2019
Cuatro dones que provienen del Salvador
Diciembre de 2019


Cuatro dones que provienen del Salvador

Tomado del devocional de Navidad de la Primera Presidencia de 2018.

Jesus teaching

Ilustración por Kathleen Peterson.

Mis amados hermanos y hermanas, ¡qué época tan maravillosa! Consideremos juntos las bendiciones que recibimos cuando nos centramos en la vida, misión, doctrina y expiación del Señor Jesucristo.

Durante esta época, los invito a considerar sus deseos personales. ¿Realmente quieren llegar a parecerse más y más a Jesucristo? ¿Realmente desean vivir con nuestro Padre Celestial y con su familia para siempre y vivir como Él vive? Si es así, querrán aceptar muchos dones que brinda el Señor para ayudarlos durante su probación terrenal. Centrémonos en cuatro de los dones que Jesucristo dio a todos los que están dispuestos a recibirlos (véase Doctrina y Convenios 88:33).

Primero, Él nos dio, a ustedes y a mí, la capacidad ilimitada de amar. Eso abarca la capacidad de amar a las personas difíciles de amar y a aquellos que no solo no los aman a ustedes, sino que en este momento los persiguen y los ultrajan (véase Mateo 5:44–45).

Con la ayuda del Salvador, podemos aprender a amar como Él amó. Quizás requiera un cambio de corazón —sin duda, que se ablande nuestro corazón— a medida que el Salvador nos enseña a realmente cuidarnos los unos a los otros. Mis queridos hermanos y hermanas, verdaderamente podemos ministrar a la manera del Señor al aceptar Su don de amor.

Un segundo don que brinda el Salvador es la capacidad de perdonar. Mediante Su infinita expiación, pueden perdonar a quienes los hayan lastimado y que quizás nunca asuman la responsabilidad de haberlos tratado cruelmente. El Salvador les dará la capacidad de perdonar a quienes los hayan maltratado de cualquier manera.

Un tercer don que proviene del Salvador es el del arrepentimiento. El Señor nos invita a cambiar la forma en la que pensamos, nuestro conocimiento, nuestro espíritu, incluso cómo respiramos. Por ejemplo, cuando nos arrepentimos, respiramos con gratitud a Dios, quien nos da aliento día a día (véase Mosíah 2:21); y deseamos usar ese aliento para servirle a Él y a Sus hijos. El arrepentimiento es un don resplandeciente; es un proceso al que nunca se le debe tener temor. Es un don que debemos recibir con gozo; debemos utilizarlo, e incluso acogerlo, día tras día a medida que procuramos ser más como nuestro Salvador.

Un cuarto don que nuestro Salvador nos da es en realidad una promesa, una promesa de vida eterna. Todos resucitaremos y lograremos la inmortalidad; pero la vida eterna es mucho más que una designación de tiempo. La vida eterna es el tipo y la calidad de vida que viven el Padre Celestial y Su Hijo Amado. Cuando el Padre nos ofrece la vida eterna, nos dice, básicamente: “Si eliges seguir a Mi Hijo, si tu deseo es realmente llegar a ser más como Él, entonces, con el tiempo, podrás vivir como vivimos y presidir mundos y reinos, tal como nosotros”.

Esos cuatro dones singulares nos traerán más y más gozo a medida que los aceptemos. Fueron hechos posibles porque Jehová condescendió a venir a la tierra como el niño Jesús. Nació de un Padre inmortal y de una madre mortal; nació en Belén bajo las circunstancias más humildes. Jesucristo es el don trascendente de Dios, el don del Padre a todos Sus hijos (véase Juan 3:16).

Con nuestros pensamientos y sentimientos centrados de tal modo en el Salvador del mundo, ¿qué debemos hacer nosotros para recibir esos dones que Jesucristo está tan dispuesto a brindarnos? ¿Cuál es la clave para amar como Él ama, perdonar como Él perdona, arrepentirse para ser más como Él y, finalmente, vivir con Él y con nuestro Padre Celestial?

La clave es hacer y cumplir convenios sagrados. Nosotros elegimos vivir y progresar en la senda de los convenios del Señor y permanecer allí. No es un camino complicado; es el camino al verdadero gozo en esta vida y la vida eterna en el más allá.

Mis queridos hermanos y hermanas, mi más profundo deseo es que todos los hijos del Padre Celestial tengan la oportunidad de escuchar el evangelio de Jesucristo y de seguir Sus enseñanzas. Además, deseo que creamos en el amor que el Salvador siente por cada uno de nosotros y recibamos ese amor. Su amor infinito y perfecto lo motivó a expiar los pecados de ustedes y los míos. Ese don, Su expiación, permite que todos Sus otros dones sean nuestros.