La vida y el ministerio de Howard W. Hunter
El 6 de junio de 1994, un día después de que Howard W. Hunter fuera apartado como Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, él extendió dos invitaciones. Hablando con un tono amable y alentador, dijo:
“Primeramente, deseo invitar a todos los miembros de la Iglesia a vivir prestando cada vez más atención a la vida y al ejemplo del Señor Jesucristo, especialmente al amor, la esperanza y la compasión que Él demostró. Ruego que nos tratemos con más bondad, más cortesía, más humildad, paciencia e indulgencia”1.
El alentar a las personas a seguir el ejemplo del Salvador había sido un tema central de las enseñanzas del presidente Hunter durante décadas. “Por favor, recuerden esto”, dijo unos años antes. “Si nuestra vida y nuestra fe se centran en Jesucristo y en Su evangelio restaurado, nada podrá ir permanentemente mal. Por otro lado, si nuestra vida no está centrada en el Salvador ni en Sus enseñanzas, ningún otro éxito podrá estar permanentemente bien”2.
La segunda invitación del presidente Hunter para los miembros de la Iglesia fue que participaran más plenamente de las bendiciones del templo:
“Además, invito a los miembros de la Iglesia a considerar el templo del Señor como el gran símbolo de su condición de miembros y el entorno celestial de sus convenios más sagrados. El deseo más grande de mi corazón es que todos los miembros de la Iglesia sean dignos de entrar en el templo. Desearía que todo miembro adulto fuera digno de obtener una recomendación para entrar en el templo y que la tuviera; aun cuando viva lejos de uno y no pueda asistir inmediatamente ni con frecuencia”.
“Seamos un pueblo que asiste al templo y que ama el templo. Démonos prisa en ir al templo con la frecuencia que el tiempo, los recursos y las circunstancias personales lo permitan. Vayamos, no solamente para efectuar la obra a favor de nuestros parientes fallecidos, sino también para recibir bendiciones personales mediante la adoración en el templo, y para sentir la santidad y la seguridad que reinan en estos recintos santificados y consagrados. El templo es un lugar bello, es un lugar de revelación, es un lugar de paz. Es la Casa del Señor. Es un sitio santo para Él y debería serlo también para nosotros”3.
El presidente Hunter continuó haciendo hincapié en estas dos invitaciones durante todo su servicio como Presidente de la Iglesia. Aunque su tiempo como presidente duró solamente nueve meses, estas invitaciones inspiraron a los miembros de la Iglesia de todo el mundo a ser más semejantes a Cristo y a procurar las bendiciones del templo con mayor devoción.
Comienzos
A mediados deI siglo XIX, antepasados de Howard W. Hunter de cuatro naciones diferentes se unieron a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Sus antepasados por el lado materno eran de Dinamarca y Noruega. Tras emigrar desde sus tierras natales, fueron de los primeros en establecerse en Mount Pleasant, Utah. Nellie Rasmussen, descendiente de estos fieles pioneros, llegaría a ser la madre de un profeta.
Por el lado paterno, Howard tenía antepasados con hondas raíces en Escocia y Nueva Inglaterra. Los que se unieron a la Iglesia sacrificaron mucho, pero la mayoría de ellos se apartaron de la Iglesia pocos años después. El nacimiento de John William (Will) Hunter en 1879 supuso el comienzo de la tercera generación de la línea de los Hunter que ya no estaba afiliada a la Iglesia. No obstante, Will Hunter llegaría a ser el padre de un profeta.
Cuando Will tenía 8 años, su familia se mudó a Boise, Idaho. Unos dieciséis años más tarde, Will conoció a Nellie Rasmussen, cuando ella fue a Boise a quedarse con unos tíos de ella. Poco después, Will comenzó a salir con Nellie y dos años más tarde le propuso matrimonio. Ella tuvo dudas durante algún tiempo, pero Will insistió hasta que finalmente aceptó su propuesta. La pareja se casó en Mount Pleasant, Utah, y volvió a Boise, donde establecieron su hogar. Su primer hijo, Howard William Hunter, nació en Boise el 14 de noviembre de 1907. En 1909 tuvieron una hija, a quien llamaron Dorothy, y ya no tuvieron más hijos.
La edificación de un cimiento para la vida
Cuando nació Howard, en Boise había sólo una pequeña rama de la Iglesia. La madre de Howard era miembro activa de la rama y crió a sus hijos en el Evangelio. Howard dijo acerca de ella: “Ella siempre fue fiel… Sirvió como presidenta de la Primaria y de las [Mujeres Jóvenes]. Recuerdo ir a la capilla con mamá, a veces antes de la hora programada para las reuniones, y quedarnos luego, después de las reuniones, para que ella pudiera terminar su labor”4. Aunque el padre de Howard no era miembro de la Iglesia, no ponía objeciones a que su familia participara, y en ocasiones asistía a la reunión sacramental con ellos.
Además de guiar a sus hijos como miembros activos de la Iglesia, Nellie Hunter les ayudó a edificar un fuerte cimiento religioso en el hogar. “Era mamá quien tomaba la iniciativa para enseñarnos el Evangelio”, explicaría más tarde Howard. “Fue por mi madre que aprendimos a orar… Gracias a ella, recibí mi testimonio cuando era un niño”5.
En 1913, pocos días antes de que Howard cumpliera seis años, la Rama Boise se convirtió en un barrio. Dos años más tarde, cuando tenía ocho años, Howard esperaba con entusiasmo su bautismo. “Estaba muy ilusionado ante esa perspectiva”, dijo. Sin embargo, su padre no le dio permiso. Howard explicó: “Papá… pensaba que yo debía esperar hasta que supiera qué quería hacer con mi vida. Yo deseaba ser bautizado, pero el tiempo de hacerlo llegó y pasó sin que recibiera esa bendición”6.
Como Howard no se había bautizado, no se le pudo ordenar diácono al cumplir doce años. “Para aquel tiempo, todos mis amigos ya habían sido ordenados diáconos”, dijo. “Y como no era miembro oficial de la Iglesia, no se me permitía hacer muchas de las cosas que ellos hacían”7. Howard se sentía especialmente desalentado por no poder repartir la Santa Cena: “Me sentaba en las reuniones sacramentales con los otros jovencitos. Cuando llegaba el momento de repartir la Santa Cena, yo me hundía en mi asiento; me sentía totalmente excluido”8.
Howard nuevamente solicitó la autorización de su padre, esta vez acompañado de su hermana Dorothy, de diez años: “Empezamos a rogar a nuestro padre que nos dejara bautizarnos. También oramos para que accediera a nuestras súplicas. Cuando por fin dio su consentimiento, no cabíamos de alegría”9. Casi cinco meses después de que Howard cumpliera los doce, Dorothy y él fueron bautizados en una piscina pública. Poco después, Howard fue ordenado diácono y repartió la Santa Cena por primera vez. “Estaba asustado, pero emocionado por tener ese privilegio”, contaba10. Entre sus deberes, Howard accionaba los fuelles del órgano y encendía el fuego para calentar la capilla cuando hacía frío los domingos por la mañana. “Fue como si un mundo totalmente nuevo se hubiera abierto ante mis ojos cuando conocí todas las responsabilidades que trae consigo el ser miembro de la Iglesia y poseer el sacerdocio”, dijo11.
Cuando Howard era un jovencito, se unió a la tropa de Boy Scouts de su barrio y se esforzó mucho por alcanzar la distinción máxima: Scout Águila. Cuando le faltaba poco, un amigo y él establecieron una competición amistosa. “Dos de nosotros competíamos por llegar a ser el primer Scout Águila de Boise”, explicó12. El otro jovencito cumplió primero con los requisitos, pero a Howard pareció satisfacerle ser la segunda persona en alcanzar esa distinción13.
Howard aprendió desde pequeño a trabajar y ser industrioso. Él ayudaba a las viudas y a otros vecinos, vendía periódicos y trabajaba en la granja de su tío. Al ir creciendo, desempeñó diversos trabajos, como hacer de caddie en un campo de golf, entregar telegramas, así como trabajar en una farmacia, un periódico, un hotel, unos grandes almacenes y una tienda de arte.
Dorothy Hunter comentó que su hermano tenía una “ambición que lo impulsaba a avanzar” y una “mente brillante”14. Poseía también las cualidades de la compasión y la generosidad, que complementaban esos atributos. Dorothy recuerda cuán bondadoso era: “Howard siempre deseaba hacer lo correcto y ser bueno; como hermano mayor, él me cuidaba, y era amable con papá y mamá”15.
La compasión de Howard abarcaba también a los animales. “Todos los gatos extraviados hallaban refugio en nuestra casa, aun cuando hubiera objeciones de la familia”, dijo16. En una ocasión, unos muchachos del vecindario atormentaban a un gatito lanzándolo a un canal de riego que había cerca de la casa de los Hunter. Cada vez que el gatito lograba salir, lo volvían a echar al canal. Howard, que pasaba por ahí, rescató al gatito. “Estaba medio muerto”, recuerda Dorothy, “y lo llevó a casa”17.
“No sobrevivirá”, dijo su madre.
“Mamá, tenemos que intentarlo”, insistió Howard18.
Dorothy dijo que “lo envolvieron en una manta, lo pusieron cerca del horno y lo cuidaron con ternura”. El gato se recuperó y vivió con ellos muchos años.
Howard fue ordenado maestro en 1923, justo antes de que se creara el Barrio II de Boise. Como había necesidad de otro lugar donde mantener las reuniones, y como previsión del crecimiento futuro, los líderes locales de la Iglesia propusieron edificar un tabernáculo de estaca. Se pidió a los santos de Boise una contribución de 20.000 dólares para la construcción del edificio19. En una reunión donde los líderes hicieron un llamado a hacer donaciones, el joven Howard W. Hunter fue la primera persona en levantar la mano y comprometerse. Se comprometió a donar 25 dólares, lo que era una gran suma en 1923, especialmente para un joven de 15 años. “Estuve trabajando y ahorrando hasta que logré pagar el importe íntegro al que me había comprometido”, dijo posteriormente20. En 1925 se terminó la construcción del tabernáculo, y el presidente Heber J. Grant vino en el mes de diciembre para dedicarlo21.
Desde una tierna edad, Howard demostró poseer aptitud para la música, y cuando era adolescente aprendió a tocar varios instrumentos. Tenía 16 años cuando formó su propia agrupación musical, que él llamó Hunter’s Croonaders. Este grupo tocaba frecuentemente en bailes, recepciones y otros acontecimientos en la zona de Boise.
Cuando Howard tenía 19 años, lo contrataron para tocar música a bordo de un crucero que navegaría hasta Asia. De este modo, durante los dos primeros meses de 1927, la banda de cinco músicos de Howard estuvo interpretando música en las cenas y los bailes, a bordo del navío que surcaba el Pacífico haciendo paradas en Japón, China y las Filipinas. La experiencia a bordo del crucero fue muy instructiva para Howard, y le permitió aprender sobre otros pueblos y culturas. Aunque se gastó la mayor parte de sus ganancias haciendo turismo y comprando recuerdos, él concluyó: “Teniendo en cuenta lo que aprendimos, bien mereció la pena lo que gastamos”22.
Una época de grandes decisiones
Cuando Howard volvió del crucero a casa, se encontró con la feliz noticia de que su padre se había bautizado durante su ausencia. Al siguiente domingo, Howard asistió con su padre a la reunión del sacerdocio por primera vez en su vida. Un solícito obispo había estado alentando a Will Hunter a bautizarse, y Howard dijo que “fue gracias a un maestro [orientador] como se había suscitado en su padre un mayor interés por la Iglesia”23.
Después de la experiencia en el crucero, Howard no estaba seguro en cuanto a su futuro. Se mantenía ocupado con actividades musicales y otros trabajos, incluyendo un negocio propio, pero nada de esto auguraba una buena carrera. Tras el fracaso de su proyecto de negocio en marzo de 1928, decidió ir a visitar a un amigo en el sur de California. Había pensado quedarse sólo una o dos semanas, pero pronto decidió quedarse para buscar lo que él describió como un “empleo con oportunidades”24. En California, no sólo encontró una carrera, sino que además halló a su esposa, tuvo amplias oportunidades de servicio en la Iglesia y mantuvo su residencia durante más de treinta años.
El primer empleo de Howard en California fue como vendedor de zapatos y trabajando en una planta de envasado de cítricos, donde había días que llegaba a cargar entre 45 y 50 toneladas de naranjas en los vagones del ferrocarril. “Yo no sabía que había tantas naranjas en el mundo”, bromeaba. Un día pasó “un momento horrible” porque tenía que clasificar limones según su color, y no era capaz de diferenciar las tonalidades de amarillo y verde debido a su daltonismo. “Antes de acabar el día, pensé que iba a sufrir un colapso nervioso”, recordaba25.
Luego de trabajar dos semanas en la planta de envasado, Howard se postuló para un trabajo en un banco de Los Ángeles, donde lo contrataron inmediatamente y lo fueron ascendiendo rápidamente. También continuó con sus actividades musicales, tocando en diversas bandas por las tardes. En septiembre de 1928 —Howard llevaba seis meses en California— su familia volvió a reunirse, al mudarse allí sus padres y su hermana.
De jovencito, Howard había asistido a la Iglesia pero no había estudiado el Evangelio en profundidad. En California, prestó mucha más atención al estudio del Evangelio. “Mi primer despertar real al Evangelio se produjo en una clase de jóvenes de la Escuela Dominical, en el Barrio Adams, que enseñaba el hermano Peter A. Clayton”, explicó. “Él poseía un vasto conocimiento y tenía la habilidad de inspirar a los jóvenes. Yo estudiaba las lecciones, leía las asignaciones que él nos daba para la clase y participaba disertando sobre temas que nos asignaba… Considero ese período de mi vida como el tiempo en que las verdades del Evangelio comenzaron a desplegarse ante mí. Siempre tuve un testimonio del Evangelio, pero de repente comencé a entenderlo”26. Para Howard, esas experiencias en la clase de la Escuela Dominical fueron el comienzo de su amor por el estudio de las Escrituras, el cual duraría toda su vida.
Howard se relacionó con otros jóvenes adultos de la zona de Los Ángeles. Iban juntos a la Iglesia, asistiendo a veces a dos y tres barrios en un mismo domingo, y participaban en muchos tipos de actividades. Una de estas actividades tuvo un significado trascendental para Howard. A los pocos meses de haber llegado a California, él fue con unos amigos a un baile de la Iglesia y luego fueron a la playa a practicar surf. Esa noche, Howard conoció a Clara May (Claire) Jeffs, quien había salido en una cita con uno de sus amigos. Entre Howard y Claire pronto se desarrolló una atracción mutua que fructificó en amor.
Salieron juntos varias veces durante 1928 y su relación se hizo más formal al año siguiente. “Ella tenía el cabello castaño claro y era una joven muy hermosa”, dijo Howard más tarde. “Pienso que lo que más me impresionó fue la profundidad de su testimonio”27. Una noche de primavera de 1931, casi tres años después de haberse conocido, Howard llevó a Claire a un mirador desde donde se contemplaba el Océano Pacífico. Allí, él le propuso matrimonio y ella aceptó. Howard explicó:
“Conducimos hasta Palos Verdes y estacionamos junto al acantilado, desde donde podíamos contemplar cómo llegaban las olas del Pacífico y rompían en las peñas bajo la luz de la luna. Allí conversamos sobre nuestros planes y coloqué en su dedo un anillo con un diamante. Esa noche, tomamos muchas decisiones e hicimos resoluciones muy firmes tocante a nuestra vida”28.
Esas resoluciones influyeron para que Howard tomara una decisión transcendental cuatro días antes de la boda. Esa noche, al terminar de tocar con su banda, guardó sus instrumentos y nunca más volvió a interpretar como músico profesional. Tocar música en bailes y fiestas “era fascinante en varios aspectos”, dijo, “y se ganaba un buen dinero”, pero él pensó que había partes de ese estilo de vida que resultaban incompatibles con la vida que planeaba para su familia. “Esto dejó el vacío de algo que yo disfrutaba, [pero] nunca me he lamentado por esa decisión”, dijo años más tarde29. Su hijo, Richard, observó: “He pensado frecuentemente en la extraordinaria disciplina (yo lo llamo tesón) que debe de haber requerido el renunciar a algo que realmente le encantaba por algo que él valoraba más”30.
Desafíos y bendiciones en los primeros años de matrimonio
Howard y Claire se casaron en el Templo de Salt Lake el 10 de junio de 1931, y volvieron al sur de California para comenzar su vida juntos. La economía de los Estados Unidos se estaba deteriorando como consecuencia de la Gran Depresión; en enero de 1932, el banco donde trabajaba Howard se vio forzado a cerrar. Los dos años siguientes, trabajó en varios empleos diferentes tratando de sostener a su familia. Claire y él estaban decididos a ser independientes hasta donde fuera posible, pero después de un año, aceptaron la invitación de ir a vivir con los padres de Claire durante un tiempo.
El 20 de marzo de 1934, nació el primer hijo de Howard y Claire, un niño llamado Howard William Hunter, hijo, al que llamaban Billy. Durante aquel verano, se dieron cuenta de que Billy parecía estar aletargado. Los doctores le diagnosticaron anemia y Howard donó dos veces de su sangre para hacerle transfusiones; sin embargo, Billy no mejoraba. Otros exámenes revelaron que padecía un grave trastorno intestinal, por lo que los médicos recomendaron operarle. Howard recordaba: “Me llevaron a la sala de operaciones y me pusieron en una camilla a su lado para suministrarle mi sangre durante la operación. Cuando ésta concluyó, los médicos no nos dieron esperanzas”31. Tres días después, Billy, a sus siete meses, fallecía mientras sus padres estaban junto a su cama. “Nos marchamos del hospital de noche, apesadumbrados y aturdidos”, escribió Howard32. “Esto fue para nosotros un duro golpe”33.
Dos meses antes de nacer Billy, Howard había conseguido empleo en el Distrito de Control de Inundaciones del Condado de Los Ángeles. Su labor allí lo familiarizó con documentos y procesos judiciales, y decidió cursar la carrera de Derecho para ejercer como abogado. Para lograr esta meta, se requirieron varios años de firme resolución y mucho trabajo. Como no tenía un título de pregrado, Howard tuvo que cursar muchas materias antes de ser admitido por la facultad de Derecho. Como debía seguir trabajando, recibía esas clases de noche. Siguió trabajando a jornada completa aun durante los años que cursó en la facultad de Derecho. “No fue nada fácil trabajar todo el día y asistir a clases por la noche, y además encontrar tiempo para estudiar”, escribió34. “No era inusual que tuviera que estudiar hasta bien avanzada la noche”35. Howard siguió este riguroso horario durante cinco años, hasta graduarse finalmente en 1939 como el tercero de su promoción.
Mientras Howard aún estaba en la facultad de Derecho, les nacieron otros dos hijos varones a Claire y a él: John, en 1936, y Richard, en 1938. Gracias a su trabajo en el Distrito de Control de Inundaciones, la familia pudo comprarse una pequeña casa.
Obispo del Barrio El Sereno
En 1940, cerca de un año después de haberse graduado en Derecho, Howard fue llamado a servir como obispo de un barrio recientemente creado, El Sereno, en California. Sorprendido por este llamamiento, dijo: “Yo siempre había pensado que un obispo era un hombre de más edad”, recordó, “y pregunté cómo podía ser el padre del barrio a los treinta y dos años”. Los miembros de la presidencia de estaca respondieron que sabían que él estaría “a la altura de la asignación”. Aunque se sentía abrumado, Howard prometió: “Daré lo mejor de mí”36. Cumplió esa promesa sirviendo con gran dedicación, inspiración y compasión durante su servicio, el cual duró más de seis años.
Nuevamente, Howard se enfrentaba a fuertes exigencias de su tiempo y energía, pero él sentía que su servicio traía consigo muchas bendiciones. “Me vi inmerso en responsabilidades muy absorbentes”, dijo. “Fue una labor gloriosa y una gran bendición”37.
El nuevo barrio tenía una necesidad inminente: la de conseguir un lugar para reunirse. El obispado alquiló unos salones en un edificio de la localidad y los miembros del barrio comenzaron a recaudar fondos para tener su propio centro de reuniones. Poco después, se paralizó temporalmente la construcción de capillas debido a la Segunda Guerra Mundial; no obstante, los miembros del barrio continuaron recaudando dinero teniendo fe en el futuro. En uno de los proyectos de recaudación de fondos, llamado “proyecto de la cebolla”, iban a una planta de encurtidos a cortar cebollas. El olor de las cebollas se quedaba impregnado, por lo que el obispo Hunter dijo bromeando: “Era sencillo saber en la reunión sacramental si una persona había ido a cortar cebollas”38.
Otros proyectos de recaudación consistieron en cortar repollo (col) en una planta de chucrut [col fermentada], y envasar y vender cereales excedentes para el desayuno. “Esos fueron días felices en los que trabajamos juntos personas de todas las clases y ocupaciones, para apoyar al obispado en la tarea de recaudar fondos para construir una capilla”, recordaba el obispo Hunter. “Nuestro barrio era como una familia grande y feliz”39. Tras ejercer mucha paciencia y después de muchos sacrificios, se logró la meta del barrio de tener su propia capilla en 1950, casi cuatro años después de que Howard fuese relevado como obispo.
Ser obispo durante la Segunda Guerra Mundial entrañaba desafíos muy particulares. Muchos de los miembros varones del barrio prestaban servicio militar, por lo que había muchas familias sin esposos ni padres en casa. La escasez de hombres también hacía que hubiera dificultades para cubrir los llamamientos de la Iglesia. En consecuencia, Howard sirvió también como dirigente scout durante parte del tiempo en que fue obispo. “Teníamos un grupo de hombres jóvenes muy buenos que no se podía desatender”, dijo. “Trabajé con los jóvenes cerca de dos años y progresaron excelentemente”40.
Fue relevado como obispo el 10 de noviembre de 1946. “Siempre estaré agradecido por este privilegio y todo lo que aprendí esos años”, dijo. Si bien esa experiencia fue “difícil en muchos aspectos”, Claire y él “se sentían agradecidos por los valores que adquirieron como familia”41. Un miembro del barrio expresó su gratitud por el servicio del obispo Hunter al escribir: “Él hizo que los miembros de nuestro pequeño barrio se unieran en un esfuerzo común, y nos enseñó a lograr metas que parecían estar lejos de nuestro alcance. Trabajamos juntos como barrio, oramos juntos, jugamos juntos y rendimos juntos nuestra devoción”42.
Aunque Howard fue relevado en 1946, mantuvo su vínculo especial con los miembros del Barrio El Sereno. Su hijo Richard dijo: “Hasta el fin de sus días, se mantuvo en contacto con ellos; sabía dónde estaban y conocía sus circunstancias. Cuando él viajaba a un lugar donde [vivía] alguno de los antiguos miembros del barrio, se ponía en contacto con ellos. El amor que sentía por los miembros del barrio perduró toda su vida”43.
Criar a los hijos y cultivar una carrera profesional
Howard y Claire Hunter eran padres afectuosos y enseñaron a sus hijos a tener valores, a ser responsables y a conocer la importancia del Evangelio. Mucho antes de que la Iglesia designara el lunes por la noche para la noche de hogar, la familia Hunter reservaba esa noche como tiempo de enseñanza y para contar historias, jugar y visitar lugares juntos. Cuando la familia viajaba, en ocasiones asistía a los templos, para que John y Richard pudieran efectuar bautismos por los muertos vicariamente. Howard y sus hijos disfrutaban también armando modelos de trenes, yendo de acampada y participando juntos en actividades al aire libre.
Cuando nacieron John y Richard, Howard se encontraba trabajando a jornada completa y estudiando Derecho. Cuando los niños eran aún pequeños (4 y 2 años, respectivamente), él fue llamado a servir como obispo; esto le exigió una mayor dedicación a Claire y ella respondió gustosamente. “Mi anhelo y mi mayor ambición… consistían en ser una buena esposa, una buena ama de casa y ser verdaderamente una buena madre”, dijo. “Nos hemos esforzado mucho por mantener a nuestros hijos activos en la Iglesia; ellos y yo hemos pasado juntos momentos maravillosos”44. Howard elogiaba frecuentemente en público la influencia y los sacrificios de Claire en la crianza de sus hijos.
En esos mismos años en que criaba a sus hijos y servía en cargos de liderazgo en la Iglesia, Howard ejerció también como abogado con éxito. Llegó a ser un abogado muy respetado en el sur de California, trabajando para clientes mayormente empresariales y corporativos. Fue elegido como miembro del consejo de administración de más de veinte empresas.
En su profesión, Howard fue reconocido por su integridad, su claridad de pensamiento, su habilidad comunicativa y su sentido de la justicia. También se le conocía como un “abogado del pueblo”, alguien que “parecía tener siempre tiempo e interés para ayudar a las personas con sus problemas”45. Otro abogado comentó que a Howard “le preocupaba mucho más que las personas recibieran la ayuda que necesitaban, que cobrar sus honorarios”46.
Presidente de la Estaca Pasadena, California
En febrero de 1950, el élder Stephen L. Richards y el élder Harold B. Lee, del Cuórum de los Doce Apóstoles, viajaron a California para dividir la Estaca Pasadena, que crecía rápidamente. Entrevistaron a muchos hermanos de la estaca, Howard entre ellos. Después de considerar en oración a cuál persona deseaba el Señor como presidente de estaca, ya cerca de la medianoche pidieron a Howard que viniera y le extendieron el llamamiento a él. El élder Richards y el élder Lee le dijeron que fuera a casa y descansara bien, y que temprano a la mañana siguiente les llamara para decirles los nombres que sugería como consejeros. “Fui a casa esa noche, pero no dormí nada”, dijo Howard. “El llamamiento era abrumador. Claire y yo estuvimos conversando mucho tiempo”47.
Una vez que el presidente Hunter y sus consejeros fueron sostenidos, comenzaron a evaluar las necesidades de la estaca. Para la nueva presidencia de estaca, un asunto de alta prioridad era que los miembros desarrollaran fortaleza espiritual. Les preocupaba que las familias se estaban fragmentando, en parte debido a que participaban en muchísimas actividades. Después de orar y deliberar juntos, los líderes sintieron que debían hacer hincapié en la noche de hogar y en reservar las tardes de los lunes para las familias. Todas las capillas de la estaca se cerraban los lunes por la tarde, y “no se celebraban otras reuniones que pudieran interferir con esa tarde sagrada”, explicó el presidente Hunter48.
En los primeros tiempos de su llamamiento, el presidente Hunter, junto con otros presidentes de estaca del sur de California, se reunió con el élder Stephen L. Richards para analizar un programa de seminario para estudiantes de bachillerato. El presidente Hunter dijo: “[El élder Richards] explicó que ellos deseaban hacer un experimento con clases de seminario matutino en una zona donde las leyes no concedían horas libres [a las instituciones educativas] para los estudios religiosos”49. Se nombró al presidente Hunter como director de un comité que estudiaría la viabilidad de la idea. Una vez terminado el estudio, el comité recomendó introducir el seminario matutino para los estudiantes de tres escuelas de bachillerato. Por su edad, Richard, el hijo del presidente Hunter, tomó parte en el experimento del seminario matutino. Él recuerda: “Nos preguntábamos si alguien se había vuelto loco para que tuviéramos clases a las seis de la mañana; no obstante, llegó a ser nuestra hora favorita del día, cuando podíamos estar juntos como amigos de la Iglesia y aprender”50. Pronto se amplió este programa a otros alumnos y fue el precursor del programa de seminario matutino para los jóvenes de la Iglesia.
En la Conferencia General de octubre de 1951, la Primera Presidencia se reunió con los presidentes de estaca del sur de California para anunciarles su intención de edificar un templo en Los Ángeles. La posibilidad de tener un templo cerca causó un inmenso regocijo, y demandaría un gran sacrificio, ya que se pidió a los miembros de la Iglesia que contribuyeran con un millón de dólares para su construcción. Cuando el presidente Hunter regresó a California, se reunió con los líderes de estaca y barrio y les dijo: “Concedan a las personas la oportunidad de recibir grandes bendiciones al donar generosamente para el templo”51. En seis meses, los miembros del sur de California habían donado 1,6 millones de dólares para la construcción del templo, el cual fue dedicado en 1956.
Además de contribuir con fondos para el templo y otras edificaciones de la Iglesia, los miembros aportaron trabajo como voluntarios. Cuando se construían centros de reuniones, el presidente Hunter pasaba muchas horas ayudando con la pala, el martillo o la brocha. Asimismo, los miembros prestaban servicio voluntario en los proyectos de bienestar de la Iglesia: granjas de aves, plantaciones de cítricos y fábricas de conservas, entre otras. Durante ocho años, el presidente Hunter desempeñó la asignación de coordinar la labor de doce estacas en estos proyectos; con frecuencia, él mismo ayudaba con la faena. “Él nunca le pedía a nadie que hiciera algo o que aceptara una asignación que él mismo no haría”, comentó un amigo52. Años más tarde, como miembro del Cuórum de los Doce, el élder Hunter dijo:
“Nunca he estado en ningún proyecto de bienestar que fuera triste. He trepado árboles y recogido limones; he pelado frutas, atendido las calderas, cargado cajas, descargado camiones, lavado envases y mil y una cosas más, pero lo que más recuerdo es la risa y el canto, así como la gran hermandad de las personas que participaban en el servicio al Señor”53.
En noviembre de 1953, el presidente y la hermana Hunter viajaron junto con otros miembros de la Estaca Pasadena al templo de Arizona, para hacer ordenanzas. El 14 de noviembre, el presidente Hunter cumplía 46 años. Antes de comenzar una de las sesiones de ese día, el presidente del templo le pidió que dirigiera unas palabras a los que estaban congregados en la capilla. Él escribió más tarde acerca de esta experiencia:
“Mientras le hablaba a la congregación… entraron mi padre y mi madre vestidos de blanco. Yo no tenía conocimiento de que mi padre estuviera preparado para recibir las bendiciones del templo, aunque mi madre había estado esperando eso durante cierto tiempo. Me sentí tan emocionado que no fui capaz de seguir hablando. El presidente Pierce [presidente del templo] se puso a mi lado y explicó el motivo de la interrupción. Cuando mi padre y mi madre llegaron al templo esa mañana, le pidieron al presidente que no me avisaran de su presencia allí, porque deseaban que fuera una sorpresa por mi cumpleaños. Éste fue un cumpleaños que jamás he olvidado, porque en ese día ellos recibieron la investidura y yo tuve el privilegio de ser testigo de su sellamiento, tras lo cual fui sellado a ellos”54.
Unos tres años más tarde, se consumaron los lazos eternos de la familia del presidente Hunter cuando Dorothy fue sellada a sus padres en el Templo de Los Ángeles, California, el cual había sido dedicado recientemente.
Como presidente de estaca, Howard dirigía con amor. Una hermana, que sirvió en un llamamiento de estaca, dijo: “Nos sentíamos valorados, queridos y necesitados… Él hacía que las personas se responsabilizaran al recibir un llamamiento, pero si necesitaban su opinión o consejo, él estaba siempre allí. Nosotros sabíamos que contábamos con todo su apoyo e interés”55. Uno de sus consejeros señaló: “Él elogiaba a las personas por sus logros y les permitía alcanzar altas expectativas”56. Una hermana de la estaca señaló que el presidente Hunter era el maestro que mayor influencia había tenido en ella, y explicó: “Este hombre amaba a los demás, les concedía una gran prioridad, los escuchaba para comprenderlos y compartía con ellos sus experiencias”57.
Para el otoño de 1959, Howard W. Hunter había presidido la Estaca Pasadena durante más de nueve años; su servicio había bendecido a miles de Santos de los Últimos Días del sur de California. Su ministerio estaba a punto de expandirse para bendecir a los miembros de la Iglesia de todo el mundo.
Cuórum de los Doce
“Tú testificarás de mi nombre… y enviarás mi palabra a los extremos de la tierra” (D. y C. 112:4)
El 9 de octubre de 1959, en un descanso entre las sesiones de la conferencia general en Salt Lake City, Howard se enteró de que el presidente David O. McKay deseaba hablar con él. Se dirigió inmediatamente al Edificio de Administración de la Iglesia, donde el presidente McKay lo recibió afectuosamente y le dijo: “Presidente Hunter… el Señor ha hablado. Usted es llamado a ser uno de Sus testigos especiales, y mañana será sostenido como miembro del Cuórum de los Doce”58. Con relación a esta experiencia, Howard escribió:
“No puedo ni intentar explicar el sentimiento que me invadió. Las lágrimas brotaron de mis ojos y no pude hablar. Nunca antes me había sentido tan totalmente humilde como cuando estuve sentado en la presencia de este hombre grande, dulce y amable: el profeta del Señor. Él me habló del gran gozo que esto traería a mi vida, al tener una maravillosa relación con las Autoridades Generales; me dijo que de ahora en adelante, mi vida y mi tiempo serían dedicados al Señor en calidad de Su siervo, y que en lo sucesivo, yo le pertenecía a la Iglesia y al mundo entero… Me rodeó con sus brazos y me aseguró que el Señor me amaría y que yo contaría con la confianza y el apoyo de la Primera Presidencia y del Consejo de los Doce… Yo [le dije que] gustosamente consagraría mi tiempo, mi vida y todo lo que poseía a este servicio”59.
Al salir de la oficina del presidente McKay, fue directo a su cuarto en el hotel y llamó a Claire, que estaba en Provo visitando a su hijo John, su esposa y su bebé. Al principio, Howard apenas podía hablar. Cuando finalmente le habló a Claire acerca del llamamiento, una gran emoción los embargó a ambos.
Al día siguiente, en la sesión de la mañana del sábado de la conferencia general, Howard William Hunter fue sostenido como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles. “Sentí… el peso del mundo sobre mis hombros”, comentó él sobre esa ocasión. “Conforme se siguió desarrollando la conferencia, yo me sentía muy incómodo, y me preguntaba si alguna vez sentiría que ése era mi lugar”60.
El presidente McKay le pidió al élder Hunter que discursara en la sesión del domingo por la tarde de la conferencia. Tras repasar brevemente algunos aspectos de su vida y compartir su testimonio, dijo:
“No me disculpo por las lágrimas que brotan de mis ojos en esta ocasión, porque creo que estoy ante amigos, mis hermanos y hermanas de la Iglesia, cuyos corazones, al igual que el mío, laten de emoción por el Evangelio y el servicio a los demás.
“Presidente McKay… Acepto sin reservas el llamado que me ha extendido, y estoy dispuesto a consagrar mi vida y todo cuanto poseo a este servicio. La hermana Hunter me acompaña en este compromiso”61.
El élder Hunter fue ordenado apóstol el 15 de octubre de 1959. A sus 51 años, él era el miembro más joven de los Doce, cuyo promedio de edad entonces era de cerca de 66 años.
Durante los siguientes dieciocho meses, el élder Hunter alternó entre California y Utah, mientras terminaba el trabajo necesario como abogado y preparaba su mudanza. Uno de sus clientes comentó: “La Iglesia debe de haberle hecho una oferta muy atractiva” para tentarle a dejar un ejercicio tan exitoso como abogado. Con respecto a eso, el élder Hunter escribió en su diario:
“La mayoría de la gente no comprende por qué las personas de nuestra fe responden a llamados a servir, ni entienden el compromiso que hacemos de darlo todo… He disfrutado plenamente del ejercicio de la abogacía, pero este llamado que he recibido hará empalidecer el ejercicio de la profesión y su ganancia monetaria”62.
El ministerio apostólico del élder Hunter abarcaría más de 35 años; en ese período, viajaría a casi todos los países del mundo para cumplir su encargo como testigo especial de Jesucristo (véase D. y C. 107:23).
La Sociedad Genealógica de Utah
“Ofrezcamos… al Señor… un libro que contenga el registro de nuestros muertos, el cual sea digno de toda aceptación” (D. y C. 128:24)
En 1964, la Primera Presidencia nombró al élder Hunter como Presidente de la Sociedad Genealógica de la Iglesia, que antes se llamaba Sociedad Genealógica de Utah. Esa organización fue la precursora del Departamento de Historia Familiar de la Iglesia, y tenía como propósito recolectar, preservar y compartir información genealógica por todo el mundo. El élder Hunter presidió esa sociedad durante ocho años, durante los cuales supervisó cambios de mucha trascendencia que aceleraron, refinaron y expandieron la obra de historia familiar.
Para 1969, la organización había acumulado “más de 670.000 rollos de microfilmes, lo que equivalía a tres millones de tomos de 300 páginas cada uno”. Asimismo, había recolectado “seis millones de registros de grupo familiar completos, un índice de ficheros de tarjetas de 36 millones de personas y una colección de libros de más de 90.000 tomos”63. Cada semana, se añadían cerca de 1.000 rollos nuevos de microfilmes provenientes de todo el mundo. Era una tarea descomunal el procesar todos esos registros y ponerlos a disposición tanto para la investigación como para la obra del templo. Bajo el liderazgo del élder Hunter, la Sociedad Genealógica comenzó a valerse de las tecnologías informáticas más avanzadas para impulsar la obra. Un escritor observó que la sociedad adquirió “renombre mundial entre las organizaciones profesionales por sus actividades vanguardistas en el manejo de los registros”64.
El élder Hunter fue relevado como presidente de la Sociedad Genealógica en 1972. A manera de resumen de la influencia que generó su labor, el élder Richard G. Scott dijo: “Él dedicó una porción significativa de su vida a esta obra; sentó las bases y señaló el rumbo de algo de lo cual la Iglesia aún está cosechando los beneficios”65.
El Centro Cultural Polinesio
“Escuchad, pueblos lejanos; y vosotros los que estáis sobre las islas del mar, oíd juntamente” (D. y C. 1:1).
En 1965, la Primera Presidencia designó al élder Hunter como presidente y director del consejo de administración del Centro Cultural Polinesio en Laie, Hawái. En aquel tiempo, el centro llevaba abierto tan sólo quince meses y afrontaba muchas dificultades. La asistencia de turistas era baja y existían diferentes opiniones en cuanto a los objetivos y programas del centro. Una semana después de su nombramiento, el élder Hunter viajó a Laie y comenzó a estudiar cuidadosamente los puntos fuertes y las carencias del centro.
Bajo el liderazgo del élder Hunter, el Centro Cultural Polinesio llegó a ser una de las atracciones turísticas más populares en Hawái, y atrajo a cerca de un millón de visitantes en 1971. Además, supervisó una gran expansión del centro y de sus programas. También es importante, como lo expresara el élder Hunter, que el centro proporcionó empleos que permitieron que “miles de estudiantes del Pacífico Sur [obtuvieran] ayuda para costear su educación, la mayoría de los cuales [de otra manera] no hubieran podido dejar sus islas para asistir a los centros de estudio”66.
Tras presidir el Centro Cultural Polinesio durante doce años, el élder Hunter fue relevado en 1976. El servicio que prestó contribuyó al cumplimiento de las palabras del presidente David O. McKay, quien dijo en 1955 que el pequeño poblado de Laie tenía el potencial de convertirse en lo siguiente: “Un factor misional, que tendría influencia no en miles, ni en decenas de miles, sino en millones de personas que vendrán procurando saber lo que es esta localidad y su trascendencia”67.
Historiador de la Iglesia
“Es el deber del secretario del Señor, a quien él ha nombrado, llevar una historia y un registro general de la iglesia de todas las cosas que acontezcan en Sión” (D. y C. 85:1).
En enero de 1970, falleció el presidente David O. McKay, y Joseph Fielding Smith fue apartado como nuevo Presidente de la Iglesia. Joseph Fielding Smith venía de servir durante 49 años como Historiador de la Iglesia, y cuando se convirtió en Presidente de la Iglesia, el élder Hunter fue llamado a sucederle en aquella asignación. “El presidente Smith había actuado durante tantos años como Historiador de la Iglesia, que me costaba verme a mí en ese cargo”, dijo68.
El élder Hunter acometió su nueva responsabilidad con su habitual entusiasmo. “Esta asignación constituye un inmenso desafío, tal como el Señor la describe mediante la revelación: el cumplir con las labores de recolectar y escribir la historia de la Iglesia, así como poner el material a la disposición de los miembros de la Iglesia”, dijo69. El periódico de la Iglesia Church News informó que el Historiador de la Iglesia era “responsable de la labor de llevar todos los registros de la Iglesia, lo que abarca las actas de las reuniones, los registros de los templos, todas las ordenaciones, las bendiciones patriarcales, y… la compilación actualizada de la historia de la Iglesia”70.
En 1972, los miembros del Cuórum de los Doce fueron relevados de algunas de sus arduas tareas administrativas para que pudieran dedicar más tiempo a su ministerio apostólico. En consecuencia, el élder Hunter fue relevado como Historiador de la Iglesia, aunque mantuvo una función asesora sobre el Departamento de Historia de la Iglesia. “Esto me permitirá desempeñar una función de dirección, pero estando liberado de la función operacional”, escribió71. Mantuvo esta función de asesor hasta 1978.
Su servicio en la Tierra Santa
Howard W. Hunter desarrolló un amor especial por la Tierra Santa, la cual visitó con su familia en 1958 y 1960. Durante su servicio como apóstol, regresó allí más de veinte veces. “Parecía insaciable su deseo de estar donde caminó y enseñó el Salvador”, dijo el élder James E. Faust, del Cuórum de los Doce72.
Plenamente consciente de los conflictos en la región, el élder Hunter llevó un mensaje de amor y de paz. “Tanto los judíos como los árabes son hijos de nuestro Padre”, dijo. “Ambos son hijos de la promesa y, como Iglesia, no tomamos partido por unos u otros. Los amamos y nos interesamos por cada uno. El propósito del evangelio de Jesucristo es que se establezcan el amor, la unidad y la hermandad en su orden más elevado”73.
Entre 1972 y 1989, el élder Hunter llevó a cabo asignaciones claves para dos proyectos especiales en Jerusalén: el Jardín Conmemorativo Orson Hyde y el Centro de Jerusalén para Estudios del Cercano Oriente de la Universidad Brigham Young (BYU). En los primeros años de la historia de la Iglesia, en 1841, el élder Orson Hyde, del Cuórum de los Doce, ofreció una oración dedicatoria en el Monte de los Olivos, al este de Jerusalén. En 1972, la Primera Presidencia le pidió al élder Hunter que comenzara a buscar posibles lugares para construir el Jardín Conmemorativo Orson Hyde en Jerusalén. En 1975, la ciudad de Jerusalén allanó el camino para lo que llegaría a ser el Jardín Conmemorativo Orson Hyde, construido sobre el Monte de los Olivos.
En los años subsiguientes, el élder Hunter viajó varias veces a Jerusalén para negociar contratos para la obra y supervisar su diseño y construcción. El proyecto se terminó en 1979 y fue dedicado ese año por el presidente Spencer W. Kimball. Tras dirigir el servicio dedicatorio, el élder Hunter expresó su creencia de que el Jardín Conmemorativo ejercería “una gran influencia para el bien al difundir una imagen favorable de la Iglesia”74.
Aun antes de la conclusión del Jardín Conmemorativo Orson Hyde, el élder Hunter ya se hallaba en búsqueda de un terreno donde la Iglesia pudiese construir un centro para el programa de estudios en el extranjero de BYU. El centro también proporcionaría un lugar de reunión para la rama Jerusalén. La supervisión de este proyecto demostraría ser una de las asignaciones más complejas y delicadas del ministerio del élder Hunter.
Los líderes de la Iglesia seleccionaron un terreno, mas la obtención del permiso de arrendamiento del terreno y la aprobación de los planes de construcción, que requerirían casi cinco años de “un trabajo sin fin”75. Tras un exhaustivo debate e intensas negociaciones, el gobierno israelí dio permiso para proceder con la construcción del centro.
Para mayo de 1988, la construcción estaba casi terminada y el contrato de arrendamiento listo para su firma. Para entonces, Howard W. Hunter servía como Presidente en Funciones de los Doce. El año anterior se había sometido a una delicada operación quirúrgica en la espalda y no podía caminar. No obstante, tomó un avión hacia Jerusalén para firmar el contrato. Durante su estancia allí, los estudiantes de BYU y los miembros de la rama Jerusalén realizaron una pequeña recepción para expresar su gratitud. En la historia de la rama se relata la conmovedora escena del comienzo de la recepción: “Hallándose en recuperación de una operación en la espalda, el presidente Hunter entró en silla de ruedas por la puerta principal, llevado por el rector [Jeffrey R.] Holland [de la Universidad Brigham Young], mientras el coro entonaba como bienvenida el himno ‘La ciudad santa’”76. Al presidente Hunter le corrían las lágrimas por las mejillas.
En mayo de 1989, el presidente Hunter volvió a Jerusalén para dedicar el centro. Este servicio dedicatorio fue la culminación de una década de esfuerzos extraordinarios que él y otros hicieron para convertir en realidad el Centro de Jerusalén. “El presidente Howard W. Hunter… fue el hilo conductor y el amoroso atalaya en la torre que veló por este proyecto desde el momento en que era tan sólo un sueño”, dijo el élder Jeffrey R. Holland77. En la oración dedicatoria, el presidente Hunter dijo:
“Este edificio… ha sido construido para albergar a quienes te aman y procuran aprender de Ti y seguir los pasos de Tu Hijo, nuestro Salvador y Redentor. Es hermoso en todos los sentidos, y ejemplifica la belleza de lo que representa. Oh, Padre, te agradecemos el privilegio de edificar esta casa para Ti, para el beneficio y el aprendizaje de Tus hijos e hijas”78.
La Iglesia en expansión
“Porque Sion debe aumentar en belleza y santidad; sus fronteras se han de ensanchar; deben fortalecerse sus estacas” (D. y C. 82:14).
Cuando Howard W. Hunter fue llamado como apóstol en 1959, había 1,6 millones de miembros de la Iglesia. En las décadas siguientes, él desempeñó una función clave en el crecimiento mundial sin precedentes de la Iglesia. En cientos de fines de semana, viajó a estacas para fortalecer a los miembros y llamar a nuevos líderes. Se reunió también con oficiales de gobiernos de muchas naciones, para ayudar a que se abrieran las puertas a la obra misional.
Para 1975, había 3,4 millones de miembros y la Iglesia crecía muy rápidamente, en especial en Latinoamérica. A finales de ese año, el élder Hunter y el élder J. Thomas Fyans, Ayudante de los Doce, fueron asignados a dividir cinco estacas en la Ciudad de México. Tras reunirse con los líderes de la región, y habiendo revisado la información de los presidentes de estaca, el élder Hunter dirigió la organización de quince estacas, partiendo de las cinco iniciales, todo en un solo fin de semana79. Con su modestia característica, escribió: “Dudo que haya habido alguna vez en la Iglesia una organización de tales proporciones, y llegamos a casa muy cansados”80.
Claire, una compañera dedicada
“Mi esposa ha sido una compañera dulce y amorosa”, dijo el élder Hunter cuando fue llamado al Cuórum de los Doce en 195981. Durante muchos años, Claire acompañó regularmente al élder Hunter en sus viajes como apóstol. El presidente Thomas S. Monson recuerda la ocasión en que observó a Claire mostrando su amor por los niños en Tonga: “Ella tomaba en sus brazos a esos dulces niñitos tonganos y se ponía uno sobre cada rodilla mientras les hablaba… y luego, les explicaba a las maestras de la Primaria la bendición y el privilegio que ellas tenían de poder enseñar a esos preciosos niños. Ella conocía el valor del alma humana”82.
En una entrevista que dio en 1974, el élder Hunter se refirió a Claire, diciendo: “En todo nuestro matrimonio… ella siempre me ha sustentado con amor, consideración y aliento… Ha sido un gran apoyo”83.
Para la fecha de esa entrevista, Claire ya había comenzado a experimentar graves problemas de salud. Al principio, ella tenía fuertes dolores de cabeza, con ocasionales pérdidas de memoria y desorientación. Posteriormente, sufrió varios derrames pequeños que le dificultaron el habla y el control de las manos. Cuando llegó el tiempo en que necesitaba atención constante, el élder Hunter se dispuso a brindarle su máxima atención sin descuidar sus responsabilidades como miembro del Cuórum de los Doce. Él hizo arreglos para que alguien pudiera estar con Claire durante el día, y él la cuidaba por las noches. Durante estos años, el élder Hunter tuvo sus propios problemas de salud, como un ataque al corazón en 1980.
Claire sufrió una hemorragia cerebral en 1981 y otra en 1982. La segunda la dejó tan incapacitada que los médicos insistieron en internarla en un centro de salud para prestarle la debida atención médica. Permaneció los últimos dieciocho meses de su vida internada en esa institución, donde el presidente Hunter la visitaba al menos una vez al día, salvo cuando se hallaba de viaje por asignación de la Iglesia. Aunque Claire no lo reconocía la mayor parte del tiempo, él seguía diciéndole que la amaba y se aseguraba de que estuviera cómoda. Uno de los nietos dijo: “Él siempre tenía prisa por ir a verla y por estar a su lado y cuidarla”84. Su hijo, Richard Hunter, escribió acerca de los cuidados de su padre hacia su madre:
“Mi madre tuvo la mejor atención posible en sus últimos años, gracias a que Papá la cuidaba. Toda la familia observaba con admiración y respeto cómo él asumía la función de cuidador… Recuerdo lo agobiado que se sintió cuando el doctor le advirtió [que] lo peor que podría pasarle a ella sería permanecer en casa y no ingresar en una institución especializada. Si se quedaba en casa, debido a las limitaciones físicas de él, probablemente los esfuerzos de cuidarla le causarían la muerte a él. Entonces, ella quedaría sola para recibir los cuidados. La devoción de él hacia ella es una de las cosas que siempre atesoraremos en la familia”85.
Claire falleció el 9 de octubre de 1983. El élder James E. Faust, quien observó cómo el élder Hunter atendió a Claire durante sus padecimientos durante más de diez años de enfermedad, dijo: “La ternura tan evidente en su forma de comunicarse era conmovedora y emotiva. Nunca he visto un ejemplo semejante de devoción de un marido hacia su mujer”86.
Presidente del Cuórum de los Doce
El presidente Spencer W. Kimball falleció en noviembre de 1985, y Ezra Taft Benson le sucedió como Presidente de la Iglesia. Marion G. Romney se convirtió en el Presidente del Cuórum de los Doce, por ser el miembro más antiguo del Cuórum. Debido a la precaria salud del presidente Romney, el élder Hunter, quien le seguía en antigüedad, fue apartado como Presidente en Funciones de los Doce, y pasó a ser el Presidente de los Doce en junio de 1988, unas dos semanas después del fallecimiento del presidente Romney.
El presidente Hunter sirvió durante ocho años y medio como Presidente en Funciones o Presidente del Cuórum de los Doce. En ese período, el ministerio mundial de los Doce continuó expandiéndose conforme la Iglesia crecía de 5,9 millones a 8,7 millones de miembros, con barrios y ramas en 149 naciones y territorios. “Éste es un tiempo emocionante en la historia de la Iglesia”, dijo el presidente Hunter en 1988. “Hoy día, andando no se avanza lo suficientemente rápido. Debemos ir corriendo para mantener la marcha e impulsar la obra hacia adelante”87. En el cumplimiento de la responsabilidad de ser testigo de Jesucristo y edificar la Iglesia por todo el mundo, el presidente Hunter guió mediante su ejemplo. Como Presidente de los Doce, viajó por los Estados Unidos y fue a más de 25 naciones.
El presidente Hunter siguió adelante a pesar de experimentar numerosos contratiempos con su salud. En 1986, se sometió a una cirugía a corazón abierto, y en 1987, a una cirugía de la espalda. Aunque su espalda sanó, no podía caminar debido a los daños en los nervios y otras complicaciones. En la conferencia de octubre, dio su mensaje de conferencia general sentado en una silla de ruedas. “Perdónenme si permanezco sentado mientras hago estos comentarios”, fueron sus palabras iniciales. “No es que prefiera hablar desde una silla de ruedas, pero veo que ustedes parecen disfrutar de la conferencia sentados; por lo tanto, seguiré su ejemplo”88.
Firme en su determinación de recuperar la movilidad de sus piernas, el presidente Hunter se sometió a un agotador régimen de fisioterapia. En la siguiente conferencia general, en abril de 1988, se dirigió lentamente al púlpito valiéndose de un andador. En diciembre, caminó apoyándose en un andador para asistir a la reunión semanal de la Primera Presidencia y los Doce en el templo; por primera vez en más de un año, no iba en silla de ruedas. “Cuando entré en la sala del consejo, los hermanos se pusieron de pie y aplaudieron”, dijo. “Es la primera vez que oía aplausos en el templo… La mayoría de los médicos me dijeron que nunca más podría ponerme de pie ni andar, pero ellos no tomaron en cuenta el poder de la oración”89.
En abril de 1990, al término de una reunión del Cuórum de los Doce, el presidente Hunter preguntó: “¿Alguien tiene algún asunto que tratar, que no esté en la agenda?”. Como nadie dijo nada, él dijo: “Bien, entonces… si nadie tiene nada que decir, pensé que debía comunicarles que esta tarde me voy a casar”. Un miembro de los Doce dijo que el anuncio fue tan sorprendente, que “todos nos preguntábamos si habíamos oído correctamente”. El presidente Hunter explicó a sus hermanos: “Inis Stanton es una conocida de California de hace muchos años. La he estado visitando durante algún tiempo y he decidido casarme”90. Inis había sido miembro del Barrio El Sereno cuando el presidente Hunter era obispo. Sus vidas volvieron a cruzarse cuando Inis se mudó a Utah y trabajó de recepcionista en el Edificio de las Oficinas Generales de la Iglesia. Se casaron en el Templo de Salt Lake, el 12 de abril de 1990. La ceremonia la ofició el presidente Gordon B. Hinckley.
Habían transcurrido casi siete años desde la muerte de Claire. Inis fue una fuente de consuelo y fortaleza para el presidente Hunter durante su servicio como Presidente del Cuórum de los Doce y como Presidente de la Iglesia. Ella lo acompañó en la mayoría de sus viajes para reunirse con los santos de todo el mundo.
El 7 de febrero de 1993, el presidente Hunter acudió a la Universidad Brigham Young para hablar en un devocional al que asistieron 17.000 personas. Cuando estaba comenzando su mensaje, un hombre irrumpió en el estrado portando un maletín en una mano y un objeto negro en la otra. “¡Deténgase ahí mismo!”, le gritó. Él amenazó con detonar lo que afirmaba que era una bomba, a menos que el presidente Hunter leyera una declaración que traía preparada. El presidente Hunter rehusó hacerlo y permaneció firme ante el púlpito mientras el hombre continuaba amenazándolo. Ante el temor y la conmoción que cundió en el auditorio, la audiencia comenzó a cantar “Te damos, Señor, nuestras gracias”. Tras unos minutos de suspenso, dos guardias de seguridad apresaron al hombre, mientras otros colocaron al presidente Hunter en el suelo como medida de seguridad. Una vez restablecido el orden, descansó brevemente y después continuó con su mensaje. Comenzó leyendo: “La vida nos depara un buen número de desafíos”, y se detuvo para agregar: “como acaba de demostrarse”91.
Durante los veinte años previos, el presidente Hunter había pasado por numerosas pruebas, entre otras, la salud en declive y el fallecimiento de Claire, numerosas hospitalizaciones al padecer varias enfermedades, dolores intensos y discapacidad física. Sus enseñanzas durante esos años se centraron frecuentemente en la adversidad y dio testimonio del Salvador Jesucristo como la fuente de paz y de ayuda en tiempos de dificultades. En un sermón enseñó:
“Los profetas y los apóstoles de la Iglesia han afrontado… dificultades personales. Reconozco que he hecho frente a algunas, y seguramente ustedes se enfrentarán a las suyas ahora o más adelante. Cuando esas experiencias nos refinan, nos hacen más humildes, nos enseñan y nos bendicen, se tornan en poderosos instrumentos en las manos de Dios para convertirnos en personas mejores, más agradecidas, más afectuosas y más consideradas hacia los demás en sus propios momentos de adversidad”92.
Para las personas que estaban afligidas, estas enseñanzas fueron como un abrazo lleno de amor. Las palabras inspiradas del presidente Howard W. Hunter alentaron a muchos a volverse al Salvador, tal como él mismo había hecho.
Presidente de la Iglesia
“El presidente Hunter es uno de los hombres más llenos de amor y de los atributos de Cristo que hayamos conocido. Su capacidad espiritual es tan profunda que no podemos apreciarla en toda su magnitud. Al haber estado bajo la influencia inspirada del Señor Jesucristo como uno de Sus testigos especiales a lo largo de tantos años, la espiritualidad del presidente Hunter ha sido refinada de un modo extraordinario; es el manantial de todo su ser” (James E. Faust)93.
El 30 de mayo de 1994, el presidente Ezra Taft Benson falleció tras una prolongada enfermedad. Seis días después, el Cuórum de los Doce Apóstoles se reunió en el Templo de Salt Lake para reorganizar la Primera Presidencia. Por ser el apóstol de mayor antigüedad, Howard W. Hunter fue apartado como Presidente de la Iglesia. Él llamó como consejeros a Gordon B. Hinckley y a Thomas S. Monson, quienes habían servido como consejeros del presidente Benson.
En una conferencia de prensa celebrada al día siguiente, el presidente Hunter hizo sus primeras declaraciones públicas como Presidente de la Iglesia: “Nuestros corazones están conmovidos desde el fallecimiento de nuestro amigo y hermano Ezra Taft Benson”, dijo al comenzar. “Me afecta su partida en lo personal, en vista de las nuevas responsabilidades que ahora han recaído sobre mí. He derramado muchas lágrimas y he buscado a mi Padre Celestial mediante oraciones sinceras con el deseo de estar a la altura de este santo e importante llamamiento que ahora asumo.
“En los últimos días transcurridos, mi mayor fortaleza ha sido mi testimonio perdurable de que ésta es la obra de Dios y no la de los hombres, que Jesucristo es la cabeza autorizada y viviente de esta Iglesia y que Él la dirige de palabra y obra. Consagro mi vida, mis fuerzas y mi alma por entero, a servir a Dios cabalmente”94.
Después de expresar su amor, el presidente Hunter extendió dos invitaciones a los miembros de la Iglesia. La primera era a ser más diligentes en seguir el ejemplo de Jesucristo, y la segunda, a participar más plenamente de las bendiciones del templo (véanse las páginas 1–3). También invitó a los que estaban lastimados, tenían problemas y sentían temor: “Vuelvan… permítannos estar con ustedes y enjugar sus lágrimas”95.
No obstante su delicado estado de salud, el presidente Hunter estaba decidido a hacer todo lo posible para estar con los santos y fortalecerlos. Dos semanas después de su llamamiento como Presidente de la Iglesia, dio sus primeros mensajes oficiales ante los nuevos presidentes de misión, y posteriormente ante más de 2.200 misioneros. Ese mismo mes fue a Carthage y a Nauvoo, Illinois, para conmemorar el 150 aniversario del martirio de José y Hyrum Smith. “En todo lugar a donde íbamos, las personas se aglomeraban a su alrededor”, dijo el presidente Gordon B. Hinckley. “Estrechó la mano de miles, con una sonrisa particular para los niños que se acercaban a mirarle a los ojos y darle la mano”96.
El 1 de octubre de 1994, en la sesión del sábado por la mañana de la conferencia general, los miembros de la Iglesia sostuvieron formalmente a Howard W. Hunter como Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y como profeta, vidente y revelador. En su mensaje de apertura, el presidente Hunter repitió las invitaciones que hizo a los miembros de la Iglesia de seguir el ejemplo del Salvador y de “considerar el templo como el gran símbolo de su condición de miembros”97. La semana siguiente, volvió a hacer hincapié en los templos cuando viajó a Florida para dedicar el Templo de Orlando, Florida. “El plan del Evangelio que el Señor reveló no está completo sin un templo”, enseñó, “porque es allí donde se administran las ordenanzas necesarias para Su plan de vida y salvación”98.
En noviembre, el presidente Hunter habló en una transmisión vía satélite de conmemoración del centenario de la Sociedad Genealógica; un acto revestido de una significación especial para él, por haber presidido esa organización de 1964 a 1972. “Al mirar atrás, contemplo con asombro el tapiz que ha tejido el Señor para impulsar la obra del templo y de historia familiar”, dijo. Luego declaró: “Traigo un mensaje que es primordial: se debe apresurar esta obra”99.
El presidente Hunter continuó trabajando enérgicamente hasta el final del año. En el Devocional de Navidad de la Primera Presidencia, testificó del Salvador y recalcó de nuevo la importancia de seguir Su ejemplo:
“El Salvador dedicó Su vida a bendecir a las personas… jamás dio de Sí esperando recibir algo a cambio. Dio libre y amorosamente, y Sus dádivas fueron de valor inestimable. Dio ojos a los ciegos, oídos a los sordos y piernas a los cojos; pureza a los impuros, salud a los enfermos y vida a los muertos. Sus dádivas fueron la oportunidad al afligido, libertad al oprimido, perdón al arrepentido, esperanza al desesperado y luz en la oscuridad. Nos dio Su amor, Su servicio y Su vida. Y lo que es más importante, nos dio a nosotros y a todos los seres mortales la resurrección, la salvación y la vida eterna¨.
“Debemos esmerarnos por dar como Él dio. El dar de uno mismo es una dádiva santa. Damos como recordatorio de todo lo que el Salvador ha dado”100.
Como parte de su discurso, también adaptó un mensaje que se había publicado en una revista el mismo año en que fue llamado como apóstol:
“Esta Navidad, resuelvan una discrepancia. Busquen a un amigo olvidado; desechen una sospecha y reemplácenla con la confianza; escriban una carta; den una respuesta amable; alienten a la juventud; manifiesten su lealtad de palabra y obra. Guarden una promesa; olviden una ofensa; perdonen a un enemigo; pidan disculpas; traten de comprender; examinen lo que exigen de los demás; piensen primero en alguien más. Sean bondadosos, amables; rían un poco más; expresen gratitud; den la bienvenida a un desconocido. Hagan feliz a un niño; regocíjense en la belleza y en la maravilla de la tierra. Expresen su amor con palabras y vuelvan a hacerlo”101.
A la semana siguiente, el presidente Hunter viajó a la Ciudad de México para organizar la estaca número dos mil de la Iglesia. Hacía diecinueve años que él había dirigido la organización de quince estacas, partiendo de cinco existentes, en un solo fin de semana. El presidente Gordon B. Hinckley describió la creación de la estaca número dos mil como “un hito significativo en la historia de la Iglesia”102.
Durante aquellos meses, estando una noche el hijo del presidente Hunter, Richard, en el Edificio Conmemorativo José Smith, vio que una de las anfitrionas [personas que reciben a los visitantes] se desplazaba en una silla de ruedas. “Me di cuenta de que no tenía experiencia en eso”, dijo. “Fui a conversar con ella y le comenté que mi padre tenía una silla de ruedas justo igual a la de ella. Ella me dijo que el profeta de su Iglesia también tenía una silla de ruedas igual a la suya. Ella dijo que si él puede con ello, quizás entonces ella también pueda. Eso le daba esperanza. Creo que había muchas personas que amaban a mi padre. Probablemente una de las razones sea que podían ver que él padecía sufrimientos tal como ellos y que sobrellevaba esa carga de sufrimiento; y esto les concedía esperanzas”103.
A comienzos de 1995, el presidente Hunter dedicó el Templo de Bountiful, Utah. Presidió seis sesiones dedicatorias, tras lo cual se sintió tan fatigado que fue ingresado en un hospital. Pocos días después de haber sido dado de alta, la Iglesia publicó una declaración que informaba de que padecía de cáncer de próstata y que se había extendido a los huesos. El presidente Hunter no volvió a aparecer en público en las últimas seis semanas de su vida, pero siguió reuniéndose con sus consejeros y dirigiendo los asuntos de la Iglesia desde su residencia. “Me siento agradecido de que haya tenido la oportunidad de dedicar [ese templo]”, dijo el presidente Gordon B. Hinckley, “en particular a la luz de la petición que extendió a los miembros de la Iglesia de ‘considerar el templo como el gran símbolo de [su] condición de miembros’”104.
El presidente Howard W. Hunter falleció el 3 de marzo de 1995, a la edad de 87 años. Sus últimas palabras a quienes rodeaban su lecho fueron expresadas “con voz muy suave y dulce: ‘Gracias’”105. Aunque había sido Presidente de la Iglesia durante sólo nueve meses, su influencia había sido profunda. “Los miembros de la Iglesia de todo el mundo se han sentido unidos a él de una manera especial como su profeta, vidente y revelador”, dijo el élder James E. Faust. “Han visto en él la personificación de los atributos del Salvador mismo. De un modo extraordinario han respondido a sus mensajes proféticos de hacer que nuestras vidas se asemejen más a la de Cristo y de hacer del templo el centro de nuestra adoración”106.
En el funeral del presidente Hunter, el presidente Gordon B. Hinckley dijo a modo de tributo:
“Un majestuoso árbol del bosque ha caído, dejando un vacío. Una fortaleza grande y apacible nos ha dejado.
“Se ha hablado mucho sobre sus sufrimientos, pero creo que éstos duraron más y eran más profundos y agudos de lo que ninguno de nosotros imagina; llegó a desarrollar una gran tolerancia al dolor y no se quejaba. El mero hecho de que haya vivido hasta una edad tan avanzada es un milagro. Su sufrimiento consoló y mitigó el dolor de muchos otros que sufren, pues sabían que él comprendía el peso de su carga; él extendía la mano a esas personas con un amor especial.
“Se ha hablado mucho de su bondad, su consideración, su cortesía hacia los demás. Todo eso es totalmente cierto. Se ciñó al modelo del Señor, a quien él servía. Era un hombre callado y reflexivo, pero también podía erguirse para expresar opiniones fuertes y sabias…
“El hermano Hunter era gentil y amable, pero también podía ser fuerte y persuasivo en sus declaraciones… Él estaba instruido en la abogacía y sabía cómo presentar un asunto. Presentaba las premisas en forma ordenada y de ellas extraía su conclusión. Cuando hablaba, todos le escuchábamos. Sus sugerencias generalmente se imponían, pero cuando no eran aceptadas, él tenía la flexibilidad para dejar de abogar por ellas…
“Durante los treinta y seis años en los que llevó el manto del santo apostolado, la suya ha sido una voz potente y orientadora que declaraba las enseñanzas del evangelio de Jesucristo y que llevaba adelante la obra de la Iglesia. Ha viajado por toda la tierra como ministro capacitado y veraz al servicio del Maestro…
“Howard W. Hunter, profeta, vidente y revelador, tenía un testimonio seguro y certero de la viva realidad de Dios, nuestro Padre Eterno. Expresó con gran convicción su testimonio de la divinidad del Señor Jesucristo, el Redentor de la humanidad. Habló con amor por el profeta José Smith y por todos los que le siguieron en [la] línea de sucesión hasta los tiempos del propio presidente Hunter…
“Que Dios consagre su memoria para nuestro bien”107.