Capítulo 37
Ezequías pide el consejo de Isaías para salvar a Jerusalén — Isaías profetiza la derrota de los asirios y la muerte de Senaquerib — Ezequías ora pidiendo liberación — Senaquerib envía una carta blasfema — Isaías profetiza que los asirios serán destruidos y que un remanente de Judá florecerá — Un ángel mata a ciento ochenta y cinco mil asirios — Senaquerib es muerto por sus hijos.
1 Y aconteció que cuando el rey Ezequías oyó esto, rasgó sus vestidos y cubierto de cilicio entró en la casa de Jehová.
2 Y envió a Eliaquim, el mayordomo, y a Sebna, el escriba, y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, a ver al profeta Isaías hijo de Amoz.
3 Y ellos le dijeron: Así ha dicho Ezequías: Este día es día de angustia, y de reprensión y de blasfemia, porque los hijos están a punto de nacer y no hay fuerzas para dar a luz.
4 Quizá oirá Jehová tu Dios las palabras del Rabsaces, al cual el rey de Asiria, su señor, ha enviado para injuriar al Dios viviente, y lo reprenderá por las palabras que oyó Jehová tu Dios; por tanto, eleva oración por el remanente que aún queda.
5 Y vinieron los siervos de Ezequías a Isaías.
6 Y les dijo Isaías: Diréis así a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria.
7 He aquí que yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor y volverá a su tierra; y haré que en su propia tierra perezca a filo de espada.
8 Y el Rabsaces volvió y halló al rey de Asiria que combatía contra Libna, porque ya había oído que se había apartado de Laquis.
9 Y oyó decir acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: He aquí que ha salido para hacerte la guerra; y al oírlo, envió mensajeros a Ezequías, diciendo:
10 Así diréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria.
11 He aquí, tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras, destruyéndolas por completo. ¿Y escaparás tú?
12 ¿Acaso las libraron los dioses de las naciones que mis padres destruyeron, es decir, Gozán, y Harán, y Resef y los hijos de Edén que moraban en Telasar?
13 ¿Dónde está el rey de Hamat, y el rey de Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaim, y de Hena y de Iva?
14 Y tomó Ezequías las cartas de manos de los mensajeros y las leyó; y Ezequías subió a la casa de Jehová y las extendió delante de Jehová.
15 Entonces Ezequías oró a Jehová, diciendo:
16 Oh Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que moras entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra.
17 Inclina, oh Jehová, tu oído y oye; abre, oh Jehová, tus ojos y mira; y oye las palabras de Senaquerib que ha enviado a blasfemar al Dios viviente.
18 Ciertamente, oh Jehová, los reyes de Asiria han destruido todas las tierras y sus comarcas,
19 y han echado los dioses de ellos al fuego, porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y de piedra; por eso los destruyeron.
20 Ahora pues, oh Jehová, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que solo tú eres Jehová.
21 Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Acerca de lo que me rogaste sobre Senaquerib, rey de Asiria,
22 esta es la palabra que Jehová ha hablado contra él: Te ha menospreciado y ha hecho escarnio de ti la virgen hija de Sion; ha movido su cabeza, en burla, a tus espaldas la hija de Jerusalén.
23 ¿A quién has injuriado y a quién has blasfemado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado en alto tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel!
24 Por medio de tus siervos has injuriado al Señor y has dicho: Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes, a las laderas del Líbano; y talaré sus altos cedros, sus cipreses escogidos; y llegaré hasta las alturas de su límite, al bosque de su Carmelo.
25 He cavado y bebido las aguas, y con las pisadas de mis pies he secado todos los ríos de Egipto.
26 ¿No has oído decir que desde hace mucho tiempo yo lo hice, y que desde días antiguos lo he dispuesto? Ahora lo he hecho acontecer para que tú convirtieras ciudades fortificadas en montones de ruinas.
27 Y sus moradores, faltos de poder, quebrantados y avergonzados, fueron cual la hierba del campo y el pasto verde, y como la hierba de los tejados que antes de madurar se seca.
28 Pero yo conozco tu morada, y tu salida, y tu entrada y tu furor contra mí.
29 Porque tu furor contra mí y tu arrogancia han subido a mis oídos, pondré, pues, mi argolla en tu nariz, y mi freno en tus labios y te haré volver por el camino por donde viniste.
30 Y esto te será por señal: Este año comeréis lo que crezca espontáneamente; y al segundo año, lo que haya brotado de aquello; y al tercer año, sembraréis, y segaréis, y plantaréis viñas y comeréis su fruto.
31 Y de la casa de Judá, el remanente que haya escapado volverá a echar raíz abajo y dará fruto arriba.
32 Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion los que escapen. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
33 Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad ni arrojará saeta contra ella; no vendrá delante de ella con escudo ni será levantado contra ella terraplén.
34 Por el camino que vino volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová.
35 Pues yo ampararé a esta ciudad para salvarla por mi causa y por causa de David, mi siervo.
36 Y salió el ángel de Jehová y mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí, no había más que cadáveres.
37 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió, y se fue, y volvió y moró en Nínive.
38 Y acaeció que mientras adoraba en el templo de Nisroc, su dios, Adramelec y Sarezer, sus hijos, lo mataron a filo de espada y huyeron a la tierra de Ararat; y reinó en su lugar su hijo Esar-hadón.