Historia de la Iglesia
Capítulo 8: Las bendiciones del sacerdocio para todos: Una conexión inseparable con el sacerdocio


Capítulo 8

Las bendiciones del sacerdocio para todos

Una conexión inseparable con el sacerdocio

El sacerdocio de Dios en su plenitud se ha restaurado sobre la tierra por medio del profeta José Smith. El sacerdocio es el poder y la autoridad eternos de Dios por medio del cual Él bendice, redime y exalta a Sus hijos, llevando a cabo “la inmortalidad y la vida eterna del hombre”1.

Los hijos dignos del Padre Celestial son ordenados a oficios del sacerdocio y se les asignan deberes y responsabilidades específicos; se les autoriza para actuar en Su nombre para velar por Sus hijos y ayudarles a que reciban las ordenanzas, y a que hagan convenios y los honren. Todos los hijos e hijas del Padre Celestial son bendecidos igualmente cuando hacen uso del poder del sacerdocio.

En un discurso de una conferencia general, el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Si bien a veces nos referimos a los poseedores del sacerdocio como ‘el sacerdocio’, nunca debemos olvidar que el sacerdocio no es propiedad de nadie y que no está incorporado en los que lo poseen; es un encargo sagrado que debe utilizarse para el beneficio de hombres, mujeres y niños por igual”2. El élder Oaks citó a continuación al élder John A. Widtsoe, quien sirvió igualmente como miembro del Quórum de los Doce: “El hombre no tiene mayor derecho que la mujer de recibir las bendiciones que provienen del sacerdocio y del poseer el sacerdocio”3.

“Partícipes plenas de las bendiciones del sacerdocio”

Muchas mujeres Santos de los Últimos Días han dado testimonio de las bendiciones que el sacerdocio ha traído a su vida. La hermana Elaine L. Jack, duodécima Presidenta General de la Sociedad de Socorro, expresó los sentimientos de otras hermanas de la Sociedad de Socorro: “Poseo un firme testimonio del poder del sacerdocio en la vida de todos los miembros de la Iglesia”, dijo ella. “En Doctrina y Convenios se nos dice… que el Sacerdocio de Melquisedec posee ‘las llaves de todas las bendiciones espirituales de la iglesia’ (D. y C. 107:18). Sé que es el poder y la autoridad de Dios sobre la tierra para bendecir nuestra vida y ayudarnos a enlazar nuestras experiencias terrenales con las eternidades. Al recibir las bendiciones del sacerdocio, recurrimos al poder y a la gracia de Dios”. La hermana Jack siguió diciendo:

“Me parece significativo que las hermanas hayan sido organizadas bajo la autoridad del sacerdocio. Nosotras apoyamos al sacerdocio y recibimos apoyo de éste mediante su poder. Las hermanas de la Iglesia… valoramos la oportunidad que tenemos de ser partícipes plenas de las bendiciones del sacerdocio.

“Al recibir estas bendiciones, cada uno de nosotros puede recibir dirección y ser bendecido en nuestro progreso eterno. Las ordenanzas, los convenios, los sellamientos y el don del Espíritu Santo son esenciales para la exaltación. Además existe un gran número de bendiciones individuales del sacerdocio. Las bendiciones del sacerdocio nos brindan dirección, hacen que aspiremos a cosas mejores, nos alientan e inspiran; impulsan nuestra dedicación. Todos podemos ser partícipes de estas bendiciones espirituales”4.

La hermana Sheri L. Dew, quien sirvió como consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, reiteró estas enseñanzas: “Hermanas, algunos tratarán de convencerlas de que, por motivo de que no han sido ordenadas al sacerdocio, se les ha privado de algo. Están totalmente equivocados y no comprenden el Evangelio de Jesucristo. Las bendiciones del sacerdocio están a disposición de todo hombre y mujer dignos. Todos podemos recibir el Espíritu Santo, obtener revelación personal y ser investidos en el templo, del cual saldremos ‘armados’ con poder. El poder del sacerdocio sana, protege e inmuniza a todos los justos en contra de los poderes de las tinieblas. Y, lo que es más importante aún, la plenitud del sacerdocio comprendida en las ordenanzas más sublimes de la casa del Señor sólo las pueden recibir juntos un hombre y una mujer”5.

Las ordenanzas, los convenios y las bendiciones

“Cuando asistan al templo y participen de las ordenanzas de la Casa del Señor, recibirán ciertas bendiciones… Recibirán la llave del conocimiento de Dios. (Véase D. y C. 84:19); aprenderán cómo pueden ser como Él; incluso el poder de la divinidad se manifestará ante ustedes. (Véase D. y C. 84:20.)”

Ezra Taft Benson

Véase Liahona, febrero de 2010, pág. 20.

Cuando José Smith organizó la Sociedad de Socorro en Nauvoo, Illinois, en la primavera de 1842, sus miembros eran mujeres que ya habían sido bendecidas por medio de algunas ordenanzas y convenios del sacerdocio. Habían sido bautizadas para la remisión de pecados; habían recibido el don del Espíritu Santo, que les otorgó el derecho de la compañía constante del Espíritu y la habilidad de ser guiadas por revelación personal; habían participado de la Santa Cena en memoria de Jesucristo y de los convenios que habían hecho; habían recibido dones del Espíritu; algunas habían recibido bendiciones patriarcales, con las que aprendieron sobre sus dones particulares, su potencial y su condición de miembros de la Casa de Israel. El Señor las había sanado, consolado e instruido de acuerdo con sus necesidades, su fe y Su voluntad.

Elizabeth Ann Whitney

Elizabeth Ann Whitney

La hermana Elizabeth Ann Whitney, quien asistió a la primera reunión de la Sociedad de Socorro, había escuchado el Evangelio restaurado doce años antes, en 1830. “Tan pronto como escuché el Evangelio como lo predicaban los élderes”, relató ella más adelante, “supe que era la voz del Buen Pastor”. Ella “fue bautizada inmediatamente” y su esposo, Newel K. Whitney, se bautizó pocos días después6. Al recordar esta experiencia, ella contó acerca de las bendiciones que recibió por medio de las ordenanzas del sacerdocio del bautismo y la confirmación:

“Si existen principios que me hayan dado fortaleza y por los cuales haya aprendido a vivir más fielmente una vida útil, me parece entonces que puedo desear impartir a los demás este gozo y fortaleza; contarles lo que el Evangelio ha significado y aún significa para mí desde que lo acepté y aprendí a vivir de conformidad con sus leyes. Una nueva revelación del Espíritu día a día, una manifestación de misterios que antes eran oscuros, profundos, inexplicables e incomprensibles; una fe más absoluta en un poder divino, en la verdad infinita que emana de Dios el Padre”7.

sister missionaries on bikes

A medida que las mujeres Santos de los Últimos Días hacen y guardan convenios, el Señor las fortalece para que sirvan en Su reino.

Los dones del Espíritu

El 28 de abril de 1842, José Smith discursó en una reunión de la Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo. Basó parte de su discurso en las enseñanzas del apóstol Pablo que se encuentran en 1 Corintios 12–13 acerca de los dones del Espíritu. José Smith recalcó que “estas señales, como el sanar a los enfermos, echar fuera demonios, etc., seguirán a cuantos creyeren”8.

Debido a que las mujeres Santos de los Últimos Días han recibido el don del Espíritu Santo, pueden buscar y obtener las bendiciones de los dones espirituales tales como “el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.”9. En el curso de la historia de la Iglesia, las mujeres Santos de los Últimos Días han recibido los dones del Espíritu y los han usado para bendecir a sus familias y a los demás.

Amanda Barnes Smith estuvo presente el 28 de abril de 1842, cuando José Smith enseñó a las hermanas de la Sociedad de Socorro sobre los dones del Espíritu. Ella sabía que sus enseñanzas eran verdaderas porque ella había sido bendecida con el don de revelación hacía cuatro años, cuando ella necesitaba la ayuda del Señor para salvar a su hijo.

A finales de octubre de 1838, Amanda y su esposo Warren, junto con sus hijos y otros miembros de la Iglesia, iban camino a Far West, Misuri. Se detuvieron junto a un molino para hacer algunas reparaciones a su carromato. Mientras se hallaban allí, un populacho atacó a los Santos de los Últimos Días que trabajaban en el molino; asesinaron a 17 hombres y niños e hirieron a 15. Amanda, quien se había escondido durante el ataque, volvió y halló a Warren y a su hijo Sardius entre los muertos. Otro hijo, Alma, estaba gravemente herido. Una descarga de escopeta le había destrozado la cadera. Posteriormente Amanda contó acerca de la revelación que recibió para que su hijo pudiera sanarse:

“Me quedé allí, durante toda aquella noche atroz, con mis muertos y mi herido, sin nadie sino Dios como médico y ayuda.

“¡Ay, Padre Celestial!, imploré, ¿qué debo hacer? Tú ves a mi pobre niño herido y sabes que no tengo experiencia. ¡Ay, Padre Celestial!, ¡dime qué debo hacer!

“Entonces oí instrucciones como si fuera una voz que me hablaba”.

A Amanda se le instruyó que preparara de las cenizas del fuego una solución alcalina para limpiar la herida, después se le instruyó que preparara una cataplasma con tela y hojas de olmo para llenar la herida. Al día siguiente halló un bálsamo y lo vertió en la herida para calmar el dolor de Alma.

“‘Alma, hijo mío’, le pregunté, ‘¿crees que el Señor te hizo la cadera?’

“‘Sí, mamá’.

“‘Y bien, el Señor pudiera hacer algo para que tome el lugar de tu cadera. ¿Crees, Alma, que Él puede hacerlo?’

“‘¿Tú crees que el Señor puede, mamá?’, me preguntó el niño en su inocencia.

“‘Sí, hijo mío’, le respondí, ‘Él me lo ha mostrado todo en una visión.

“Entonces lo acosté cómodamente boca abajo y le dije: ‘Quédate así y no te muevas, y el Señor te va a hacer otra cadera.

“Alma permaneció acostado boca abajo durante cinco semanas hasta que se recuperó completamente; le creció un cartílago flexible en la coyuntura y la cavidad del hueso que le faltaba… algo asombroso para los médicos.

“El día en que volvió a caminar, yo estaba fuera de la casa buscando un balde de agua, cuando escuché los gritos de los niños. Alarmada, regresé corriendo a casa y allí estaba Alma bailando en el suelo mientras los niños gritaban con asombro y gozo”10.

Mediante el don espiritual de la revelación, el Señor le enseñó a la hermana Smith cómo atender a su hijo. Ella, al igual que Elizabeth Ann Whitney y una cantidad innumerable de otras [hermanas], recibió “gozo y fortaleza” y “nueva revelación del Espíritu”11 por motivo de su fidelidad.

Bendiciones del templo

“El único lugar sobre la tierra donde podemos recibir la plenitud de las bendiciones del sacerdocio es en el santo templo. Ése es el único lugar donde, por medio de ordenanzas sagradas, podemos recibir lo que nos hará merecedores de la exaltación en el reino celestial”.

Harold B. Lee

Stand Ye in Holy Places, 1974, pág. 117.

Nauvoo Illinois Temple

Templo de Nauvoo, Illinois.

Uno de los grandes propósitos del Señor para organizar la Sociedad de Socorro era preparar a Sus hijas para las bendiciones mayores del sacerdocio, cual se hallan en las ordenanzas y convenios del templo. Las hermanas de Nauvoo esperaban con gran anhelo que se finalizara la construcción del templo, porque sabían, tal como lo había prometido el profeta José Smith a Mercy Fielding Thompson, que la investidura las sacaría “de la oscuridad hacia una maravillosa luz”12.

Por medio del profeta José Smith, el Señor reveló lo siguiente a los Santos de los Últimos Días en Kirtland, Ohio: “Sí, de cierto os digo, os mandé edificar una casa, en la cual me propongo investir con poder de lo alto a los que he escogido”13. Él prometió dar a los santos fieles una “multiplicidad de bendiciones”14 y declaró que el templo sería “un lugar de acción de gracias para todos los santos, y un sitio de instrucción para todos aquellos que son llamados a la obra del ministerio en sus varios llamamientos y oficios; a fin de que se perfeccionen en el entendimiento de su ministerio, en teoría, en principio y en doctrina, en todas las cosas pertenecientes al reino de Dios sobre la tierra”15.

ordinance workers at the Salt Lake Temple

Obreras de ordenanzas en las escaleras del Templo de Salt Lake, 1917.

En Nauvoo, el Señor nuevamente mandó a los Santos edificar un templo, diciendo que allí Él restauraría la “plenitud del sacerdocio” y “[revelaría Sus] ordenanzas”16.

Las hermanas de la Sociedad de Socorro se ayudaron mutuamente a prepararse para esas ordenanzas y sus convenios correspondientes. Ellas contribuyeron para la construcción del templo; en las reuniones de la Sociedad de Socorro aprendieron una de la otra y del Profeta; se prestaron servicio caritativo y procuraron vivir con mayor santidad.

Al acercarse la culminación de la construcción del templo, 36 hermanas fueron llamadas a servir como obreras de las ordenanzas del templo. Elizabeth Ann Whitney, una de esas primeras obreras de ordenanzas, recuerda: “Di mi ser, mi tiempo y atención a esa misión. Trabajé en el templo cada día sin cesar hasta que lo cerraron”17.

Presidente Joseph Fielding Smith

Joseph Fielding Smith

Detalle de Joseph Fielding Smith, por Shauna Cook Clinger. © 1983 IRI.

En las ordenanzas del sacerdocio mayor que los santos recibieron en el Templo de Nauvoo, “se [manifestó] el poder de la divinidad”18. A medida que los santos guardaron sus convenios, ese poder los fortaleció y los sostuvo en las aflicciones de los días y años que siguieron (véase el capítulo 3).

Actualmente, en la Iglesia, hombres y mujeres fieles de todo el mundo continúan prestando servicio en el templo y hallan fortaleza en las bendiciones que sólo se reciben por medio de las ordenanzas del templo. Como declaró el presidente Joseph Fielding Smith, décimo Presidente de la Iglesia: “El recibir la exaltación en el reino de Dios y recibir autoridad y poder en calidad de reinas y sacerdotisas forma parte de los privilegios de las hermanas de esta Iglesia”19.

El sacerdocio en el hogar

La Sociedad de Socorro ayuda a las hermanas a fortalecer el hogar y la familia, y de esa manera contribuyen a que se cumpla uno de los propósitos fundamentales del sacerdocio. “La autoridad del sacerdocio se ha restaurado”, dijo el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, “con el fin de sellar a las familias por la eternidad”20. El élder Richard G. Scott, también del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “La familia y el hogar son el cimiento de una vida recta. El sacerdocio es el poder, y la línea del sacerdocio es el medio que el Señor ha proporcionado para apoyar a la familia”21. La Sociedad de Socorro apoya esta obra al ayudar a las mujeres y a sus familias a vivir el Evangelio de forma tal que puedan recibir las bendiciones prometidas del sacerdocio.

Esposo y esposa

El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “La más grande y fundamental expresión tanto de las cualidades femeninas como de las masculinas tiene lugar en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio entre un hombre y una mujer. Sólo esa relación culmina en la exaltación. Como lo enseñó el apóstol Pablo: ‘Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón’”22. Las Escrituras de la antigüedad lo confirman en los convenios matrimoniales entre Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, y Jacob y Raquel. La ordenanza del sellamiento une al esposo y la esposa el uno al otro, a sus hijos y a su Padre en los cielos. “Así vemos” siguió el élder Oaks, “que el objetivo común… tanto en nuestros quórumes del sacerdocio como en la Sociedad de Socorro es unir a hombres y mujeres en el sagrado vínculo del matrimonio y las relaciones familiares que conducen hacia la vida eterna, que es ‘el mayor de todos los dones de Dios’”23.

Adam and Eve with family

Adán y Eva tenían una relación unida bajo convenio.

Adán y Eva enseñan a sus hijos, por Del Parson. © 1978 IRI.

Cuando se bendice al esposo y la esposa con la oportunidad de ser padres, ellos comparten una responsabilidad solemne de ayudar a sus hijos a comprender y recibir las ordenanzas y los convenios del sacerdocio24. Nuestros primeros padres, Adán y Eva, dejaron un ejemplo de una relación interdependiente y unida al enseñar a sus hijos. El élder Bruce R. McConkie, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“No sólo era Adán quien participaba en esos asuntos…

“Eva tomó parte activamente. Ella escuchaba todo lo que Adán decía. Ella habló acerca de ‘nuestra trasgresión’, del ‘gozo de nuestra redención’, de la ‘posteridad’ que iban a tener juntos y de la ‘vida eterna’ que ninguno de ellos podía recibir solo, sino que está reservada siempre para un hombre y una mujer juntos.

“Tanto ella como Adán oraron; ambos bendijeron el nombre del Señor; los dos enseñaron a sus hijos; ambos recibieron revelación; y el Señor les mandó a los dos adorarle y servirle en el nombre de Jesucristo para siempre”25.

Los profetas y apóstoles de los últimos días han alentado a los esposos y a las esposas a seguir este modelo en sus hogares: “Por designio divino, el padre debe presidir la familia con amor y rectitud y es responsable de proveer las cosas necesarias de la vida para su familia y de proporcionarle protección. La madre es principalmente responsable del cuidado de sus hijos. En estas sagradas responsabilidades, el padre y la madre, como compañeros iguales, están obligados a ayudarse el uno al otro. Las discapacidad, la muerte u otras circunstancias pueden requerir una adaptación individual. Otros familiares deben brindar apoyo cuando sea necesario”26.

Los Santos de los Últimos Días por todo el mundo siguen este consejo de maneras simples pero poderosas. El esposo y la esposa juntan a sus hijos para orar y leer las Escrituras. En muchos hogares, los padres apartan un lugar especial —quizás un sencillo estante o repisa— para las Escrituras y otros materiales de la Iglesia. Los padres enseñan el Evangelio por la palabra y por el ejemplo; ayudan a sus hijos a prepararse para recibir las bendiciones del templo, a servir en misiones de tiempo completo, a formar sus propios hogares y a continuar sirviendo en la Iglesia. Al igual que Adán y Eva, ellos comparten la responsabilidad de enseñar, orar, servir y adorar al Señor.

En algunos casos, un esposo o una esposa podrían sentirse solos en estas responsabilidades debido a que su cónyuge no ha hecho convenios o se ha apartado de los convenios que ha hecho. Aun en estas circunstancias, los fieles miembros de la familia no tienen que sentirse solos. Ellos obtienen bendiciones y fortaleza por medio de las ordenanzas del sacerdocio que han recibido y los convenios que guardan. También pueden recurrir al apoyo de otros familiares y de otros Santos de los Últimos Días.

woman with child

La Sociedad de Socorro brinda apoyo a las mujeres en su labor de cuidar a sus hijos.

Las hermanas solteras y el sacerdocio

Muchos Santos de los Últimos Días nunca se han casado. Otros están solteros por causa de la muerte del cónyuge, por abandono o por divorcio. Estos miembros serán bendecidos, al igual que todos los miembros de la Iglesia, por permanecer fieles a sus convenios y hacer todo cuanto puedan por procurar alcanzar el ideal de la vida en una familia eterna. Ellos pueden disfrutar de las bendiciones, la fortaleza e influencia del sacerdocio en su vida y en su hogar, por medio de las ordenanzas que han recibido y de los convenios que guardan.

El élder Dallin H. Oaks contó acerca de la fidelidad de su madre, quien enviudó siendo joven. Por haber sido sellada a su esposo en el templo, ella no se consideraba soltera; sin embargo, tuvo que criar sola a sus tres hijos. El élder Oaks recuerda:

“Mi padre falleció cuando yo tenía siete años. Yo era el mayor de tres hijos pequeños a los que nuestra madre viuda se esforzaba por criar. Cuando fui ordenado diácono, ella me dijo lo complacida que estaba por tener un poseedor del sacerdocio en nuestro hogar. Sin embargo, mi madre siguió dirigiendo a la familia, incluso el asignar quién de nosotros debía ofrecer la oración cuando nos arrodillábamos cada mañana para orar…

“Al morir mi padre, mi madre presidió nuestra familia. Claro que no tenía el sacerdocio, pero al ser el progenitor que quedaba vivo, pasó a ser el oficial gobernante de la familia. Al mismo tiempo, siempre respetaba por completo la autoridad del sacerdocio de nuestro obispo y de los demás líderes de la Iglesia. Ella presidía su familia, pero ellos presidían la Iglesia…

“La fiel madre viuda que nos crió no tenía confusión alguna en cuanto a la naturaleza eterna de la familia. Ella siempre respetó el lugar que ocupaba nuestro difunto padre y contribuyó a que su recuerdo estuviera presente en nuestro hogar. Solía hablar de la duración eterna de su matrimonio en el templo y con frecuencia nos recordaba lo que a nuestro padre le gustaría que hiciéramos para que así no olvidáramos la promesa del Señor de que seríamos una familia eterna”27.

Otro hombre contó acerca de cómo su madre presidía el hogar: “Justo en la época en que me preparaba para servir en una misión de tiempo completo, mi padre abandonó a nuestra familia y a la Iglesia. Bajo esas circunstancias me resultaba difícil salir de casa por dos años, pero aun así salí a la misión. Mientras servía al Señor en un lejano país, percibía la fortaleza de mi madre en casa. Ella necesitaba y valoraba la atención especial que recibía de parte de varones que poseían el sacerdocio: su padre y sus hermanos, sus maestros orientadores y otros hermanos del barrio. Sin embargo, su mayor fortaleza provenía del Señor. Ella no tenía que esperar que la visitaran para recibir las bendiciones del sacerdocio en su casa, y cuando los visitantes se retiraban, esas bendiciones no se iban con ellos. Debido a su fidelidad a los convenios que había hecho en las aguas del bautismo y en el templo, ella siempre disfrutaba de las bendiciones del sacerdocio en su vida. El Señor le daba inspiración y fortaleza que excedían su propia capacidad y así crio hijos que ahora guardan los mismos convenios que la sostuvieron a ella”28.

Estas hermanas entendieron que recibían fortaleza y ayuda adicionales por medio de los convenios que habían hecho y guardado.

El prestar servicio en la Iglesia

Todas las personas que ocupan cargos oficiales en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días prestan servicio bajo la dirección y la autoridad de aquellos que tienen las llaves del sacerdocio, tales como los obispos y los presidentes de estaca. En la Sociedad de Socorro se instituyó ese modelo en la primera reunión. Por instrucciones del profeta José Smith, el élder John Taylor, del Quórum de los Doce Apóstoles, puso sus manos sobre la cabeza de la hermana Emma Smith y de sus consejeras: las hermanas Sarah M. Cleveland y Elizabeth Ann Whitney, una por una. Él las bendijo para que recibieran guía en su servicio. Desde entonces, las hermanas que han servido en llamamientos de la Sociedad de Socorro, en otros llamamientos de la Iglesia y como maestras visitantes, han servido bajo la autoridad de aquellos que poseen las llaves del sacerdocio.

El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo:

“La Sociedad de Socorro trabaja bajo la dirección del Sacerdocio de Melquisedec, ya que ‘todas las otras autoridades u oficios de la iglesia son dependencias de este sacerdocio’; fue organizada ‘siguiendo el modelo del sacerdocio’…

“Las Autoridades Generales saben que pertenecen a un quórum del sacerdocio; sin embargo, muchas hermanas conciben la Sociedad de Socorro apenas como una clase a la que hay que asistir. El mismo sentido de pertenecer a la Sociedad de Socorro, en vez de simplemente asistir a una clase, debe forjarse en el corazón de toda mujer”29.

Los quórumes del sacerdocio organizan a los hombres en una hermandad para prestar servicio, aprender y llevar a cabo sus deberes y estudiar las doctrinas del Evangelio. La Sociedad de Socorro logra los mismos objetivos en las mujeres de la Iglesia. Todas las mujeres de la Iglesia pertenecen a la Sociedad de Socorro, aun cuando puedan tener otras responsabilidades que impidan su asistencia a las reuniones de dicha organización. Por medio de la hermandad de la Sociedad de Socorro se sigue enseñando y cuidando a estas hermanas.

La unidad: “Todos deben trabajar en armonía”

“Ruego que [un] espíritu de unidad pueda extenderse por toda la Iglesia, que sea característico de las presidencias de estaca y de los sumos consejos, los obispados, [los maestros orientadores] y, particularmente, de los quórumes y las organizaciones auxiliares de la Iglesia; que todos sean uno, citando al Salvador, como Él y Su Padre son uno”.

David O. McKay

En Conference Report, abril de 1937, págs. 121–122; haciendo referencia a Juan 17:21.

women greeting each other

Un sentido de pertenencia a la Sociedad de Socorro “debe forjarse en el corazón de toda mujer” (Boyd K. Packer).

En La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los hombres y las mujeres deben fortalecerse y fortificarse mutuamente y trabajar en unión. El Señor dijo: “Sed uno; y si no sois uno, no sois míos”30.

El profeta José Smith enseñó: “Todos deben trabajar en armonía, o no se podrá hacer nada”31. Y él dio el ejemplo al trabajar en armonía con los demás. La hermana Eliza R. Snow recordó y valoró este ejemplo toda su vida; y lo compartió con líderes locales de la Iglesia cuando se restableció la Sociedad de Socorro en Utah. Ella enseñaba que los obispos debían “tener la misma relación” con la Sociedad de Socorro del barrio que la que José Smith tuvo con la Sociedad de Socorro en Nauvoo. También enseñaba que “ninguna Sociedad de Socorro… podría existir sin el consejo [del obispo]”32.

Cuando la hermana Bathsheba W. Smith sirvió como la cuarta Presidenta General de la Sociedad de Socorro, recordó las enseñanzas y el ejemplo de José Smith, e instruyó a las hermanas de la Sociedad de Socorro a trabajar en armonía con los líderes del sacerdocio. Ella dijo: “Humildemente deseamos magnificar los llamamientos que nos ha dado el Señor y, para poder hacerlo de manera aceptable, necesitaremos la fe y el apoyo de la Primera Presidencia de la Iglesia, de los apóstoles, los presidentes de estaca y los obispos, a quienes queremos siempre sostener y con quienes deseamos trabajar en armonía”33.

Este modelo ha perdurado por décadas. El presidente Henry B. Eyring, consejero de la Primera Presidencia, dijo: “Una parte maravillosa del legado de la Sociedad de Socorro se evidencia en el modo en que el sacerdocio ha demostrado siempre respeto a la Sociedad y a su vez lo ha recibido de ésta”34.

Cuando la hermana Barbara W. Winder comenzó su servicio como la undécima Presidenta General de la Sociedad de Socorro, el presidente Gordon B. Hinckley, quien para ese entonces servía como consejero de la Primera Presidencia, le pidió a ella unir bajo el sacerdocio a las hermanas que servían en la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes y la Primaria. La hermana Winder comprendió que esa unidad no es “simplemente un asunto de que las hermanas trabajen juntas, sino que somos compañeras de los hermanos del sacerdocio. Somos compañeros en la obra”35.

La hermana Winder dijo que poco después de haber sido llamada a servir como Presidenta General de la Sociedad de Socorro, el élder Dallin H. Oaks pidió reunirse con ella. Se le había pedido a él que preparara una declaración para la Iglesia sobre un tema importante, y sintió que debía escuchar la opinión de las líderes de la Iglesia. Al solicitar y utilizar su ayuda, él demostró respeto y gratitud por el conocimiento, las opiniones e inspiración de la hermana Winder.

Posteriormente ella enseñó que los hombres y las mujeres de la Iglesia se necesitan unos a otros en la obra. “Aprendí que cuando te invitan a una reunión”, explicó ella, “no te invitan a ir a quejarte de todos tus problemas, sino que te invitan a ir con soluciones. Juntos, entonces, se puede conversar sobre ideas para determinar qué medidas funcionarán. Los hermanos del sacerdocio esperan y necesitan el punto de vista de las mujeres de la Iglesia. Necesitamos estar preparadas para asistirles”36.

men and women working together

En la Iglesia los hombres y las mujeres trabajan en unidad.

Esta unidad de propósito se hace evidente en las reuniones de consejo de la Iglesia. A medida que los hombres y las mujeres se escuchan unos a otros en estos consejos, procuran la guía del Espíritu y trabajan unidos, ellos reciben inspiración para saber cómo satisfacer las necesidades de las personas y de las familias. El Señor ha dicho: “Donde estén dos o tres congregados en mi nombre, respecto de una cosa, he aquí, allí estaré yo en medio de ellos”37.

El presidente Thomas S. Monson, decimosexto Presidente de la Iglesia, compartió un relato que sirve de ejemplo de lo que sucede cuando las hermanas de la Sociedad de Socorro y los hermanos del sacerdocio trabajan juntos al servicio del Señor:

“El 24 de agosto [de 1992], el huracán Andrew azotó las costas de Florida, al sur de Miami. El viento huracanado excedió los 320 kilómetros por hora… 87.000 viviendas fueron destruidas, dejando a 150.000 personas sin hogar…

“Los líderes locales del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro se organizaron rápidamente para evaluar los daños y ayudar en la labor de limpieza. Tres grandes grupos de miembros que se ofrecieron de voluntarios, sumando un total de más de cinco mil personas, trabajaron hombro a hombro con los damnificados y ayudaron a reparar tres mil viviendas, una sinagoga judía, una iglesia pentecostal y dos escuelas”38.

“Hombro a hombro con el sacerdocio”: Consejos inspirados de los profetas de los últimos días

Los profetas de los últimos días han hablado acerca de las bendiciones que descienden sobre la Iglesia y sobre las familias cuando los hermanos fieles del sacerdocio trabajan en unión con las hermanas fieles de la Sociedad de Socorro.

El presidente Spencer W. Kimball, duodécimo Presidente de la Iglesia, dijo: “En esta organización [de la Sociedad de Socorro] radica un poder que aún no ha sido completamente aprovechado para fortalecer los hogares de Sión y edificar el reino de Dios; ni lo será, hasta que tanto las hermanas como los hermanos comprendan la misión que le ha sido encomendada”39.

El presidente Joseph Fielding Smith describió la relación entre la Sociedad de Socorro y los quórumes del sacerdocio de esta manera:

“Ellas [las hermanas] tienen sus propias reuniones, como las de la Sociedad de Socorro, en las que han recibido poder y autoridad para hacer muchísimas cosas…

“En Su sabiduría el Señor ha llamado a nuestras hermanas para servir de ayuda al sacerdocio. Por causa de su compasión, la ternura de su corazón y su amabilidad, el Señor las contempla y les concede la responsabilidad y el deber de ministrar a los necesitados y afligidos. Él les ha indicado la senda que deben seguir y les ha dado esta gran organización en la que ellas tienen la autoridad para servir bajo la dirección de los obispos de los barrios y en armonía con ellos, procurando el bienestar tanto espiritual como temporal de nuestro pueblo”40.

woman sorting first aid items

“Las mujeres de la Iglesia son poseedoras de gran fortaleza y capacidad” (Gordon B. Hinckley).

Durante el ministerio del presidente Gordon B. Hinckley como el decimoquinto Presidente de la Iglesia, él compartió lo siguiente con las hermanas de la Sociedad de Socorro:

“Ante todo quisiera decirles a ustedes, hermanas, que de ninguna manera ocupan un segundo lugar en el plan de nuestro Padre para la felicidad eterna y el bienestar de Sus hijos, sino que constituyen una parte absolutamente esencial de ese plan.

“Sin ustedes el plan no podría funcionar. Sin ustedes la totalidad del programa se vería truncado…

“Cada una de ustedes es una hija de Dios, heredera de un legado divino, posición que no tienen la necesidad de defender…

“…las mujeres de la Iglesia son poseedoras de gran fortaleza y capacidad. En ellas hay liderazgo y dirección, un cierto espíritu de independencia, y al mismo tiempo una notoria satisfacción al sentirse parte de éste, el reino del Señor, y al trabajar hombro a hombro con el sacerdocio para hacerlo avanzar”41.

Capítulo 8

  1. Moisés 1:39.

  2. Véase Dallin H. Oaks, “La Sociedad de Socorro y la Iglesia”, Liahona, julio de 1992, pág. 42.

  3. John A. Widtsoe, citado por Dallin H. Oaks en “La Sociedad de Socorro y la Iglesia”, Liahona, julio de 1992, pág. 42.

  4. Véase Elaine L. Jack, “Partícipes de las glorias”, Liahona, enero de 1997, págs. 86, 87.

  5. Sheri L. Dew, “No es bueno que el hombre ni la mujer estén solos”, Liahona, enero de 2002, pág. 14; cita Doctrina y Convenios 109:22.

  6. Elizabeth Ann Whitney, “A Leaf from an Autobiography”, Woman’s Exponent, 1º de septiembre de 1878, pág. 51.

  7. Elizabeth Ann Whitney, “A Leaf from an Autobiography”, Woman’s Exponent, 1º de agosto de 1878, pág. 33.

  8. Enseñanzas del Profeta José Smith, 1975, pág. 273.

  9. Artículos de Fe 1:7.

  10. Amanda Barnes Smith, en Edward W. Tullidge, The Women of Mormondom (1877), págs. 124, 128; véase también Nuestro Legado: Una breve historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1996, págs. 47–48; el dueño del molino era un hombre llamado Jacob Hawn.

  11. Elizabeth Ann Whitney, “A Leaf from an Autobiography”, Woman’s Exponent, 1º de agosto de 1878, pág. 33.

  12. José Smith, citado por Mercy Fielding Thompson, en “Recollections of the Prophet Joseph Smith”, Juvenile Instructor, 1º de julio de 1892, pág. 400.

  13. Doctrina y Convenios 95:8.

  14. Doctrina y Convenios 97:28.

  15. Doctrina y Convenios 97:13–14.

  16. Doctrina y Convenios 124:28, 40.

  17. Elizabeth Ann Whitney, “A Leaf from an Autobiography”, Woman’s Exponent, 15 de febrero de 1879, pág. 191.

  18. Véase Doctrina y Convenios 84:19–22.

  19. Joseph Fielding Smith, “Relief Society—an Aid to the Priesthood”, Relief Society Magazine, enero de 1959, págs. 5–6.

  20. Russell M. Nelson, “Nutrir el matrimonio”, Liahona, mayo de 2006, pág. 37.

  21. Richard G. Scott, “El fundamento doctrinal de las Organizaciones Auxiliares”, Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, 10 de enero de 2004, pág. 6.

  22. Dallin H. Oaks, “La Sociedad de Socorro y la Iglesia”, Liahona, julio de 1992, pág. 42; cita 1 Corintios 11:11.

  23. Dallin H. Oaks, “La Sociedad de Socorro y la Iglesia”, Liahona, julio de 1992, pág. 42; cita Doctrina y Convenios 14:7.

  24. Véase Doctrina y Convenios 68:25–28.

  25. Bruce R. McConkie, en Conference Report, Sydney Australia Area Conference 1976, pág. 34; cita Moisés 5:11.

  26. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, pág. 184 de este libro.

  27. Dallin H. Oaks, “La autoridad del sacerdocio en la familia y en la Iglesia”, Liahona, noviembre de 2005, págs. 24, 26–27.

  28. Manuscrito inédito; se ha omitido el nombre del autor.

  29. Boyd K. Packer, “La Sociedad de Socorro”, Liahona, julio de 1998, pág. 79; cita Doctrina y Convenios 107:5 y José Smith, en Sarah M. Kimball, “Auto-biography”, Woman’s Exponent, 1º de septiembre de 1883, pág. 51.

  30. Doctrina y Convenios 38:27.

  31. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 171.

  32. Eliza R. Snow, en Relief Society Minutes, Eleventh Ward, Salt Lake Stake, 3 de marzo de 1869, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  33. Bathsheba W. Smith, “Official Announcement”, Woman’s Exponent, 1º de enero de 1902, pág. 68.

  34. Henry B. Eyring, “El perdurable legado de la Sociedad de Socorro”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 123.

  35. Barbara W. Winder, entrevista realizada da por Susan W. Tanner, 3 de enero de 2011, transcripción, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 1.

  36. Barbara W. Winder, entrevista realizada por Susan W. Tanner, 3 de enero de 2011, pág. 1.

  37. Doctrina y Convenios 6:32.

  38. Thomas S. Monson, “El sacerdocio en acción”, Liahona, enero de 1993, págs. 55–56.

  39. Spencer W. Kimball, “La Sociedad de Socorro: su promesa y potencial”, Liahona, marzo de 1977, pág. 2.

  40. Joseph Fielding Smith, “Relief Society—an Aid to the Priesthood”, pág. 5.

  41. Gordon B. Hinckley, “Las mujeres de la Iglesia”, Liahona, enero de 1997, págs. 75–76.