Historia de la Iglesia
Capítulo 1: La Sociedad de Socorro: Una restauración de un modelo antiguo


Capítulo 1

La Sociedad de Socorro

Una restauración de un modelo antiguo

Durante todo Su ministerio terrenal, el Salvador mostró un amor y una preocupación especiales por la mujer. El élder James E. Talmage, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “No hay mayor defensor en todo el mundo de la mujer y el sexo femenino que Jesús el Cristo”1.

El Salvador enseñó a las mujeres en multitudes e individualmente, en la calle y a orillas del mar, junto a un pozo de agua y en sus hogares. Él mostró benevolencia hacia ellas y las sanó a ellas y a los integrantes de sus familias. En muchas parábolas, enseñó relatos sobre mujeres que participaban en actividades comunes. Jesús demostró una gran familiaridad con la vida de las mujeres y extrajo de sus experiencias cotidianas imperecederas lecciones del Evangelio. Las perdonó; lloró con ellas; tuvo compasión por ellas en sus circunstancias particulares como hijas, esposas, amas de casa, madres y viudas; las valoró y las enalteció.

Aun sufriendo intolerable dolor sobre la cruz, el Salvador expresó preocupación por Su madre, quien muy probablemente para ese entonces era una viuda que necesitaba de cuidado2. Y la primera persona a quien se apareció tras Su resurrección fue una mujer3.

“El desarrollo de cualidades cristianas constituye una labor difícil y constante; no es para el trabajador de temporada ni para aquellos que no estén dispuestos a esforzarse al máximo una y otra vez”.

Spencer W. Kimball

Véase Liahona, febrero de 1979, pág. 144.

Discípulas del Nuevo Testamento

Aunque se conoce poco en cuanto a alguna organización formal de mujeres en el Nuevo Testamento, las evidencias sugieren que éstas fueron participantes de suma importancia en el ministerio del Salvador. El Nuevo Testamento contiene relatos sobre mujeres, cuyos nombres no siempre se mencionan, que ejercieron fe en Jesucristo, aprendieron y vivieron Sus enseñanzas y testificaron de Su ministerio, Sus milagros y Su majestuosidad. Tales mujeres llegaron a ser discípulas ejemplares e importantes testigos en la obra de salvación.

Las mujeres viajaban con Jesús y Sus Doce Apóstoles y daban de sus bienes para contribuir con Su ministerio. Después de Su muerte y resurrección, las mujeres continuaron siendo discípulas fieles; se reunían y oraban junto con los Apóstoles; ofrecían sus hogares como lugares de reunión para los miembros de la Iglesia y participaban valientemente en la obra de salvación de las almas, en lo temporal y en lo espiritual.

Marta y su hermana María son un ejemplo de discípulas del Nuevo Testamento. Lucas 10 contiene el relato de la ocasión en que Marta abrió las puertas de su hogar a Jesús y servía al Señor al ocuparse de Sus necesidades temporales, mientras que María se sentaba a los pies del Maestro y asimilaba Sus enseñanzas.

Mary Heard His Word

“Marta… recibió [a Jesús] en su casa”. Su hermana María, “sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra” (Lucas 10:38–39).

Detalle de María oía su palabra, por Walter Rane. © 2001 IRI.

En una época en la que, por lo general, se esperaba que las mujeres sólo ofrecieran servicio temporal, el Salvador enseñó a Marta y María que las mujeres también podían participar de manera espiritual en Su obra. Él las invitó a convertirse en Sus discípulas y a participar de la salvación, “la buena parte” que jamás les sería quitada4.

María y Marta llegaron a participar activamente en el ministerio terrenal del Señor. Más adelante en el Nuevo Testamento, leemos el fuerte testimonio de Marta sobre la divinidad del Salvador. En una conversación con Jesús, ella dijo: “Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”5.

Living Water

Durante todo Su ministerio terrenal, el Salvador mostró un amor y una preocupación especiales por la mujer.

Detalle de Agua viva, por Simon Dewey. © Simon Dewey.

Muchas otras discípulas viajaban con Jesús y los Doce, y aprendían de Él espiritualmente y le servían en aspectos temporales. Lucas registró:

“Y aconteció después, que Jesús caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,

“y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,

“y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes”6.

Es probable que esas mujeres brindaran algo de apoyo económico a Jesús y Sus apóstoles, al igual que algún servicio como cocinar, por ejemplo. Además de recibir la ministración de Jesús —las buenas nuevas de Su evangelio y las bendiciones de Su poder sanador— esas mujeres le ministraron a Él, al impartirle de sus bienes y brindarle su devoción.

El apóstol Pablo escribió sobre algunas mujeres que, tanto en llamamientos de la Iglesia como por iniciativa propia, servían a los santos. En su descripción de una viuda justa se manifiestan las características de muchas mujeres de la Iglesia primitiva: “Que tenga testimonio de buenas obras: si ha criado hijos, si ha practicado la hospitalidad, si ha lavado los pies de los santos, si ha socorrido a los afligidos, si ha seguido toda buena obra”7. Pablo también escribió sobre la influencia de las mujeres mayores, sabias y experimentadas. Aconsejó a Tito que instara a las mujeres mayores a prestar servicio y a enseñar a las mujeres jóvenes en cuanto a su eterna función de esposas y madres, para “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a amar a sus hijos”8.

El libro de Hechos contiene un relato sobre una mujer que personificaba las virtudes que Pablo describió. Tabita, quien también era conocida como Dorcas, vivía en Jope, donde hacía ropa para mujeres necesitadas.

Tabitha sewing

Tabita “abundaba en buenas obras y en limosnas” (Hechos 9:36).

Tabita cosiendo, por Jeremy Winborg. © Jeremy Winborg.

“Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que interpretado quiere decir Dorcas. Ésta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía.

“Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió…

“Y como [la ciudad de] Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres a rogarle: No tardes en venir a nosotros.

“Entonces Pedro se levantó y fue con ellos; y cuando llegó, …le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas había hecho cuando estaba con ellas.

“Entonces, mandando fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose hacia el cuerpo, dijo: ¡Tabita, levántate! Y ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó”9.

El Nuevo Testamento menciona otras mujeres devotas. Priscila y su esposo Aquila arriesgaron sus vidas por los apóstoles y ofrecieron su hogar para las reuniones de la Iglesia10. Pablo escribió: “Os saludan mucho en el Señor Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa11.

Una mujer llamada María había “trabajado mucho” por los apóstoles12. Otra mujer de nombre Lidia se bautizó junto con su familia y luego atendió a quienes le habían enseñado13.

Una mujer llamada Febe aparentemente tenía una posición eclesiástica relacionada con el servicio en su congregación. Pablo dijo: “Os encomiendo a Febe, nuestra hermana, quien está al servicio de la iglesia…; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que a ella le sea menester; porque ella ha ayudado a muchos14. La clase de servicio prestado por Febe y otras grandes mujeres del Nuevo Testamento continúa presente hoy en las hermanas de la Sociedad de Socorro —líderes, maestras visitantes, madres y otras— que actúan como auxiliadoras o ayudantes de muchos.

Discípulas de los últimos días

Las mujeres de la Iglesia primitiva eran respetadas y nobles, y se les necesitaba y valoraba. Servían a los demás, aumentaban su santidad personal y participaban en la gran obra de la salvación de almas.

Estos modelos se han restaurado en los últimos días por medio de la organización de la Sociedad de Socorro. El profeta José Smith declaró: “La Iglesia nunca estuvo perfectamente organizada hasta que se organizó a las mujeres de esa manera”15. La hermana Eliza R. Snow, quien fue la segunda Presidenta General de la Sociedad de Socorro, reiteró tal enseñanza. Dijo: “Aunque su nombre date de una fecha moderna, la institución tiene su origen en la antigüedad. Nuestro profeta, que fue martirizado, nos ha dicho que antiguamente existía la misma organización en la Iglesia”16.

Además de José Smith, otros profetas de los últimos días han testificado que la organización de la Sociedad de Socorro es una parte inspirada de la Restauración, mediante la cual se llama a las mujeres a cargos eclesiásticos para prestarse servicio mutuamente y para bendecir a toda la Iglesia. El presidente Joseph F. Smith, sexto Presidente de la Iglesia, dijo: “Esta organización es divinamente hecha, divinamente autorizada, divinamente instituida, divinamente ordenada por Dios a fin de ministrar para la salvación de las almas de mujeres y hombres”17. El presidente Lorenzo Snow, quinto Presidente de la Iglesia, dijo al dirigirse a un grupo de hermanas de la Sociedad de Socorro: “Siempre se les ha hallado al lado del sacerdocio, prestas para fortalecer las manos de ellos y para hacer su parte con el fin de ayudar al avance de los intereses del reino de Dios; y así como han compartido estas labores, así también compartirán muy ciertamente en el triunfo de la obra y en la exaltación y la gloria que el Señor dará a Sus hijos fieles”18.

Cuando las mujeres participan en la Sociedad de Socorro, sirven como valientes discípulas de Jesucristo en la obra de salvación. Al igual que las mujeres de la Iglesia primitiva, trabajan hombro a hombro con los hombres que poseen el sacerdocio a efectos de aumentar la fe y la rectitud personales, fortalecer a las familias y los hogares, y buscar y ayudar a los necesitados. La hermana Julie B. Beck, decimoquinta Presidenta General de la Sociedad de Socorro, enseñó: “La Sociedad de Socorro es donde practicamos el ser discípulas de Cristo; aprendemos lo que Él quiere que aprendamos, hacemos lo que quiere que hagamos y llegamos a ser lo que quiere que seamos”19.