Principios y precauciones
“Mirad que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten” (Mosíah 4:27).
Los siguientes principios y precauciones son importantes para el éxito del Programa para la Unidad Básica.
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Buscar la inspiración del Espíritu Santo en todo lo que haga. El Espíritu Santo guiará a padres, líderes de la rama y maestros a saber lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Ore humilde y sinceramente para implorar Su guía. Piense con detenimiento en un asunto, ore con fervor en cuanto a lo que debe hacer, decida lo que hará y busque la confirmación del Espíritu Santo en cuanto a lo que es correcto. El Espíritu traerá entendimiento a su mente y corazón, revelándole el conocimiento de lo que debe hacer.
“Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuestas a tus oraciones” (D. y C. 112:10).
“Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá a ti y morará en tu corazón. Ahora, he aquí, éste es el espíritu de revelación” (D. y C. 8:2–3).
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Enseñar los principios y doctrinas básicas del Evangelio. Lea Mosíah 18:18–30. Fíjese en la forma en que los principios y las doctrinas básicas se enseñaron en el tiempo de Alma.
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Fijar la atención en las ordenanzas y los convenios. Ayude a los miembros a (1) comprender y recibir las ordenanzas esenciales del sacerdocio y (2) hacer y guardar los convenios relacionados con esas ordenanzas.
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Establecer primeramente el sacerdocio y las funciones del sacerdocio. Haga esto antes de organizar los programas auxiliares de la Sociedad de Socorro, Primaria, Mujeres Jóvenes y Escuela Dominical. No actúe con demasiada rapidez o prontitud. El liderazgo del sacerdocio se cultiva mejor cuando los recursos de la Iglesia se encuentran en equilibrio apropiado con relación a las necesidades de los miembros. El liderazgo se debilita cuando las ramas expanden sus organizaciones, reuniones y programas con demasiada rapidez.