Hechos 3
La sanación del hombre cojo
Un hombre que no había sido capaz de caminar en toda su vida era llevado al templo de Jerusalén todos los días para suplicar por dinero. Se encontró con Pedro y Juan, quienes le dieron un regalo mucho mayor que el dinero que pedía. Valiéndose de la autoridad del sacerdocio y en el nombre de Jesucristo, Pedro sanó al hombre. Esa experiencia les dio a Pedro y a los otros apóstoles muchas oportunidades de testificar de Jesucristo. La finalidad de esta lección es ayudarte a fortalecer tu fe en que el Padre Celestial y Jesucristo pueden ayudarte a superar los desafíos que afrontas.
Recibir el poder sanador de Dios
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¿Cuáles son algunos de los desafíos o aflicciones físicos, espirituales o emocionales que las personas experimentan en la vida?
Reflexiona sobre un desafío o una aflicción que afrontes personalmente para el cual te gustaría procurar el alivio o la fortaleza del Padre Celestial y de Jesucristo a fin de superarlo. Escríbelo en tu diario de estudio y también incluye tus respuestas a las siguientes preguntas:
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¿Qué acciones has realizado para recibir ayuda con este desafío o esta aflicción?
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¿Qué sabes ya sobre el Padre Celestial y Jesucristo que te dé confianza en que Ellos te ayudarán?
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¿Qué preguntas o inquietudes tienes en cuanto a superar este desafío o esta aflicción?
Pedro y Juan sanan a un hombre cojo
En esta lección, tendrás la oportunidad de aprender algunas verdades del Evangelio del relato de Hechos 3 de la ocasión en la que Pedro y Juan sanaron a un hombre cojo. A medida que estudies, presta atención a las impresiones espirituales que recibas. Procura fortalecer tu fe en que Jesucristo puede ayudarte con los desafíos que afrontas en la vida terrenal.
Lee Hechos 3:1–3 y busca algunos detalles sobre ese hombre que tenía más de 40 años (véase Hechos 4:22). Podría ser útil saber que las “limosnas” que se mencionan en los versículos 2–3 eran artículos que las personas donaban a los pobres.
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¿Qué palabras podrías utilizar para describir a este hombre y su situación? ¿Por qué?
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¿Cuáles son algunas formas típicas en las que las personas podrían responder ante alguien que se encontrara en la situación de este hombre?
Lee Hechos 3:4–8 en busca de verdades que puedes aprender de este relato sobre cómo superar nuestros desafíos o nuestras aflicciones. También puedes ver “Pedro y Juan sanan a un hombre cojo de nacimiento” (3:25), que se encuentra en LaIglesiadeJesucristo.org.
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¿Qué es lo que más te llama la atención de este relato?
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¿Qué aprendes o sientes acerca del Padre Celestial y Jesucristo como resultado de esta experiencia?
A quienes presenciaron el milagro, Pedro les enseñó que había sido efectuado mediante la fe en el nombre de Jesucristo (véase Hechos 3:16). Una verdad que podemos aprender de este relato es que, mediante la fe en Jesucristo, podemos ser sanados.
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¿Qué podrías compartir de esos versículos que podría ayudar a alguien que esté actualmente experimentando los desafíos o las aflicciones físicos, espirituales o emocionales que identificaste anteriormente en la lección?
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¿Qué podemos hacer a fin de recibir el poder del Padre Celestial y del Salvador para ayudarnos con esos desafíos?
Mira “Los heridos serán sanados” (5:46), disponible en LaIglesiadeJesucristo.org. Escucha el testimonio del élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, y registra todas las palabras o frases que te llamen la atención o las impresiones que recibas al ver el video.
El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, habló sobre el poder del Salvador para sanarnos:
Mis hermanos y hermanas, les prometo que aumentar su fe en el Señor Jesucristo les proporcionará fortaleza adicional y mayor esperanza. Para ustedes, los justos, el Sanador de nuestras almas sanará, en Su tiempo y a Su manera, todas sus heridas. No habrá injusticia, persecución, prueba, tristeza, quebranto, sufrimiento ni herida —no importa cuán profunda, cuán extensa o cuán dolorosa— que quede excluida del consuelo, de la paz y la esperanza perdurable de Aquel cuyos brazos abiertos y manos heridas nos recibirán de regreso a Su presencia.
(Neil L. Andersen, “Heridos”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 86)
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¿Qué te llamó más la atención de las enseñanzas del élder Andersen?
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¿Qué experiencias has tenido o conoces en las que el Salvador pudo proporcionar fortaleza o sanación?
Opcional: ¿Quieres aprender más?
¿Por qué hay ocasiones en las que no recibimos la sanación del Salvador cuando y como la deseamos?
El presidente Russell M. Nelson enseñó lo siguiente:
Reconozco que, a veces, algunas de nuestras más fervientes oraciones quedan aparentemente sin respuesta. Nos preguntamos: “¿Por qué?”. ¡Sé lo que se siente! Conozco los temores y las lágrimas de esos momentos. Pero también sé que nuestras oraciones nunca son desoídas, que nuestra fe nunca pierde su valor. Sé que la visión de nuestro omnisciente Padre Celestial es infinitamente más amplia que la nuestra. En tanto nosotros sabemos de nuestros problemas y dolores mortales, Él sabe de nuestro progreso y potencial inmortales. Si oramos para conocer Su voluntad y someternos a ella con paciencia y con valentía, la sanidad celestial tendrá lugar a Su propia manera y a Su tiempo.
(Russell M. Nelson, “Jesucristo: El Maestro Sanador”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 86)
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó lo siguiente:
La rectitud y la fe son sin duda fundamentales para sanar a los enfermos, a los sordos y a los cojos, si esa sanación cumple con los propósitos de Dios y está de acuerdo con Su voluntad. Por lo tanto, incluso aunque tengamos gran fe, muchas montañas no se moverán y no todos los enfermos y los débiles serán sanados. Si se acabara toda oposición, si se eliminaran todas las dolencias, entonces los propósitos principales del plan del Padre se frustrarían.
(David A. Bednar, “Aceptar la voluntad y el tiempo del Señor”, Liahona, agosto de 2016, pág. 22)
¿Cómo puedo tener acceso al poder sanador del Salvador cuando experimento aflicciones espirituales?
El presidente Russell M. Nelson enseñó lo siguiente:
Las dolencias provienen tanto de causas físicas como de causas espirituales. Alma, hijo de Alma, se acordó de que su pecado era tan doloroso que deseó ser “aniquilado en cuerpo y alma, a fin de no ser llevado para comparecer ante la presencia de […] Dios para ser juzgado por [sus] obras” [Alma 36:15]. En tales ocasiones, ¿cómo podemos ser sanados por Él?
¡Podemos arrepentirnos de un modo más completo! ¡Podemos convertirnos más íntegramente! Entonces, el “Hijo de Justicia” podrá bendecirnos más plenamente con Su mano sanadora.
… La fe, el arrepentimiento, el bautismo, el testimonio y la conversión perdurable conducen al poder sanador del Señor.
(Russell M. Nelson, “Jesucristo: El Maestro Sanador”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 86)