“4: ¿Cómo reconozco y comprendo al Espíritu?” Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2018, págs. 91–106.
“4 Reconocer al Espíritu”, Predicad Mi Evangelio, págs. 91–106.
4
¿Cómo reconozco y comprendo al Espíritu?
La revelación personal
José Smith dijo: “No se puede recibir la salvación sin revelación; es en vano que alguien trate de ministrar sin ella” (discurso, pronunciado aproximadamente entre el 26 de junio y el 4 de agosto de 1839, tal como lo reportó Willard Richards, Biblioteca de Historia de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City). Usted tendrá éxito en su labor a medida que aprenda a recibir y a prestar oído a la revelación personal. José Smith enseñó también que la revelación es vital en sus labores diarias: “Este es el principio por el cual se dirige el gobierno de los cielos: por la revelación, adaptada a las circunstancias en las cuales se encuentren los hijos del reino” (History, 1838–1856, tomo D-1, 1.º de agosto de 1842 – 1.º de julio de 1843, Biblioteca de Historia de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City).
Dios lo ama a usted y a todos Sus hijos, y está deseoso por ayudarle con los desafíos prácticos y específicos que afronte. Se le ha prometido inspiración para saber qué hacer y se le ha dado el poder para hacerlo (véase Doctrina y Convenios 43:15–16). Él le ayudará siempre que trate de reconocer y comprender al Espíritu mediante un estudio diligente de las Escrituras. Él lo guiará hacia las personas que quieran recibir el mensaje de la Restauración. Él le dará potestad para presentar el mensaje y para testificar de Cristo y de Su Evangelio; y derramará sobre usted abundantes bendiciones por medio del don del Espíritu Santo. Él pide que usted se mantenga digno de ese don y que pida, busque y llame (véanse Doctrina y Convenios 4:7; Mateo 7:7–8).
Vivimos en la época que profetizaron los profetas del Libro de Mormón: una época en que las personas “contenderán una con otra… y enseñarán con su conocimiento, y negarán al Espíritu Santo, el cual inspira a hablar” (2 Nefi 28:4; véanse también 3 Nefi 29:6; Mormón 9:7–8). No obstante, muchos también anhelarán lo espiritual. A medida que aprenda a recibir revelación personal, enseñará con potestad y autoridad (véase Alma 17:3), porque el Espíritu Santo le dará poder para hablar (véase 1 Nefi 10:22).
Al ayudar a la gente para que se bautice y reciba la confirmación, es preciso que busque y obtenga revelación personal por medio del Espíritu Santo. Tenga fe en que la recibirá para guiarlo día tras día. El Espíritu Santo le ayudará en cada una de las fases de su obra.
La luz de Cristo
Una persona tiene capacidad para recibir guía espiritual antes de ser bautizada y confirmada. Esa influencia espiritual comienza con la luz de Cristo, la cual se da “a todo hombre… para que sepa discernir el bien del mal” (Moroni 7:16; véanse también los versículos 14–19).
La luz de Cristo es “energía, poder o influencia divinos que proceden de Dios por medio de Cristo y que dan vida y luz a todas las cosas. Es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas tanto en el cielo como en la tierra. También ayuda a las personas a comprender las verdades del Evangelio y sirve para colocarlas sobre el sendero del Evangelio que conduce a la salvación.
“La luz de Cristo no se debe confundir con la persona del Espíritu Santo, pues la luz de Cristo no es un personaje, sino una influencia que procede de Dios y prepara a la persona para recibir el Espíritu Santo. Es una influencia para bien en la vida de todo ser humano.
“Una manifestación de la luz de Cristo es la conciencia del hombre, la cual le ayuda a distinguir entre el bien y el mal. Cuanto más aprende una persona acerca del Evangelio, tanto más sensible se vuelve su conciencia. A los que siguen la luz de Cristo, se les guía hacia el evangelio de Jesucristo” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Luz, luz de Cristo”; véase también Doctrina y Convenios 84:46–47).
El presidente Boyd K. Packer dijo: “Es importante que… un misionero… sepa que el Espíritu Santo puede obrar por medio de la luz de Cristo. El maestro que enseña las verdades del Evangelio no está inculcando nada extraño, ni siquiera nuevo, en un adulto o en un niño; más bien, el misionero o maestro establecen un contacto con el Espíritu de Cristo que ya está en la persona. Así, el Evangelio le ‘sonará’ como algo conocido” (“La luz de Cristo”, discurso pronunciado en el Seminario para nuevos presidentes de misión, 22 de junio de 2004, pág. 2; Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City).
El Espíritu Santo
El personaje del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el tercer miembro de la Trinidad; es un Personaje de espíritu y no tiene un cuerpo de carne y huesos (véase Doctrina y Convenios 130:22). Es el Consolador que el Salvador prometió a Sus discípulos que les enseñaría todas las cosas y que les haría recordar todas las cosas que Él les había enseñado (véase Juan 14:26).
El poder del Espíritu Santo. El testimonio, que reciben antes del bautismo los que buscan la verdad con sinceridad, viene mediante el poder del Espíritu Santo. “El poder del Espíritu Santo puede descender sobre una persona antes del bautismo y dar testimonio de que el Evangelio es verdadero” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Espíritu Santo”). Le da testimonio de Jesucristo, de Su obra y de la obra de Sus siervos en la tierra. El Espíritu Santo testifica la verdad. Toda persona puede saber la veracidad del Libro de Mormón por medio del poder del Espíritu Santo. “… por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5).
El don del Espíritu Santo. Las personas que reciben un testimonio, pero todavía no han sido bautizadas y confirmadas, aún no tienen la promesa de la compañía constante del Espíritu Santo. José Smith dijo: “Existe una diferencia entre el Espíritu Santo y el don del Espíritu Santo. Cornelio recibió el Espíritu Santo antes de bautizarse, que para él fue el poder convincente de Dios de la veracidad del evangelio; mas no podía recibir el don del Espíritu Santo sino hasta después de ser bautizado. De no haber tomado sobre sí esta seña u ordenanza, el Espíritu Santo que lo convenció de la verdad de Dios se habría apartado de él” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 102).
“… el derecho de tener, cuando se es digno, la compañía constante del Espíritu Santo es un don que se puede recibir solamente mediante la imposición de manos de un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec y después de haber recibido el bautismo autorizado en la verdadera Iglesia de Jesucristo” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Espíritu Santo”).
Como miembro de la Iglesia, usted ha recibido el don del Espíritu Santo por medio de la autoridad del sacerdocio. Ese don le da derecho a tener la compañía constante del Espíritu Santo siempre que se mantenga digno de ella. Ore para recibir la guía del Espíritu y tenga valor para seguir las impresiones que reciba.
El Santo Espíritu de la promesa. Al Espíritu Santo se le llama también el Santo Espíritu de la promesa (véase Doctrina y Convenios 88:3). El hecho de ser sellado por el Santo Espíritu de la promesa significa que el Espíritu Santo confirma que las acciones, las ordenanzas y los convenios que sean rectos son aceptables para Dios. El Santo Espíritu de la promesa testifica al Padre que las ordenanzas salvadoras se han llevado a cabo en forma apropiada y que se han guardado los convenios que están relacionados con ellas. Los que sean sellados por el Santo Espíritu de la promesa recibirán todo lo que el Padre tiene (véanse Doctrina y Convenios 76:51–60; Efesios 1:13–14). Para que sean válidos después de esta vida, todos los convenios y las prácticas tienen que ser sellados por el Santo Espíritu de la promesa (véase Doctrina y Convenios 132:7, 18–19, 26). La violación de los convenios puede hacer inválido el sellamiento.
Los dones del Espíritu. Los dones del Espíritu son bendiciones espirituales especiales que el Señor da a las personas dignas para su propio beneficio y para que los empleen con el fin de bendecir a los demás. Por ejemplo, los misioneros que tienen que aprender otro idioma pueden recibir el don de lenguas que les proporcione ayuda divina para aprenderlo. En Moroni 10:8–18; Doctrina y Convenios 46:11–33 y 1 Corintios 12:1–12 se describen diversos dones del Espíritu, que son solo algunos ejemplos de los muchos que Él concede. El Señor puede bendecirle a usted de otras maneras, según su fidelidad, sus necesidades y las de aquellos a quienes preste servicio. Usted debe desear los dones espirituales y procurarlos diligentemente (véanse Doctrina y Convenios 46:8; 1 Corintios 12:31; 14:1, 12). Estos dones se reciben de acuerdo con la voluntad de Dios, por medio de la oración, la fe y las obras (véanse Doctrina y Convenios 63:9–12; 84:64–73).
El poder del Espíritu en la conversión
El poder del Espíritu Santo es esencial para la conversión de una persona. Esfuércese por comprender la doctrina así como la experiencia de la conversión. El presidente Boyd K. Packer explicó la función central que tiene el Espíritu en la conversión:
“Cuando se llega a la conversión, es por medio del poder del Espíritu. A fin de tener éxito en la obra misional, deben suceder tres cosas:
“Debemos comprender qué tiene que sentir una persona para experimentar la conversión.
“Debemos comprender lo que tiene que sentir un misionero a fin de enseñar con el poder de conversión del Espíritu.
“Y además, debemos comprender lo que debe sentir un miembro a fin de participar con éxito en la experiencia de la conversión” (conferencia para presidentes de misión, 3 de abril de 1985).
Cuanto mejor comprenda usted lo que sienten las personas, los misioneros y los miembros al recibir el testimonio del Espíritu, mejor comprenderá su propio papel, que es:
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Ser fortalecido espiritualmente y dejar que su mente se ilumine a medida que escudriñe las Escrituras y enseñe la doctrina.
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Crear, cuando enseñe, un ambiente en el cual el Espíritu Santo pueda testificar. Eso se logra al enseñar el mensaje de la Restauración y testificar de él. Enseñe según la dirección del Espíritu y testifique que sabe por el poder del Espíritu Santo que lo que enseña es verdad.
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Seguir la guía del Espíritu para adaptar el mensaje a las necesidades de cada persona.
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Invitar a las personas a actuar. Su fe aumentará a medida que se arrepientan, que obedezcan los mandamientos y que hagan convenios y los guarden.
El presidente M. Russell Ballard dijo lo siguiente sobre el poder del Espíritu: “La verdadera conversión ocurre por medio del poder del Espíritu. Cuando el Espíritu llega al corazón, el corazón cambia. Cuando las personas… sienten la influencia del Espíritu, o cuando ven evidencias del amor y la misericordia del Señor en su vida, se edifican y fortalecen espiritualmente y aumenta la fe que tienen en Él. Estas experiencias con el Espíritu son el resultado natural del que una persona tenga el deseo de experimentar con la palabra. Así es como llegamos a sentir que el Evangelio es verdadero” (“Ahora es el momento”, Liahona, enero de 2001, pág. 89).
El Espíritu Santo obra en el corazón de las personas para llevar a cabo esos cambios. A medida que opten por ser fieles a sus compromisos, sentirán el poder del Espíritu Santo con mayor fuerza y desarrollarán la fe para obedecer a Cristo. Por eso, usted debe ayudar a las personas a las que enseñe a aumentar su fe alentándolas a arrepentirse y a hacer compromisos y ser fieles a ellos.
Orar con fe
Usted puede enseñar a la manera del Señor solo mediante el poder del Espíritu, y recibirá el Espíritu por la oración de fe. El Señor dijo: “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis” (Doctrina y Convenios 42:14). Al orar para pedir ayuda en su enseñanza, el poder del Espíritu Santo llevará sus enseñanzas “al corazón de los hijos de los hombres” (2 Nefi 33:1).
El presidente Gordon B. Hinckley ilustró este principio al relatar una experiencia de su misión:
“Siempre recuerdo a dos jóvenes que prestaron servicio en mi misión. Uno era sobresaliente; era educado; era brillante; era muy despierto. Y era un tanto arrogante. Había otro que era pintor de carteles. Venía de trabajar en un negocio de pintar carteles y no tenía mucha instrucción académica; pero reconocía sus insuficiencias y se apoyaba en el Señor. Cuando él oraba, se sabía que estaba hablando con el Señor; no se trataba de algo memorizado, sino de una conversación, y aquel joven logró maravillas mientras que el otro solo se limitó a cumplir los requisitos. El poder que había en uno y la ausencia de poder que había en el otro eran sumamente evidentes. Hablen con el Señor. Él ha extendido la invitación y les responderá” (Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 469).
Esfuércese por orar sinceramente, con verdadera intención y “con toda la energía de [su corazón]” (Moroni 7:48). Para que sea eficaz, la oración exige un gran esfuerzo (véanse Moroni 10:3–4; Doctrina y Convenios 8:10; 9:7). Medite cuidadosamente sobre su actitud y sobre las palabras que emplea. Al orar, considere lo siguiente:
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Emplee el lenguaje de la oración, lo que indica que ama y respeta a su Padre Celestial. Sea cual sea el idioma en que ore, use un lenguaje apropiado y respetuoso. En español no es una falta de respeto usar los pronombres Tú, Ti, Tuyo y Tu.
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Exprese siempre gratitud por las bendiciones que recibe. Si hace un esfuerzo consciente por ser agradecido, eso contribuirá a que reconozca cuán misericordioso ha sido el Señor con usted.
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Ore pidiendo particularmente la guía y la ayuda del Espíritu Santo. Demuestre que valora esa bendición siendo sensible a las impresiones del Espíritu y estando consciente de ellas. Luego, siga valientemente esas impresiones.
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Ore con amor y caridad. Ore por las personas, nombrándolas. Pida inspiración para comprender sus necesidades y atenderlas. Ore por el bienestar de las personas a las que está enseñando, de los conversos nuevos y de los miembros que vuelven a la actividad. Ore por los miembros y por los líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares de su área. Ore por su familia. Ore por su compañero, por los demás misioneros y por el presidente de la misión. Ore para saber cómo puede ayudar a los demás y esté dispuesto a sacrificarse por ellos.
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Ore para que se le indique a dónde ir y qué hacer. Ore para que se le guíe hasta aquellos que estén preparados para recibir el mensaje de la Restauración. Ore para poder reconocerlos.
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Reconozca que su Padre Celestial sabe mejor que usted mismo lo que le hace falta. Fíese del Espíritu para saber lo que debe pedir en sus oraciones (véanse 3 Nefi 19:24; Doctrina y Convenios 46:28, 30).
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En sus oraciones de la noche, dé cuenta al Señor de sus actividades del día; después, repase con Él los planes que tenga para el día siguiente. Preste atención a las impresiones del Espíritu.
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Ore para vencer la tentación. El dejarse llevar por la tentación interfiere con el Espíritu.
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Ore y, cuando sea apropiado, ayune para recibir bendiciones especiales.
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Ore y medite sobre las Escrituras; estas le abren la puerta a la revelación.
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Crea en que Dios contestará sus oraciones. Reconozca que los pensamientos de Dios no son sus pensamientos (véase Isaías 55:8–9) y confíe en que Él contestará sus oraciones a Su propia manera y en Su propio tiempo.
Aprender a reconocer las impresiones del Espíritu
El Espíritu está siempre disponible para guiarlo y dirigirlo. Pero el Espíritu habla con voz apacible, a través de los sentimientos así como de la mente. Un desafío que tienen usted y aquellos con los que trabaja es reconocer las impresiones suaves y sutiles del Espíritu Santo.
El presidente Boyd K. Packer enseñó lo siguiente: “La voz del Espíritu se describe en las Escrituras como una voz que no es ‘áspera ni… fuerte’, no es ‘una voz de trueno, ni una voz de un gran ruido tumultuoso’, sino que es una ‘voz apacible de perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro’, y penetra ‘hasta el alma misma’ y hace ‘arder los corazones’ (3 Nefi 11:3; Helamán 5:30; Doctrina y Convenios 85:6–7). Recuerden que Elías descubrió que la voz del Señor no se encontraba en el viento, ni en el terremoto, ni el fuego, sino que era ‘una voz apacible y delicada’ (1 Reyes 19:12).
“El Espíritu no atrae nuestra atención por medio de gritos ni de sacudidas bruscas. Por el contrario, nos susurra; nos acaricia tan tiernamente que si nos encontramos demasiado enfrascados en nuestras preocupaciones, quizás no lo percibamos en absoluto…
“En algunas ocasiones tendrá la firmeza necesaria como para que le pongamos atención; pero la mayoría de las veces, si no hacemos caso a esa suave impresión, el Espíritu se alejará y esperará hasta que acudamos en su busca y lo escuchemos y digamos, según nuestra propia manera de expresarnos, como Samuel de la antigüedad: ‘Habla [Señor], que tu siervo escucha’ (1 Samuel 3:10)” (véase “Lámpara de Jehová”, Liahona, octubre de 1983, pág. 31).
Hay muchas voces en el mundo que compiten por su atención, y, si usted no tiene cuidado, pueden sofocar sus impresiones espirituales.
Actividad: Estudio personal y con el compañero
Estudie la tabla siguiente. Piense en las veces en que usted haya tenido cualquiera de los sentimientos, pensamientos o impresiones que se describen en los pasajes de las Escrituras que aparecen en ella. A medida que estudie y obtenga más experiencia, agregue otros pasajes a esa lista. Piense en la forma en que puede emplear esos principios para ayudar a otras personas a percibir y reconocer al Espíritu.
Doctrina y Convenios 6:23; 11:12–14; Romanos 15:13; Gálatas 5:22–23 |
Hace sentir amor, gozo, paz, paciencia, mansedumbre, amabilidad, fe y esperanza. |
Crea ideas en la mente, sentimientos en el corazón. | |
Ocupa la mente e influye en los sentimientos. | |
Contribuye a que las Escrituras tengan un fuerte efecto. | |
Ocasiona buenos sentimientos para enseñar lo que es verdad. | |
Alma 32:28; Doctrina y Convenios 6:14–15; 1 Corintios 2:9–11 |
Ilumina la mente. |
Reemplaza las tinieblas con luz. | |
Fortalece el deseo de evitar lo malo y de obedecer los mandamientos. | |
Enseña la verdad y la trae a la memoria. | |
Hace sentir paz y consuelo. | |
Guía a la verdad y muestra lo que vendrá. | |
Revela la verdad. | |
Guía y protege del engaño. | |
Glorifica a Dios el Padre y a Jesucristo y da testimonio de Ellos. | |
Guía las palabras de los maestros humildes. | |
Reconoce el pecado y lo corrige. | |
Moroni 10:8–17; Doctrina y Convenios 46:8–26; 1 Corintios 12 |
Da los dones del Espíritu. |
Alma 10:17; 12:3; 18:16, 20, 32, 35; Doctrina y Convenios 63:41 |
Ayuda a percibir y a discernir los pensamientos de otras personas. |
Enseña lo que se debe pedir en la oración. | |
Indica lo que se debe hacer. | |
Ayuda a los justos a hablar con poder y autoridad. | |
Da testimonio de la verdad. | |
Santifica y trae la remisión de los pecados. | |
Lleva la verdad al corazón del que escucha. | |
Acrecienta las habilidades. | |
1 Nefi 7:15; 2 Nefi 28:1; 32:7; Alma 14:11; Mormón 3:16; Éter 12:2 |
Apremia (impulsa) o reprime (detiene). |
Edifica tanto al maestro como a los alumnos. | |
Brinda consuelo. |
En respuesta a la pregunta: “¿Cómo se reconocen las impresiones del Espíritu?”, el presidente Gordon B. Hinckley leyó Moroni 7:13, 16–17, y luego dijo: “Después de todo, esa es la prueba. ¿Persuade a hacer lo bueno, a elevarse, a ser valiente, a hacer lo correcto, a ser bondadoso, a ser generoso? Entonces, es el Espíritu de Dios…
“Si incita a hacer lo bueno, es de Dios. Si incita a hacer lo malo, es del diablo… Y si hacen lo correcto y están viviendo con rectitud, en su corazón sabrán lo que el Espíritu les dice.
“Las impresiones del Espíritu se reconocen por los frutos del Espíritu: aquello que ilumine, que edifique, que sea positivo, afirmativo y que eleve, y que nos guíe a pensamientos mejores, a mejores palabras y a mejores acciones, es del Espíritu de Dios” (Teachings of Gordon B. Hinckley, págs. 260–261).
Dios contesta sus oraciones valiéndose de la inspiración y de la revelación personales. Por medio del Espíritu Santo, lo guiará en su búsqueda de personas a quienes enseñar, en la enseñanza del Evangelio restaurado y en sus esfuerzos por fortalecer a los miembros que vuelven a la actividad y a los nuevos conversos. Su responsabilidad es vivir dignamente, orar fervientemente y aprender a reconocer y a seguir con valor la guía del Espíritu.
Confiar en el Espíritu
Como siervo del Señor, usted debe hacer Su obra en la manera de Él y por Su poder. Hay misioneros que tienen la seguridad de saber cómo tener éxito; otros no tienen esa confianza. Sin embargo, recuerde que su confianza y fe deben estar puestas en Cristo, no en usted mismo. Fíese del Espíritu y no de su propio talento y habilidades. Confíe en que Él lo guiará en cada uno de los aspectos de su labor. El profeta José Smith enseñó que el Espíritu es fundamental para enseñar y predicar:
“Ningún hombre puede predicar el Evangelio sin el Espíritu Santo” (History, 1838–1856, tomo B-1 [1.º de septiembre de 1834 – 2 de noviembre de 1838], pág. 756, Biblioteca de Historia de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City).
“Unos pocos fueron llamados y ordenados por el Espíritu de revelación y de profecía, y empezaron a predicar según lo que el Espíritu les indicaba y, aunque débiles, aun así fueron fortalecidos por el poder de Dios” (Orson Pratt, A[n] Interesting Account of Several Remarkable Visions, Edimburgo: Ballantyne and Hughes, 1840, pág. 24).
“[José Smith] procedió a instruir a los élderes en cuanto a la prédica del Evangelio e insistió en la importancia de tener el Espíritu a fin de que pudieran enseñar con el Espíritu Santo enviado del cielo” (History, 1838–1856, tomo C-1 [2 de noviembre de 1838 – 31 de julio de 1842], pág. 969, Biblioteca de Historia de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City).
En sus sesiones de planificación semanales y diarias, será necesario que se haga algunas preguntas básicas diariamente, incluso muchas veces al día (para encontrar ejemplos de las preguntas, véase la tabla “Estudio de las Escrituras” que aparece a continuación). Procure inspiración para contestar esas preguntas de un modo que se adapte a cada situación. De ese modo, podrá utilizar las respuestas al hacer sus planes. Pero también debe estar dispuesto a seguir al Espíritu y a cambiar de planes cuando se presenten oportunidades imprevistas.
Estudie los pasajes siguientes de las Escrituras y piense de qué modo contestan esas preguntas importantes que usted debe hacerse a diario. Considere la importancia de dichos pasajes en sus esfuerzos por encontrar personas, en sus sesiones de planeamiento y en su estudio personal y con su compañero. Considere también su importancia al enseñar las lecciones, al invitar a las personas a hacer un compromiso, al repasar los compromisos, al fortalecer a los miembros nuevos y a los miembros que están volviendo y al trabajar con los miembros.
Palabras de advertencia
Cuando en sus oraciones pida inspiración, debe también pedir una confirmación de sus sentimientos. Por ejemplo, compare las decisiones que tome con lo que dicen las Escrituras y las enseñanzas de los profetas vivientes. Asegúrese de que sus sentimientos sean consecuentes con la asignación que tenga; eso es, nunca recibirá revelación alguna que le indique decir al obispo local cómo debe cumplir él su llamamiento. En caso de que fuera conveniente, comente las decisiones y las conclusiones a las que haya llegado con su compañero, con su líder de distrito o con el presidente de la misión.
El presidente Howard W. Hunter ofreció este consejo: “Permítanme darles una advertencia… Creo que si no tenemos cuidado… quizás tratemos de falsificar la verdadera influencia del Espíritu del Señor empleando medios indignos y manipuladores. Me preocupa el que a veces equiparemos las emociones fuertes o el derramar lágrimas con la presencia del Espíritu. Ciertamente, el Espíritu del Señor puede ocasionar emociones fuertes, incluso lágrimas, mas esa manifestación exterior no debe confundirse con la presencia del Espíritu en sí” (The Teachings of Howard W. Hunter, pág. 184). El Espíritu siempre nos edifica.
La revelación y las experiencias espirituales son sagradas y privadas y no se deben comentar con los demás sino solo cuando la situación lo amerite. Como misionero, tal vez sea más consciente ahora de las experiencias espirituales que en años pasados. No ceda a la tentación de hablar libremente de esas experiencias.
El presidente Boyd K. Packer aconsejó: “He aprendido que no recibimos experiencias espirituales impresionantes y fuertes muy frecuentemente, y, cuando las tenemos, son por lo general para nuestra propia edificación, instrucción o corrección. Dichas experiencias no nos dan licencia para aconsejar ni corregir a los demás, a menos que hayamos sido llamados para hacerlo mediante la debida autoridad.
“He llegado también a la convicción de que no es prudente hablar continuamente de experiencias espirituales extraordinarias. Estas han de guardarse con la debida reserva, y se han de compartir solo cuando el Espíritu nos induzca a mencionarlas para el beneficio de otros” (“Lámpara de Jehová”, pág. 31).
Ideas para el estudio y la práctica
Estudio personal
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Anote en su diario sus experiencias espirituales. Por ejemplo, conteste preguntas como: Al estudiar las Escrituras, ¿he entendido mejor algún punto? ¿He tenido oportunidades inesperadas de conocer a personas a las que haya podido presentar un mensaje? ¿Se me ha presentado lo que debía decir en el preciso momento en que lo necesité? ¿He tenido fuertes sentimientos de amor por las personas a las que he conocido? ¿Cómo han sido contestadas mis oraciones?
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Divida una página en dos columnas. Escriba a la cabeza de una de las columnas “Lo que hizo el Señor”, y a la de la otra “Lo que hizo Lehi o Nefi”. Lea el relato de la Liahona y el del arco que se rompió (1 Nefi 16:9–30), o el de Nefi cuando construyó el barco (1 Nefi 17:7–16; 18:1–6). Mientras lea, vaya anotando los hechos del relato en la columna correspondiente. Considere lo que enseña este relato sobre la naturaleza de la inspiración.
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Revise su diario y busque anotaciones de oportunidades en las que haya sido guiado por el Espíritu o haya recibido revelación u otro don del Espíritu. Piense en el momento, en el lugar y en el porqué de esas experiencias. ¿Había hecho usted algo en particular con el fin de prepararse para lo que sucedió? ¿Cómo se manifestó la mano del Señor en la experiencia? ¿Qué sintió usted? ¿Qué puede hacer para que la experiencia se repita? El recordar esas experiencias le ayudará a reconocer y a recibir al Espíritu de nuevo.
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Al libro de Hechos, en la Biblia, se le ha llamado “Libro de los Hechos del Santo Espíritu por medio de los Apóstoles”. Repase algunos capítulos de Hechos para ver por qué se le habrá dado ese título; busque las evidencias que justifiquen su explicación.
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Estudie el siguiente consejo y medite sobre él. ¿Qué relación tiene con sus actividades misionales diarias?
“Diga a los hermanos que sean humildes y fieles, y que se aseguren de mantener consigo el Espíritu del Señor, el cual los conducirá por el camino recto. Tengan cuidado y no rechacen la voz suave y apacible, que les enseñará lo que deben hacer y a dónde tienen que ir; y hará producir los frutos del reino. Diga a los hermanos que se mantengan receptivos a la convicción, para que cuando el Espíritu Santo llegue a su corazón, estén listos para recibirlo. Ellos pueden discernir entre el Espíritu del Señor y los otros espíritus: Él infundirá paz y gozo a su alma; alejará la malicia, el odio, la contención y toda maldad de su corazón, y su único deseo será hacer el bien” (véase “Mensaje de las maestras visitantes”, Liahona, febrero de 1997, pág. 24).
El profeta José Smith dio esos consejos a Brigham Young en un sueño, casi tres años después de haber muerto. Si usted estuviera en el lugar de Brigham Young y recibiera esos consejos, ¿qué haría?
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Estudie Alma 33:1–12; 34:17–29, 38. ¿Qué preguntas contestó Alma? (Repase Alma 33:1–2). ¿Cómo las contestó? ¿Qué afirmaciones hizo de que Dios escucha y contesta las oraciones?
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El Señor ha prometido que el Espíritu nos guiará de muchas maneras importantes. Al leer los siguientes pasajes de las Escrituras, determine cuáles son los aspectos de su labor para los cuales se requiere la guía del Espíritu. Los mandamientos y las promesas que estos pasajes contienen, ¿qué importancia tienen en su estudio personal o con su compañero?; ¿y en los consejos de distrito, las conferencias de zona, los servicios bautismales y otras reuniones?
Orar
Cómo dirigir reuniones
Escribir
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Lea los siguientes pasajes de las Escrituras (incluso los encabezamientos de las secciones):
En esos versículos, ¿qué era muy importante para el Señor?
¿Qué era lo que el Señor no consideraba importante?
Reflexione sobre las siguientes palabras del presidente Dallin H. Oaks:
“Está… la persona que posee un fuerte deseo de ser guiada por el Espíritu de Dios pero que, imprudentemente, extiende ese deseo hasta el punto de desear recibir guía en todas las cosas. El deseo de ser dirigidos por el Señor es una fortaleza, pero tiene que acompañarlo el entendimiento de que nuestro Padre Celestial deja muchas decisiones a nuestra elección personal. El hecho de tomar decisiones es una de las formas de progresar que hemos de experimentar aquí en la tierra… Las personas que tratan de darle al Señor la responsabilidad de decidir, y suplican revelación en toda elección que toman, pronto encontrarán circunstancias en las que oran para pedir guía y no la reciben. Por ejemplo, es muy factible que eso ocurra en las numerosas situaciones en que las decisiones sean triviales o en que cualquier decisión sea aceptable.
“Debemos estudiar el asunto en nuestra mente, valiéndonos de los poderes de razonamiento que el Creador nos ha dado. Luego, debemos orar pidiendo guía y, si la recibimos, tomar las medidas necesarias para seguirla. Si no la recibimos, debemos actuar basándonos en nuestro buen discernimiento. Las personas que insisten en pedir revelación que las guíe en temas en los cuales el Señor no ha decidido darnos dirección quizás fragüen una respuesta basada en su propia fantasía o propensión, o tal vez reciban una respuesta por medio de la revelación falsa” (véase “Nuestros puntos fuertes se pueden convertir en nuestra ruina”, Liahona, mayo de 1995, pág. 15).
¿Qué relación hay entre el seguir su propio juicio y confiar en el Espíritu?
Estudio con el compañero
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Hablen sobre las oraciones que usted y su compañero ofrecen juntos. ¿Tienen estas la guía del Espíritu Santo? ¿Han recibido respuesta a sus oraciones? Cuando oran juntos:
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¿Creen ustedes que Dios les concederá lo que pidan con rectitud?
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¿Reconocen las respuestas que hayan recibido a sus oraciones y las agradecen?
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¿Oran por las personas nombrándolas y consideran sus necesidades?
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¿Oran el uno por el otro y piden que el Espíritu los guíe?
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¿Reciben respuesta a sus oraciones?
Analicen juntos lo que pueden hacer para buscar al Espíritu con mayor afán.
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Analicen juntos las diversas maneras en que la gente describe la influencia del Espíritu Santo. Escriban los comentarios que hayan hecho las personas a las que enseña sobre las experiencias que hayan tenido con el Espíritu mientras aprenden el Evangelio y tratan de cumplir sus compromisos. ¿Cómo pueden ustedes ayudar a los demás a reconocer esa influencia sagrada? Al hacerlo, ¿cómo evitarán la manipulación?
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Consideren y analicen cómo se aplica a ustedes el consejo siguiente: “No podemos forzar lo espiritual. Nuestros privilegios con el Espíritu no se describen con palabras tales como compeler, coercer, constreñir, presionar, exigir. No podemos forzar al Espíritu a que responda tal como no podríamos forzar a una semilla a germinar ni a un huevo a empollar antes de tiempo. Se puede crear un ambiente que fomente el progreso, que nutra y proteja, pero no es posible forzar ni compeler, sino que debemos esperar el progreso natural” (Boyd K. Packer, “Lámpara de Jehová”, pág. 32).
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Analicen las siguientes ideas y la forma en que esos principios pueden cambiar tanto sus oraciones como sus labores. ¿Cómo pueden sus oraciones influir diariamente en su planificación, en sus metas, en sus labores y actividades?
“En gran parte, nuestras acciones nacen de nuestras oraciones. Después de orar, actuamos; nuestras peticiones apropiadas producen el efecto de trazarnos un curso recto de conducta” (véase Bruce R. McConkie, “El motivo de la oración”, Liahona, octubre de 1976, pág. 12).
“La oración sincera lleva implícito el hecho de que, cuando oramos pidiendo una bendición o una virtud, debemos trabajar por la bendición y cultivar la virtud” (David O. McKay, Secrets of a Happy Life, 1968, págs. 114–115).
“Pídanle que los lleve a donde Él quiera que vayan y que les diga lo que desea que hagan, y háganle saber que están dispuestos a hacerlo” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 51).
Consejo de distrito, conferencias de zona y consejo de líderes de la misión
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Presente una lección sobre el uso de lenguaje apropiado y respetuoso en la oración.
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Si es oportuno, pida a los misioneros que cuenten un relato o una experiencia que hayan oído recientemente en una reunión de testimonios, al impartir una enseñanza o en otro momento. Los relatos y las experiencias espirituales de otras personas pueden ayudarnos a desarrollar la fe y a reconocer que la influencia del Espíritu se manifiesta a menudo y ampliamente.
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Exprese gratitud por las manifestaciones de la mano del Señor en sus labores (véase Doctrina y Convenios 59:21). Analicen la manera en que el expresar gratitud les ayuda a ver los medios pequeños, aunque muy importantes, con que les bendice el Señor (véase Éter 3:5).
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Pida a los misioneros que den discursos sobre la misión y el poder del Espíritu Santo.
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Pida a un converso reciente que hable sobre la influencia que haya recibido del Espíritu cuando estaba aprendiendo sobre la Iglesia.
Presidente de misión, su esposa y sus consejeros
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De vez en cuando, pida a los misioneros que relaten experiencias misionales apropiadas en la carta semanal que le envíen.
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En las entrevistas y en las conversaciones, algunas veces pregunte a los misioneros sobre sus oraciones matutinas y vespertinas. Pregúnteles si consideran que sus oraciones son significativas.
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Pregunte a los misioneros cómo ayudan a las personas que enseñan a percibir al Espíritu y reconocerlo.
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Cuando sea apropiado, relate a los misioneros la forma en que usted recibe revelación para hacer traslados, para tratar con misioneros desobedientes o que necesitan ayuda, y para la doctrina que enseña.