Folletos para la enseñanza
Arrepentimiento


ARREPENTIMIENTO

Gentle Healer

Jesús ofrece paz a todos los que se arrepienten.

La fe en Jesucristo le conduce a desear mejorar su vida. Al estudiar el Evangelio, se da cuenta de que ha pecado, o que ha actuado, en contra de la voluntad y las enseñanzas de Dios. Por medio del arrepentimiento, usted puede modificar esos pensamientos, deseos, hábitos y actos que no estén en armonía con las enseñanzas de Dios. Él le promete que, cuando se arrepienta, sus pecados le serán perdonados. Al arrepentirse, usted:

Reconoce que ha pecado y siente un pesar sincero por lo que ha hecho.

Deja de hacer lo que está mal y se esfuerza por no volver a hacerlo nunca más.

Confiesa sus pecados al Señor y pide perdón. De ese modo, usted se desprende de una carga pesada. Si ha pecado contra otra persona, le pide también perdón a ella.

Restituye. Hace todo lo posible por corregir los problemas que sus actos hayan causado.

Guarda los mandamientos. Obedecer los mandamientos de Dios le permite disfrutar del poder del Evangelio en su vida. El Evangelio le dará la fuerza que necesita para abandonar sus pecados. El guardar los mandamientos comprende prestar servicio, perdonar a los demás y asistir a las reuniones de la Iglesia.

Acepta al Salvador. La parte más importante del arrepentimiento es darse cuenta de que el perdón se recibe gracias a Jesucristo. Es posible que haya sentido que Dios no perdonará los pecados graves, pero el Salvador padeció por nuestros pecados para que pudiéramos dejarlos atrás, incluso los más serios. El perdón, la paz, el consuelo y el gozo son el resultado del verdadero arrepentimiento.

Arrepentirse no siempre significa que hay que hacer grandes cambios. Con frecuencia, no requiere más que una mayor dedicación para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. El verdadero arrepentimiento no siempre sucede con rapidez; sea paciente con usted mismo mientras se esfuerza por hacer lo correcto y enmendar sus errores. Al arrepentirse, experimentará un cambio en su corazón; ya no tendrá deseos de pecar; llegará a saber que es un hijo de Dios y que no es necesario que siga cometiendo los mismos errores una y otra vez. Su deseo de seguir a Dios será cada vez más fuerte y profundo.