring22.

“En él no hay malicia alguna”, afirmó su esposa, Mary. “Posee un corazón puro y desea siempre hacer lo correcto”23.

Entre las doctrinas que el élder Hales recalcó como Obispo Presidente se encontraban los principios de bienestar. “Tú me elevas y yo te elevaré a ti, y así ascenderemos juntos”, decía con frecuencia, citando uno de sus dichos favoritos24.

Rogaba que los santos pudieran “comprender que tenemos el poder y la responsabilidad de ayudar a los necesitados cual ángeles ministrantes del Señor Jesucristo, y que seremos amados porque amamos, recibiremos consuelo porque somos compasivos, que seremos perdonados porque hemos demostrado la capacidad de perdonar”25.

Sus enseñanzas y testimonio

Cuando se sostuvo al élder Hales en el Cuórum de los Doce Apóstoles nueve años más tarde, el 2 de abril de 1994, su nuevo llamamiento le causó una profunda preocupación.

“Ahora tengo sesenta y un años, y de nuevo soy un muchacho”, declaró durante su primer discurso como Apóstol en una conferencia general. “Hay hermanos en el estrado que han sido Apóstoles y miembros de la Primera Presidencia durante la mitad de mi vida”.

Dijo que ser un apóstol de Jesucristo era “un proceso de arrepentimiento y humildad, de examinar mi interior, tal como se nos ha indicado, y de pedir perdón y fortaleza para ser lo que debo ser”. Pidió a los santos que oraran para que pudiera “forjar la fortaleza espiritual necesaria para que mi voz y mi testimonio del Señor Jesucristo penetren en el corazón de quienes me oigan”26.

Durante más de veinte años, el testimonio apostólico del élder Hales del Salvador y su testimonio del Evangelio restaurado penetraron en el corazón de Santos de los Últimos Días de todo el mundo. Sus sermones incluyeron temas como la familia y la fe, las pruebas y el testimonio, el amor y la longanimidad, el servicio y la obediencia, la integridad y el albedrío.

Al enseñar sobre el uso prudente del albedrío, el élder Hales compartió un relato sobre un amigo que sirvió con él en la Fuerza Aérea.

Rememoró lo siguiente: “Durante mi entrenamiento como piloto de caza de reacción… practicaba cuándo decidir eyectarme del avión si la luz de alarma de incendio se encendiera y este comenzara a girar sin control. “Recuerdo a un amigo muy querido que no se preparó para ello; siempre encontraba la manera de ausentarse de la práctica en el simulador y se iba a jugar al golf o a nadar. ¡Nunca aprendió los procedimientos de emergencia! Meses más tarde, su avión se incendió y se precipitó en barrena al suelo en llamas. Al percatarse de la luz de alarma contra incendios, su joven compañero, que había cultivado una reacción instintiva, supo cuándo eyectarse del avión y caer a salvo en paracaídas; pero mi amigo, que no se había preparado para tomar esa decisión, permaneció en el avión y murió en el impacto”.

Saber cómo actuar y cuándo actuar en el momento en que se presenta una decisión importante puede tener consecuencias eternas, añadió el élder Hales27.

“Al ser un jovencito de Nueva York, asistía a una escuela secundaria de unos miles de alumnos donde solo dos o tres éramos miembros de la Iglesia. En una reunión reciente para celebrar los cincuenta años de nuestra graduación, mis compañeros de clase aún recordaban que yo vivía fiel a mis valores y creencias. Entonces me di cuenta de que una sola infracción de la Palabra de Sabiduría o una transgresión de los valores morales me habría impedido decir: ‘Esto es en lo que creo’ y gozar de la confianza de mis amigos.

“Podemos compartir el Evangelio únicamente al grado en que lo vivamos”28.

Durante los últimos años del ministerio del élder Hales, este alentó a los santos a vivir dignos “del extraordinario don del Espíritu Santo”29. También alentó a los miembros de la Iglesia a mejorar su discipulado al llegar a ser mejores cristianos, al ser cristianos valientes y al mantenerse firmes en lugares santos.

“Ese es el llamado de Cristo a todo cristiano hoy: ‘Apacienta mis corderos… Apacienta mis ovejas’; comparte Mi evangelio con jóvenes y mayores por igual, elevándolos, bendiciéndolos, consolándolos, animándolos y edificándolos, especialmente a los que no piensen ni crean lo mismo que nosotros”, enseñó30.

Robert D. Hales visiting with Boy Scouts

Fotografía por Jeffrey D. Allred, Deseret News

En lo que respecta a quienes “quieren que bajemos del lugar alto y nos unamos a ellos en una riña teológica en el lodo”, el élder Hales aconsejó a los Santos de los Últimos Días que respondieran con su testimonio y se mantuvieran al lado del Salvador.

“Manifestamos Su amor, que es el único poder que puede someter al adversario y contestar a nuestros acusadores sin acusarlos a ellos, como ellos nos acusan. Eso no es debilidad; eso es valor cristiano”31.

Al igual que el Salvador fue “despreciado y desechado entre los hombres” (Isaías 53:3; Mosíah 14:2), los Santos de los Últimos Días también pueden experimentar incomprensión, críticas y acusaciones falsas. “¡Es nuestro privilegio sagrado mantenernos al lado de Él!”, dijo el élder Hales32.

Esperar en el Señor

Cuando el élder Hales se refería a esperar en el Señor, sabía bien de lo que hablaba. Los problemas cardíacos, las cirugías mayores y los continuos problemas de salud que le impidieron discursar en la Conferencia General de abril de 2011 se cobraron cierto precio en el aspecto físico, pero le aportaron conocimiento espiritual.

Después de recuperarse de tres cirugías mayores en el año 2000, dijo a los Santos de los Últimos Días: “En los dos últimos años, he esperado en el Señor para que me enseñara lecciones terrenales durante períodos de dolor físico, angustia mental y meditación. Aprendí que el dolor constante e intenso es un gran purificador que consagra, y que nos hace ser humildes y nos acerca más al Espíritu de Dios”33.

No tenemos que afrontar las dificultades solos porque podemos acudir al “más grande de todos los que nos cuidan”, enseñó el élder Hales34. “Y a veces, cuando el Señor así lo deseaba, yo había de ser consolado por medio de la visita de huestes celestiales que me brindaron consuelo y confirmaciones espirituales en mis momentos de necesidad”35.

Aunque quizás no sepamos cuándo o cómo se responderán nuestras oraciones, el élder Hales testificó que las respuestas llegarán a la manera del Señor y según Sus tiempos. “A algunas respuestas, quizás debamos esperarlas hasta el más allá… No nos demos por vencidos con el Señor; Sus bendiciones son eternas, no temporarias”36.

Robert D. Hales and various Church leaders

“He tenido el privilegio de trabajar entre las más extraordinarias Autoridades Generales que pueda haber en esta tierra”. Las palabras que pronunció al ser relevado como Obispo Presidente también se cumplieron mientras fue Apóstol.

Fotografía por cortesía de Deseret News Archive

Fotografía por Stuart Johnson, Deseret News

Un discípulo fiel

Cuando era Obispo Presidente, el élder Hales compartió un testimonio similar al de Alma, hijo. Declaró: “¡Oh, si tuviera la voz y la trompeta de un ángel para poder declarar a toda la humanidad que [Jesucristo] ha resucitado y vive; que Él es el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre, el Mesías prometido, nuestro Redentor y Salvador; que vino a este mundo para enseñar el Evangelio mediante el ejemplo. Su misión divina va dirigida a ustedes y a mí para que vengamos a Él, y Él nos conducirá a la vida eterna”37.

En su primer discurso de conferencia general después de ser llamado al Cuórum de los Doce Apóstoles, citó a Mormón, haciendo suyo el testimonio del antiguo profeta: “He aquí, soy discípulo de Jesucristo, el Hijo de Dios. He sido llamado por él para declarar su palabra entre los de su pueblo, a fin de que alcancen la vida sempiterna” (3 Nefi 5:13)38.

Durante sus cuatro décadas como Autoridad General, el élder Robert D. Hales declaró osada y elocuentemente las palabras del Salvador por medio de sus discursos y su vida ejemplar, y recordó su propio consejo en su vida personal, profesional y eclesiástica: “Si obedecemos fielmente y si perseveramos hasta el fin, algún día podremos volver con honor a la presencia de nuestro Padre Celestial y de Su Hijo Jesucristo”39.

Para los Santos de los Últimos Días que comparten la fe del élder en el Salvador, el élder Hales no ha desaparecido; antes bien, ha vuelto a casa, y lo ha hecho con honor.

Notas

  1. Véase Robert D. Hales, “‘Qué pensáis del Cristo?’, ‘¿Quién decís que soy yo?’”,Liahona, agosto de 1979, pág. 110.

  2. Véase Robert D. Hales, “El Sacerdocio Aarónico: Regresemos con honor”, Liahona, mayo de 1990, pág. 51.

  3. En “Fireside Commemorates Aaronic Priesthood Restoration”, Ensign, julio de 1985, pág. 75.

  4. En “Elder Robert D. Hales of the Quorum of the Twelve”, Ensign, mayo de 1994, pág. 105.

  5. Véase Robert D. Hales, “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, Liahona, enero de 1994, pág. 8.

  6. Véase Robert D. Hales, “Gratitud por la bondad de Dios”, Liahona, julio de 1992, pág. 71.

  7. Véase Robert D. Hales, “El fortalecimiento de las familias: nuestro deber sagrado”, Liahona, julio de 1999, pág. 40.

  8. Véase Robert D. Hales, “Gratitud por la bondad de Dios”, pág. 71.

  9. Véase Robert D. Hales, “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, págs. 8–9.

  10. Véase Robert D. Hales, “Permaneced firmes en lugares santos”, Liahona, mayo de 2013, pág. 48.

  11. Véase Robert D. Hales, “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, pág. 9.

  12. Véase en LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, Liahona, abril de 1995, pág. 31.

  13. Véase Robert D. Hales, “Celestial Marriage—A Little Heaven on Earth”, (devocional pronunciado en la Universidad Brigham Young, 9 de noviembre de 1976), speeches.byu.edu.

  14. Véase en LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.

  15. Véase Robert D. Hales, “Seamos proveedores providentes temporal y espiritualmente”, Liahona, mayo de 2009, págs. 8–9.

  16. Véase Robert D. Hales, “Gratitud por la bondad de Dios”, pág. 71.

  17. Robert D. Hales, “Gifts of the Spirit”, Ensign, febrero de 2002, pág. 19.

  18. Véase en LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.

  19. Véase Spencer W. Kimball, en LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.

  20. Véase LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.

  21. En “Elder Robert D. Hales of the Quorum of the Twelve”, págs. 105–106.

  22. Véase entrevista con el presidente Henry B. Eyring, 11 de junio de 2015.

  23. Véase en LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.

  24. Robert D. Hales, “Tomemos las decisiones correctas”, Liahona, enero de 1989, pág. 13.

  25. Véase Robert D. Hales, “Los principios de bienestar son para guiar nuestra vida: Un plan eterno para el bienestar de las almas de los hombres”, Liahona, mayo de 1986, pág. 25.

  26. Véase Robert D. Hales, “El mensaje de Jesucristo, infinito y único”, Liahona, julio de 1994, págs. 89–90.

  27. Véase Robert D. Hales, “Al Sacerdocio Aarónico: Cómo prepararse para la década de las decisiones”, Liahona, mayo de 2007, págs. 48–49.

  28. Véase Robert D. Hales, “Diez axiomas para gobernar tu vida”, Liahona, febrero de 2007, págs. 38–39.

  29. Véase Robert D. Hales, “El Espíritu Santo”, Liahona, mayo de 2016, pág. 105.

  30. Véase Robert D. Hales, “Ser un cristiano más cristiano”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 91.

  31. Véase Robert D. Hales, “Valor cristiano: El precio del discipulado”, Liahona, noviembre de 2008, págs. 74, 72.

  32. Véase Robert D. Hales, “Permaneced firmes en lugares santos”, Liahona, mayo de 2013, pág. 50.

  33. Véase Robert D. Hales, “El convenio del bautismo: Estar en el reino y ser del reino”, Liahona, enero de 2001, pág. 7.

  34. Véase Robert D. Hales, “La curación del alma y del cuerpo”, Liahona, enero de 1999, pág. 16.

  35. Véase Robert D. Hales, “El convenio del bautismo”, Liahona, enero de 2001, pág. 6.

  36. Véase Robert D. Hales, “Esperamos en el Señor: Hágase tu voluntad”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 71.

  37. Véase Robert D. Hales, “¿Qué pensáis del Cristo?”, Liahona, agosto de 1979, pág. 113.

  38. Véase Robert D. Hales, “El mensaje de Jesucristo, infinito y único”, pág. 91. véase también Robert D. Hales, “Valor cristiano”, pág. 91.

  39. Véase en LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32