Capítulo 4
El Cuórum de la Primera Presidencia
Introducción
El 18 de marzo de 1833, se organizó la Primera Presidencia, con el profeta José Smith como Presidente, y Sidney Rigdon y Frederick G. Williams como consejeros (véase History of the Church, tomo I, pág. 334; véanse también D. y C. 81; 90, incluso el encabezamiento de las secciones). Las revelaciones posteriores dieron más información acerca de la Primera Presidencia, la cual actualmente funciona como el más alto cuórum del sacerdocio de la Iglesia, con el “derecho de oficiar en todos los oficios de la iglesia” (D. y C. 107:9; véase también D. y C. 124:126).
El Cuórum de la Primera Presidencia consiste en el Presidente y, por lo general, pero no siempre, dos consejeros. La mayoría de las veces, aunque no siempre, los consejeros se eligen de entre los miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles. Esos “tres Sumos Sacerdotes Presidentes… forman un cuórum de la Presidencia de la iglesia” (D. y C. 107:22). Sobre ellos descansa la responsabilidad de dirigir el Reino de Dios sobre la tierra (véase D. y C. 90:12–16). El Señor hizo hincapié en la importancia de la Primera Presidencia cuando declaró: “… quien me recibe a mí, recibe a los de la Primera Presidencia, a quienes he enviado, a quienes te he puesto por consejeros, por causa de mi nombre” (D. y C. 112:20).
Este capítulo aumentará tu conocimiento de cómo la Primera Presidencia preside y dirige la obra del Señor en la tierra.
Comentarios
4.1
Un precursor de la Primera Presidencia en la Iglesia del Nuevo Testamento
El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó que el precursor del Cuórum de la Primera Presidencia de nuestros últimos días se encuentra en la organización de la Iglesia de Jesucristo en el Nuevo Testamento:
“El hecho de que Pedro, Santiago y Juan fueron separados de los otros Apóstoles y se les dio una autoridad especial, fue el precursor del Cuórum de la Primera Presidencia en nuestros días. Debe quedar perfectamente claro, de lo que está escrito, que esos tres Apóstoles formaron tal presidencia… Para los Santos de los Últimos Días queda sumamente claro que esos tres hombres eran una Presidencia, debido al hecho de que los tres fueron al profeta José Smith y a Oliver Cowdery y les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec” (Seek Ye Earnestly, 1970, págs. 207–208; énfasis agregado).
4.2
El establecimiento de la Primera Presidencia
El siguiente cuadro señala algunos de los acontecimientos en el establecimiento de la Primera Presidencia:
Fecha |
Acontecimiento |
---|---|
6 de abril de 1830 |
Se organizó la Iglesia y José Smith “fue llamado por Dios y ordenado apóstol de Jesucristo, para ser el primer élder de esta iglesia”; Oliver Cowdery fue “también llamado por Dios, apóstol de Jesucristo, para ser el segundo élder de esta iglesia” (D. y C. 20:2–3). |
11 de noviembre de 1831 |
El profeta José Smith recibió la revelación que se registró en Doctrina y Convenios 107:59–100; los versículos 64–66 hablan del “presidente del sumo sacerdocio de la Iglesia” (véase en la edición de Robin Scott Jensen, Robert J. Woodford y Steven C. Harper, Revelations and Translations: Manuscript Revelation Books, ed. facsímil, tomo I de la serie Revelations and Translations de The Joseph Smith Papers, editado por Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman, 2009, págs. 216–219). |
25 de enero de 1832 |
“José Smith fue sostenido y ordenado Presidente del Sumo Sacerdocio” en una conferencia de élderes, sumos sacerdotes y miembros de la Iglesia en Amherst, Ohio (D. y C. 75, encabezamiento de la sección; véanse también D. y C. 82, encabezamiento de la sección; History of the Church, tomo I, pág. 243, nota al pie de página). |
Marzo de 1832 |
El profeta José Smith recibió revelación sobre la futura función de la Primera Presidencia (véase D. y C. 81:1–2). “La revelación… debe considerarse como un paso hacia la organización formal de la Primera Presidencia, en la que se requería específicamente el oficio de consejero en ese grupo y se explicaba la dignidad de dicho nombramiento” (D. y C. 81, encabezamiento de la sección). |
26 de abril de 1832 |
Durante un “concilio general de la Iglesia” en el condado de Jackson, Misuri, “José Smith fue sostenido como Presidente del Sumo Sacerdocio, oficio al cual previamente había sido ordenado” (D. y C. 82, encabezamiento de la sección). |
8 de marzo de 1833 |
El profeta José Smith recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 90, “un paso adicional en el establecimiento de la Primera Presidencia” (encabezamiento de la sección). En esa revelación, el Señor indicó que Sidney Rigdon y Frederick G. Williams debían servir como consejeros de la Primera Presidencia (véase el versículo 6). |
18 de marzo de 1833 |
Sidney Rigdon y Frederick G. Williams fueron apartados como consejeros de la Primera Presidencia. El profeta José Smith registró: “El élder Rigdon expresó el deseo de que él y el hermano Frederick G. Williams fueran ordenados a los oficios para los que habían sido llamados… de acuerdo con la revelación dada el 8 de marzo de 1833… Por lo tanto, puse mis manos sobre los hermanos Sidney y Frederick y los ordené para que tomaran parte conmigo en la posesión de las llaves de este último reino y para que me ayudaran en la Presidencia del Sumo Sacerdocio, como mis consejeros” (véase Liahona, octubre de 1993, pág. 41). |
28 de marzo de 1835 |
El profeta José Smith recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 107:1–58, que define aún más a la Primera Presidencia como el cuórum presidente de la Iglesia: “Del Sacerdocio de Melquisedec, tres Sumos Sacerdotes Presidentes, escogidos por el cuerpo, nombrados y ordenados a ese oficio, y sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la iglesia, forman un cuórum de la Presidencia de la iglesia” (D. y C. 107:22). |
4.3
La autoridad de la Primera Presidencia
Los miembros de la Primera Presidencia son los sumos sacerdotes presidentes de toda la Iglesia. Como tales, la Primera Presidencia es la autoridad terrenal final en todos los asuntos. El Señor indicó el alcance de su autoridad cuando declaró:
“Además, de cierto os digo, los asuntos más importantes y los casos más difíciles de la iglesia, en caso de disconformidad con el fallo del obispo o de los jueces, serán remitidos y llevados al consejo de la iglesia, ante la presidencia del sumo sacerdocio.
“Y la presidencia del consejo del sumo sacerdocio tendrá el poder de llamar a otros sumos sacerdotes, hasta doce, para que ayuden como consejeros; y de esta manera la presidencia del sumo sacerdocio y sus consejeros tendrán el poder de decidir en cuanto al testimonio, de acuerdo con las leyes de la iglesia.
“Y después de esta decisión, ya no se recordará más ante el Señor; porque este es el consejo más alto de la iglesia de Dios, y el que da el fallo final cuando hay controversias respecto de asuntos espirituales” (D. y C. 107:78–80; énfasis agregado).
El presidente Stephen L Richards (1879–1959), de la Primera Presidencia, explicó que la Primera Presidencia tiene la autoridad para interpretar doctrina:
“¿Quién tiene derecho a interpretar la doctrina de la Iglesia…? Estoy seguro de que, tras seria reflexión, entre los miembros no existe una verdadera diferencia de opinión en cuanto a ese asunto. Ha quedado tan bien establecido por las revelaciones que hemos recibido y la práctica de la Iglesia que el Presidente y sus consejeros están investidos con esa autoridad, que no puedo creer que ningún miembro lo dispute seriamente. En el idioma de la revelación, ellos, la Presidencia, constituyen ‘un cuórum… a fin de recibir los oráculos para toda la iglesia’ [D. y C. 124:126]. Ellos son la corte suprema aquí en la tierra para la interpretación de la ley de Dios.
“En el ejercicio de sus funciones y poderes delegados, ellos se rigen por una constitución, una parte de la cual está escrita y otra que no lo está. La parte escrita consiste en Escritura auténtica, antigua y moderna, y en las declaraciones registradas de nuestros profetas de los últimos días. La parte no escrita es el espíritu de revelación y la inspiración divina que se relacionan con su llamamiento” (en Conference Report, octubre de 1938, págs. 115–116; énfasis agregado).
4.4
La preeminencia del Presidente de la Iglesia
El 8 de marzo de 1833, el Señor le dijo al profeta José Smith que a los consejeros de la Primera Presidencia “se les considera igual que [al presidente] en la posesión de las llaves de este último reino” (D. y C. 90:6). El Presidente de la Iglesia, sin embargo, preside este cuórum del sacerdocio y dirige el trabajo de sus consejeros.
El élder John A. Widtsoe (1872–1952), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que el Presidente de la Iglesia dirige el trabajo de la Primera Presidencia.
“A José Smith se le dieron dos consejeros, y los tres integraban la Primera Presidencia de la Iglesia (18 de marzo de 1833). A esto le precedió una revelación, el 8 de marzo de 1833, que declaraba que ‘por tu conducto [José Smith] se darán los oráculos a otro, sí, a la iglesia’ [D. y C. 90:4]. Se mantuvo la preeminencia del Presidente de la Iglesia. No tardó en debatirse entre la gente el asunto de si los consejeros poseían el mismo poder que el Presidente. ¿Qué podían hacer los consejeros sin designación directa del presidente? Esas preguntas recibieron respuesta en una reunión del 16 de enero de 1836. El Profeta dijo allí: ‘Los Doce no tienen que responder a nadie sino a la Primera Presidencia… y donde yo no estuviere, no habrá Primera Presidencia sobre los Doce’ [en History of the Church, tomo II, pág. 374; cursiva agregada]. En otras palabras, si el presidente muriese, los consejeros no tendrían autoridad. Los consejeros no poseen el poder del Presidente y no pueden actuar en asuntos de la Iglesia sin la dirección y el consentimiento del Presidente” (Joseph Smith: Seeker after Truth, Prophet of God, 1951, pág. 303; énfasis agregado).
4.5
La Primera Presidencia preside la Iglesia
El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) destacó la función que tiene la Primera Presidencia de gobernar la Iglesia:
“… en la actualidad tenemos en la Iglesia de Jesucristo el cuórum de la Primera Presidencia, aparte del Consejo de los Doce. Bajo la dirección de la Primera Presidencia, los Apóstoles obran en todos los asuntos en el sacerdocio y en la Iglesia” (véase Doctrina de Salvación, comp. de Bruce R. McConkie, 1979, tomo III, pág. 144; énfasis agregado).
En calidad de “consejo más alto de la iglesia de Dios” (D. y C. 107:80), la Primera Presidencia dirige la Iglesia con juicios inspirados tocante a todos los asuntos, tanto espirituales como temporales. El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó:
“Por revelación, al Presidente de la Iglesia se le han dado consejeros [véase D. y C. 107:78–80]…
“El poder supremo del gobierno de la Iglesia se confiere al Presidente y a sus consejeros. La Primera Presidencia preside todos los consejos, todos los cuórums y todas las organizaciones de la Iglesia, con el poder supremo de designar y el poder de nominar [véase D. y C. 107:9]. La Primera Presidencia puede delegar estos poderes de designar, nombrar y presidir a otras personas a quienes ellos elijan y a quienes el pueblo sostenga para representar a la Presidencia en el gobierno de la Iglesia.
“Los miembros de la Primera Presidencia son los oráculos vivientes de Dios y los jueces supremos [encargados de tomar decisiones] e intérpretes de la ley de la Iglesia. Supervisan el trabajo de toda la Iglesia en todos los asuntos referidos a las normas, la organización y la administración. Ninguna parte de la obra de la Iglesia está por encima de la autoridad de ellos” (“The First Presidency and the Council of the Twelve”, Improvement Era, noviembre de 1966, pág. 978).
El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, dijo:
“La Primera Presidencia tiene la responsabilidad máxima de los asuntos del Reino de Dios sobre la tierra. En cuanto a ellos, el Señor ha dicho:
“‘Del Sacerdocio de Melquisedec, tres Sumos Sacerdotes Presidentes, escogidos por el cuerpo, nombrados y ordenados a ese oficio, y sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la iglesia, forman un cuórum de la Presidencia de la iglesia…
“‘Y la presidencia del consejo del sumo sacerdocio tendrá el poder de llamar a otros sumos sacerdotes, hasta doce, para que ayuden como consejeros; y de esta manera la presidencia del sumo sacerdocio y sus consejeros tendrán el poder de decidir en cuanto al testimonio, de acuerdo con las leyes de la iglesia’ [D. y C. 107:22, 79]” (véase “Las responsabilidades de los pastores”, Liahona, julio de 1995, pág. 53).
4.6
La importancia de los consejeros de la Primera Presidencia
El élder William R. Walker, de los Setenta, enseñó que la Primera Presidencia es el modelo que otras presidencias de la Iglesia deben seguir:
“Cada uno de los que prestamos servicio en cualquier presidencia de la Iglesia debe ver a la Primera Presidencia como el modelo y ejemplo que queremos seguir al llevar a cabo nuestra mayordomía. Debemos esforzarnos por ser como ellos y trabajar juntos en amor y armonía como ellos lo hacen.
“El presidente Gordon B. Hinckley con frecuencia habló de la importancia de los consejeros. Él dijo: ‘El Señor puso [a los consejeros] ahí con un propósito’ (Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 94).
“El presidente Hinckley nos instruyó, además: ‘Todas las mañanas, salvo los lunes, la Primera Presidencia se reúne, si estamos en la ciudad. Le pido al presidente [James E.] Faust que presente los asuntos que tenga, los analizamos y tomamos decisiones. Luego le pido al presidente [Thomas S.] Monson que presente sus asuntos, los analizamos y tomamos decisiones. Después, yo presento los asuntos que deseo, los analizamos y tomamos decisiones. Trabajamos juntos… No se puede funcionar solo en una presidencia. Los consejeros, ¡qué cosa maravillosa son! Evitan que uno haga lo incorrecto, y lo ayudan a hacer lo correcto’ (Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 95; véase también “En… [los] consejeros hay seguridad”, Liahona, enero de 1991, págs. 55–58).
“Un consejero del presidente Joseph F. Smith una vez describió la forma en la que la Primera Presidencia deliberaba: ‘Cuando se presentaba un caso [al Presidente de la Iglesia] para evaluar, él y sus consejeros lo analizaban y lo consideraban con cuidado hasta que llegasen a la misma conclusión’ (Anthon H. Lund, en Conference Report, junio de 1919, pág. 19; cursiva agregada).
“Ese debería ser nuestro modelo en las presidencias.
“Las revelaciones nos enseñan a tomar decisiones en cuórums y presidencias ‘con toda rectitud, con santidad y humildad de corazón, mansedumbre y longanimidad, y con fe, y virtud, y conocimiento, templanza, paciencia, piedad, cariño fraternal y caridad’ (D. y C. 107:30).
“El Señor nos ha dado el modelo” (“Tres sumos sacerdotes presidentes”, Liahona, mayo de 2008, pág. 39; énfasis agregado).
4.7
Los consejeros llevan a cabo el trabajo de la Primera Presidencia si el presidente está enfermo
El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) explicó cómo el trabajo de la Primera Presidencia sigue adelante aun cuando el Presidente de la Iglesia esté enfermo o no le sea posible desempeñar sus deberes:
“Cuando el Presidente está enfermo o incapacitado para cumplir todas las funciones de su oficio, sus dos consejeros forman el Cuórum de la Primera Presidencia y llevan a cabo los deberes cotidianos de la Presidencia. En circunstancias extremas, cuando solo uno de ellos esté en condiciones de cumplir esa labor, puede hacerlo bajo la autoridad del oficio de la Presidencia, como se explica en Doctrina y Convenios, sección 102, versículos 10–11” (véase “La obra sigue adelante”, Liahona, julio de 1994, págs. 65–66, énfasis agregado).
Tres años y medio antes, el presidente Gordon B. Hinckley compartió su experiencia personal como consejero de dos presidentes de la Iglesia que estuvieron enfermos durante un período de tiempo prolongado:
“Durante la época en que el presidente Kimball estuvo enfermo, la salud del presidente Tanner empezó a decaer y finalmente falleció. Entonces se llamó al presidente Romney como Primer Consejero y a mí como Segundo Consejero del presidente Kimball. Luego, el presidente Romney enfermó, dejando así en mis manos una carga de responsabilidad que era casi abrumadora. Con frecuencia buscaba el consejo de mis hermanos de los Doce, y no puedo agradecerles suficiente su comprensión y la sabiduría de sus decisiones. En asuntos en que la norma estaba ya bien establecida, seguíamos adelante; pero nunca se anunció ni se puso en práctica una norma, ni se cambió una práctica establecida, sin sentarnos primero con el presidente Kimball y recibir su pleno consentimiento y su completa aprobación.
“En esas oportunidades en que iba a hablar con él, llevaba siempre conmigo a un secretario que anotaba en un registro la conversación detallada. Les puedo asegurar, mis queridos hermanos, que nunca me adelanté a sabiendas al Profeta, que nunca tuve ningún deseo de actuar por encima de él en lo que se refiere a normas ni en las instrucciones para la Iglesia. Yo sabía que él era el Profeta nombrado por el Señor en aquellos días; y aun cuando yo también, junto con los demás hermanos de los Doce, había sido sostenido como profeta, vidente y revelador, sabía que ninguno de nosotros era el Presidente de la Iglesia. Sabía que el Señor le prolongaba la vida al presidente Kimball con propósitos que solo Él conocía, y tenía fe de que esa prolongación se debía a una razón que estaba en la sabiduría de Aquel que es más sabio que cualquier ser humano.
“En noviembre de 1985 el presidente Kimball falleció y el presidente Ezra Taft Benson, en ese entonces Presidente del Consejo de los Doce, fue sostenido por unanimidad como Presidente de la Iglesia, y como profeta, vidente y revelador. El eligió a sus consejeros, y puedo asegurarles que hemos trabajado en armonía y bien, y que esta ha sido una experiencia maravillosa y enriquecedora.
“El presidente Benson tiene ahora 91 años y le faltan la fortaleza y la vitalidad que antes poseía en abundancia. El hermano Monson y yo, siendo sus consejeros, seguimos haciendo lo que se hizo antes, o sea, seguir adelante con la obra de la Iglesia, pero teniendo mucho cuidado de no pasar por encima del Presidente ni iniciar ningún cambio en las normas establecidas sin que él lo sepa y sin contar con su completa aprobación” (véase “En… [los] consejeros hay seguridad”, Liahona, enero de 1991, págs. 57–58).
4.8
Un ejemplo de las actividades cotidianas de la Primera Presidencia
En 1979, el presidente N. Eldon Tanner (1898–1982), que prestó servicio como consejero de cuatro presidentes de la Iglesia, describió en detalle las funciones cotidianas de la Primera Presidencia en aquel tiempo. Aunque los horarios pueden variar con cada administración, y algunos de los detalles han cambiado, la descripción que él hace brinda una buena comprensión de las muchas responsabilidades de la Primera Presidencia:
“Todos los asuntos que tienen que ver con la administración de la Iglesia, están bajo la dirección de la Primera Presidencia; estos asuntos se dividen generalmente en tres categorías:
“Primero, los que administra directamente la Primera Presidencia; segundo, los asuntos eclesiásticos, que administra el Consejo de los Doce, bajo la dirección de la Primera Presidencia; y tercero, los asuntos temporales, administrados por el Obispado Presidente, de acuerdo con las asignaciones de la Primera Presidencia.
“Algunos de los asuntos que administra directamente la Primera Presidencia son: las conferencias de Área, las asambleas solemnes, los departamentos de Presupuesto, de Educación, Histórico y de Personal; los templos, las auditorías, el Consejo Coordinador y los Servicios de Bienestar…
“En general, todos esos asuntos están bajo la dirección de la Primera Presidencia, que se reúne todos los martes, miércoles, jueves y viernes, a las ocho de la mañana, con la presencia de un secretario, que lleva un registro completo de todos los asuntos tratados en dichas reuniones. Entre esos asuntos, está la correspondencia directa a la Primera Presidencia, que contiene todos los temas imaginables, desde preguntas sobre perforaciones en las orejas hasta apelaciones a procedimientos de excomunión efectuados por presidencias de estaca y sumos consejos. También hay preguntas sobre normas de vestir y arreglo personal, hipnotismo, obediencia al día de reposo, interpretación de las Escrituras, capacitación sobre temas delicados, sellamientos, quejas contra autoridades locales, la reencarnación, donación de partes del cuerpo para estudios científicos, cremación de cadáveres, trasplantes, asuntos legales y un sinfín de otros temas.
“Otros asuntos que requieren decisiones de la Primera Presidencia, son la elección de presidencias para nuevos templos, dónde y cuándo han de edificarse nuevos templos, y otros asuntos que se analizarán con el Consejo de los Doce y el Obispado Presidente. También planifican las asambleas solemnes y las conferencias de Área que se llevan a cabo en todo el mundo.
“Los martes por la mañana, a las 10:00 h, la Primera Presidencia se reúne con el Comité de Gastos… En esa reunión los directores de los diferentes departamentos presentan sus estipulaciones de gastos para la consideración del comité. Algunos ejemplos son las peticiones hechas por el Departamento de Bienes Raíces para la adquisición de tierras y de edificios, como los centros de estaca o barrio, casas de misión, centros de visitantes, etc., y se analizan los costos de mantenimiento de los mismos. Además, el Obispado Presidente presenta su presupuesto de gastos para cubrir los proyectos de bienestar.
“En las reuniones de los miércoles, la Primera Presidencia recibe los informes de los directores de aquellos departamentos que se encuentran directamente bajo su supervisión, como el Histórico, el de Personal y el de Comunicaciones Públicas. Siempre que sea posible, ese día también se reciben visitantes…
“Una vez al mes, también en día miércoles, la Primera Presidencia se reúne con el Cuerpo combinado de la Mesa Directiva y la Junta Directiva de Educación de la Iglesia, para tratar asuntos relacionados con las universidades y los colegios, Seminarios e Institutos, y otras escuelas de la Iglesia. También una vez por mes, los miércoles, se reúnen con el Consejo Coordinador… En esa reunión discuten y deciden asuntos administrativos, a fin de que todas las responsabilidades estén divididas en forma clara y coordinada. Después de esa reunión, se reúnen también con el Comité de los Servicios de Bienestar…
“Los jueves por la mañana, a las 10:00 h, se reúnen con el Consejo de los Doce en un cuarto del [Templo de Salt Lake], en donde los Doce han estado reunidos desde las 8:00 h. Ese es el mismo cuarto en donde los líderes de la Iglesia han sido guiados por el Señor desde que se terminó el templo. Allí uno experimenta un sentimiento espiritual muy especial, y algunas veces percibimos la presencia de algunos de esos grandes líderes que nos han precedido. En las paredes, hay fotografías de los doce presidentes de la Iglesia, lo mismo que de Hyrum Smith, el Patriarca. Hay también cuadros del Salvador, en el Mar de Galilea, llamando a Sus apóstoles, y otros representando Su crucifixión y ascensión a los cielos. En ese cuarto, recordamos a aquellos grandes líderes sentados en concilio, y tomando importantes decisiones bajo la dirección del Señor.
“Cuando los miembros de la Primera Presidencia entramos en ese cuarto a las 10:00 h, los jueves por la mañana, saludamos con un apretón de manos a los miembros del Consejo de los Doce, y pasamos a ponernos nuestra ropa del templo. Luego cantamos, nos arrodillamos y oramos, reuniéndonos a continuación en el altar en un círculo de oración. Después, volvemos a cambiarnos de ropa.
“Una vez que hemos discutido las actas de las reuniones anteriores, consideramos asuntos como los siguientes: aprobación de cambios de obispados, de acuerdo con las recomendaciones de los presidentes de estaca, que ya los Doce han discutido en su reunión…; cambios en las organizaciones de barrios, estacas, misiones y templos, en todo el mundo, incluyendo los límites y oficiales de los mismos; la administración de organizaciones auxiliares; asuntos presentados por los directores de diferentes departamentos; y nuestros informes sobre conferencias de estaca y otras actividades llevadas a cabo durante esa semana, tales como funerales, asignaciones para hablar en reuniones, etc. Allí se considera y se aprueba cualquier cambio administrativo o de normas, el cual pasa entonces a ser oficial…
“El primer jueves de cada mes, la Primera Presidencia se reúne con todas las Autoridades Generales: los miembros de los Doce, los Setenta y el Obispado Presidente. En esa reunión se les pone al tanto de los cambios que se han hecho en los programas y procedimientos, y se les instruye en cuanto a sus deberes y responsabilidades. El Presidente pide a algunos de los hermanos que compartan su testimonio, después de lo cual todos nos vestimos con nuestra ropa del templo, participamos de la Santa Cena y hacemos un círculo de oración, en el que participan todos los presentes. Una vez terminada la oración, todos se retiran con excepción de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce, quienes se visten nuevamente con su ropa de calle y proceden con los asuntos regulares de las reuniones de los jueves. Un secretario toma nota y completa un informe de todo lo que allí se dice y se hace…
“Los viernes, a las 9:00 h, el Obispado Presidente se reúne con la Primera Presidencia para informar y discutir asuntos concernientes a la administración” (véase “La administración de la Iglesia”, Liahona, enero de 1980, págs. 66–72; énfasis agregado).
4.9
La Primera Presidencia tiene el derecho y la responsabilidad de la interpretación doctrinal
La Primera Presidencia tiene la autoridad final con respecto a la interpretación doctrinal en la Iglesia. El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) explicó:
“La interpretación doctrinal es el campo [función] de la Primera Presidencia. El Señor les ha dado esa mayordomía por revelación. Ningún maestro tiene el derecho de interpretar doctrina para los miembros de la Iglesia” (“The Gospel Teacher and His Message”, en Charge to Religious Educators, 2a. ed., 1982, págs. 51–52; énfasis agregado).
El élder L. Tom Perry (1922–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que otras Autoridades Generales también recurren a la Primera Presidencia para recibir interpretación doctrinal:
“Por cierto, el Señor comprendía la necesidad de mantener Su doctrina pura y de confiar la interpretación de esta a un solo portavoz. Naturalmente, se nos exhorta a estudiar y a obtener todo el conocimiento que podamos en esta vida; se nos aconseja analizar e intercambiar ideas el uno con el otro para ganar más conocimiento. No obstante, el Señor cuenta con una sola fuente para la declaración de Sus doctrinas fundamentales. Incluso las Autoridades Generales hemos recibido la siguiente exhortación: ‘Con el objeto de preservar la uniformidad de la interpretación de la doctrina y de las normas, tenga la bondad de acudir a la oficina de la Primera Presidencia a fin de considerar cualquier duda de índole doctrinal o de normas que no esté claramente definida en las Escrituras o en el Manual General de Instrucciones’.
“De este modo, se eliminan los conflictos, la confusión y las opiniones diversas” (“Escuchemos la voz del profeta”, Liahona, enero de 1995, pág. 21).
El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, declaró:
“¿Y quién ha de declarar la doctrina de la Iglesia? La revelación y la práctica han establecido claramente que el Presidente de la Iglesia y sus consejeros son quienes tienen las llaves para declarar la doctrina [de la Iglesia]. La investidura de esa autoridad proviene de la revelación. La Primeria Presidencia constituye ‘un cuórum… a fin de recibir los oráculos para toda la iglesia’ (D. y C. 124:126)” (véase “En busca de la vida abundante”, Liahona, noviembre de 2000, págs. 5–6).
4.10
Lo que la Primera Presidencia dice es Escritura
El presidente Marion G. Romney (1897–1988), de la Primera Presidencia, enseñó que la Primera Presidencia expresa las palabras que Jesucristo declararía si estuviera aquí personalmente:
“Actualmente, el Señor revela Su voluntad a todos los habitantes de la tierra, y a los miembros de la Iglesia en particular, sobre los asuntos de nuestros días; y lo hace mediante los profetas, con la Primera Presidencia a la cabeza. Lo que los [miembros] de la Presidencia digan es lo mismo que diría el Señor si estuviera presente aquí. Esta es la roca sobre la que se basa el mormonismo… Cuando al profeta José Smith se le preguntó cuál era la diferencia que existía entre la Iglesia de los Santos de los Últimos Días y las iglesias sectarias del mundo, dijo: ‘Tenemos el Espíritu Santo’, con lo cual quiso decir que mediante el poder del Espíritu Santo se revela la voluntad de nuestro Padre a la mente de los líderes de esta Iglesia. Así que repito, lo que la Presidencia diga en calidad de tal es lo que el Señor diría si estuviera aquí, y es Escritura. Debe estudiarse, entenderse y seguirse, lo mismo que se hace con las revelaciones de Doctrina y Convenios y las demás Escrituras. Los que sigan ese camino no pensarán que lo que han oído está inspirado por el fanatismo político ni por el egoísmo, ni dirán que los hermanos no están bien informados de las circunstancias actuales o que no se pueden aceptar sus consejos porque no los han precedido con las palabras: ‘Así dice el Señor’.
“Los que… mediante la oración ferviente y el estudio concienzudo se informen de lo que dicen estos profetas vivientes, y sigan sus consejos, recibirán el Espíritu del Señor y sabrán, por el espíritu de revelación, que ellos han expresado el deseo y la voluntad del Padre” (véase “La sabiduría que lleva a la salvación”, Liahona, enero de 1993, pág. 89, énfasis agregado).
4.11
Los miembros de la Iglesia han de sostener a la Primera Presidencia
En las Escrituras se enseña que “la confianza, fe y oraciones de la iglesia” sostienen a la Primera Presidencia (D. y C. 107:22). Tenemos la sagrada obligación de sostener a la Primera Presidencia de la Iglesia.
Mientras prestaba servicio como consejero del presidente Joseph Fielding Smith, el presidente Harold B. Lee (1899–1973) habló en cuanto a la forma en que los consejeros de la Primera Presidencia y todos los miembros de la Iglesia sostienen al Presidente de la Iglesia:
“Al pensar en la función del presidente Tanner y la mía como consejeros, pensé en una situación de la vida de Moisés, cuando los enemigos de la Iglesia de esa época eran tal como lo son en la actualidad. Amenazaban con vencer, derribar y detener la obra de la Iglesia. Al estar Moisés sentado sobre una colina y alzar la vara de su autoridad, o las llaves de su sacerdocio, Israel prevalecía sobre sus enemigos; pero en el transcurso del día, las manos le pesaron y se le empezaron a caer. Le sostuvieron las manos en alto para que no se debilitaran y para que no bajara la vara. Se las sostuvieron para que los enemigos de la Iglesia no prevalecieran sobre los santos del Más Alto Dios (véase Éxodo 17:8–12).
“Pienso que esa es la función que el presidente Tanner y yo tenemos que cumplir. Las manos del presidente Smith podrán cansarse; pueden tender a decaer en ocasiones a causa de sus grandes responsabilidades; pero al sostenerle nosotros las manos y al dirigir bajo su dirección, a su lado, las puertas del infierno no prevalecerán contra ustedes ni contra Israel. Su seguridad y la nuestra dependen de si seguimos o no a los que el Señor ha colocado para presidir Su Iglesia…
“Fijemos la vista en el presidente de la Iglesia y mantengamos sus manos en alto, tal como el presidente Tanner y yo lo seguiremos haciendo” (en Conference Report, octubre de 1970, pág. 153; o Improvement Era, diciembre de 1970, págs. 126–27).
El presidente George Albert Smith (1870–1951), mientras prestaba servicio como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó la obligación que tenemos al sostener a la Primera Presidencia:
“Me alegro hoy de poder reunirme con ustedes en esta conferencia general y de poder levantar la mano para sostener a aquellos a quienes nuestro Padre Celestial ha llamado a presidirnos. Debe ser motivo de gran fortaleza para el Presidente de esta Iglesia mirar los rostros de miles de hombres y mujeres honrados y observarlos alzar la mano haciendo convenio con nuestro Padre Celestial y sostenerlo en el oficio al que ha sido llamado como Presidente de esta gran Iglesia. La obligación que contraemos al alzar la mano bajo tales circunstancias es sumamente sagrada. No significa que seguiremos adelante callados, dispuestos a que el profeta del Señor dirija esta obra, sino significa –-si es que entiendo correctamente la obligación que asumí cuando alcé la mano–- que lo apoyaremos, que oraremos por él, que defenderemos su buen nombre y que nos esforzaremos por actuar de acuerdo con las instrucciones que el Señor le indique que debe darnos mientras permanezca en ese puesto. De modo que es un poder de fortaleza que se ha elevado hoy a nuestro querido presidente… y a sus consejeros, al votar por ellos en esta asamblea solemne” (en Conference Report, junio de 1919, pág. 40; véase también Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: George Albert Smith, pág. 65).
El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, comparó a los miembros de la Primera Presidencia con majestuosos picos montañosos, y alentó a los miembros de la Iglesia a que apoyaran a la Primera Presidencia:
“Al norte de [Salt Lake City], en la cordillera de Wasatch, se encuentran tres grandes montañas. El poeta las describiría como poderosas pirámides de piedra. La del centro, la más alta de las tres, en el mapa se la llama Willard Peak; pero los pioneros las llamaban ‘La Presidencia’. Si algún día llegan a pasar por Willard, miren hacia el este, y en lo alto, muy alto, se encuentra ‘La Presidencia’.
“Gracias a Dios por la Presidencia. Al igual que esos picos, solo los cielos están por encima de ellos. Ellos necesitan nuestro voto de apoyo; algunas veces hay soledad en esos sublimes llamamientos de dirección, ya que no son para complacer al hombre, sino al Señor. Dios bendiga a estos tres hombres ilustres y buenos” (véase “El Espíritu da testimonio”, Liahona, enero de 1972, pág. 45.
4.12
Los miembros de la Iglesia deben recurrir a la Primera Presidencia para recibir instrucción
El profeta José Smith (1805–44) enseñó que “Los Presidentes o [Primera] Presidencia están sobre la Iglesia, y las revelaciones de la disposición y voluntad de Dios para la Iglesia deben venir por medio de la Presidencia. Tal es el orden celestial, así como el poder y privilegio del sacerdocio” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 148; énfasis agregado). Además, exhortó a los miembros de la Iglesia a que “se familiarizaran con esos hombres… Recurran a la Presidencia y reciban instrucción” (en History of the Church, tomo III, pág. 391).
Las enseñanzas de la Primera Presidencia están fácilmente al alcance de los miembros de la Iglesia. Las revistas mensuales de la Iglesia contienen mensajes regulares de miembros de la Primera Presidencia. Asimismo, los mensajes de otras Autoridades Generales de la Iglesia se pueden localizar en el sitio web de la Iglesia, LDS.org.
4.13
Aquellos que siguen a la Primera Presidencia nunca se desviarán y heredarán la gloria eterna
El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) hizo la siguiente promesa a las personas que siguen el consejo de la Primera Presidencia:
“Testifico que si acudimos a la Primera Presidencia y seguimos su consejo y dirección, ningún poder sobre la tierra podrá desviar o cambiar nuestro curso como Iglesia, y como personas obtendremos paz en esta vida y seremos herederos de gloria eterna en el mundo venidero” (“Las llaves eternas y el derecho de presidir”, Liahona, marzo de 1973, pág. 18).
El élder Mark E. Petersen (1900–84), del Cuórum de los Doce Apóstoles, después de citar esas palabras del presidente Joseph Fielding Smith, señaló que “otros presidentes antes que él también han dicho que si seguimos el liderazgo de la Primera Presidencia nunca nos descarriaremos ni apostataremos de la verdad” (The Salt and the Savor, 1976, pág. 29).