Capítulo 7
La ley de Moisés se cumple en Cristo — Pablo se deleita en la ley de Dios según el hombre interior.
1 ¿Ignoráis, hermanos (porque hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entretanto que este vive?
2 Porque la mujer que tiene marido, mientras el marido vive está ligada a este por la ley; pero muerto el marido, libre es de la ley del marido.
3 Así que, mientras vive el marido, si se une a otro hombre, se llamará adúltera; pero si su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se une a otro marido, no será adúltera.
4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, a saber, del que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas, que eran por la ley, actuaban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.
6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en la cual estábamos sujetos, de modo que sirvamos en novedad de espíritu, y no en lo viejo de la letra.
7 ¿Qué, pues, diremos? ¿La ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la ley, y tampoco hubiera conocido la lujuria, si la ley no dijera: No codiciarás.
8 Pero el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda concupiscencia; porque sin la ley el pecado está muerto.
9 Así que, yo sin la ley viví en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí.
10 Y hallé que el mandamiento, que era para vida, para mí era muerte;
11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento es santo, y justo y bueno.
13 Entonces, ¿lo que es bueno vino a ser muerte para mí? No; sino que el pecado, para mostrarse como pecado, por lo que es bueno produjo en mí la muerte, para que, mediante el mandamiento, el pecado llegase a ser pecaminoso en extremo.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.
15 Porque lo que hago, no lo entiendo, ni hago lo que quiero; antes bien, lo que aborrezco, eso hago.
16 Y si hago lo que no quiero, apruebo que la ley es buena.
17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.
18 Y yo sé que en mí (a saber, en mi carne) no mora el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: Que el mal está en mí.
22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
25 Gracias doy a Dios por medio de Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.