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Las sutiles bendiciones del diezmo
El diezmo consiste en la décima parte de los ingresos anuales de una persona, la cual se entrega al Señor por medio de la Iglesia. El principio de diezmar —dar voluntariamente a la obra de Dios una décima parte de nuestros ingresos— se ha enseñado desde la época del Antiguo Testamento1.
Como los demás mandamientos de nuestro Padre Celestial, su obediencia conlleva ciertas bendiciones y promesas. Pagar el diezmo no es el único mandamiento con promesas. Honrar a nuestros padres2, obedecer la palabra de sabiduría3 y santificar el día de reposo4 son solo algunos ejemplos de otros mandamientos que prometen bendiciones a quienes los guardan.
En tiempos de dificultades económicas o familiares, las bendiciones prometidas del Señor a aquellos que fielmente pagan el diezmo pueden hacerse patentes. Pagar el diezmo ayuda a los miembros de la Iglesia a reconocer de mejor forma la mano del Señor en sus vidas.
Una ley preparatoria
En el pasado se ha llegado a pensar que la principal razón para el pago del diezmo es para financiar la operación y el crecimiento de la Iglesia en el mundo. Si bien es cierto que este es el uso que se da a los diezmos, no debe confundirse con el propósito real del pago del diezmo, el cual es observar la ley de Dios5 y ayudar en el progreso espiritual de Sus hijos.
Con transparencia, la Iglesia audita cada año cuál ha sido el uso y destino de los recursos que se obtienen a través de los diezmos. Por revelación el Señor constituyó un Consejo para administrar los Diezmos, el cual está compuesto por la Primera Presidencia, el Cuórum de los Doce y el Obispado Presidente.
En conjunto, ellos deliberan sobre la asignación de recursos a diferentes rubros que incluyen: la construcción de templos, centros de reuniones y otros edificios de la Iglesia; abastecer los fondos para el funcionamiento de la Iglesia; financiar el programa misional (el cual no incluye los gastos particulares de cada misionero); preparar los materiales que se utilizan en las clases y organizaciones de la Iglesia, y llevar a cabo otras labores importantes, como la obra del templo y de historia familiar.
Todos los miembros de la Iglesia también contribuyen al uso sabio de los diezmos al ser prudentes y frugales cuando utilizan los recursos económicos y materiales que la Iglesia les facilita para sus diferentes responsabilidades administrativas y sus llamamientos.
Las ventanas de los cielos
Una de las frases más conocidas acerca del diezmo tiene que ver con la promesa de que el Señor abrirá “las ventanas de los cielos” para aquellos que obedezcan fielmente este mandamiento.
El Elder David A. Bednar del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que, contrario a lo que se podría pensar acerca de tener abundancia de cosas materiales por el simple hecho de pagar un diezmo íntegro, “muchas bendiciones que recibimos al obedecer este mandamiento son significativas, pero sutiles. Esas bendiciones se pueden discernir sólo si estamos espiritualmente atentos y somos perceptivos.”
“Les prometo que, a medida que ustedes y yo observemos y guardemos la ley del diezmo, en verdad se abrirán las ventanas de los cielos y se derramarán bendiciones espirituales y temporales hasta que sobreabunden.”
“Les testifico que a medida que estemos espiritualmente atentos y seamos perceptivos, seremos bendecidos con ojos que vean más claramente, oídos que escuchen más consistentemente y corazones que comprendan más plenamente el significado y la sutileza de Sus caminos, Sus pensamientos y Sus bendiciones en nuestra vida.6”