Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
El ministerio de Brigham Young


Capítulo 1

El ministerio de Brigham Young

Brigham Young fue el segundo Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el colonizador y organizador de la gran comunidad de Santos de los Últimos Días en el Oeste norteamericano, y un devoto esposo y padre de familia. Fue un fiel discípulo y Apóstol del Señor Jesucristo. “Jesús es nuestro capitán y nuestro líder”, testificó Brigham (DNW, 24 de mayo, 1871, 5). “Mi fe está depositada en el Señor Jesucristo y de Él he recibido mi conocimiento”, afirmó (DNW, 21 de noviembre, 1855, 2). Su vida estuvo dedicada a la edificación y el mantenimiento del reino del Señor Jesucristo en la tierra.

Experiencias de la vida de Brigham Young

Las enseñanzas del trabajo arduo

Brigham Young nació en Vermont (Estados Unidos), en 1801; era el noveno de los once hijos de John y Abigail Howe Young. Creció en las regiones boscosas de la parte central del estado de Nueva York, donde su hogar familiar y sus alrededores se convirtieron para él en un salón de clases (véase DNW, 22 de abril, 1857, 4). Sus padres, dijo una vez, eran pobres. “Nunca tuvimos la oportunidad de una educación formal en nuestra juventud, pero sí el privilegio de recoger malezas, talar árboles, transportar troncos y enredarnos en las raíces, rasguñándonos las piernas, los pies y los dedos” (DNW, 12 de agosto, 1857, 4). El joven Brigham trabajó afanosamente ayudando a limpiar la tierra y cultivarla, y también en las tareas del hogar. Nunca olvidó el estricto adiestramiento moral de su padre y cómo su madre “enseñaba a sus hijos a honrar en todo momento el nombre del Padre y del Hijo, y a reverenciar la [Biblia]; ella [nos] decía: ‘Léanla, observen sus preceptos y aplíquenlos tanto como les sea posible en su vida; hagan todo lo bueno; nunca hagan lo malo; y cuando vean a cualquier persona acongojada, ayúdenla’ ” (MSS, 1853, 55). La madre de Brigham falleció cuando él tenía 14 años de edad.

Brigham Young late 1840's

El presidente Young entre 1847 y 1850. “Quería predicar con voz de trueno el Evangelio a las naciones. Era como un fuego en mis huesos que no podía contener... Nada podría satisfacerme sino el proclamar al mundo entero lo que el Señor está llevando a cabo en los últimos días” (DNW, 24 agosto, 1854, 1).

A la edad de 16 años, Brigham trabajaba como aprendiz carpintero, ebanista, pintor y vidriero. Se sentía muy satisfecho con sus habilidades y decía que él consideraba que “el trabajo honrado y digno de confianza, y que como tal perdure para quienes me lo encomienden”, era “parte integral de mi religión” (Brigham Young a George Hickox, 19 de febrero, 1876, BYP).

Cuando tenía 23 años de edad se casó con Miriam Angeline Works y de ese matrimonio tuvo dos hijas. Brigham mantuvo a su familia fabricando y componiendo sillas, mesas y alacenas e instalando ventanas, puertas, escaleras y repisas de chimeneas. En la granja que su padre tenía en Mendon, Nueva York, construyó una casa y un taller de carpintería junto a un pequeño arroyuelo, y utilizaba una rueda hidráulica para hacer funcionar su maquinaria.

Al enfermar Miriam de tuberculosis, además de su propio trabajo Brigham debió encargarse de la mayor parte de las tareas de su esposa. Cuando el problema de ésta fue empeorando, él se encargó de preparar el desayuno para la familia, vestir a sus hijas, limpiar la casa y “sentar a su esposa en la silla mecedora junto a la estufa, donde la dejaba hasta la hora en que él regresaba del trabajo”, hora en la que preparaba la cena, acostaba a su familia y completaba las tareas del hogar (LSBY, 5). Sus experiencias en la juventud y en los primeros años de su matrimonio de cuidar de niños y administrar un hogar le enseñaron mucho acerca de la cooperación familiar y el mantenimiento de la casa. Años más tarde había de aconsejar sobre ello a los miembros de la Iglesia y solía bromear diciendo que él podía hacer los trabajos domésticos mejor que “la mayoría de las amas de casa de la comunidad” (DNW, 12 de agosto, 1857, 4).

La obtención de un testimonio del Espíritu

El mismo año en que se casaron, Brigham y Miriam se unieron a la Iglesia Metodista, pero él seguía preocupado por algunas cuestiones religiosas. Procuraba conocer una iglesia que estuviera organizada de acuerdo con el sistema que Jesús había establecido, conforme con el modelo del Nuevo Testamento, con un “sistema de ordenanzas” (DNW, 19 de julio, 1866, 3) y todos los dones del Evangelio. Gracias al empeño misionero de Samuel, el hermano de José Smith, la familia de Brigham Young recibió dos ejemplares del Libro de Mormón en abril de 1830, sólo un mes después de su publicación. Algunos de sus hermanos y hermanas lo leyeron y declararon su veracidad, pero Brigham no lo aceptó inmediatamente (véase LL, 33). “ ‘Esperen’, dije yo… ‘Esperen un momento; ¿cuál es la doctrina del libro y de las revelaciones que el Señor ha dado? Déjenme escudriñar estas cosas’. …Durante dos años examiné con dedicación el tema antes de decidirme a aceptar el libro. Supe que era verdadero, tanto como sabía que mis ojos podían ver y mis dedos palpar, o que podía ser sensible a la demostración de cualquier sentido. De no ser así, jamás lo habría aceptado hasta hoy” (MSS, 15:45).

Brigham Young tenía que saberlo por sí mismo. Tiempo después enseñó a los miembros de la Iglesia que Dios no quería que “fueran guiados totalmente por otra persona, suspendiendo su propio entendimiento y sujetándose a la fe de otros” (DNW, 24 de agosto, 1854, 1). “Yo tengo el deber de conocer cuál es la voluntad del Señor en cuanto a mí mismo”, les decía (DNW, 22 de septiembre, 1875, 4). “Ustedes tienen el privilegio y el deber de vivir de tal manera que puedan saber cuándo el Señor les dirige la palabra y cuándo les revela Su voluntad” (DNW, 22 de septiembre, 1875, 4).

En 1831, algunos misioneros de una rama de la Iglesia en Columbia, Pennsylvania, pasaron por Mendon predicando que los cielos habían sido abiertos y que el Evangelio y el santo sacerdocio habían sido restaurados por medio de José Smith. Después de visitar la Rama Columbia con otros miembros de su familia y algunos amigos, Brigham Young creyó haber encontrado la religión que por tanto tiempo había estado buscando, pero no le era fácil decidir si podría realmente sacrificarlo todo para aceptarla. Fue entonces que, al escuchar a uno de los misioneros dar su testimonio, “el Espíritu Santo que emanaba de aquella persona iluminó mi entendimiento y percibí la luz, la gloria y la inmortalidad”, comentó al recordarlo. Dijo que sintió que estas cosas lo rodeaban y lo henchían, y supo por sí mismo que el testimonio de aquel hombre era verdadero (DNW, 9 de febrero, 1854, 4). El 15 de abril de 1832, un día frío y nevoso, Brigham Young fue bautizado en su propio arroyuelo, confirmado y ordenado élder (véase DNW, 2 de abril, 1862, 1). “Conforme a las palabras del Salvador, sentí un espíritu humilde, como de un niño, que me testificaba que mis pecados me eran perdonados”, dijo. (MHBY-1, 3). Miriam entró en las aguas del bautismo unas tres semanas después (MHBY-1, 3). Todos los miembros de la familia inmediata de Brigham Young fueron también bautizados y permanecieron fieles en la Iglesia.

A fines del verano de 1832, al regresar de las visitas misioneras que había realizado en la comarca cercana a su hogar, Brigham cuidó de su esposa Miriam durante las últimas semanas de su penosa enfermedad. Ella falleció en septiembre de ese año.

El sacrificar para edificar y defender el Reino de Dios

Brigham Young comenzó a dedicar toda su atención y su energía a la Iglesia. Deseoso de conocer al profeta José Smith, se dirigió inmediatamente a Kirtland, Ohio, con su hermano Joseph y su amigo íntimo Heber C. Kimball. Al llegar, encontraron a José Smith cortando leña con sus hermanos. Brigham sintió “gran gozo al tener el privilegio de estrechar la mano del Profeta de Dios” y recibir “el innegable testimonio por el Espíritu de profecía que [José Smith] era todo lo que cualquier persona podría creer que fuera como verdadero Profeta” (MHBY-1, 4). Esto señaló el comienzo de una de las relaciones más importantes de Brigham Young. Cuando regresó a Nueva York, regaló muchas de sus pertenencias y redujo el tamaño de su negocio a fin de poder dedicar mayor tiempo a la Iglesia. Sabiendo que Vilate Kimball, la esposa de Heber, cuidaría a sus hijas, sirvió en varias misiones. Realizó reuniones y efectuó bautismos en las cercanías de Mendon y también viajó al norte de Nueva York y a Ontario (Canadá) para predicar el Evangelio y dar su testimonio de que José Smith era un Profeta de Dios.

Deseando obedecer el consejo del Profeta de congregarse con los santos, Brigham Young mudó a su familia de Mendon a Kirtland en septiembre de 1833. Allí, “tuvo el privilegio de escuchar las enseñanzas del Profeta y disfrutar de su asociación con los santos, trabajando con afán en [su] ocupación anterior” (MHBY-1, 7). Ayudó en la construcción de viviendas, del Templo de Kirtland y de varios edificios públicos.

El 18 de febrero de 1834 contrajo matrimonio con Mary Ann Angell, con quien en los 10 años siguientes tuvo 6 hijos. Mary Ann, escribió Brigham, “trabajó fielmente en bien de mi familia y del reino” (MHBY-1, 8).

Durante los años que vivió en Kirtland (1833–1838), Brigham aprendió que la edificación del Reino de Dios requiere obediencia y sacrificio. En la primavera de 1834 se ofreció para acompañar al llamado Campo de Sión, un grupo de 205 hombres que José Smith había reclutado para llevar ayuda y provisiones a los santos que fueron expulsados de sus hogares por el populacho en el Condado de Jackson, Misuri. “Recorrimos a pie 3.200 kilómetros”, recordó Brigham (DNW, 8 de octubre, 1856, 2). Debido a los problemas y a las enfermedades sufridas, “muchos en el campo se quejaban”, dijo. Aquellos hombres necesitaban aprender a ser pacientes y a cooperar y, por lo tanto, “José [Smith] dirigía, aconsejaba y guiaba al grupo”, en especial a los hombres que manifestaban tener un “espíritu perturbador, indisciplinado y descontento” (DNW, 3 de diciembre, 1862, 1). La difícil jornada fortaleció en Brigham la lealtad que tenía hacia José Smith y le proveyó una invalorable comprensión acerca de la obediencia a Dios y a Su Profeta (véase DNW, 3 de agosto, 1854, 2).

Nueve de los veteranos del Campo de Sión, entre ellos Brigham Young, fueron escogidos para ser miembros del Quórum de los Doce Apóstoles en una conferencia especial realizada el 14 de febrero de 1835 (véase D. y C. 18:26–32). Brigham Young fue ordenado mediante la imposición de manos y se le bendijo “para que fuera y congregara a los elegidos, en preparación para el día grande de la venida del Señor”. Él y otros miembros del quórum “llamados a predicar el Evangelio del Hijo de Dios a las naciones de la tierra” (HC, 2:196), fueron en mayo de 1835 a cumplir una misión de cuatro meses en los estados del Este norteamericano, a donde Brigham regresó como misionero en los veranos de 1836 y de 1837.

El élder Young supervisó la pintura y terminación del Templo de Kirtland. También estuvo presente cuando el profeta José presentó allí las ordenanzas preliminares y, junto con centenares de miembros de la Iglesia que para construir ese primer templo en esta dispensación habían hecho grandes sacrificios, asistió en marzo de 1836 a la ceremonia de su dedicación (véase MHBY-1, 12; HC, 2:428).

Antes de que el élder Young pudiera disfrutar de la unión resultante de tales experiencias, varios miembros disidentes expresaron tan abiertamente su oposición contra el Profeta que aun trataron de expulsarlo como líder de la Iglesia. En enero de 1838, el élder Young encaró a aquellos apóstatas en el Templo de Kirtland. “Me puse de pie y de una manera clara y firme les declaré que José era un Profeta, y que yo lo sabía, y que aunque le reprocharan y calumniaran tanto como quisieran, no podrían abrogar su llamamiento como Profeta de Dios, que solamente lograrían destruir en sí mismos su propia autoridad, suprimir los lazos que los unían al Profeta y a Dios, y terminarían hundiéndose en el infierno” (MHBY-1, 16).

Aceptación de la responsabilidad

Brigham Young recordó que con José Smith solían esperar “noche tras noche preparándose para contrarrestar el populacho que atentaba contra la vida [del Profeta]” (DNSW, 15 de mayo, 1877, 1). Estaba tan dispuesto a apoyar al Profeta que los apóstatas, dijo, “amenazaban con destruirme” (MHBY-1, 23–24). Entonces se trasladó al oeste de Misuri para reunirse con José Smith y otros líderes de la Iglesia cuya vida corría peligro. Pero al aumentar el número de Santos de los Últimos Días que iban estableciéndose en el oeste de Misuri, otros residentes comenzaron a alarmarse temiendo que aquéllos llegaran a dominar la política y la economía de la región. La agitación estalló en el verano y el otoño de 1838 y culminó con una orden del gobernador para que la milicia del estado exterminara a los miembros de la Iglesia o los expulsara de Misuri. El encarcelamiento de José Smith y de otros líderes principales, así como también la apostasía o muerte de varios miembros del Quórum de los Doce, echó nuevas responsabilidades sobre los hombros de Brigham Young, quien a la sazón era el Presidente del Quórum. Él y el apóstol Heber C. Kimball eran los dos únicos miembros de los quórumes directores de la Iglesia disponibles para guiar y ayudar a los Santos de los Últimos Días en su difícil éxodo invernal desde Misuri. Bajo la dirección de ambos, los miembros de la Iglesia hicieron el convenio de ayudar a los pobres, sacar del estado a cada Santo de los Últimos Días y prepararse para congregarse nuevamente.

En el exilio, los santos edificaron una nueva ciudad en Commerce, estado de Illinois, a la que más tarde llamaron Nauvoo. Sin embargo, el presidente Young permaneció sólo unos pocos meses allí porque el profeta José Smith recibió una revelación para que llamara al Quórum de los Doce a servir como misioneros en Inglaterra. En el otoño de 1839, el presidente Young partió de Illinois con la determinación de asumir la nueva responsabilidad a pesar del pobre estado de salud en que él y su familia se encontraban. Tiempo después comentó que no podía entonces caminar mucho sin ayuda y que su hermana Fanny le imploraba que no viajara. Pero él le contestó: “ ‘Hermanita Fanny, nunca antes me he sentido tan bien en mi vida’. Ella era una mujer muy singular y, mirándome con lágrimas en los ojos, me dijo: ‘Mientes’. No le dije nada más, pero yo estaba dispuesto a irme a Inglaterra o morir al intentarlo. Mi firme resolución era que haría lo que se me requería hacer en el Evangelio de vida y salvación, o que moriría tratando de hacerlo” (DNSW, 2 de agosto, 1870, 1).

Ocho de los miembros del Quórum de los Doce sirvieron como misioneros en las Islas Británicas entre 1840 y 1841, y Brigham Young, como Presidente de dicho Quórum, los dirigió en sus labores y tuvieron un éxito notable en esa importante época. Al prepararse para partir de Liverpool en abril de 1841, el presidente Young pensó con gratitud en “las relaciones [de Dios] conmigo y con mis hermanos del [Quórum] durante este año último de mi vida… Realmente me pareció un milagro ver el contraste entre nuestra llegada a Liverpool y nuestra partida. Habíamos arribado en la primavera de 1840 como forasteros en tierra lejana y sin dinero, pero gracias a la misericordia de Dios hemos logrado muchos amigos, establecido Iglesias en casi todos los pueblos y ciudades importantes del reino de la Gran Bretaña, efectuado entre siete y ocho mil bautismos, impreso 5.000 ejemplares del Libro de Mormón, 3.000 himnarios, 2.500 volúmenes del Millenial Star y 50.000 folletos, y ayudado a 1.000 personas para que se trasladasen a Sión, …y hemos sembrado en el corazón de muchos miles las semillas de la verdad eterna, lo cual producirá frutos para honor y gloria de Dios, y sin embargo nunca nos faltó algo para comer, beber y vestirnos: en todas estas cosas reconozco la mano de Dios” (MHBY-1, 96–97).

Al aceptar de todo corazón nuevas responsabilidades, el presidente Young y sus compañeros Apóstoles no sólo ampliaron sus habilidades personales sino la propia capacidad del quórum para trabajar en unión y con eficacia en la obra de la Iglesia. José Smith confiaba en la “sabiduría mancomunada” de ellos y en agosto de 1841 anunció en Nauvoo “que había llegado el momento en que los Doce debían ser llamados para ocupar su lugar conjuntamente con la Primera Presidencia” (HC, 4:403). Los Doce recibieron entonces mayores responsabilidades, incluso la de predicar el Evangelio, ayudar a los inmigrantes para que se establecieran, comprar terrenos y edificar el Templo de Nauvoo.

Antes de que se completara la construcción del templo, José Smith en forma privada inició al presidente Young y a los demás miembros de los Doce en las ordenanzas del templo, incluso el bautismo por los muertos, la investidura del templo y el sellamiento de familias, presintiendo que los Doce habrían de enseñar a los miembros de la Iglesia tales ordenanzas. El Profeta se reunió con los Doce en la primavera de 1844 para conferirles todas las llaves y la autoridad necesarias para llevar a cabo la obra del reino. “Transfiero de mis hombros a los de ustedes la carga y responsabilidad de dirigir esta Iglesia”, declaró el Profeta. “Recíbanlas y acéptenlas con seriedad, porque el Señor ha de permitirme que descanse un poco” (Certificado a los Doce, sin fecha, BYP).

Dentro de los tres meses siguientes murió el profeta José Smith. En momentos en que servía una misión de verano en la zona de Boston [Massachusetts], el presidente Brigham Young se enteró de que un populacho había asesinado a José y a Hyrum Smith en Carthage, Illinois. Al recibir la noticia, pensó “si quizás José se habría llevado consigo las llaves del reino”, pero de inmediato tuvo la seguridad de que las mismas descansaban en los Doce (MHBY-1, 171). Al regresar sin demora a Nauvoo, se encontró con que Sidney Rigdon, el Primer Consejero de José Smith, se había ofrecido para asumir la dirección de la Iglesia y que se había llamado una asamblea general entre los miembros para sostener a un nuevo líder. El presidente Young habló entonces a la congregación de santos con firme franqueza:

“Por primera vez en mi vida, por primera vez en la vida de ustedes, por primera vez en el Reino de Dios en el siglo 19, sin tener a un Profeta a la cabeza, me presento para actuar en mi llamamiento relacionado con el Quórum de los Doce, como Apóstoles de Jesucristo en esta generación, Apóstoles que Dios ha llamado por revelación mediante el profeta José, quienes hemos sido ordenados y ungidos con la responsabilidad de las llaves del Reino de Dios en todo el mundo.

“…Ahora bien, si desean que los dirija Sidney Rigdon, William Law o alguien más, pueden hacerlo; pero les advierto, en el nombre del Señor, que ningún hombre puede poner a otro entre los Doce y el profeta José. ¿Y por qué? Porque José poseía la mayor autoridad y él les ha entregado las llaves del reino en sus manos en esta última dispensación para todo el mundo” (HC, 7:232, 235).

Muchos testigos observaron que el presidente Young resplandecía y se escuchaba como el profeta José mientras hablaba, lo cual fue una poderosa manifestación de aprobación divina. Los santos allí congregados, casi 5.000 en número, sostuvieron a los Doce como el quórum gubernativo de la Iglesia. Tres días después de la asamblea en la que les dijo que “deseaba tener el privilegio de llorar y lamentarse durante treinta días como mínimo” (HC, 7:232), el presidente Young expresó con calma su profundo dolor: “Ésta ha sido una temporada para lamentar [desde] el día en que trajeron de Carthage a [Nauvoo] a José y a Hyrum. Muchos, tanto en la Iglesia como fuera de ella, aseguraron que podrían llenarse cinco barriles con las lágrimas que derramamos. Es doloroso para mí pensar en todo esto” (MHBY-1, 177).

Durante casi una década de servicio como Apóstol de Jesucristo, Brigham Young había estado aprendiendo las vías del Señor. Su disposición para trabajar con afán, de obedecer, de sacrificarse y de aceptar responsabilidades, y su aptitud para recibir y responder a los impulsos del Espíritu lo prepararon para presidir ante los Santos de los Últimos Días, primero como Presidente del Quórum de los Doce y después de diciembre de 1847 como Presidente de la Iglesia. Bajo su extraordinario liderazgo, que abarcó unos 33 años, enseñó a los santos a edificar Sión en el Oeste norteamericano, así como en sus corazones, en sus familias y en sus barrios. “El hermano José, el Profeta, ha puesto los cimientos de una gran obra y nosotros continuaremos construyendo sobre ellos”, prometió a los miembros de la Iglesia en agosto de 1844. “Podemos edificar un reino tal como nunca ha existido en el mundo” (HC, 7:234). Su inquebrantable fe en Dios, su dedicación, su experiencia, su sentido del humor, su amor por la doctrina y por las ordenanzas del Evangelio, y su conocimiento en cuanto al orden del sacerdocio y la organización de la Iglesia lo capacitaron para motivar a los santos hacia la unión de corazón y voluntad.

saints crossing Mississippi

Representación gráfica de cuando los santos cruzaron el congelado río Misisipí durante el éxodo de Nauvoo, Illinois, en febrero de 1846.

El recogimiento de los santos para edificar el Reino de Dios

El presidente Brigham Young dirigió el éxodo de los Santos de los Últimos Días desde Nauvoo al Valle del Lago Salado en las Montañas Rocosas. Esto permitió que los miembros de la Iglesia se congregaran de un modo tal como no había sido posible en Ohio, Misuri o Illinois. Cuando el 24 de julio de 1847 el presidente Young contempló el amplio Valle del Lago Salado, tuvo la certidumbre de que había descubierto el refugio que José Smith había vislumbrado para los santos en el Oeste y que él mismo había visto en visión como el lugar apropiado. “El espíritu de luz se posó sobre mí y se extendió por el valle, y sentí que aquí encontraríamos protección y seguridad”, escribió Brigham (MHBY-2, 564). Aquí los santos podrían encontrar el tiempo y la paz que necesitaban para establecerse como pueblo separado del mundo.

El establecimiento en el Oeste norteamericano, que comenzó con la llegada del presidente Young y el conjunto de pioneros en julio de 1847, prosiguió durante décadas. Ochenta mil miembros de la Iglesia efectuaron el difícil viaje hacia el Oeste antes de 1869, cuando la inauguración del ferrocarril hizo más fácil el recorrido. Aún después de eso los miembros continuaron abandonando sus hogares, y muchas veces a sus familias, para congregarse en Sión. Su emigración simbolizó un movimiento espiritual para alejarse del mundo. El presidente Young declaró que Dios los había “congregado desde los lejanos extremos de la tierra… para que fueran uno en corazón y voluntad en todas sus acciones y esfuerzos con objeto de establecer sobre la tierra el reino espiritual y temporal de Cristo a fin de preparar la venida del Hijo de Dios con poder y gran gloria” (DNSW, 21 de enero, 1868, 2). Él esperaba y requería mucho de su pueblo en lo que respecta a la edificación temporal y espiritual de Sión. No sólo viajaron hasta “la cabeza de los montes”, sino que también compartieron sus pertenencias para que otros se congregaran después con ellos.

Bajo la dirección del presidente Young, los miembros de la Iglesia salieron del Valle del Lago Salado para establecer aproximadamente unas 400 colonias en el Oeste norteamericano. Trabajaron con afán para producir sus propios alimentos, confeccionar su propia ropa e instalar industrias locales a fines de poder mantener su autonomía económica. Aprendieron a depender del Señor y el uno del otro.

No todos los proyectos económicos que el presidente Young hizo que los santos emprendieran resultaron provechosos. El éxito monetario, sin embargo, no era su mayor preocupación. Por último, más que las cosechas y el dinero, le interesaba ayudar a la gente para que llegaran a ser un pueblo santo. Sabía, por experiencia propia, que ellos progresarían si trabajaban con denuedo y aceptaban responsabilidades. “Éste es el lugar apropiado para convertir en santos a la gente”, dijo en 1856 a una congregación de miembros en Salt Lake City (DNW, 10 de septiembre, 1856, 5).

Durante varios años, Brigham Young desempeñó el cargo de gobernador territorial y superintendente de asuntos indígenas en la región llamada Deseret (que más tarde pasaría a ser el Estado de Utah). Con el tiempo, fue reemplazado por funcionarios del gobierno federal. Por años trató de resolver conflictos entre los Santos de los Últimos Días y el gobierno de los Estados Unidos con respecto al deseo que tenían aquéllos por su independencia política. Soportó la crítica y la burla de ministros religiosos, periodistas, reformistas y políticos que lo atacaron, a él y a su pueblo, por causa de sus creencias religiosas y sus costumbres sociales, económicas y políticas. Pero tales desafíos no alteraron su claro entendimiento en cuanto a la necesidad de “convertir en santos a la gente” y así edificar Sión. El presidente Young declaró: “He observado en una visión a la comunidad de Santos de los Últimos Días; los percibí organizados como una gran familia en el cielo; cada persona llevaba a cabo los varios deberes en su campo de acción y trabajaba para el bien de todos más que para su engrandecimiento individual; y en ello he contemplado el orden más hermoso que podría contemplar la mente humana y los mayores resultados para el progreso del Reino de Dios y la difusión de la justicia en la tierra” (DNSW, 21 de enero, 1868, 2).

La edificación de Sión mediante las ordenanzas y la organización del sacerdocio

El presidente Young reconocía que no sería posible edificar Sión tan sólo por medio del trabajo arduo. Sión debe dirigirse mediante el sacerdocio, que él conocía como el “Gobierno del Hijo de Dios” (DNW, 10 de agosto, 1864, 2). Él sabía que los santos podían “llegar a ser uno en corazón y voluntad en todas… sus acciones y esfuerzos” (DNSW, 21 de enero, 1868, 2), solamente en conformidad con una “forma pura y sagrada de gobierno” (DNSW, 8 de noviembre, 1870, 3). Enseñó que la única forma en que los miembros de la Iglesia podían ser santificados era si participaban en las ordenanzas del sacerdocio; por tanto, las ordenanzas y la organización del sacerdocio fueron fundamentales en sus enseñanzas y su liderazgo.

Desde 1844 a 1846, el presidente Young y los Doce concedieron urgente prioridad a completar la construcción del Templo de Nauvoo. Incluso antes de finalizar, efectuaron allí investiduras y sellamientos. “Ha sido tal el anhelo manifestado por los santos de recibir las ordenanzas y tal nuestro deseo de administrárselas, que me he dedicado por completo a la obra del Señor, día y noche, en el Templo, sin tomar un promedio de más de cuatro horas diarias para dormir y yendo a casa sólo una vez por semana”, anotó el presidente Young en su diario personal (MHBY-2, 10). Entre el 10 de diciembre de 1845 y el 7 de febrero de 1846, aproximadamente 5.615 santos recibieron la ordenanza de la investidura y numerosas familias fueron selladas. Poco más de un año después, a los tres días de su llegada al Valle del Lago Salado, el presidente Young designó el terreno donde se edificaría el Templo de Salt Lake; habría de ser en el centro de la ciudad y en el centro mismo de la vida de los santos. El magnífico templo, que tomó 40 años en construirse, no fue terminado sino después de su fallecimiento, pero él había designado, entretanto, otros lugares sagrados donde podían efectuarse la investidura y los sellamientos del templo para la gente en vida mientras esperaban que se terminara la construcción del templo. En ocasión de dedicar los pisos inferiores del Templo de St. George el primer día de enero de 1877, unos pocos meses antes de su fallecimiento, el presidente Young se refirió enérgicamente a la reanudación de la obra de ordenanzas para los muertos, diciendo: “Cuando pienso en este tema, desearía con voz de siete truenos despertar a la gente. ¿Pueden nuestros antepasados ser salvos sin nosotros? No. ¿Podemos nosotros ser salvos sin ellos? No” (MS, 39:119).

Las ordenanzas del templo eran fundamentales para unir a las generaciones y transmitir las verdades sagradas de una generación a otra. Los santos nacidos o convertidos durante la segunda mitad del siglo 19 no habían de padecer las persecuciones sucedidas en Misuri ni recordarían personalmente al profeta José Smith. Con el correr del tiempo, menor cantidad de ellos participarían en las experiencias típicas de los pioneros y de la colonización, pero también ellos necesitarían aprender las sagradas verdades en cuanto a la edificación de Sión. El presidente Young alentaba el esfuerzo de que se enseñara el Evangelio a la juventud de la Iglesia y se afanó en refinar la organización eclesiástica, manifestando su deseo de “educar a una generación de hombres y mujeres que amen y mantengan la verdad y la rectitud en la tierra” (MFP, 2:288). Las Escuelas Dominicales de barrio para niños, establecidas primeramente en 1849, comenzaron a funcionar unificadamente bajo la dirección de un consejo central en 1867. A pedido del presidente Young y comenzando con sus propias hijas, en 1869 se organizaron asociaciones para fortalecer, en las mujeres jóvenes, el conocimiento del Evangelio y su dedicación a una vida prudente. En 1875 se formaron asociaciones similares para enseñar a los hombres jóvenes y facilitarles experiencias de liderazgo.

Reconociendo el hecho de que Sión no podría edificarse sin la participación de la mujer, el presidente Young restableció la Sociedad de Socorro en 1867, tal como había sido organizada en Nauvoo por el profeta José Smith. Las mujeres asistían a los obispos en la tarea de proveer ayuda a los pobres y a los afligidos, alentaban a las familias para que hicieran en sus hogares las cosas que necesitaban, se enseñaban unas a otras el Evangelio, y supervisaban la enseñanza de las mujeres jóvenes y de los niños.

Durante el último año de su vida, el presidente Young puso en orden los quórumes del sacerdocio. Dividió y reorganizó estacas, aumentando el número de éstas de ocho a dieciocho. Dirigió la organización de quórumes de élderes y dio a éstos instrucciones en cuanto a sus responsabilidades temporales y espirituales. Señaló al barrio como la unidad local primordial para las actividades de la Iglesia y expandió la función del obispo como administrador del barrio. Los miembros del Quórum de los Doce que hasta entonces habían presidido las unidades locales fueron relevados a fin de que pudieran dedicarse a su llamamiento como testigos especiales de Jesucristo ante las naciones. Cuando falleció el 29 de agosto de 1877, la Iglesia estaba ya organizada como la mayoría de los santos la conoce hoy en día.

En toda su gama, los sermones del presidente Young manifiestan su dedicación en cuanto al establecimiento de Sión por medio de la colonización, la industria económica, las sagradas ordenanzas del templo y la organización del sacerdocio. Ninguno de esos sermones podría en sí mismo abarcar la completa vastedad de su visión. “Sólo he tocado en parte el gran Sermón del Evangelio”, dijo al final de un discurso (MSS, 15:49). Él sostenía que la plenitud del Evangelio sólo puede enseñarse poco a poco, línea sobre línea. “El Evangelio del Hijo de Dios”, dijo, “…es de eternidad en eternidad; cuando se abre la visión de la mente, se puede ver una gran parte de él y podría compararse a un orador que ve los rostros de una congregación: para mirar a cada individuo y hablarle por separado y pensar que puede familiarizarse con cada uno de ellos, incluso si le dedicara cinco minutos a cada uno, le tomaría mucho tiempo y no podría hacerlo tan fácilmente. Así sucede con las visiones de la eternidad: podemos ver y entender, pero es difícil explicar” (DNW, 26 de octubre, 1854, 2). Por medio de sus enseñanzas y su liderazgo, el presidente Brigham Young siempre trataba de ayudar a los santos para que vieran y comprendieran las eternas verdades del Evangelio.

Brigham Young dedicó su vida a enseñar el Evangelio y a edificar y mantener el Reino de Dios. “El reino de los cielos es lo más importante para nosotros”, decía a los santos (DNW, 27 de julio, 1864, 2).

Quizás el liderazgo que ofreció el presidente Young haya sido descrito mejor por los Apóstoles que servían al momento de su muerte: “Durante los treinta y tres años en que presidió la Iglesia desde el martirio del profeta José, sus rodillas nunca temblaron, sus manos jamás vacilaron; nunca temió a nada. No importa cuán amenazantes pudieran haber sido las situaciones o circunstancias, jamás se le vio flaquear, sino que en tales momentos demostró una confianza y una fe tan serenas y declaró palabras de tanto ánimo para consolar y sostener a toda la gente, que no podía menos que despertar en todos su amor y admiración. El Señor, sin embargo, no solamente lo bendijo con valentía, sino que lo dotó de inmensa sabiduría. Sus consejos, cuando se le obedecían, venían acompañados de salvación, y como organizador y administrador nunca ha sido superado….

“El Señor ha premiado sus labores con el más extraordinario de los éxitos, honrado y cumplido sus palabras, y bendecido y sostenido a todos aquellos que han obedecido sus consejos. El día llegará en que su presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días será señalada como un período de maravillosos acontecimientos” (MFP, 2:298).

Sugerencias para el estudio

  • ¿Cómo fue que Brigham Young llegó a reconocer que la Iglesia era verdadera?

  • ¿De qué manera su disposición a ser obediente y sacrificarse le ayudó a Brigham Young a edificar y defender el Reino de Dios?

  • ¿Qué podemos los miembros de la Iglesia en estos días aprender del constante apoyo que Brigham Young demostró por el profeta José Smith?

  • ¿Cuáles fueron algunos de los acontecimientos en la vida de Brigham Young que lo prepararon para presidir la Iglesia? ¿Cómo nos prepara el Señor a cada uno de nosotros para el servicio en el Reino de Dios?

  • ¿Cuál era, según Brigham Young, el propósito específico del recogimiento de los santos? ¿De qué manera edificó el presidente Young el Reino de Dios?

  • ¿Qué definió Brigham Young como el “Gobierno del Hijo de Dios”? ¿Cómo magnificó su sacerdocio?

  • ¿Qué se requiere para “educar a una generación de hombres y mujeres que amen y mantengan la verdad y la rectitud en la tierra”? ¿Qué hizo Brigham Young para lograrlo? ¿Por qué es esto tan importante en la actualidad?

  • ¿De qué modo ayudó el presidente Young a los santos para que vieran y comprendieran las verdades eternas del Evangelio? ¿Por qué piensan que sería provechoso estudiar y meditar acerca de las enseñanzas de Brigham Young durante los próximos dos años?