La elección: ¿Ser una gran artista o una gran madre?
Todos me decían que era imposible ser magnífica en ambas cosas; pero, ¿era así?
Recuerdo sentirme incómoda al estudiar en la universidad sobre la vida de grandes artistas. Parecía que los que eran verdaderamente memorables y extraordinarios se habían vuelto grandes artistas descuidando a su familia y sacrificando la cordura. Hubo grandes artistas que pintaban en la mañana de Navidad, mientras sus hijos abrían los presentes; Uno se casó seis veces; hubo otro que se cortó la oreja y la envió a sus seres queridos; ¡y otro incluso asesinó a alguien! Comencé a preguntarme si llegar a ser una gran artista al mismo tiempo que llegar a ser una gran esposa y madre —y todo ello sin perder la cordura— era acaso posible.
Mis profesores enseñaban que si en verdad deseábamos llegar a ser magníficos, tendríamos que hacer sacrificios; tendríamos que trabajar más arduamente que todos los demás; tendríamos que poner el arte en primer lugar en nuestra vida. No obstante, a menudo me venía a la mente lo siguiente: “Pero si un artista guarda los mandamientos, pone en primer lugar lo que es prioridad, y deja que el Espíritu del Señor dirija su obra, ¿no puede alcanzar la misma grandeza y probablemente una grandeza aun mayor?”. Aquella pregunta me acompañó a lo largo de mis estudios.
Para cuando mi esposo y yo nos graduamos, llevábamos casados un año. El élder Russell M. Nelson (en aquel entonces miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles) vino a discursar en nuestra graduación. Luego hubo un almuerzo, al que solo se invitó a 16 alumnos. Curiosamente, tanto a mi esposo como a mí se nos seleccionó para estar presentes. Cuando comenzó la sesión de preguntas y respuestas, levanté la mano, miré al élder Nelson a los ojos y expresé mis preocupaciones concernientes a ser artista y madre al mismo tiempo. Me había esforzado arduamente por cultivar mis talentos en la universidad y quería continuar esforzándome mucho y mejorar, pero también sabía que la maternidad tenía prioridad. ¿Había alguna forma de hacer ambas cosas? Los ojos del élder Nelson se iluminaron al responderme: “¡Por supuesto que sí!”. Me alentó a mejorar mis talentos y a orar al Padre Celestial para pedir ayuda a fin de saber cómo podría hacer ambas cosas; y me dijo que con Él sería capaz de hacer aquello que alguna vez había considerado imposible. Tomé aquél consejo muy en serio.
Dedicados a Sus propósitos
Mi esposo y yo ahora tenemos cuatro hijos y hemos aprendido los malabares y las destrezas necesarias para ser padres. Al principio, comenzaba la mayoría de los días a las 4:00 h para lograr pintar algo antes de que mis hijos se despertaran. Intentaba pintar seis días a la semana, aun cuando algunos días solo pudiera hacerlo por treinta minutos. Empezaba cada sesión de pintura con una oración, sabiendo que no era mucho sin la ayuda del Señor. Oraba no solo para pedir destreza en mi arte, sino también para saber lo que era importante aquel día y con la resolución de dar prioridad a Sus propósitos. Los progresos no fueron rápidos, pero sí constantes.
Luego, tras doce años del día de la graduación, pasé por una etapa de desánimo. La vida parecía demasiado ajetreada; la maternidad había sido más difícil de lo que había imaginado. Me senté ante el atril llorando y preguntándome si acaso alguna vez sería capaz de llegar a ser la gran artista que había soñado ser. Sentí la inspiración de tomar del estante mi antiguo diario personal y busqué el 30 de abril de 2006, el día después de mi graduación. Había olvidado por completo la extraordinaria experiencia con el presidente Nelson. De algún modo, las agitaciones de la vida casi la habían borrado de mi memoria. Allí, ante mí, estaban las palabras del profeta actual: “¡Por supuesto que sí!”. Mis lágrimas se tornaron en lágrimas de gozo al mirar en retrospectiva todo lo que había logrado desde aquel momento, y también al mirar hacia adelante con esperanza.
Hacer lo imposible
Algunos meses después, recibí una llamada de uno de los diseñadores de la revista Liahona, y me preguntó si podían usar alguna de mis pinturas en el reverso de la cubierta del ejemplar de la Conferencia General de noviembre de 2018. ¡Estaba atónita! Mientras crecía, lo primero que hacía al recibir las revistas de la Iglesia era hojearlas para ver las pinturas que contenían. Ahora una de mis obras iba a estar en ellas. Luego, cuando me dijeron que deseaban acompañar mi pintura con palabras del presidente Nelson, pude ver cómo la mano de Dios me alentaba a seguir adelante.
Aún tengo un largo camino por recorrer en mi travesía artística, pero estoy muy agradecida por la esperanza del presidente Nelson en el Señor y en nosotros. Agradezco su optimismo y su confianza. Sé que, conforme ejerzamos la fe en el Señor, seremos capaces de hacer grandes cosas, incluso las que alguna vez hayamos considerado imposibles. “Porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lucas 1:37).