El cumplimiento de la profecía
Las profecías que se han cumplido con la Restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo son muchas.
Mis queridos hermanos y hermanas, es un honor tomar la palabra en esta histórica conferencia general que conmemora la Primera Visión que José Smith tuvo de Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo, en la que, sin duda, es una Arboleda Sagrada. Esa visión marcó un magnífico comienzo para la restauración del Evangelio y todo lo que se desarrolló, desde el Libro de Mormón hasta el restablecimiento de la autoridad y de las llaves del sacerdocio, la organización de la Iglesia verdadera del Señor, los templos de Dios y los profetas y apóstoles que dirigen la obra en estos últimos días.
Por designio divino, los antiguos profetas de Dios, cuando fueron inspirados por el Espíritu Santo, profetizaron sobre la Restauración y lo que habría de venir en nuestros días, la última dispensación y el cumplimiento de los tiempos. La misma obra “ardió en las almas” de los primeros videntes1. A lo largo de las generaciones del tiempo, predijeron, soñaron, visualizaron y profetizaron el futuro del reino de Dios en la tierra, lo que Isaías llamó “una obra maravillosa y un prodigio”2.
Son muchas las profecías que se han cumplido con la Restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo, incluso La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Hoy, sin embargo, destacaré solo algunas de mis favoritas. Las aprendí de mis queridas maestras de la Primaria y en las rodillas de mi angelical madre.
Daniel, que evitó a los leones debido a su fe en el Señor Jesucristo y a la intercesión de los ángeles ministrantes de Dios, fue uno de los que vio nuestros días en visión. Al interpretar un sueño del rey Nabucodonosor de Babilonia, Daniel profetizó que la Iglesia del Señor se levantaría en los últimos días como una pequeña piedra del monte “cortada […], no con mano”3. “No con mano”, o sea por intervención divina, la Iglesia del Señor aumentaría en magnitud hasta llenar toda la tierra y “no será jamás destruid[a] […], [sino que] permanecerá para siempre”4.
El que miembros de la Iglesia de todo el mundo estén hoy viendo y escuchando la conferencia es un testimonio profundo de que las palabras de Daniel se están cumpliendo.
El devoto apóstol Pedro describió “los tiempos de la restauración de todas las cosas […] desde tiempos antiguos”5. El apóstol Pablo escribió que, en la plenitud de los tiempos, Dios “reunir[ía] todas las cosas en Cristo”6, “siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”7. Sentí poderosamente esas profecías cuando participé en la dedicación del Templo de Roma, Italia. Todos los profetas y apóstoles estaban allí dando testimonio de Jesucristo, el Redentor del mundo, como lo hicieron Pedro y Pablo. La Iglesia es un ejemplo vivo de esa restitución, hermanos y hermanas, y nuestros miembros son testigos de esas profecías divinas de hace tanto tiempo.
José de Egipto profetizó que en los últimos días: “El Señor mi Dios levantará a un vidente, el cual será un vidente escogido para los del fruto de mis lomos”8. “[P]orque ejecutará [la] obra [del Señor]”9. José Smith, el profeta de la Restauración, fue ese vidente.
Juan el Revelador profetizó acerca de un ángel del Todopoderoso que reuniría elementos importantes de la Restauración, con estas palabras: “Y vi a otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, y tribu, y lengua y pueblo”10. Moroni fue ese ángel. Él vio nuestros días, tal como queda registrado en el Libro de Mormón. En repetidas apariciones, preparó a José Smith para su ministerio, incluida la traducción del Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo.
Otros profetas predijeron nuestros días. Malaquías declaró que Elías haría “volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres”11. Elías ha venido y, como resultado, hoy tenemos 168 templos en toda la tierra. Cada templo sirve a miembros dignos que hacen convenios sagrados y reciben ordenanzas benditas para sí mismos y para sus antepasados fallecidos. Esta obra sagrada descrita por Malaquías es “fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”12.
Vivimos en esa época que se ha profetizado; somos el pueblo encargado de marcar el comienzo de la segunda venida de Jesucristo; debemos congregar a los hijos de Dios, aquellos que escucharán y aceptarán las verdades, los convenios y las promesas del Evangelio sempiterno. El presidente Nelson lo llama “el desafío más grande, la causa más sublime y la obra más grandiosa sobre la tierra hoy en día”13. De ese milagro testifico.
Por encargo del presidente Russell M. Nelson, en febrero de este año dediqué el Templo de Durban, Sudáfrica. Aquel fue un día que recordaré toda mi vida. Estuve con miembros que han venido al Evangelio como Jeremías profetizó hace mucho tiempo: “uno de cada ciudad y dos de cada familia”14. La doctrina de Jesucristo nos une a todos, en todo el mundo, como hijos e hijas de Dios, como hermanos y hermanas en el Evangelio. Independientemente de nuestra apariencia o vestido, somos un solo pueblo con un Padre Celestial cuyo plan, desde el principio, fue y es que Su familia vuelva a reunirse al hacer y cumplir los convenios sagrados del templo.
En 1834, en una pequeña reunión de poseedores del sacerdocio en una escuela de Kirtland, Ohio, el profeta José profetizó: “Esta noche solo ven aquí a un puñado de hombres con el sacerdocio, pero esta Iglesia se extenderá por América del Norte y del Sur, cubrirá todo el mundo”15.
En los últimos años, he viajado por todo el mundo para reunirme con los miembros de la Iglesia. Mis hermanos del Cuórum de los Doce han tenido asignaciones similares. Aun así, ¿quién puede seguirle el ritmo a nuestro querido profeta, el presidente Nelson, cuyos viajes en sus primeros dos años como Presidente de la Iglesia lo han llevado a reunirse con los santos en “treinta y dos países y territorios de los Estados Unidos”16 para dar testimonio del Cristo viviente.
Recuerdo cuando, de joven, recibí mi llamamiento misional. Yo quería servir en Alemania, como mi padre, mi hermano y mi cuñado. Sin esperar a que nadie llegara a casa, corrí al buzón y abrí la carta del llamamiento. Leí que me habían llamado a servir en la Misión Estados del Este, EE. UU., con sede en la ciudad de Nueva York. Estaba decepcionado, así que entré y abrí las Escrituras para consolarme. Comencé a leer en Doctrina y Convenios: “He aquí, tengo mucha gente en este lugar, en las regiones inmediatas; y se abrirá una puerta eficaz en las regiones circunvecinas en estas tierras del este”17. Esa profecía, dada al profeta José Smith en 1833, fue una revelación para mí. Entonces supe que había sido llamado exactamente a la misión en la que el Señor quería que sirviera. Enseñé la Restauración y su impactante comienzo cuando nuestro Padre Celestial habló con José Smith y le dijo: “Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”18.
De gran importancia para toda la Iglesia es la profecía de Isaías, dada más de 700 años antes del nacimiento de Jesucristo: “Y acontecerá en los postreros días que será establecido el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes […], y correrán a él todas las naciones”19.
En mi mente hoy, imagino a millones de nuestros miembros y amigos conectados a estas reuniones electrónicamente por televisión, internet u otros medios. Estamos sentados como si estuviéramos juntos en la “cabeza de los montes”20. Fue Brigham Young quien pronunció las palabras proféticas: “Este es el lugar correcto”21. Los santos, algunos de ellos mis propios antepasados pioneros, trabajaron para establecer Sion en las Montañas Rocosas “mediante la voluntad y el placer de Aquel que dicta a las naciones de la tierra”22.
Me encuentro hoy en el terreno sagrado que ha atraído a millones de visitantes. En 2002, Salt Lake fue la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno. El Coro del Tabernáculo cantó en la ceremonia de apertura, y la Iglesia ofreció conciertos y programas para invitados y participantes de muchas, muchas naciones. Siempre recordaré ver el templo de fondo en las transmisiones de las noticias de la noche a todo el mundo.
A lo largo de los años, presidentes de los Estados Unidos, reyes, jueces, primeros ministros, embajadores y funcionarios de muchos países han venido a Salt Lake City y se han reunido con nuestros líderes. El presidente Nelson fue el anfitrión de los líderes de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, una organización de los Estados Unidos comprometida con la igualdad de derechos sin discriminación por motivos de raza. Recuerdo estar de pie, hombro con hombro con estos amigos y líderes, cuando el presidente Nelson se unió a ellos para pedir un mayor civismo y armonía racial en el mundo23.
Muchos más han venido a la Manzana del Templo y se han reunido en consejo con líderes de la Iglesia. Por ejemplo, el año pasado, por nombrar solo algunos, dimos la bienvenida a la 68ª Conferencia de la Sociedad Civil de las Naciones Unidas, una reunión mundial y la primera de su tipo fuera de la ciudad de Nueva York. Nos hemos reunido con el Comité de Asuntos Religiosos de Vietnam, con embajadores de Cuba, Filipinas, Argentina, Rumanía, Sudán, Catar y Arabia Saudita. También dimos la bienvenida al secretario general de la Liga del Mundo Islámico.
Lo que estoy describiendo es el cumplimiento de la profecía de Isaías de que, en los últimos días, las naciones correrán hacia “el monte de la casa de Jehová”24. El gran Templo de Salt Lake se encuentra en el centro de esa majestad y gloria.
No es el paisaje lo que ha atraído a la gente, aunque nuestro entorno es magnífico; es la esencia de la religión pura exhibida en el espíritu, el crecimiento, la bondad y la generosidad de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y su pueblo; nuestro amor como Dios ama; nuestro compromiso con una causa más elevada, lo que José Smith llamó, “la causa de Cristo”25.
No sabemos cuándo regresará el Salvador, pero sí sabemos esto: debemos estar preparados con el corazón y la mente, ser dignos de recibirlo y sentirnos honrados de ser parte de todo lo que se profetizó hace tanto tiempo.
Testifico que el presidente Russell M. Nelson es el profeta del Señor en la tierra, y a su lado hay apóstoles llamados por Dios, sostenidos como profetas, videntes y reveladores. Mis queridos hermanos y hermanas, la Restauración continúa.
Concluyo con la profecía de José Smith, palabras que testifico que son verdaderas. “Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra; las persecuciones podrán encarnizarse, los populachos se podrán combinar, los ejércitos podrán juntarse y la calumnia podrá difamar; mas la verdad de Dios seguirá adelante valerosa, noble e independientemente hasta que haya penetrado en todo continente, visitado todo clima, abarcado todo país y resonado en todo oído, hasta que se cumplan los propósitos de Dios y el gran Jehová diga que la obra está concluida”26. Testifico que estas profecías de José Smith se están cumpliendo.
Les prometo que al seguir el inspirado consejo de nuestro querido profeta, el presidente Russell M. Nelson, sus consejeros, los apóstoles y otros líderes de la Iglesia, y al prestar atención a los antiguos profetas que predijeron nuestros días, serán llenos, en lo más profundo de su corazón y alma, del espíritu y la obra de la Restauración. Les prometo que verán la mano de Dios en su vida, escucharán Su inspiración y sentirán Su amor. En el nombre de Jesucristo, con gratitud por la restauración de Su evangelio y de Su Iglesia, como evidencia de Su inigualable amor. Amén.