Autosuficiencia
Una perspectiva del Evangelio sobre Bienestar: La fe en acción


Una perspectiva del Evangelio sobre Bienestar: La fe en acción

Élder Robert D. Hales

Hermanos y hermanas, agradezco esta oportunidad de hablar con ustedes acerca de una perspectiva del Evangelio sobre los principios de Bienestar del sacerdocio en la Iglesia restaurada de Jesucristo.

Las nubes económicas que por mucho tiempo han amenazado al mundo ahora nos cubren por completo. Hoy, más que nunca, el impacto de esta tormenta económica en los hijos de nuestro Padre Celestial requiere una perspectiva del Evangelio sobre Bienestar. Los principios de bienestar que se basan en el sacerdocio son temporales y también espirituales; son también eternos y se aplican a toda circunstancia. Seamos ricos o pobres, son para nosotros.

Siempre que practicamos los principios de bienestar, vivimos la “religión pura” definida en las Escrituras (Santiago 1:27. El Salvador enseñó: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:30 ). Él también enseñó no sólo buscar y “visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, sino “guardar[nos] sin mancha del mundo” (Santiago 1:27). En otras palabras, no sólo hacemos lo bueno sino nos esforzamos por ser buenos.

Ésta entonces es la perspectiva del Evangelio sobre Bienestar: poner en acción nuestra fe en Jesucristo; servir a los demás según lo indique el Espíritu. A medida que vivimos los principios de bienestar del Evangelio, aplicamos las enseñanzas del Salvador aquí en la vida terrenal.

¿Cuáles son, entonces, los principios de bienestar? ¿De qué manera los utilizamos como fundamentos temporales o espirituales de la vida diaria?

La vida providente y la autosuficiencia

El primer fundamento se puede describir como la vida providente, que significa vivir con regocijo dentro de lo que nuestros ingresos permitan, preparándonos para las vicisitudes de la vida para estar listos para las emergencias.

La vida providente significa no codiciar las cosas de este mundo y utilizar los recursos de la tierra en forma prudente sin derrochar aún en las épocas de abundancia. Significa evitar las deudas excesivas y estar satisfechos con lo que tengamos.

En esta época muchos creen que deben poseer todo lo que los demás poseen, ahora mismo. Incapaces de demorar el placer, se endeudan para comprar lo que no está a su alcance. Los resultados siempre afectan tanto el bienestar temporal como espiritual.

Cuando nos endeudamos regalamos parte de nuestro inestimable albedrío y nos colocamos en una servidumbre voluntaria. Obligamos nuestro tiempo, energía y medios para pagar lo que nos han prestado, recursos que podríamos haber utilizado para ayudarnos a nosotros mismos, a nuestra familia y a los demás.

Conforme las deudas van minando nuestra libertad, la creciente desesperanza nos debilita físicamente, nos deprime mentalmente y nos agobia espiritualmente. Afecta el concepto que tenemos de nosotros mismos, así como nuestra relación con el cónyuge y los hijos, con los amigos y vecinos y en última instancia con el Señor.

Pagar nuestras deudas ahora y evitar deudas futuras requiere que ejerzamos la fe en el Salvador; no sólo para hacer las cosas mejor, sino para ser mejores. Se requiere gran fe para decir: “No está a nuestro alcance” y para confiar en que la vida será mejor al sacrificar los deseos para cubrir las necesidades.

Testifico que es feliz el que vive de acuerdo con sus ingresos y que ahorra para el futuro. Al vivir vidas providentes y aumentar nuestros dones y talentos, logramos mayor autosuficiencia, que es asumir la responsabilidad de nuestro propio bienestar espiritual y temporal y la de aquellos que el Padre Celestial ha confiado a nuestro cuidado. Sólo cuando somos autosuficientes podemos en verdad emular al Salvador al servir y bendecir a los demás.

Es importante comprender que la autosuficiencia es un medio para lograr un fin. La meta final es llegar a ser como el Salvador, y el servicio desinteresado a los demás realza dicha meta ya que nuestra capacidad para servir aumenta o disminuye según el nivel de nuestra autosuficiencia.

Como dijo el presidente Marion G. Romney: “Los alimentos para los hambrientos no pueden provenir de estantes vacíos; el dinero para asistir a los necesitados no puede salir de bolsillos vacíos; el apoyo y la comprensión no pueden surgir del que carece de compasión; la enseñanza no puede ser impartida por el analfabeto, y lo más importante, la guía espiritual no puede proceder del que es débil en ese aspecto” (“La naturaleza divina de la autosuficiencia”, Liahona, enero de 1983, págs. 176–177).

El pago de los diezmos y las ofrendas

¿Cómo conseguimos la ayuda del Padre Celestial para tener lo suficiente para nuestras propias necesidades y además para servir a los demás? Uno de los principios básicos de bienestar es el pago de los diezmos y ofrendas.

El propósito principal del diezmo es desarrollar la fe. Al guardar el mandamiento de pagar “la décima parte de todo [nuestro interés] anualmente” (D. y C. 119:4), llegamos a ser mejores, nuestra fe crece y nos sostiene en las pruebas, tribulaciones y pesares de la vida.

Con el pago del diezmo, también aprendemos a controlar nuestros deseos y apetitos por las cosas de este mundo, a ser honrados en los tratos con nuestros semejantes y a hacer sacrificios por otras personas.

Al crecer la fe, crecerá también el deseo de guardar el mandamiento de pagar la ofrenda de ayuno, que es por lo menos el costo de dos comidas que no comemos mientras ayunamos. La ofrenda de ayuno nos permite “dar en forma anónima” sin esperar reconocimiento ni beneficio terrenal, y bendecir a nuestros hermanos que tienen necesidades temporales y espirituales. El dar en forma voluntaria nos permite seguir el modelo del Salvador, quien libremente ofreció Su vida por toda la humanidad. Él dijo: “Y recordad en todas las cosas a los pobres y a los necesitados, a los enfermos y a los afligidos, porque el que no hace estas cosas no es mi discípulo” (D. y C. 52:40).

Como verdaderos discípulos de Cristo, damos también como lo hizo el buen samaritano quien rescató a su hermano desconocido al lado del camino (véase Lucas 10:25–37). José Smith dijo: “El hombre que está lleno del amor de Dios no se conforma con bendecir solamente a su familia sino que va por todo el mundo, anheloso de bendecir a toda la raza humana” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 453).

La preparación para el futuro

Como lo aconsejan los profetas de los últimos días, algunos de los más importantes fundamentos de bienestar tienen que ver con la preparación para el futuro.

Hacer presupuestos

Prepararse para el futuro significa crear un presupuesto y un plan de ahorro de los ingresos. El hacer y llevar con esmero el presupuesto personal o familiar puede ayudarnos a reconocer y controlar la diferencia entre los deseos y las necesidades. El repasar ese presupuesto en el consejo familiar permitirá que los hijos aprendan y practiquen hábitos prudentes al gastar y que participen en la planificación y el ahorro para el futuro.

La educación académica

Prepararse para el futuro también significa obtener instrucción académica o formación profesional y hallar un empleo remunerado. Si al momento tienen trabajo, hagan todo lo que puedan por ser un elemento valioso y esencial de la organización para la que trabajan. Trabajen mucho y sean un “obrero digno de su salario” (Lucas 10:7; véase también D. y C. 31:5; 70:12; 84:79; 106:3).

A medida que las empresas sigan recortando personal o cerrando, aún los empleados ideales pueden encontrarse en la necesidad de encontrar un nuevo empleo. Esta es una oportunidad para confiar en el Señor, para progresar y fortalecerse; si están buscando un nuevo empleo, aumenten su fe en el deseo y poder del Señor de bendecirlos. Además, busquen el consejo de aquellos en quienes ustedes confían, y no teman valerse de una red de contactos y pedir ayuda. Si es necesario, cambien su estilo de vida y, si es posible, su lugar de residencia para vivir dentro de lo que sus ingresos permitan. Pese a su edad, busquen capacitación adicional y aprendan nuevas aptitudes; mantengan su salud y permanezcan cerca del cónyuge y los hijos, y sobre todo sean agradecidos. Expresen su gratitud en oración por todo lo que se les ha dado. El Padre Celestial los ama y Su Hijo ha prometido: “…todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (D. y C. 122:7).

La preparación espiritual

Hermanos y hermanas, ahora es el momento de establecer los fundamentos de bienestar en nuestra vida y enseñar a nuestros hermanos a hacer lo mismo. Las Escrituras nos enseñan: “Si estáis preparados, no temeréis” (D. y C. 38:30). Al guardar los mandamientos y vivir los principios de bienestar, podemos tener siempre la compañía del Espíritu del Señor para sostenernos en las tormentas de estos últimos días y hablar paz a nuestras almas.

Así como guardamos recursos temporales para las eventualidades, el guardar los mandamientos, orar, leer las Escrituras y confiar en el Espíritu Santo nos prepara para las pruebas inesperadas de la vida. Mediante la obediencia vamos acumulando la fe necesaria para hacer frente a las vicisitudes y retos de la vida. Al mantenernos sin mancha del mundo, siendo “buenos” de esta manera, podremos hacer el bien a nuestros hermanos y hermanas por todo el mundo, tanto temporal como espiritualmente.

En conclusión, me gustaría compartir tan sólo un ejemplo de cómo hacemos esto en Ayuda Humanitaria.

Todos los años, miembros de la Iglesia ayudan en la perforación de pozos en lugares sin otra fuente de agua potable. Piensen en los beneficios de uno solo de estos pozos, excavado en una aldea remota. Algunos dirían que se trata de una bendición exclusivamente temporal, ¿cuáles son las bendiciones espirituales para una madre que antes tenía que andar durante horas para obtener agua y llevarla de vuelta a sus hijos? Antes de que se cavara el pozo, ¿de cuánto tiempo disponía ella para enseñar el Evangelio a sus hijos, para orar con ellos y para nutrirlos en el amor del Señor? ¿Cuánto tiempo tenía ella para estudiar las Escrituras, para meditar sobre ellas y recibir fortaleza para sobrellevar las tribulaciones de su vida? Poniendo su fe en acción, los miembros de la Iglesia ayudaron a saciar la sed temporal de esta familia y también proporcionaron un medio para que esas personas beban libremente del agua de vida y nunca vuelvan a tener sed. Al ser fieles y vivir los principios de bienestar, pudieron ayudar a cavar “una fuente de agua que salte para vida eterna” (John 4:14).

Testifico que el vivir los principios de bienestar es la medida de nuestro amor cristiano. Es nuestra oportunidad sagrada de poner en práctica el Evangelio restaurado de Cristo en la tierra, de poner nuestra fe en acción y recibir la plenitud de Su gozo en esta vida y en el mundo venidero.

Comparto mi testimonio especial de que el Salvador vive y que dio Su vida por nuestro bienestar eterno. En el nombre de Jesucristo. Amén.