Historia de la Iglesia
Capítulo 7: ‘La religión pura’: Cuidar y ministrar por medio de las maestras visitantes


Capítulo 7

“La religión pura”

Cuidar y ministrar por medio de las maestras visitantes

Cuando Jesucristo estuvo sobre la tierra, Él nos mostró la manera en que debemos vivir. “Marcó la senda y nos guió”, como escribió la hermana Eliza R. Snow1. Él nos mostró la forma de ministrar: cómo cuidarnos y fortalecernos mutuamente. Él ministró a las personas, una por una; enseñó que debíamos dejar las noventa y nueve para salvar a la que se haya perdido2. Él sanó y enseñó a las personas individualmente; incluso dedicó tiempo a cada una de las 2.500 personas de una multitud para que cada uno recibiera un testimonio personal de Su divinidad3.

Savior and followers

Por medio de Su ejemplo, el Salvador nos enseñó a cuidarnos y fortalecernos unos a otros.

Detalle de Uno por uno, por Walter Rane. Cortesía del Museo de Historia de la Iglesia.

El Salvador llama a Sus discípulos a trabajar con Él en Su ministerio, brindándoles así la oportunidad de servir a los demás y de llegar a ser más como Él. En la Sociedad de Socorro cada quien tiene la oportunidad de velar y fortalecer a las hermanas, una por una, por medio del programa de las maestras visitantes. La hermana Julie B. Beck, la decimoquinta Presidenta General de la Sociedad de Socorro, dijo: “Debido a que seguimos el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo, valoramos esta asignación sagrada de amar, conocer, servir, comprender, enseñar y ministrar en nombre de Él”4.

Los orígenes del programa de las maestras visitantes: Recolección de donativos y organización del servicio

“Tengamos compasión unos con otros y tratemos de que los fuertes ayuden con devoción a los débiles hasta que éstos se conviertan en fuertes, y que los que puedan ver guíen a los ciegos hasta que éstos puedan ver por sí mismos el camino”.

Brigham Young

Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 231.

En 1843, debido al crecimiento de la población de Nauvoo, Illinois, los Santos de los Últimos Días de la ciudad fueron organizados en cuatro barrios. En una reunión efectuada el 28 de julio de ese año, las líderes de la Sociedad de Socorro nombraron un comité visitante de cuatro hermanas en cada barrio. Las responsabilidades más notorias de este comité visitante eran evaluar las necesidades y recolectar donativos.

Los donativos consistían en dinero, alimentos y ropa. Cada semana, los comités visitantes entregaban los donativos que habían recolectado a la tesorera de la Sociedad de Socorro. La Sociedad de Socorro utilizaba esos donativos para brindar ayuda y socorro a los necesitados.

En el cumplimiento de esta responsabilidad, una hermana expresó su creencia de que “nuestra salvación depende de nuestra generosidad hacia los pobres”. Otra hermana manifestó su aprobación diciendo: “El Señor lo confirma una y otra vez. Él está complacido con nuestros actos caritativos”5.

Esta práctica continuó hasta bien entrado el siglo veinte. Por lo general, las hermanas asignadas a realizar las visitas portaban canastas y recibían artículos tales como fósforos, arroz, bicarbonato de sodio y fruta envasada. Se utilizaba la mayoría de los donativos para cubrir las necesidades locales, pero otras se usaban para satisfacer necesidades a miles de kilómetros de distancia. Por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial las hermanas de la Sociedad de Socorro en los Estados Unidos recolectaron, clasificaron, remendaron y empacaron más de 500.000 artículos de vestimenta y los enviaron a Europa.

Además de recolectar donativos, los comités visitantes evaluaban las necesidades de los hogares que visitaban. Ellas informaban sus observaciones a las líderes de la Sociedad de Socorro, quienes organizaban la labor de ayuda.

two women on a path

Los comités visitantes recolectaban donativos para ayudar a satisfacer las necesidades locales.

Mujeres pioneras, por Julie Rogers. © Julie Rogers.

El presidente Joseph F. Smith, sexto Presidente de la Iglesia, contó sobre una ocasión en que vio a las hermanas de la Sociedad de Socorro brindando amor cristiano desinteresado a una familia:

“No hace mucho tiempo tuve el privilegio de visitar una de nuestros poblados en una remota estaca de Sión, en una época en que prevalecía allí mucha enfermedad y, aunque habíamos estado de viaje varios días y llegamos a la población ya tarde en la noche, se nos pidió que acompañáramos al presidente para visitar a algunos enfermos. Encontramos a una pobre hermana postrada en su lecho de enferma, en condición crítica; su infortunado esposo estaba sentado junto a ella, casi abrumado por la terrible enfermedad de la esposa, quien era madre de varios niños pequeños que se agrupaban alrededor de ambos. La familia parecía encontrarse en una condición de extrema pobreza.

“Al poco rato llegó a la casa una amable mujer de aspecto maternal, llevando consigo una canasta que contenía alimentos nutritivos y algunas golosinas para la afligida familia. Al preguntar quién era, supimos que había sido asignada por la Sociedad de Socorro del barrio para cuidar y velar por la hermana enferma durante esa noche. Estaba allí preparada para atender a los niños y para asegurarse de lavarlos, alimentarlos y acostarlos en forma apropiada; para arreglar la casa y hacer que la situación fuera lo más cómoda posible para la mujer enferma y para la familia. Supimos también que había otra buena hermana asignada para relevarla al día siguiente; y así, día tras día, aquella pobre y afligida familia recibió cuidado y atención bondadosos de las hermanas de la Sociedad de Socorro hasta que la enferma se alivió de sus sufrimientos al recuperar la salud.

“Además, supimos que aquella Sociedad de Socorro era tan bien organizada y ordenada que todos los enfermos de la colonia estaban recibiendo atención y cuidados similares para su consuelo y amparo. Nunca había visto yo tan claramente ejemplificadas la utilidad y la hermosura de esta organización grandiosa como en el ejemplo que allí presenciamos, y pensé cuán lleno de gracia fue que el Señor inspirara al profeta José Smith para establecer tal organización en la Iglesia”6.

El programa de las maestras visitantes como un ministerio espiritual

Aunque las maestras visitantes siempre se han ocupado de las necesidades temporales de las personas y las familias, también han tenido un propósito superior. La hermana Eliza R. Snow, segunda Presidenta General de la Sociedad de Socorro, enseñó: “Considero el oficio de maestra como un oficio elevado y sagrado. Confío en que las hermanas no crean que sólo consiste en pedir para los pobres. Ustedes desearán estar llenas del Espíritu de Dios, de sabiduría, humildad y amor, para que en caso de que ellas no tengan nada para dar, no sientan temor ante su visita”.

La hermana Snow esperaba que las hermanas pudieran “percibir una diferencia en su casa” después de la visita7. Aconsejó a las maestras visitantes que se prepararan espiritualmente antes de visitar los hogares a fin de que pudieran determinar y satisfacer tanto las necesidades espirituales como las temporales: “Una maestra… ciertamente debería tener consigo el Espíritu del Señor al entrar en una casa lo suficiente como para saber qué impresiones tiene al llegar allí… Supliquen ante Dios y el Espíritu Santo para recibir [el Espíritu] a fin de que puedan reconocer el sentimiento que prevalece en esa casa… y entonces quizá deseen expresar palabras de paz y consuelo; y si ustedes hallan a una hermana en frialdad, llévenla a su corazón como tomarían a un niño en los brazos y denle abrigo”8.

Sarah M. Kimball

Sarah M. Kimball

Sarah M. Kimball, quien a finales de la década de 1860 sirvió en un barrio como presidenta de la Sociedad de Socorro, dio un consejo similar a las hermanas de su barrio: “Es deber de las maestras visitar a sus [hermanas asignadas] una vez al mes, para informarse acerca de la prosperidad y felicidad de los miembros. Es su deber expresar palabras de sabiduría, de consuelo y paz”9. Las líderes de la Sociedad de Socorro recalcaron que las maestras visitantes debían “no sólo recolectar recursos, sino además enseñar y explicar los principios del Evangelio”10. En 1916 se pidió formalmente a las maestras visitantes que además de brindar servicio temporal enseñaran un tema del Evangelio cada mes. En 1923 la Presidencia General de la Sociedad de Socorro instituyó mensajes mensuales uniformes para todas las maestras visitantes.

“El renacimiento del programa de las maestras visitantes”: “Una hermosa experiencia para las mujeres”

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Las maestras visitantes siempre han procurado satisfacer las necesidades espirituales y temporales de las hermanas a quienes visitan.

En 1944, ocho años después de la implementación del plan de bienestar de la Iglesia (véase el capítulo 5), la hermana Amy Brown Lyman, octava Presidenta General de la Sociedad de Socorro, comenzó a reconsiderar las responsabilidades tradicionales de las maestras visitantes de recolectar donaciones. Luego de estudiar el asunto, ella y sus consejeras recomendaron al Obispado Presidente que “el asunto de la recolección de fondos… se debía decidir por las Autoridades Generales de la Iglesia y no por la Sociedad de Socorro”.

El Obispo Presidente LeGrand Richards llevó esta recomendación a la Primera Presidencia. Posteriormente él informó que la Primera Presidencia y el Obispado sintieron que era “aconsejable que la Sociedad de Socorro suspendiera la recolección de fondos de beneficencia por medio de las maestras visitantes”11.

La hermana Belle S. Spafford, quien para ese entonces servía como segunda consejera de la hermana Lyman, compartió un relato personal de este cambio en el programa de maestras visitantes:

“Las Autoridades Generales dijeron: ‘No habrá más recolección de fondos de beneficencia por medio de las maestras visitantes de la Sociedad de Socorro. Ustedes se convertirán en una organización de servicio, no en una organización de financiamiento de la obra de beneficencia’.

“…Recuerdo muy bien que un día estaba reunida con la presidencia de la Sociedad de Socorro, la secretaria y dos o tres miembros de la Mesa Directiva, cuando una de las hermanas dijo: ‘Han firmado la sentencia de muerte del programa de maestras visitantes. Si ellas no pueden ir a recolectar donativos para los pobres, ¿quién va a querer ir de puerta en puerta sólo para conversar?’… Tomé la palabra y dije: ‘No creo que sea la sentencia de muerte. Considero que es el renacimiento del programa de las maestras visitantes. Y pienso que innumerables hermanas que se han negado a servir como maestras visitantes estarán dispuestas a ir ahora para hacer visitas amistosas y observar las condiciones en el hogar donde haya necesidad, sin tener que hacer una investigación de bienestar social y sin tener que que sentirse como que están pidiendo limosnas. Ellas sabrán que irán para fortalecer el espíritu del hogar. Y será una hermosa experiencia para las hermanas que lo necesiten… Ni por un instante se me ocurre que esto sea la sentencia de muerte del programa de las maestras visitantes’.

“Demostró no serlo. Desde entonces el programa comenzó a prosperar y las hermanas que no habían servido previamente, pidieron ser maestras visitantes”12.

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Unas maestras visitantes en África Central van a visitar a sus hermanas.

La hermana Spafford prestó servicio posteriormente como la novena Presidenta General de la Sociedad de Socorro. Ella vio incontables ejemplos del bien que pueden brindar las maestras visitantes a la vida de todas las hermanas de la Sociedad de Socorro. Ella testificó:

“Parte de la excelente labor la realizan nuestras maestras visitantes y presidentas de la Sociedad de Socorro, ya que andan bajo la influencia del espíritu de su llamamiento y ellas son emisarias de la Sociedad de Socorro… Son madres y pueden comprender a las demás mujeres y los pesares que padecen. Así que no debemos limitar el concepto de bienestar social al pobre y al hambriento. ¿No nos pidió el Salvador tener presentes a los pobres en espíritu? ¿Y no se enferma el rico tanto como el pobre, y no le resulta difícil conseguir una enfermera?… Ahora bien, esto es lo que se espera que haga la Sociedad de Socorro. Les podría relatar una historia tras otra en las que las maestras visitantes, simplemente en el oficio de sus llamamientos, han realizado una diestra labor para aliviar las necesidades de un hogar”13.

Un privilegio, un deber y un compromiso: Llevar la visión del programa de maestras visitantes por todo el mundo

El presidente Henry B. Eyring, consejero de la Primera Presidencia, testificó que el programa de maestras visitantes es parte del plan de Señor para dar asistencia a las personas en todo el mundo:

“El único sistema que podía proporcionar socorro y consuelo a lo largo de una Iglesia tan grande en un mundo tan diverso sería mediante siervas que estuvieran personalmente cerca de los necesitados. Desde los comienzos de la Sociedad de Socorro el Señor ya había previsto que eso iba a suceder.

“Él estableció un modelo: Dos hermanas de la Sociedad de Socorro aceptan su asignación de visitar a otra como llamamiento del Señor; esto fue así desde el principio…

“Los pastores locales del sacerdocio siempre han confiado en las integrantes de la Sociedad de Socorro. Todo obispo y presidente de rama tiene una presidenta de la Sociedad de Socorro en quien puede confiar. Ella tiene maestras visitantes que conocen las pruebas y las necesidades de cada hermana. Por medio de ellas, la presidenta puede saber lo que está en el corazón de las personas y las familias, y puede satisfacer necesidades y ayudar al obispo en su llamamiento de velar por las personas solas y por las familias”14.

Como señaló el presidente Eyring, el programa de las maestras visitantes es idóneo para el crecimiento mundial de la Iglesia. Gracias a este sistema de cuidar y velar, toda mujer Santo de los Últimos Días tiene la oportunidad de ser un instrumento en las manos del Señor.

Sister Bangerter and Brazilian sisters

La hermana Geraldine Bangerter, abajo a la izquierda, junto con las hermanas brasileñas que ayudaron a establecer la Sociedad de Socorro en su país.

Las hermanas de la Sociedad de Socorro han trabajado diligentemente para establecer el programa de las maestras visitantes por todo el mundo. Por ejemplo, cuando la Iglesia no tenía mucho tiempo en Brasil, la mayoría de las ramas no tenían Sociedades de Socorro ni sabían cómo organizarlas. Debido a que los líderes locales no estaban familiarizados con la Sociedad de Socorro, el presidente de la misión de entonces, William Grant Bangerter, llamó a su esposa, Geraldine Bangerter, como presidenta de la Sociedad de Socorro de la misión. Ella no conocía el país, no dominaba aún el idioma y acababa de tener a su séptimo hijo. No obstante, ella comenzó a trabajar con consejeras y una secretaria. Con ayuda de las hermanas misioneras, quienes sirvieron de intérpretes, estas hermanas decidieron que “lo primero que necesitaban hacer era enseñar a las hermanas a visitarse unas a otras e informarse sobre sus necesidades. Así que dijeron: ‘Les enseñaremos sobre las maestras visitantes’…

“Decidieron comenzar con una pequeña rama [en] São Paulo, en el sector industrial de la ciudad, cuya población era mayoritariamente pobre. La presidencia envió previamente un mensaje a las pocas hermanas de esa rama que decía: ‘Por favor, acudan a una reunión en el local alquilado de la Iglesia esta noche a esta hora’”.

La hermana Bangerter y una de sus consejeras “condujeron hasta el otro lado de una ciudad de doce millones de habitantes. Llegaron a la rama, donde… había siete humildes hermanas”.

Luego de comenzar la reunión con un himno y una oración, una de las consejeras de la hermana Bangerter se levantó para enseñar acerca del programa de las maestras visitantes. “Ella sostenía un pequeño papel y, temblando intensamente, se levantó y leyó su mensaje de cinco minutos.

“Luego se sentó, y todas las miradas se dirigieron hacia la [hermana Bangerter], quien dijo: ‘No hablo portugués’, pero querían que ella les enseñara. Nadie en el salón hablaba inglés, pero ella se levantó y dijo todo lo que sabía en portugués, que resultó en un párrafo de cuatro oraciones:

“‘Eu sei que Deus vive’, yo sé que Dios vive.

“‘Eu sei que Jesus é o Cristo’, sé que Jesús es el Cristo.

“‘Eu sei que esta é a igreja verdadeira’, sé que ésta es la Iglesia verdadera.

“‘Em nome de Jesus Cristo, amém’, en el nombre de Jesucristo. Amén.

“Ésa fue la primera reunión de la Sociedad de Socorro que se celebró en esa rama: un discurso de cinco minutos sobre el programa de las maestras visitantes, pronunciado por una hermana que nunca había tenido ninguna maestra visitante, ni había visto ninguna maestra visitante, ni había sido maestra visitante, [seguido de] un testimonio del Evangelio.

“…De ese pequeño grupo y otros similares en Brasil ha surgido un maravilloso cuerpo de hermanas, vibrante y lleno de fe. Ellas son talentosas, educadas, inteligentes y líderes extraordinarias; y nunca serían lo que son sin el Evangelio de Jesucristo y sin su fe”15.

El programa de las maestras visitantes se ha convertido en el medio para que las mujeres Santos de los Últimos Días en todo el mundo brinden amor, cuidado y servicio; para que “[actúen] de acuerdo con esa compasión que Dios ha puesto en el corazón de [ellas]”, como enseñó José Smith16.

Las maestras visitantes dedicadas responden al llamado de los profetas de los últimos días de prestar servicio cristiano. El presidente Spencer W. Kimball, duodécimo Presidente de la Iglesia, enseñó: “Dios nos tiene en cuenta y vela por nosotros; pero por lo general, es por medio de otra persona que atiende a nuestras necesidades. Por lo tanto, es vital que nos prestemos servicio unos a otros en el reino”17. El presidente Thomas S. Monson, decimosexto Presidente de la Iglesia, dijo: “…estamos rodeados de personas que necesitan nuestra atención, nuestro estímulo, apoyo, consuelo y bondad… Nosotros somos las manos del Señor aquí sobre la tierra, con el mandato de prestar servicio y edificar a Sus hijos. Él cuenta con cada uno de nosotros”18.

El programa de maestras visitantes en la actualidad: Un esfuerzo continuo por seguir a Jesucristo

La historia del programa de las maestras visitantes prosigue en la vida de las hermanas en todas partes a medida que las mujeres Santos de los Últimos Días cumplen con su convenio de seguir a Jesucristo. El presidente Dieter F. Uchtdorf, consejero de la Primera Presidencia, dijo: “Ustedes, maravillosas hermanas, brindan servicio caritativo a los demás por motivos que reemplazan al deseo de beneficiarse personalmente. En eso se asemejan al Salvador, quien, aunque era rey, no buscaba posición social ni se preocupaba si los demás lo tenían en cuenta. No se molestaba en competir con otras personas; Sus pensamientos siempre estaban dirigidos a ayudar a los demás. Enseñó, sanó, habló y escuchó a los demás. Sabía que la grandeza no tenía nada que ver con las indicaciones externas de prosperidad ni la posición social. Enseñó y vivió según esta doctrina: ‘El que es mayor de vosotros, sea vuestro siervo’”19.

Con el paso de los años, las hermanas han aprendido que el programa de maestras visitantes requiere entrega, dedicación y sacrificio; han aprendido que necesitan que el Espíritu guíe sus visitas; han visto el poder que proviene de enseñar la verdad y compartir el testimonio; de prestar ayuda temporal con amor, y estar dispuestas a llorar con sus hermanas, a consolarlas y a ayudar a aligerar sus cargas.

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Las hermanas de la Sociedad de Socorro siguen el ejemplo de Jesucristo cuando prestan servicio caritativo.

Entrega, dedicación y sacrificio

“¿Quién, aun en el más remoto rincón del pensamiento, puede imaginar los incontables actos de caridad que se han realizado, el alimento que se ha presentado ante mesas indigentes, la fe que se ha nutrido en las desesperadas horas de la enfermedad, las heridas que se han curado, el dolor que se ha mitigado mediante las manos amorosas y las silenciosas y confortantes palabras, el consuelo que se ha extendido en la hora de la muerte y la consecuente soledad?”

Gordon B. Hinckley

En “Video: Instrumentos en las manos de Dios”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 106.

El presidente Kimball recalcó que el programa de las maestras visitantes requiere entrega y dedicación totales. Él dijo: “…considero que en muchas maneras sus deberes son semejantes a los de los maestros orientadores, quienes deben ‘velar siempre por los miembros de la Iglesia’, no solamente veinte minutos al mes, sino siempre, ‘y estar con ellos y fortalecerlos’, no sólo tocar la puerta, sino estar con ellos, alentarlos y fortificarlos, habilitarlos y fortalecerlos, ‘y cuidar de que no haya iniquidad… ni aspereza… ni difamaciones, ni calumnias’”20. El presidente Kimball vio ese tipo de dedicación en su esposa, Camilla, quien dijo lo siguiente acerca de sus esfuerzos como maestra visitante: “He tratado de no reprimir ninguna inclinación hacia una palabra o un acto de generosidad”21.

El programa de las maestras visitantes es una asignación continua, realmente nunca se termina. Con frecuencia las maestras visitantes deben sacrificar y sobreponerse al desánimo. Esto es particularmente cierto cuando sus esfuerzos parecen que no conducen a ninguna parte, como en el relato de Cathie Humphrey:

“Cuando fui llamada por primera vez como maestra visitante, se me asignó visitar a una joven que nunca iba a la capilla… Yo iba fielmente a su casa todos los meses y llamaba a la puerta. Ella abría la puerta interior pero dejaba cerrada la puerta mosquitera… No decía nada, tan sólo se quedaba allí. Yo siempre estaba animada y le decía: ‘Hola, soy Cathie, tu maestra visitante’. Como ella no decía nada, yo agregaba: ‘Pues la lección de hoy es sobre…’ y trataba de decir algo edificante y amistoso en poco tiempo. Al terminar, ella me decía: ‘Gracias’, y cerraba la puerta.

“No me gustaba ir allí… pero iba porque quería ser obediente. Después de hacer esto por siete u ocho meses , recibí una llamada del obispo.

“‘Cathie’, me dijo, ‘la joven a la que usted visita tuvo un bebé, que sólo vivió unos días. Ella y su esposo van a llevar a cabo un servicio funeral en el cementerio y ella me pidió que indagara si usted iría para acompañarla. Dijo que usted es su única amiga’. Fui al cementerio. Allí estábamos la joven, su esposo, el obispo y yo. Eso era todo.

“Yo sólo la había visto unos minutos cada mes que iba a visitarla. Ni siquiera me había percatado a través de la mosquitera de que estaba embarazada; sin embargo, mis torpes, pero esperanzadoras visitas nos habían bendecido a ambas”22.

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Las maestras visitantes y las hermanas a quienes sirven pueden fortalecerse y edificarse mutuamente.

Procurar guía espiritual

Una y otra vez las maestras visitantes fieles han procurado y recibido guía espiritual. Una hermana de la Sociedad de Socorro en Brasil relató sobre una ocasión en que recibió la ayuda del Señor:

“No tengo los medios para llamar a las hermanas por teléfono, pues no tenemos teléfonos. Así que me arrodillo en oración para averiguar cuáles hermanas me necesitan esa semana; eso nunca falla. [Por ejemplo], una linda joven del barrio no tenía ropa para su próximo bebé. No sabía en qué fecha iba a dar a luz, pero sabía que estaba cerca. Así que organicé a un grupo de hermanas y confeccionamos algunas prendas para su bebé. No queríamos que trajera el bebé a casa envuelto en periódicos. No podíamos llamarnos por teléfono, así que oré y se me dijo cuándo debía ir al hospital con la ropita del bebé. Al llegar al hospital, ella acababa de dar a luz a su bebé y pude entregarle la ropita que le hicieron sus hermanas de la Sociedad de Socorro”23.

Debido a que las circunstancias de cada hermana son distintas, las maestras visitantes necesitan la guía específica del Espíritu Santo a fin de saber cómo ayudar mejor a cada hermana. Florence Chukwurah, de Nigeria, recibió esta guía cuando “se le asignó ser maestra visitante de una hermana que tenía problemas matrimoniales y en su casa, así que había que visitarla en el mercado. Después de escuchar a la hermana y conocer sus dificultades, la hermana Chukwurah le pidió una bendición del sacerdocio a su esposo para saber cómo ayudar a esta afligida hermana. Luego de recibir la bendición, se sintió inspirada a analizar con la hermana la importancia del diezmo. ‘Me dijo entre lágrimas que no pagaba el diezmo porque no ganaba dinero suficiente’, recuerda la hermana Chukwurah. ‘Le sugerí que estudiáramos Malaquías 3:10 y que lo hiciéramos en mi casa para poder estar tranquilas y a solas para realizar un buen análisis. Ella accedió y después del estudio la motivé a ejercer fe y pagar el diezmo al menos durante seis meses. Le di mi testimonio por medio del Espíritu’.

“…a los pocos meses de la reunión, las circunstancias de la hermana cambiaron drásticamente. Su hija recibió una beca para terminar sus estudios secundarios, su esposo se reunió con el obispo para reactivarse y aceptar un llamamiento, y tanto ella como su marido colaboraron para mejorar la situación económica y su relación, y con el tiempo se convirtieron en fuente de inspiración para los demás”24.

Enseñar verdades y compartir el testimonio

El presidente Kimball enseñó que cuando las maestras visitantes comparten el Evangelio y su testimonio, ayudan a sus hermanas a seguir al Salvador:

“Cuán privilegiadas son dos hermanas que van a un hogar…

“Tal como yo lo entiendo, en este programa no se puede utilizar la fuerza; es una obra de aliento y amor. Es sorprendente ver a cuántas personas podemos convertir e inspirar con amor. Debemos ‘amonestar, exponer, exhortar, enseñar e invitar… a venir a Cristo’ (D. y C. 20:59), como indicó el Señor en Sus revelaciones…

“No nos conformemos simplemente con visitas, con la renovación de amistades; esto, desde luego, tiene su valor… Naturalmente la amistad es importante, pero ¿cuánto más se podría afirmar una amistad si se le enseñara a alguien los principios eternos de vida y salvación?…

“Su testimonio es un medio sumamente eficaz… No siempre tienen que expresarlo en la manera formal; existen muchas otras formas de hacerlo…

“Las maestras visitantes… deben superarse en energía, en visión y en esmero, y en testimonio”25.

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Las maestras visitantes ayudan a las demás a seguir al Salvador cuando enseñan la verdad y dan testimonio.

Detalle de Maestras visitantes, por Shannon Gygi Christensen. © 2006 Shannon Christensen.

Una joven madre expresó su gratitud por las maestras visitantes que le ayudaron a volver a vivir el Evangelio:

“Estoy agradecida hoy por mis maestras visitantes porque me amaron y no me juzgaron. Realmente me hicieron sentir que yo era importante y que había un lugar para mí en la Iglesia.

“Venían a mi casa y charlábamos… y cada mes me dejaban un mensaje.

“Y cuando venían cada mes, me hacían sentir que yo sí valía la pena, y que realmente se interesaban por mí, que me amaban y me apreciaban.

“Como resultado de sus visitas, finalmente decidí que era el momento de regresar a la Iglesia. Supongo que realmente no sabía cómo regresar, y cuando ellas vinieron y demostraron su interés, me mostraron el camino de regreso.

“Debemos entender que el Señor nos ama, no importa quiénes seamos, y mis maestras visitantes me ayudaron a ver que esto era lo correcto.

“Ahora mi esposo y yo nos hemos sellado en el templo”26.

El programa de las maestras visitantes es una manera de llevar el evangelio de Jesucristo a la vida de las hermanas y sus familias. La hermana Mary Ellen Smoot, decimotercera Presidenta General de la Sociedad de Socorro, declaró: “Quisiera suplicar a nuestras hermanas que dejen de preocuparse de si una llamada por teléfono o una visita trimestral o mensual son suficientes, y que, en vez de ello, se concentren en brindar cuidado amoroso a esas almas tiernas. Tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que la llama del Evangelio continúe viva en el corazón de esas personas. Se nos ha mandado buscar a las ovejas perdidas y ayudarlas a sentir el amor de nuestro Salvador”27.

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Las maestras visitantes pueden recibir la guía del Espíritu Santo cuando oran para pedir asistencia.

El presidente Kimball enseñó:

“Hay muchas hermanas que están viviendo en harapos; harapos espirituales. Tienen derecho a túnicas maravillosas, túnicas espirituales… Es el privilegio [de las maestras visitantes] ir a esos hogares y cambiar esos harapos por túnicas…

“Ustedes van a salvar almas, y quién podría decir cuántas de las buenas personas que actualmente son activas en la Iglesia lo son a causa de que ustedes estuvieron en sus hogares y les brindaron una nueva perspectiva, una nueva comprensión; lograron que recibieran revelación y extendieron sus horizontes…

“Como ven, no están salvando únicamente a hermanas sino quizás también a esposos y hogares”28.

Brindar ayuda temporal con amor

La caridad es la fuente del servicio temporal y del cuidado que brindan las maestras visitantes. Con frecuencia las hermanas y sus familiares tienen necesidades temporales que les resulta difícil o imposible de atender por sí mismas. Éste puede ser el caso cuando nace un bebé o cuando un familiar enferma o fallece. Al igual que las hermanas de la Sociedad de Socorro en Nauvoo o en el éxodo hacia el valle del Lago Salado, las maestras visitantes de hoy en día son a menudo las primeras en prestar ayuda. La hermana Silvia H. Allred, una de las consejeras de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, dijo:

“Me maravillo al ser testigo de los incontables actos de caridad que se realizan a diario por medio de las maestras visitantes alrededor del mundo que desinteresadamente ministran las necesidades de las hermanas individualmente y como familia. A esas maestras visitantes fieles les digo: ‘Mediante esos pequeños actos de caridad, ustedes siguen al Salvador y actúan como instrumentos en Sus manos a medida que ayudan, cuidan, elevan, consuelan, escuchan, animan, nutren, enseñan y fortalecen a las hermanas que están bajo su cuidado’. Permítanme compartir [dos] breves ejemplos de dicho ministerio.

“Rosa sufre de diabetes debilitante y de otras enfermedades. Se unió a la Iglesia hace pocos años. Es madre sola con un hijo adolescente. Con frecuencia la tienen que internar en el hospital por unos cuantos días. Sus bondadosas maestras visitantes no sólo la llevan al hospital, sino que la visitan y la consuelan mientras está allí y también velan por su hijo en su casa y en la escuela. Sus maestras visitantes prestan servicio como sus amigas y su familia.

“Después de algunas visitas a cierta hermana, Kathy se enteró de que esa hermana no sabía leer, pero que quería aprender. Kathy ofreció ayudarla aun cuando sabía que requeriría tiempo, paciencia y constancia”29.

Llorar con los que lloran, consolar y ayudar a llevar las cargas

“[Debemos] alimentar al hambriento, vestir al desnudo, proveer para la viuda, secar las lágrimas del huérfano y consolar al afligido dondequiera que los [encontremos], ya sea en esta Iglesia o en cualquier otra, o sin iglesia alguna de por medio”.

José Smith

Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 454.

La hermana Elaine L. Jack, duodécima Presidenta General de la Sociedad de Socorro, enseñó: “Como maestras visitantes nos ayudamos mutuamente. Con frecuencia las manos comunican lo que las voces no pueden. Un cálido abrazo es muy elocuente. Reírnos juntas, nos une. Un momento compartido nos renueva el alma. No siempre podemos levantar la carga de una persona agobiada, pero sí podemos levantar a esa persona para que pueda soportar mejor su carga”30.

Una hermana que hacía poco había quedado viuda se sintió agradecida por las maestras visitantes que lloraron con ella y la consolaron. Ella escribió: “Tenía la imperiosa necesidad de tener a alguien a quien acercarme, alguien que me escuchara… Y ellas me escucharon; me consolaron; lloraron conmigo y me abrazaron… [y] me ayudaron a salir de la profunda desesperanza y depresión de aquellos primeros meses de soledad”31.

Después de recibir el servicio caritativo genuino de una maestra visitante, una hermana resumió así sus sentimientos: “Comprendí que yo era más que un número en sus registros de visitas. Supe que ella se preocupaba por mí”32.

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Las maestras visitantes dedicadas practican la “religión pura” (Santiago 1:27).

Cómo bendice este programa a la maestra visitante

Cuando las hermanas prestan servicio a las demás en calidad de maestras visitantes, a su vez, reciben bendiciones. La hermana Barbara W. Winder, undécima Presidenta General de la Sociedad de Socorro, enseñó: “…es de vital importancia que cada hermana tenga maestras visitantes, a fin de comunicarle que se le necesita y que alguien la ama y piensa en ella. Pero igualmente importante es la forma en que la maestra visitante progresa en la práctica de la caridad. Al darles asignaciones como maestras visitantes, les brindamos la oportunidad de desarrollar el amor puro de Cristo, que puede constituirse en la bendición más grande de su vida”33.

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Por medio del programa de las maestras visitantes, las hermanas de la Sociedad de Socorro saben que cuentan con amigas que se interesan en ellas.

Una hermana relató acerca de las muchas bendiciones que recibió a medida que prestaba servicio a sus hermanas:

“Poco después de nuestro casamiento, mi esposo y yo nos mudamos a Nueva Jersey. Mi esposo, quien estaba en su primer año de estudios de medicina, rara vez regresaba a casa antes de las 11:30 de la noche… y yo no había hecho amistades rápidamente. Esta mudanza había sido solitaria y difícil para mí.

“El obispo de mi nuevo barrio me pidió que dirigiera un programa para los miembros de habla hispana del barrio. Esto abarcaba traducir en la reunión sacramental, enseñar la clase de Doctrina del Evangelio y supervisar la Sociedad de Socorro. Aparte de los miembros cuya lengua materna era el español, yo era la única hermana en el barrio que dominaba ese idioma.

“Agregando a mis responsabilidades, la presidenta de la Sociedad de Socorro me asignó como maestra visitante de doce hermanas que vivían en una barriada al otro extremo de la ciudad. Admito que no me sentía entusiasmada con mi nueva asignación. Estaba ocupada con mis otros llamamientos y temía no saber cómo ayudarles… Pero concerté algunas citas para las visitas y antes de que me diera cuenta, ya estaba sentada en la sala de los Dumez.

“‘¿Usted es mi maestra visitante?’, preguntó la hermana Dumez al entrar en la sala. ‘Bienvenida a mi casa. No he tenido maestras visitantes en dos años’. Ella escuchó el mensaje atentamente, conversamos y me agradeció una y otra vez por haber ido.

“Antes de irme, ella llamó a sus cinco hijos para cantar ‘Soy un hijo de Dios’. Me abrazó y me estrechó la mano…

“Todas las visitas de esa primera salida resultaron mejor de lo que esperaba. A medida que transcurrían los meses y las hermanas amablemente me daban la bienvenida a su casa, mi deseo de visitarlas fue creciendo. Pero no estaba preparada para las historias trágicas y de adversidades que escuché al llegar a conocer mejor a esta hermosa gente. Decidí por lo menos intentar hacer más cómoda la vida de estas hermanas y sus familias, muchas de las cuales tenían serias dificultades económicas. Empecé a llevarles de cenar cuando las visitaba; sacaba a las familias a pasear; las llevaba en auto a citas médicas y a los mercados.

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Por medio del programa de las maestras visitantes, las hermanas de la Sociedad de Socorro pueden hallar gozo al prestarse servicio unas a otras.

“Rápidamente me olvidé de mi propia soledad al servir a otros. Las hermanas a quienes había considerado al principio muy diferentes, se convirtieron en mis queridas amigas. Eran amigas leales y firmes que agradecían aun lo más mínimo que hacía por ellas. Y ellas estaban pendientes de mis necesidades: Recibía llamadas y regalos del corazón con regularidad. Una hermana me tejió un mantelito de crochet para la mesa, otra me compuso un poema para mi cumpleaños.

“Sin embargo, luego de varios meses en mis llamamientos, me sentía frustrada por mi incapacidad para hacer la vida de mis amigas más segura o más cómoda…

“Una noche en particular me hallaba muy desanimada. Me arrodillé a orar, y rogué al Señor que me mostrara el camino a seguir. Sentí la impresión de que el Señor quería que yo ayudara a esas hermanas a ser más autosuficientes y a servirse unas a otras. Admito que tuve dudas de que personas que llevaban tan pesadas cargas tuvieran la fuerza necesaria para elevarse unas a otras, pero sabía que debía seguir la inspiración.

“Comencé a reorganizar el programa de maestras visitantes en la Sociedad de Socorro de habla hispana. Una de mis fieles amigas, la hermana Moreira, se ofreció a visitar sin compañera a seis hermanas. Mi primera reacción fue de protesta: ‘No puedes hacer todo eso sin un vehículo. ¡Es muy lejos para ir caminando!’. Pero luego recordé la inspiración que tuve de permitir que las hermanas se sirvieran unas a otras, así que anoté a las seis hermanas en la nueva lista de visitas de la hermana Moreira.

“Al regresar de su maratónica tanda de visitas, la hermana Moreira me llamó, llena del Espíritu… Le dolían los pies, pero el Señor había aliviado su carga y su corazón.

woman helping another into a car

“Cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17).

Pintura por Keith Larson. © 1992 Keith Larson.

“Luego de algunas visitas más, la hermana Moreira consiguió a una hermana para que la acompañara a hacer el recorrido…

“Una vez que empecé a buscarlas, hallé todo tipo de maneras de ayudar a estas hermanas a ayudarse a sí mismas y unas a otras…

“Justo cuando empezaba a advertir un progreso espiritual notable entre los miembros de mi barrio, me enteré de que mi esposo y yo nos mudaríamos… Yo no quería ni siquiera considerar la idea de dejar a mis maravillosas amigas. Ansiaba continuar sirviendo con ellas; nos habíamos dado tanto la una a la otra. Pero al menos podía ver que la causa del Evangelio avanzaba con poder en su vida y que ellas estaban velando la una por la otra. Yo, quien a regañadientes había comenzado a trabajar en la viña, había retornado cargada de gavillas”34.

Presidente Lorenzo Snow

Lorenzo Snow

Detalle de Lorenzo Snow, por Lewis A. Ramsey. Cortesía del Museo de Historia de la Iglesia.

El presidente Lorenzo Snow, quinto Presidente de la Iglesia, enseñó que las hermanas de la Sociedad de Socorro son una ilustración de la religión pura. Él dijo: “El apóstol Santiago dijo: ‘La religión pura y sin mácula delante de Dios… es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo’. Aceptando esto como cierto, las hermanas miembros de la Sociedad de Socorro ciertamente han ejemplificado en su vida la religión pura y sin mácula, porque ellas han ministrado a los que padecen aflicción, han extendido sus brazos de amor a los huérfanos y a las viudas y se han mantenido sin mancha del mundo. Testifico que no hay mujeres más puras ni más temerosas de Dios en el mundo que las que se encuentran en las filas de la Sociedad de Socorro”35.

Por medio del programa amoroso e inspirado de las maestras visitantes, las hermanas puras y temerosas de Dios en las filas de la Sociedad de Socorro se han cuidado y fortalecido una a la otra desde los primeros días de Nauvoo hasta la actualidad. Es un ministerio que se comparte de una por una, de corazón a corazón.

Capítulo 7

  1. Eliza R. Snow, “Jesús, en la corte celestial”, Himnos, Nº 116.

  2. Véase Lucas 15:3–7.

  3. Véase 3 Nefi 11:13–17; 17:5–25.

  4. Julie B. Beck, “La Sociedad de Socorro: Una obra sagrada”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 113.

  5. Relief Society Minute Book, Nauvoo, Illinois, 28 de julio de 1843, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 101.

  6. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, págs. 200–201.

  7. Eliza R. Snow, en Relief Society Minutes, Sixh Ward, Salt Lake Stake, 16 de agosto de 1868, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 16.

  8. Eliza R. Snow, en Mt. Pleasant North Ward Relief Society Minutes, 7 de agosto de 1880, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 56. El uso de las mayúsculas del inglés se ha estandarizado.

  9. Sarah M. Kimball, en 15th Ward Relief Society Minutes, 1868–1873, Biblioteca de Historia de la Iglesia. La puntuación del inglés se ha estandarizado.

  10. Jane Richards, en “R. S. Reports”, Woman’s Exponent, septiembre de 1907, pág. 24.

  11. Minutes of General Board of Relief Society, 19 de abril de 1944, Biblioteca de Historia de la Iglesia, págs. 39–40.

  12. Belle S. Spafford, entrevista realizada por Jill Mulvay [Derr], 1º de diciembre de 1975, transcripción, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  13. Belle S. Spafford, entrevista realizada da por Jill Mulvay [Derr], 8 de diciembre de 1975, transcripción, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  14. Henry B. Eyring, “El perdurable legado de la Sociedad de Socorro”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 123.

  15. Julie B. Beck, “‘Strengthen Thy Stakes’: Strong and Immovable in Faith”, en Awake, Arise, and Come unto Christ: Talks from the 2008 BYU Women’s Conference, Deseret Book, 2009, págs. 86–87; traducción al portugués revisada.

  16. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 481.

  17. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, 2006, pág. 92.

  18. Véase Thomas S. Monson, “¿Qué he hecho hoy por alguien?”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 86.

  19. Dieter F. Uchtdorf, “La felicidad es su legado”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 120.

  20. Véase Spencer W. Kimball, “Una visión del programa de las maestras visitantes”, Liahona, diciembre de 1978, pág. 2; véase también Doctrina y Convenios 20:53–54.

  21. Camilla Kimball, en Caroline Eyring Miner y Edward L. Kimball, Camilla: A Biography of Camilla Eyring Kimball, 1980, pág. 175.

  22. Véase Cathie Humphrey, en “Manos fuertes y corazones amorosos”, Liahona, diciembre de 2004, págs. 26–27.

  23. Citado por Mary Ellen Smoot, en entrevista realizada por Julie B. Beck, 20 de mayo de 2009, transcripción, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  24. Véase Cathie Humphrey, en “Manos fuertes y corazones amorosos”, Liahona, diciembre de 2004, pág. 29.

  25. Véase Spencer W. Kimball, “Una visión del programa de las maestras visitantes”, Liahona, diciembre de 1978, págs. 2–3.

  26. En Virginia U. Jensen, “Ondas expansivas”, Liahona, enero de 2001, pág. 109.

  27. Mary Ellen Smoot, “Zapatos pioneros a través de las edades”, Liahona, enero de 1998, pág. 14.

  28. Véase Spencer W. Kimball, “Una visión del programa de las maestras visitantes”, Liahona, diciembre de 1978, págs. 4–5.

  29. Silvia H. Allred, “La caridad nunca deja de ser”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 115.

  30. Véase Elaine L. Jack, en “Cómo ser un maestro orientador o una maestra visitante mejor”, Liahona, septiembre de 1998, pág. 40.

  31. Vivien D. Olson, “The Visiting Teacher Who Made a Difference”, Church News, 15 de mayo de 1982, pág. 2.

  32. Hope Kanell Vernon, “The Visiting Teacher Who Made a Difference”, Church News, 12 de junio de 1982, pág. 2.

  33. Véase Barbara W. Winder, “Luchando juntas: Una conversación con la Presidencia General de la Sociedad de Socorro”, Liahona, octubre/noviembre de 1985, pág. 11.

  34. Robyn Romney Evans, “In the Vineyard”, Ensign, marzo de 2004, págs. 21–23.

  35. Lorenzo Snow, citado por Thomas S. Monson en “La fortaleza extraordinaria de la Sociedad de Socorro”, Liahona, enero de 1998, pág. 112; cita Santiago 1:27.