Solo para versión digital: Jóvenes adultos
Cuando nada me brindaba gozo en la vida, me volví al Evangelio
Sentía que algo faltaba en mi corazón, hasta que descubrí el gozo verdadero y sempiterno que proviene del evangelio de Jesucristo.
Era otro día sombrío, apagado y aburrido. Durante el último tiempo todo había sido igual y, aunque trataba de ser feliz, me estaba sintiendo más apática e intranquila. Estábamos en medio de la pandemia del COVID-19 y mi país estaba en cuarentena, por lo que se nos animó a que todos permaneciéramos en casa hasta nuevo aviso.
Todos los días, cuando me miraba en el espejo, veía un vacío. Puede que haya sido porque no podía ver a mis amigos o porque no podía trabajar ni apoyar a mi familia en ese momento. Acababa de graduarme de la universidad y quería ser maestra, pero tenía que aprobar un examen que se había pospuesto debido a la pandemia.
Me sentía desdichada, como si algo me faltara en el corazón, pero no lograba comprender por completo lo que era o incluso cómo podía encontrarlo.
Reunión con los misioneros
Una noche, mi prima estaba hojeando un libro. Era azul oscuro y se titulaba “Ang Aklat ni Mormon” [El Libro de Mormón]. Ella había ido recientemente con su amiga a algo llamado “noche de hogar” y había estado hablando con los misioneros por teléfono algunas noches a la semana desde entonces. En esa noche en particular, ella estaba hablando por teléfono mientras echaba un vistazo al libro, cuando de repente me preguntó si podía ayudarle a contestar una pregunta de uno de los misioneros.
“¿En serio?”, pensé. “Te están preguntado a ti, ¿por qué tengo que ayudar?”.
Pero cedí y le pedí que me dijera cuál era la pregunta. Y ella dijo:“Ano daw layunin mo sa buhay?” (“¿Cuál crees que es tu propósito en la vida?”).
Mi corazón comenzó a latir muy rápido cuando escuché la pregunta.
“¡Eso es! Eso es lo que he estado buscando. Eso es lo que me ha faltado en el corazón”, pensé.
Miré fijamente a mi prima, sonriendo, y tomé el teléfono para contestar la pregunta del misionero. Le dije que creía que el propósito de la vida es ser feliz, disfrutarla, servir a los demás y ser amable con ellos. ¡Y él estuvo de acuerdo!
Él y su compañero también preguntaron si podían enseñarnos más acerca del Evangelio a mi prima y a mí, y dijimos que sí. Los misioneros habían enseñado a mi familia cuando yo era niña. Mi madre es miembro, pero había estado menos activa la mayor parte de mi vida, sin embargo después de la conversación por teléfono, yo quería aprender más.
Cada vez que los misioneros compartían algo acerca del Evangelio, sentía gozo en el corazón, particularmente al aprender acerca del Plan de Salvación y las promesas del Padre Celestial y del Salvador. Con el tiempo, fuimos a la Iglesia y los miembros nos dieron la bienvenida con corazones cálidos y manos de ayuda.
Pude sentir en mi corazón que estaba tomando la senda correcta. Después de unos meses, me bautizó un amigo cercano que me había ayudado a seguir adelante en el Evangelio.
La fuente de la verdadera felicidad
Fue difícil hacer tantos cambios en mi vida después de unirme a la Iglesia. Y mi vida está lejos de ser fácil o feliz todo el tiempo, pero a medida que he tenido nuevas oportunidades de servir y profundizar mi testimonio, he llegado a saber con certeza que el gozo sempiterno en verdad se encuentra en este Evangelio.
Siento gozo en el corazón cada vez que leo las Escrituras, escucho la inspiración divina de nuestros profetas y apóstoles, y percibo los testimonios de los miembros que me rodean. He encontrado la respuesta a la pregunta que esos misioneros me hicieron por teléfono: el propósito de la vida es ser una mejor persona para Dios, para mí y para mi familia, todo ello mientras me esfuerzo por regresar a Él. Y ese conocimiento me ha brindado de manera exacta la felicidad que he estado buscando. El seguir sirviendo a las personas y el llevar a mi familia a la Iglesia es ahora mi mayor prioridad, porque quiero que experimenten verdadero gozo.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Si centramos nuestra vida en el Plan de Salvación de Dios […] y en Jesucristo y Su Evangelio, podemos sentir gozo independientemente de lo que esté sucediendo —o no esté sucediendo— en nuestra vida”1.
También testifico que la verdadera felicidad solo se puede encontrar al seguir a Jesucristo. Cada oportunidad que me ha brindado el evangelio de Jesucristo ha llenado mi alma de gozo, especialmente cuando he permitido que esas experiencias me ayuden a acercarme más a Él.
Antes de la pandemia del COVID-19, me había sentido feliz con mi vida, pero el verdadero gozo que brinda el Evangelio es diferente de la felicidad. Incluso en la pandemia, el Evangelio me brinda paz y me muestra el propósito de la vida, lo cual me ayuda a seguir adelante con fe y esperanza.
Finalmente encontré la pieza que me faltaba. Necesitaba el gozo que el seguir a Jesucristo brinda a mi corazón y a mi vida, como todos nosotros.