“Ideas a tener presentes: Los profetas y la profecía”, Ven, sígueme — Para uso individual y familiar: Antiguo Testamento 2022 (2021)
“Ideas a tener presentes: Los profetas y la profecía”, Ven, sígueme — Para uso individual y familiar: 2022
Ideas a tener presentes
Los profetas y la profecía
En la división cristiana tradicional del Antiguo Testamento, la última sección (de Isaías a Malaquías) se llama “Los Profetas”1. Esa sección, que conforma cerca de la cuarta parte del Antiguo Testamento, contiene las palabras de los siervos de Dios autorizados, quienes hablaban con el Señor y luego hablaban en Su nombre, y compartían Su mensaje con el pueblo entre el año 900 y el 500 a. C.2.
Los profetas y las profecías desempeñan una función primordial a lo largo del Antiguo Testamento. Los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob tuvieron visiones y hablaron con mensajeros celestiales; Moisés hablaba con Dios cara a cara y comunicaba Su voluntad a los hijos de Israel; los libros de Primer y Segundo Reyes narran las memorables obras y mensajes de los profetas Elías el Profeta y Eliseo; el Antiguo Testamento también habla de profetisas como María (véase Éxodo 15:20) y Débora (véase Jueces 4), así como de otras mujeres bendecidas con el espíritu de profecía, tales como Rebeca (véase Génesis 25:21–23) y Ana (véase 1 Samuel 1:20–2:10); y aunque los Salmos no fueron escritos por profetas propiamente dichos, sus autores también rebosaban del espíritu de profecía, en especial, al anticiparse anhelosamente a la venida del Mesías.
Nada de ello sorprende a los Santos de los Últimos Días, pues, ciertamente, el evangelio restaurado de Jesucristo nos enseña que los profetas no son solo una parte interesante de la historia, sino que son una parte esencial del plan de Dios. Aunque algunas personas podrían considerar que los profetas son algo exclusivo de la época del Antiguo Testamento, nosotros los vemos como algo que tenemos en común con dicha época.
A pesar de ello, leer los capítulos de Isaías o de Ezequiel puede ser distinto a leer los mensajes de la conferencia general que ofrece el actual Presidente de la Iglesia. En ocasiones, puede ser difícil darnos cuenta de que los profetas de la antigüedad tenían mensajes importantes para nosotros; después de todo, el mundo en el que vivimos hoy en día es muy diferente de aquel mundo en el que ellos predicaban y profetizaban. Y el hecho de que nosotros ciertamente tenemos un profeta viviente podría plantear una pregunta: ¿Por qué vale la pena el esfuerzo (pues sí que requiere esfuerzo) leer las palabras de los profetas de la antigüedad?
Sin duda, estos profetas tienen un mensaje para nosotros
Mayormente, las personas de la actualidad no son la audiencia principal a la que se dirigen los profetas del Antiguo Testamento. Aquellos profetas tenían que abordar problemas apremiantes en esos tiempos, que eran propios de su época y lugar, tal como nuestros profetas de los últimos días atienden hoy los problemas que urgen en estos tiempos.
No obstante, los profetas también pueden ver más allá de los problemas inmediatos; por una parte, enseñan verdades eternas, relevantes para cualquier época; y, al ser bendecidos con la revelación, tienen un panorama más amplio de las cosas; ven desde la perspectiva de la obra de Dios, que es más amplia. Por ejemplo, Isaías no solo pudo amonestar a las personas de su época acerca de sus pecados, sino que también pudo escribir sobre la liberación de los israelitas que vivirían doscientos años después y, al mismo tiempo, enseñar sobre la liberación que todo el pueblo de Dios procura alcanzar. Además, pudo escribir profecías que, incluso hoy, aún no se han acabado de cumplir totalmente, como, por ejemplo, la promesa de una “nueva tierra” (Isaías 65:17) que “estará llena del conocimiento de Jehová” (Isaías 11:9), en la cual las tribus perdidas de Israel habrán sido recogidas y en la que “las naciones [no] se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4). Parte de la dicha y la inspiración que provienen de la lectura de las palabras de los profetas del Antiguo Testamento como Isaías es darnos cuenta de que nosotros tendremos una función que cumplir en aquel glorioso día que ellos pudieron vislumbrar3.
De modo que, aunque al leer las profecías de la antigüedad le será útil aprender sobre el contexto en el que ellas se han escrito, también deberá visualizarse a usted mismo en ellas, es decir, “compar[ar] todas las Escrituras a [usted] mism[o]”, tal como Nefi decía (véase 1 Nefi 19:23–24). A veces, aquello significa ver a Babilonia como símbolo de lo mundano y del orgullo, y no solo como la ciudad de la antigüedad. Asimismo, podría significar ver a Israel como el pueblo de Dios en cualquier época y entender que Sion es la causa de los últimos días que el pueblo de Dios abraza, en lugar de ser solo otra palabra para referirse a Jerusalén.
Podemos aplicar las Escrituras a nosotros mismos, pues comprendemos que una determinada profecía puede cumplirse de varias maneras4. Un buen ejemplo de ello es la profecía que se encuentra en Isaías 40:3: “Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino de Jehová”. Para los judíos cautivos en Babilonia, tal declaración quizás haya hecho referencia a que Jehová proveería la vía para salir del cautiverio y regresar a Jerusalén. Para Mateo, Marcos y Lucas, dicha profecía se cumplió por medio de Juan el Bautista, quien preparó el camino para el ministerio terrenal del Salvador5. Y José Smith recibió revelación de que esa profecía aún se está cumpliendo en los últimos días en preparación para el ministerio milenario de Cristo6. Los profetas de antaño ciertamente nos han hablado a nosotros en formas que aún estamos empezando a comprender. Además, nos han enseñado muchas verdades preciosas y eternas que son tan relevantes para nosotros como lo eran para el antiguo Israel.
Estos profetas testificaron de Jesucristo
Quizás más importante que vernos a nosotros mismos en las profecías del Antiguo Testamento, es que veamos a Jesucristo en ellas. Si lo busca, lo hallará, aunque no se lo mencione por Su nombre. Tal vez le resulte de ayuda recordar que el Dios del Antiguo Testamento —Jehová el Señor— es Jesucristo. Cada vez que los profetas describen lo que Jehová hizo o hará, se refieren al Salvador.
Encontrará referencias a un Ungido (véase Isaías 61:1), a un Redentor (véase Oseas 13:14) y a un futuro Rey del linaje de David (véanse Isaías 9:6–7; Zacarías 9:9); todas esas referencias son profecías sobre Jesucristo. Ya en un sentido más general, leerá acerca de liberación, perdón, redención y restauración; si tiene presente al Salvador en la mente y el corazón, dichas profecías le señalarán naturalmente en dirección al Hijo de Dios. Después de todo, la mejor manera de entender las profecías es tener “el espíritu de profecía”, que Juan nos dice que es “el testimonio de Jesús” (Apocalipsis 19:10).