Capítulo 22
Criar a los hijos en luz y verdad
El Señor les ha dado a los padres la responsabilidad de enseñar el Evangelio a sus hijos mediante la palabra y el ejemplo.
De la vida de George Albert Smith
Hacia el final de su vida, el presidente George Albert Smith reflexionó en cuanto a la educación y las enseñanzas que le dieron sus padres:
“Nací en un hogar humilde… Mis padres vivían en circunstancias muy humildes, pero alabo a mi Hacedor y le agradezco con todo el corazón que me haya enviado a su hogar.
“Crecí en Salt Lake City. Cuando tenía ocho años, fui bautizado en el arroyo City Creek. Fui confirmado miembro de la Iglesia en una reunión de testimonios del Barrio 17, y aprendí desde niño que ésta es la obra del Señor. Aprendí que había profetas que vivían sobre la tierra y que la inspiración del Todopoderoso influiría a aquellos que vivieran para disfrutarlo…
“No conozco a ningún otro hombre en todo el mundo que tenga mayor razón para estar agradecido que yo. Estoy agradecido por mi herencia de nacimiento, agradecido por padres que me enseñaron el evangelio de Jesucristo y que dieron el ejemplo en su hogar. Si he hecho algo que no debería haber hecho en mi vida, será algo que no podría haber aprendido en la casa de mi madre. Con una familia grande de muchos hijos, se requirió una madre con mucha paciencia, y ella siempre fue paciente con nosotros. Allí siempre había dulzura, amabilidad y amor”1.
En su propio hogar, George Albert Smith procuró seguir el ejemplo de sus padres de enseñar con paciencia y con amor. Su hija Edith recordó una experiencia de su juventud:
“Constantemente nos aconsejaba en cuanto a nuestro comportamiento, haciendo hincapié en ser honrados y justos. Recuerdo un día que iba de regreso a casa después de mi clase de piano; el conductor del tranvía no me pidió el pasaje… Por alguna razón me pasó por alto y llegué a mi destino con los cinco centavos en la mano y, sinceramente, estaba muy contenta porque había realizado el trayecto sin costo.
“…Corrí alegremente hasta donde estaba mi padre para contarle mi buena fortuna. Escuchó mi historia con paciencia y yo empecé a pensar que había logrado un gran éxito… Estaba segura de que el conductor no sabía que yo no había pagado y, por lo tanto, todo estaba bien.
“Cuando terminé mi relato, papá me dijo: ‘Pero, querida, aun cuando el conductor no sabe, tú lo sabes, yo lo sé y nuestro Padre Celestial lo sabe. Por tanto, todavía hay tres personas que debemos quedar satisfechas y asegurarnos de que pagues la cantidad completa por el valor que recibiste’”.
Edith regresó a la esquina y cuando regresó el tranvía pagó el pasaje. Más tarde expresó gratitud por la forma en que su padre manejó la situación: “Estoy muy agradecida por un padre que fue suficientemente sabio como para indicarme con bondad el error que había cometido, puesto que, si lo hubiera pasado por alto, yo podría haber pensado que él lo aprobaba, y quizá hubiera intentado algo similar en otra ocasión”2. [Véase la sugerencia 1 en la página 256.]
Las enseñanzas de George Albert Smith
Los padres tienen la responsabilidad principal de enseñar a sus hijos el Evangelio.
Una de las mayores y de las más ricas bendiciones será la que reciban si enseñan como debieran a estos espíritus selectos que nuestro Padre Celestial está enviando al mundo en estos últimos días… No dejen la enseñanza de sus hijos a las escuelas públicas. No dejen su enseñanza a la Primaria, a la Escuela Dominical ni a las [organizaciones para la juventud de la Iglesia]. Éstas les ayudarán y harán una muy buena contribución, pero recuerden que Dios mismo ha dicho que los padres que no enseñen a sus hijos la fe en Dios, el arrepentimiento, el bautismo y la imposición de manos al llegar a la edad de ocho años, el pecado será sobre la cabeza de los padres [véase D. y C. 68:25–28]. Ésta no es una amenaza, mis hermanos y hermanas; es el amoroso consejo de nuestro Padre Celestial que sabe todas las cosas y que comprende y se da cuenta de lo que significa cuando se permite que los hijos crezcan sin esta enseñanza3.
Estoy extremadamente deseoso de que lo que estoy a punto de decir penetre la mente de todo padre en Sión, y es que, aun cuando el Señor ha proporcionado todas estas maravillosas instituciones educativas, aun cuando la ciencia ha contribuido tanto a nuestra comodidad y nuestra bendición, aun cuando la Iglesia ha preparado lugares a los que podemos enviar a nuestros hijos para que se les enseñe el evangelio de Cristo, eso no los exime a ustedes ni a mí de la responsabilidad y la obligación que nuestro Padre Celestial nos ha dado de enseñar a nuestros hijos… No es suficiente que a mis hijos se les enseñe la fe, el arrepentimiento, el bautismo y la imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo en las organizaciones auxiliares. Mi Padre que está en los cielos ha mandado que yo mismo lo haga4.
Ninguna otra persona puede cumplir con el papel que Dios nos ha asignado como padres. Hemos asumido una obligación desde el momento en que hemos sido el medio para traer hijos al mundo. No podemos transferir esa responsabilidad a ninguna organización; es nuestra… Ante todo, ustedes y yo tenemos la obligación de no sólo asesorar y aconsejar, sino también de enseñar, dando el ejemplo, pasando suficiente tiempo con nuestros seres queridos, estos muchachos y jovencitas, a fin de que no sean guiados a… senderos prohibidos5.
Reúnan a sus hijos y, si en el pasado no les han dado una comprensión de los propósitos de la vida y un conocimiento del evangelio de nuestro Señor, háganlo ahora, pues les digo como siervo del Señor que lo necesitan ahora y lo necesitarán de ahora en adelante6. [Véase la sugerencia 2 en la página 256.]
No debemos permitir que otros intereses hagan que perdamos de vista el deber que tenemos de enseñarles a nuestros hijos.
En Lucas se nos dice que llegará el día en que los afanes, las riquezas y los placeres de la vida ahogarán a los hombres [véase Lucas 8:14]. Tengo en mente… en este mismo momento, a hombres y mujeres a quienes amo, a quienes estas mismas cosas les están ahogando su espiritualidad, y el adversario los está guiando por ese fácil sendero de placer, y están descuidando sus deberes como padres y como miembros de la Iglesia de Jesucristo.
…Y bien, en medio de la confusión, el entusiasmo y todos los placeres de la vida… no perdamos de vista la obligación que les debemos a estos muchachos y jovencitas que han sido creados a imagen de Dios. Él es el Padre de sus espíritus, y nos tendrá por responsables de la enseñanza que reciban. Es mi esperanza y mi oración que les enseñemos de tal manera que cuando venga el fin, podamos recibir de Él esa bendición: “Bien, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor”, y que nuestros seres queridos puedan estar con nosotros por la eternidad7.
Creo que me gustaría contarles un relato. Hace unos años, vivían en Indiana dos muchachos, chicos jóvenes que trabajaban en granjas que estaban a una distancia de entre ocho a diez kilómetros una de otra. Trabajaban arduamente todos los días haciendo sus faenas, ordeñando vacas, etc. El primer joven se acercó un día a su padre, cuando tenía trece o catorce años, y le dijo: “Padre, me gustaría ir a la ciudad. Me gustaría ver las brillantes luces. Me pregunto si no podría ir un día temprano por la tarde, siempre y cuando me esforzara en mi trabajo y terminara mis faenas”. El padre le dijo: “No puedes hacerlo porque no harías tu trabajo”. “Si estoy dispuesto a levantarme en cuanto salga el sol y trabajar todo el día, ¿puedo ir caminando a la ciudad? No está muy lejos y podría estar allí una o dos horas y luego regresar a casa temprano”. El padre dijo: “Bueno, si terminas todo tu trabajo, puedes ir”. Padres, observen esto. El resultado fue que lo hizo; llegó a la ciudad cuando ya casi estaba oscuro. Las tiendas y los bancos estaban cerrados; había suficientes salas de billar y lugares de juegos de azar abiertos. Ninguna buena persona andaba en la calle, y la mayoría estaba en su casa. Todos los vagos estaban en las calles o en esos lugares. Vieron a ese joven llegar y lo recogieron. No había pasado mucho tiempo cuando ya le habían mostrado cosas que ningún joven debe ver. Ésa fue su experiencia; le dio a probar algo que no era bueno para él.
El segundo joven habló con su padre de la misma manera. Le dijo: “Padre, me gustaría ir un día a la ciudad. ¿No te gustaría que fuera y viera algunas de las cosas que nunca he visto? Tendré que ir antes de que oscurezca para ver algo”. “Hijo”, respondió su padre, “pienso que tienes derecho a ir a la ciudad, y pienso que tienes derecho a que tu padre vaya contigo. Escoge el día y yo te ayudaré con tus faenas a fin de que podamos ir con suficiente tiempo para que conozcas a algunos de mis compañeros”.
Estoy hablando del mismo estado; las dos granjas no estaban muy lejos la una de la otra. En menos de una semana ya había elegido el día. Realizaron las faenas y fueron a la ciudad. Llegaron un poco antes de las cuatro de la tarde, antes de que cerraran los bancos. El joven iba vestido con su ropa buena y su padre lo llevó al banco y le presentó al banquero, quien lo tomó de la mano y le dijo: “Cuando estés en la ciudad, ven a vernos y te haremos sentir bienvenido”.
Su padre lo llevó a los negocios donde era cliente, en donde las personas lo recibieron con gusto. Cuando volvieron a casa juntos, después de haberse quedado a ver un espectáculo, ese joven había conocido a algunos de los mejores hombres de la comunidad. El resultado fue que cuando creció y fue a la ciudad, se relacionó con buenas personas8. [Véase la sugerencia 3 en las páginas 256–257.]
Quisiera sugerirles… que no hay tiempo que puedan dedicar, ninguna forma en la que puedan utilizar su tiempo que sea de mayor provecho que enseñar a sus hijos y a sus hijas a ser dignos de las bendiciones de nuestro Padre Celestial9.
El ejemplo de un padre puede llevar a su hijo a la seguridad, la rectitud y la felicidad.
Seamos ejemplos de rectitud para nuestros hijos, hagamos las oraciones familiares y pidamos la bendición de los alimentos. Permitamos que nuestros hijos vean que, como esposos y esposas, somos afectuosos el uno con el otro. Mientras todavía tengan la posibilidad, aprovechen la oportunidad como esposos y esposas de bendecirse el uno al otro con su amor, su bondad y su amabilidad en todo sentido. Aprovechen la oportunidad mientras todavía haya tiempo de enseñar a sus hijos y a sus hijas cómo vivir para ser felices… Que nuestros hogares sean santuarios de paz, esperanza y amor10.
Apenas hace unos días vi una carta de un hombre que probablemente había vivido la mitad de su vida. Escribiéndole a su padre, dijo: “La consideración que tienes por tus seres queridos, lo que me has enseñado, el ejemplo que me has dado, han sido una inspiración para mí de hacer lo que el Señor desea de mí. He sentido que al seguir tus pasos estaría seguro”. Ése fue un padre sabio, un padre bendito, que pudo plantar en la mente de su hijo ese tipo de confianza… Gracias a la conducta de su padre —por lo menos le dio crédito a su padre en la carta— gracias al ejemplo que dio en su hogar, él es en la actualidad uno de los pilares de esta Iglesia. Puede vivir en el mundo y guardar los mandamientos del Señor. Su afán por hacer el bien fue inspirado por el hogar en el que vivió. No descubrió egoísmo en su casa, sino altruismo. Los padres no se preocupaban por obtener todo lo que pudieran para después retenerlo con egoísmo para sí mismos, sino que anduvieron buscando a los que los necesitaban, animándolos y bendiciéndolos. Todas las palabras del mundo no habrían puesto en el corazón de ese hombre lo que actualmente tiene, sino que fue el ejemplo que le dieron sus padres, las personas que vivían en la casa en la que él moraba.
No me cabe duda de que hay cientos de hombres y mujeres, quizá miles de ellos, en las comunidades en las que vivimos y en el mundo, que dirían lo mismo en cuanto a las enseñanzas de sus padres y sus madres. Pero temo que algunos de nosotros nos dejamos influenciar por las costumbres del mundo y estamos obsesionados con la idea de que tenemos que seguir a la multitud sin importar lo que piensan o hacen. En ese caso, nuestro ejemplo no será una bendición, sino que puede destruir la felicidad de nuestros hijos11.
Testifiquemos con nuestros hechos diarios, así como con nuestras conversaciones, que creemos que ésta es la obra del Padre, y recibiremos un gozo indescriptible, y la fe y la humildad de los hijos que crezcan en nuestro hogar aumentarán. Les será añadido, y recibirán el poder para evadir los dardos del adversario que van dirigidos hacia ellos y, en lugar de la angustia que ha afligido a los hijos de los hombres, debido al pecado, habrá consuelo, paz y felicidad, y… hombres y mujeres que tendrán la fuerza de carácter para evadir los males de la vida habitarán esta tierra12. [Véase la sugerencia 4 en la página 257.]
Si amamos y enseñamos a los jóvenes, ayudaremos a protegerlos del mal.
Santos de los Últimos Días, enseñen a sus hijos a observar la ley moral. Rodéenlos con los brazos de su amor, de manera que no tengan deseo alguno de participar de las tentaciones del mal que los rodean por todos lados…
Qué privilegio tienen los padres de sentarse en sus casas, rodeados de una familia de hijos e hijas puros que nuestro Padre Celestial les ha dado, cuyos espíritus fueron engendrados por nuestro Padre que está en los cielos. Qué gozo es que se relacionen entre sí y participen de las bendiciones de nuestro Padre Celestial y se regocijen por la compañía de Su Espíritu, y que se les haya enseñado de tal manera en la niñez que conforme fueron creciendo hasta la madurez hayan mantenido la pureza en su vida.
Mis hermanos y hermanas, les ruego que con mayor fervor, mayor consideración, mayor paciencia que la que hayan tenido anteriormente, protejan a la nueva generación de las trampas que el adversario ha puesto a sus pies. Muchas de las [películas], programas de radio, revistas, libros, etc., no son aptos… y a menos que neutralicemos la influencia de esas cosas por medio de la enseñanza y un ambiente sanos, llevando a los jóvenes los beneficios derivados de conocer la vida de hombres y mujeres buenos, enseñándoles las virtudes de los profetas y el significado del evangelio de Jesucristo, algunos de aquellos a quienes amamos podrían desviarse…
Enseñemos a nuestros hijos a ser puros en su vida, a ser rectos. Enseñen a sus hijos a proteger la virtud de sus hermanas y de sus jóvenes compañeras. Enseñen a sus hijas a proteger la virtud de los jóvenes con los que se relacionen… Especialicémonos, por así decirlo, en criar a nuestros hijos y a nuestras hijas bajo la influencia del Espíritu de Dios, de manera que el adversario no tenga poder para descarriarlos13. [Véanse las sugerencias 5 y 6 en la página 257.]
El estudiar el Evangelio en familia nos ayudará a mantener a nuestros hijos cerca de nosotros.
En nuestra casa, hermanos y hermanas, es nuestro el privilegio, y el deber, de reunir a nuestra familia para disfrutar y fortalecer y sostenernos unos a otros, para enseñar las verdades de las Santas Escrituras. En cada hogar se debe alentar a los hijos a leer la palabra de Dios tal como ha sido revelada en todas las dispensaciones. Debemos leer la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio; no sólo leerla en casa, sino explicarla a nuestros hijos a fin de que comprendan los… tratos de Dios con los pueblos de la tierra.
Veamos si podemos hacer esto más de lo que lo hemos estado haciendo en el pasado. Comprometámonos a cumplir con el principio y la práctica de reunir a nuestra familia a nuestro alrededor en el hogar. Que cada uno se pregunte: “¿He cumplido con mi deber en casa de leer y enseñar el Evangelio, tal como se ha revelado por medio de los profetas del Señor? ¿He mantenido a mis hijos cerca de mí, y he hecho de mi casa un lugar agradable, un lugar de reverencia, de amor, de comprensión y de devoción?”.
Si no lo hemos hecho, arrepintámonos de nuestra negligencia y reunamos a nuestra familia a nuestro alrededor y enseñémosle la verdad…
“¿He puesto mi casa en orden?”. Ésta debería ser la pregunta de cada corazón. Y no preguntar: ¿lo ha hecho mi vecino?, sino, ¿he hecho yo lo que el Señor requiere de mí?14
Nuestros hijos son el don más preciado que nuestro Padre nos otorga. Si podemos guiar sus pasos por el sendero de la salvación, habrá gozo eterno para nosotros y para ellos…
Una de las formas en que podemos mantenerlos cerca de nosotros es reunirnos más seguido en nuestros hogares. La Iglesia ha pedido que apartemos al menos una noche cada semana para que toda la familia se reúna y disfrute de estar juntos, a fin de gozar de los placeres sencillos de una reunión familiar, y para analizar juntos las cosas que tienen mayor y perdurable valor.
…En 1915, la Primera Presidencia escribió en cuanto a eso a los “presidentes de estaca, obispos y padres de Sión”, y cito lo que ellos dijeron:
“Aconsejamos y exhortamos la iniciación de una ‘Noche de hogar’ en toda la Iglesia, período en el cual los padres puedan reunir a los hijos a su alrededor en el hogar y enseñarles la palabra del Señor… Esa ‘Noche de hogar’ debe dedicarse a cantar himnos y canciones, a orar, a leer las Escrituras, a tocar o escuchar música instrumental, a hablar sobre temas de interés familiar, y a dar instrucción específica sobre principios del Evangelio y problemas éticos de la vida, así como sobre los deberes y obligaciones de los hijos hacia los padres, el hogar, la Iglesia, la sociedad y la nación”.
Y ésta fue la bendición prometida a los que hicieran lo que se les pedía:
“Si los santos obedecen este consejo, les prometemos grandes bendiciones como resultado; aumentarán el amor en el hogar y la obediencia a los padres; se desarrollará la fe en el corazón de los niños y jóvenes de Israel, y obtendrán fuerzas para combatir la mala influencia y las tentaciones que los acosan”.
Esos principios y promesas todavía están vigentes15.
Si la noche de hogar pudiera ser un hecho entre los Santos de los Últimos Días, si una noche por semana viviéramos con los nuestros, bajo la influencia del Espíritu del Señor, en nuestras propias charlas fogoneras rodeados por aquellos que el Señor nos ha dado y que nos ha dicho, en particular, que debemos instruirlos, cuántos hogares felices habría donde actualmente hay pesar y discordia y aflicción…
…Cuando no damos entrada al mundo ni a las cosas de afuera, y bajo el poder de la oración y de la acción de gracias damos a nuestros hijos e hijas esas ricas verdades que el Señor ha depositado para nuestro bienestar y para el de ellos, se producirá un desarrollo genuino de fe. Espero que sea posible que regresemos, si nos hemos apartado de ese consejo. Reunamos a nuestros hijos y permitamos que nuestro hogar sea un lugar donde more el Espíritu del Señor. Si cumplimos con nuestra parte, podemos saber y estar seguros de que nuestro Padre Celestial cumplirá con la suya16. [Véase la sugerencia 7 en la página 257.]
Sugerencias para el estudio y la enseñanza
Considere estas ideas al estudiar el capítulo o al prepararse para enseñarlo. Si necesita más ayuda, consulte las páginas V–VIII.
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Piense en cuanto al relato que figura en las páginas 245–247. ¿Por qué cree usted que George Albert Smith pudo enseñar a su hija Edith con tanto éxito? Piense en alguna ocasión de su juventud en la que uno de sus padres le haya enseñado algo que haya influido en su vida. ¿Qué hizo que la lección fuera tan eficaz?
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Estudie la primera sección de las enseñanzas (páginas 247–248) y Doctrina y Convenios 93:37–40. ¿Por qué le parece que el Señor ha dado a los padres, y no a otras organizaciones, la responsabilidad de enseñar a sus hijos el Evangelio? ¿De qué manera pueden las organizaciones de la Iglesia ayudar a los padres con esta responsabilidad? ¿Cómo pueden ayudar otros familiares? Si usted no tiene hijos, considere las formas en las que pueda ser una influencia de rectitud para los jóvenes de la Iglesia de manera que sea un apoyo para los padres.
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Repase el relato que figura en las páginas 249–250. ¿De qué manera se benefician los hijos cuando sus padres pasan tiempo con ellos? ¿Cuáles son algunos de “los afanes… y los placeres de la vida” (página 249) que pueden hacer que descuidemos nuestras responsabilidades por nuestras familias? ¿Qué podemos hacer para superar esas distracciones?
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Lea la sección que comienza en la página 250. Piense en cuáles son sus actitudes hacia “las costumbres del mundo” y la forma en que esas actitudes pueden afectar a sus hijos. ¿Cuáles son algunos “hechos diarios” que dan un testimonio particularmente fuerte de nuestras creencias a nuestros hijos?
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¿Cuáles son algunas de las tentaciones que los niños y los jóvenes enfrentan en su comunidad? Estudie la sección que comienza en la página 252, y trate de identificar las cosas que los padres, los abuelos y otras personas pueden hacer para ayudar a los jóvenes a resistir la tentación.
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El presidente Smith aconsejó que debemos “especializarnos” en criar a nuestros hijos bajo la influencia del Espíritu (véase la página 253). ¿Qué significado tiene eso para usted? ¿Qué tipo de cosas pueden hacer los padres para especializarse en criar a sus hijos en rectitud?
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En las páginas 254–256, el presidente Smith repasa algunas de las promesas que se hacen a las familias que realizan la noche de hogar con regularidad. ¿De qué manera se han cumplido estas promesas en su familia? ¿Qué consejos le daría a una familia que nunca ha realizado la noche de hogar pero que desea empezar?
Pasajes de las Escrituras que se relacionan con el tema: Proverbios 22:6; Isaías 54:13; Enós 1:1–3; Mosíah 4:14–15; Alma 56:45–48; Doctrina y Convenios 68:25–31; véase también “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.
Ayuda para la enseñanza: “Tenga cuidado de no dar término demasiado temprano a los análisis interesantes simplemente para presentar todo el material que haya preparado. Aunque es importante abarcar todo el material de la lección, es más importante aún procurar que los alumnos sientan la influencia del Espíritu, que se resuelvan sus preguntas, que incrementen su entendimiento del Evangelio y que afirmen su cometido de guardar los mandamientos” (La enseñanza: el llamamiento más importante, pág. 69).